Millana nos entrega una nueva imagen

viernes, 26 julio 2013 2 Por Herrera Casado

La iglesia románica de Millana en la Alcarria de Guadalajara.

La sorpresa ha sido verla completamente restaurada, con una tarea perfecta de contención, limpieza de sus piedras, respeto máximo hacia sus detalles iconográficos, y urbanización del entorno, de tal modo que se alza tras ello una de las etapas más productivas y positivas de aquel “Plan del Románico de Guadalajara” del que nunca más se supo. Al menos, aquí en Millana, cuajó y dio fruto.

La villa de Millana se encuentra situada en plena Alcarria, en el valle del río Guadiela, dentro de lo que históricamente se conoce como la Hoya del Infantado. Esta villa de la plena Alcarria reconoce un pasado común con Alcocer, Salmerón y otros lugares del mismo entorno geográfico. Tras diversos avatares señoriales, en el siglo XV quedó en poder de los Mendoza alcarreños, que la poseyeron durante muchos siglos. Pero anteriormente fue posesión señorial, por donación del Rey Alfonso X el Sabio, de doña Mayor Guillén de Guzmán, la misma que tuvo en señorío a Cifuentes. Ocurría esto en 1253, y ateniéndonos al patrocinio directo de dicha señora, en la construcción del templo mayor de la villa cifontina, no es difícil suponer que ella fue también la inspiradora de la iglesia parroquial de Millana y de su gran portada abocinada, pues el estilo es muy similar al de Cifuentes, aunque en este caso resulta más pobre en la decoración. De cualquier modo, resulta fácil datar la portada meridional de la parroquia emilianense de Santo Domingo de Silos en los inicios de la segunda mitad del siglo XIII, lo cual añade otro dato a nuestra teoría de una cronología muy avanzada para el románico alcarreño.

 

La iglesia de Millana presenta importantes restos de su primitiva construcción románica. En el siglo XVI fue completamente rehecha, pero se conservaron sus dos portadas y buena parte de sus muros, procediéndose solamente a la reedificación y ampliación de la cabecera del templo. Su interior es de una sola nave y no ofrece elementos de interés. En el exterior, es lo más señalado, aparte de las numerosas y diferentes marcas de cantería en los sillares de sus muros, especialmente en el del norte, la presencia de dos portadas que le confieren un interés especial.

La portada norte es muy sencilla y se encuentra hoy tapiada aunque también ha sido cuidadosamente restaurada. Consta de un arco muy simple, con moldura sencilla y decoración de bolas. Enmarcando al arco aparece un filete con simple molduraje, también incompleto. En cualquier caso, y a pesar de su sencillez, esta portada norte, utilizada en tiempos remotos, del templo parroquial de Millana, es interesante y prueba de un modismo constructivo habitual en el siglo XIII.

Pero el elemento más valioso y definitorio del templo que ahora estudiamos, es su gran portada meridional, que ofrece una estructura muy clásica dentro de lo que el arte románico suele presentar. Situada centrando el paramento sur del edificio, necesitó que a éste se le hiciera un cuerpo saliente para albergarla, debido a la profunda bocina de sus arcos. No cabe duda que desde su construcción, en el siglo XIII, esta portada se ha mantenido sin cambios apreciables en su conjunto. Se aloja, como decimos, en un saledizo cuerpo de sillares bien tallados, en los que abundan las marcas de canteros. Este cuerpo saliente se cubre de un tejaroz sostenido por magnífica serie de canecillos que alternan con metopas o rosetas en las que aparece decoración interesante. El ingreso propiamente dicho se constituye por una serie de cinco arquivoltas baquetonadas, llevando al interior un arco liso que hace el oficio de cancel, y que se apoya en lisas jambas laterales que escoltan el ingreso, en tanto que las cinco arquivoltas descansan sobre una serie de cuatro columnas adosadas a cada lado, con basa moldurada y corrido plinto. Estas columnas rematan en sendos capiteles que ofrecen una bella e interesante decoración, que comentaremos a continuación. Finalmente, ante la portada descrita se abre un amplio espacio rodeado de alta barbacana, correspondiente al antiguo cementerio o salón del templo, hoy ocupado de árboles y jardines, lo que le confiere un encanto aún mayor.

La portada románica de Millana tiene unas característi­cas comunes con la del Salvador en Cifuentes. Es de su misma época (segunda mitad del siglo XIII), está erigida y costeada por la misma persona (Dª Mayor Guillén de Guzmán), y presenta una dis­tribución de sus elementos tectónicos y decorativos muy simila­res, aunque evidentemente es más sencilla. El estilo de sus elementos iconográficos es, dentro de su ingenuidad y rudeza, también similar a los de la referida portada, y a su vez a los de la puerta mayor del templo de Santa María del Rey de Atienza. Pertenecen al arte muy esquemático y simple de una cuadrilla de canteros que, obedeciendo programas previamente establecidos por clérigos y matizados por señores, recorren la Alcarria poniendo en esa época su ingenua visión del mundo trascendente. Están todos ellos, además, en el discurso de la “Ruta de la Lana” o Ruta a Santiago atravesando la Alcarria.

Los elementos iconográficos más destacados de esta estructura románica se encuentran localizados en el friso superior de canecillos y metopas alternantes, y en la serie de ocho capi­teles que rematan las columnas adosadas en el ingreso. En los canecillos apenas se advierte rastro de escultura, pues la mayoría son simples bloques de piedra tallada, ofreciendo algunos muy esquemáticos perfiles de animales. En los huecos entre los canecillos aparecen tallas denominadas metopas, en las que se pueden observar algunas curiosas figuras. Predominan las de tema vegetal, con rosáceas, palmetas, etc., siempre tratadas con una intención claramente decorativa e irreal. También se ven dos figuras de animales: un cuadrúpedo, que podría ser un león, y un ave de presa, indudablemente un buitre, que ataca y engulle a una víctima.

Los capiteles que rematan a las columnas adosadas ofre­cen una decoración que entronca con la idea románica de exponer en las portadas elementos del Antiguo y Nuevo Testamento alter­nando con las figuras irreales del bestiario medieval, en esa mezcla tan típica de una edad en la que todo lo maravilloso e intemporal cae dentro de un mismo concepto narrativo y concep­tual. A la izquierda del espectador se presentan cuatro capiteles en los que aparecen parejas de figuras enfrentadas en su centro. A pesar de la dificultad de identificación debido a las agresio­nes que han sufrido a lo largo de los siglos, y al esquematismo de su inicial talla, vemos de izquierda a derecha una pareja de grifos, otra de centauros, otra de grifos y otra de arpías. En el grupo situado a la derecha del espectador, se encuentran otros tantos capiteles, en los que de derecha a izquierda vemos un ser con cabeza bovina y otro con alas que sujetan  o atraen hacia sí a dos pequeñas figuras humanas desnudas; le sigue otro capitel con una pareja de centauros enfrentados; otro en el que se ve a un anciano junto a un ángel que baja de la altura; y finalmente, el más interno, ofrece una figura de ángel separada por la esquina central del capitel de otra figura de aspecto femenino. En cualquier caso, la rudeza de la talla y el desgaste secular de estos capiteles les hacen muy difícilmente identificables en su contenido iconográfico.

El intento de su identificación no debe dejar de hacerse. Es claro el significado de los cuatro capiteles  de la izquierda. Son parejas de elementos del bestiario medieval. Los grifos, mezcla de águila y león, son elementos benéficos, protectores de los caminos y de los caminantes. Los centauros retratan la parte animal y baja del hombre, y pueden identificarse con elementos pecadores. Las arpías son también seres mitológicos, se dice que hijas de Neptuno y el mar, y representan al vicio en su doble expresión de culpa y castigo. En definitiva, la serie de capiteles de la izquierda de la portada de Millana tienen un equilibrio perfecto en cuanto a representación del Bien y el Mal en forma de animales del bestiario.

En los capiteles de la derecha, vistos desde dentro a fuera, nos encontramos en el primero con lo que podría ser la representación de la Anunciación del ángel a la Virgen María. Una figura angélica saluda a otra femenina, y es fácil identificarlo con la escena bíblica referida (San Lucas, 1, 26). Pero en su cara exterior aparecen dos figuras femeninas abrazadas, lo que sin duda constituye la escena bíblica de la Visita de la Virgen María a su prima Santa Isabel. El segundo capitel muestra un ángel que, como si descendiera de lo alto, se aparece a un personaje con características de viejo, barbado. Podría identificarse, con ciertas dificultades, y en base a su hilación con la escena aneja, a la revelación del ángel a San José, en sueños, de la concepción milagrosa de María (San Mateo, 1,18). Tras la restauración, ha quedado a la vista la continuación de esta escena, en la que aparece claramente una cuna sobre la que yace un Niño, escoltado de dos animales que le alientan, uno con orejas grandes y el otro con cuernos. Se trata de la Natividad. En el tercer capitel, aparecen sendos centauros, con su habitual significado impuro. Y en el cuarto una imagen diablesca, con cabeza de animal, repulsiva, y otra angélica, con gran ala, disputan o acosan a un ser humano central, desnudo y de pequeño tamaño. Está claro que, sin un orden neto, esta serie de capiteles representan dos escenas de la Biblia, del Nuevo Testamento en concreto, más otra del bestiario y, en fin, una típica manifestación del Juicio de las almas, con su sentido premonitor y advirtente de los Novísimos.

La limpieza cuidadosa de estos capiteles, los ha dejado hoy más claros en su significado. Lo que incluso me ha posibilitado añadir algún sentido a un par de ellos. En definitiva, se trata en este caso de Millana de una iglesia románica de la que apenas sobreviven sus portadas, apareciendo en una de ellas elementos tradicionales de la iconografía medieval, inscritas en un área de influencia que en relación directa con Atienza y Cifuentes, y con otras del camino de Santiago por la Alcarria, que últimamente ha quedado bautizado con el nombre de “Ruta de la Lana”, y que prolonga desde la provincia de Cuenca, por la baja Alcarria hacia la castilla del Duero, un modo de hacer de origen netamente franco y poitevino. En cualquier caso, las precedentes líneas han pretendido analizar en detalle uno más de los múltiples templos de estilo románico que todavía existen en la provincia de Guadalajara, y al que hemos sorprendido en su mejor momento, el de la reciente restauración que nos le ha devuelto, limpio y terso, para poder ser admirado unos cuantos siglos más.