El coro de Romancos, un discurso humanista

viernes, 5 julio 2013 2 Por Herrera Casado

Veíamos la pasada semana cómo por estructura y decoración la iglesia parroquial de Romancos es un ejemplar admirable de la arquitectura religiosa en la Alcarria. Pero dejábamos para otra entrega la descripción y el intento de interpretación de su coro, mejor dicho, de las vigas que, -sacadas de enormes ejemplares de pinos serranos- fueron decoradas minuciosamente tratando de transmitir un mensaje arcano, un mensaje que hoy nos resulta misterioso, cuando a mediados del siglo XVI, cuando se hizo, estaba meridianamente claro para quienes lo veían.

(El estudio de esta pieza de arte, hasta ahora no publicada ni analizada por nadie, debería hacerse en otro medio, pero la ausencia (en el momento actual) de revistas especializadas  en arte en nuestra provincia y región, me condiciona para su publicación en este semanario de información general)

En los pies del templo parroquial de Romancos, un coro alto ocupa la extensión de las tres naves. Se divide en tres espacios, más ancho el central que los laterales. Cada uno de ellos, muestra en su frente una viga tallada, y el central, tiene a su vez cuatro viagas con decoración, que miran al interior del espacio que marcan. La que haría de espalda de la viga central, no tiene ahora decoración. Se dice que en el pueblo que la tuvo, pero que por razones que se ignoran la perdió. En definitiva, el coro de Romancos ofrece un total de seis vigas talladas, tres al frente de la nave, y tres en el interior del tramo central. Trato de mostrar su distribución en el esquema que adjunto, y paso a describir los elementos que aparecen tallados en esos espacios de madera, en un orden que previamente he establecido como más lógico en punto a interpretar luego el contenido de esa decoración, que lógicamente tenía un orden de lectura.

La viga central, el cristianismo

La primera de las vigas (nº 1 del esquema) es la que soporta el coro en la nave central, y mira hacia la nave, hacia el altar: es la parte noble y capital del conjunto, la que tiene un sentido que irradia su estructura a las otras vigas, y las compromete en su significado.

Muestra tres grandes medallones (uno al centro, y dos en los extremos) arropados por figuras quiméricas aladas, con un querube entre ellas, escoltado en ambos lados  por parejas de cabezas que a su vez se enfrentan. Un conjunto armónico, del que doy en fotografía adjunta las imágenes de los personajes. Este equilibrio de medallones central y laterales separados por figuras y bloques de parejas de cabezas, se va a repetir en las demás vigas.

En esta principal, el medallón central representa a la Virgen María. Está arropada por sendas figuras de un tritón y una sirena. El medallón de la izquierda (siempre según miramos) representa a San Pedro, anciano con su atributo principal, las llaves. El medallón de la derecha representa a San Pablo, anciano con su atributo, la espada. Estos medallones llevan el apoyo de un tritón. Entre ambos, surgen rostros de querubes que se escoltan de parejas de cabezas a su vez separadas por conjuntos de corona, máscara y escudos apilados. Como se ve, es la representación de la esencia del Cristianismo: la Virgen María, San Pedro y San Pablo, los pilares de la religión católica, pero acompañados de seres mitológicos, híbridos orientales surgidos de las leyendas paganas, que aquí actúan de contrapunto estético.

La viga posterior, el paganismo

La segunda de las vigas (nº 2 en el esquema) es la viga principal interna del espacio central del coro. Creo que es la que sirve de contrapunto dogmático a la principal, y en su dialéctica está la clave del conjunto de este monumento, que no es otro que la visión neoplatónica del Humanismo renacentista.

En el medallón central aparece Platón, como un varón barbado simplemente revestido de una camisa abotonada. Se escolta de seres híbridos que en esencia son esfinges (rostro y cuerpo con mamas de mujer, y garras de león de las surgen grandes alas, pero cuerpo de pez). El medallón de la izquierda representa a la Sibila de Cumas, una mujer joven que mira al centro de la viga. Y el medallón de la derecha representa al profeta Isaías, anciano con gorro. La sabiduría filosófica de la Antigüedad, de la que emana la fuerza del Humanismo, se escolta de los que en el mundo precristiano anuncian la llegada de Cristo: la sibila (una de ellas, me decanto por la Cumana, porque tradicionalmente es la que anuncia la llegada del Mesías) y el profeta (escojo a Isaías, porque es el que dice ocho siglos antes de Jesús su nacimiento y misión salvadora).

Este enfrentamiento y equilibrio entre ambas vigas (cristianismo y paganismo precristiano) es la esencia del humanismo neoplatónico. Este diálogo es el que justifica el resto de las representaciones en las otras cuatro vigas, que vemos a continuación.

Las vigas laterales, la Antigüedad clásica

La viga delantera a la izquierda del coro (nº 3 del esquema) es más corta, como la siguiente (nº 4) y en ella aparece un emblema central, y dos medallones laterales, llevando de acompañamientos otros seres híbridos (esfinges, aves fénix y tritones). El emblema central es una piña, símbolo de la muerte, que en este caso aparece cubierta de piñones, como abierta. En los medallones laterales aparecen dos personajes parecidos, son varones que adornan sus cabezas con una corona de laurel: sin duda son poetas laureados, de la Antigüedad. Se escoltan de tritones barbados sobre cuyas colas se alzan aves fénix.

En la viga nº 4 que aparece sobre la nave del evangelio, el centro lo protagoniza una piña, esta vez lisa, y escoltados de tritones aparecen sendos medallones cuyos sujetos son varones que se tocan de cascos militares, por lo que se interpretan como guerreros, también de la Antigüedad. Su casco, similar en ambos, acaba con un adorno de concha, como un nautilus.

Las vigas interiores, el Humanismo

Y finalmente nos queda ver el contenido de las vigas interiores bajo el coro, las más difíciles de ver porque apenas llega la luz a iluminarlas. Y las más escuetas en ornamentación, porque son más cortas. Pero la descripción de su contenido es fácil de hacer, y bastante claro.

La viga interior en el costado de la epístola (nº 5 del esquema) se centra por un jarrón o copa ancha del que emerge una calavera, símbolo también, inequívoco, de la muerte. A sus lados, sendas parejas de cabecillas de querubes y en los extremos dos medallones, escoltados de esfinges: el de la izquierda, muestra un varón tocado de bonete, sin duda un letrado o filósofo de corte occidental, europeo. El medallón de la derecha muestra un varón tocado con un gran turbante que va recogido en su parte trasera, sin duda un sabio o filósofo oriental, si no islámico, al menos representando en su antigüedad a un personaje honrado y sabio de la Antigüedad oriental.

La viga interior del costado del evangelio (nº 6 del esquema) se centra igualmente por el jarrón del que emerge la calavera, escoltado de parejas de cabezas de querubes, y sostenidos por esfinges, en los extremos dos medallones más: el de la izquierda nos muestra un varón sin tocar pero con un grande y prominente flequillo. No sé por qué, me recuerda a un emperador romano, aunque es evidente que no lo quiere representar el escultor. Posiblemente deba identificarse con un sacerdote de la religión romana. El medallón de la derecha nos presenta otro varón, destocado, y con una marcada tonsura, que le identifica con un sacerdote cristiano, católico concretamente, más que un monje.

El significado del coro de Romancos

Una vez analizada la iconografía de las seis vigas que nos han llegado (hubo una más, que fue destrozada al inicio de la Guerra Civil, y que nos hubiera servido para concretar aún más el significado de este coro), se nos plantea encontrarle un sentido. No ha sido difícil identificar los rostros que aparecen tallados en los medallones. Muchos de ellos carecen de nombre, pero no de significado: y la situación de unos y otros, de su equilibrio, acompañamiento y dialéctica muda, componen un cuadro al que se llega sin mayores dificultades, porque esa continua oscilación y mirada entre lo cristiano y lo pagano, sabiendo además la época en que se realiza esta obra, la del comedio del siglo XVI, en la que al menos en Castilla no se habla de otra cosa, en los círculos universitarios, cultos y eclesiásticos, nos lleva a ver en el conjunto un discurso de ofrecimiento y exaltación de Humanismo neoplatónico, la alternativa católica al luteranismo que alza su pujanza en Europa. Hay un equilibrio claro entre las figuras cristianas (María Virgen, San Pedro y San Pablo) y los elementos de la Antigüedad pagana que prefiguran y profetizan la llegada de Cristo (Platón, La Sibila Cumana y el profeta Isaías). El resto de figuras se articulan mostrando las esencias de la sociedad antigua (poetas, militares, sabios y orientales) que gracias a su Virtud alcanza la salvación, caminando todos con su saber (filósofos y teólogos, sacerdotes que se comunican con la deidad) hacia la única verdad, Cristo. Que, curiosamente, no aparece representado en esta obra. Pero que se da por supuesto su protagonismo, porque cualquier explicación del conjunto lleva a ello.

Son curiosas las figuras mitológicas que aparecen, como complemento ornamental, pero muy preciso: hay tritones (hombres con cola de pez) viejos, jóvenes, varones y hembras. Hay unas esfinges que añaden cola de pez, cosa poco vista. Hay querubes, cabezas de pequeños ángeles que forman el segundo coro de la jerarquía angélica. Y hay, cosa notable, una obsesiva presencia de la muerte, de las postrimerías, en los símbolos de la piña y el jarrón con calavera. Un total de 70 tallas forman este magnífico ejemplar de escultura renacentista de la iglesia de romancos. De ellas, 14 son medallones, 18 figuras acompañantes, 32 cabecitas (querubes y ancianos) y seis adornos (jarrones y piñas).

Autor y fecha

Al haber desaparecido la documentación archivística de la parroquia de Romancos, quemada en los inicios de la Guerra Civil, es imposible saber quién fue el autor o autores de esta obra. Ni cuando se hizo. Podemos deducir algunas cosas: la fecha debe centrarse hacia 1550, época en que, como ya vimos al hablar de la construcción del templo, se había terminado el cuerpo de la iglesia, y por tanto se necesitaba el coro. Es la época en que “está de moda” el tema del neoplatonismo, del lenguaje en el que generosamente se acepta a la Antigüedad pagana en el seno de la Iglesia. Y es la época en que los posibles autores, están trabajando cerca, en Pastrana, tallando similares vigas de madera de pino en los salones principales del palacio de los condes de Mélito.

Sabemos que en 1549, y con las trazas dadas por Alonso de Covarrubias, dos escultores de su confianza, madrileños, Justo de Vega y Cristóbal de Nieva, tallan los alfarjes de los tres salones principales del palacio pastranero, haciendo bonitas cosas con medallones, grutescos y figuras de la Antigüedad en sus frisos. Los contrató doña Ana de la Cerda, condesa de Mélito, porque tenían ya fama de hacer cosas similares en el alcázar real de Madrid, por entonces introduciendo decoraciones similares. Me apunto, pues, a estos nombres como sus autores.

Solo queda la cuestión más difícil, la de conocer al autor del programa iconográfico, al intelectual que planteó este tema tan movido y rico de significados. ¿Un párroco de Romancos? ¿Algún clérigo de Pastrana? Quizás un eclesiástico moderno del ámbito del arzobispado de Toledo. O los propios tallistas, reinterpretando conjuntos similares de algún templo de Madrid, de Alcalá o del propio alcázar real…

A la semana que viene (siento que no haya ahora espacio suficiente para continuar el tema) prometo enmarcar este conjunto espléndido de Romancos con la visión humanista de otros templos alcarreños, en los que apunta este neoplatonismo en escuetos detalles de fachadas. Ahora solo cabe mirar las figuras que acompaño, tomadas hace un par de meses en la villa del Tajuña, gracias a la amistad y ayuda de mis amigos Amador Ayuso y Alvaro Romera.