Heráldica de la Diputación

viernes, 3 mayo 2013 0 Por Herrera Casado

Azulejos representando el escudo de la Diputación Provincial de Guadalajara a la entrada de muchos de los pueblos de la provincia.

En estos días que se conmemoran los Doscientos Años de la creación de la Diputación Provincial, como órgano de gobierno de esta institución administrativa que es la Provincia de Guadalajara, podemos avistar algunos elementos de su significado territorial y su capacidad de unión de tierras previamente dispares al analizar la composición de su escudo heráldico oficial, que ha tenido algunas variaciones a lo largo de estos dos siglos. 

La ciencia de la Heráldica se ocupa, se ha ocupado durante largos siglos, del estudio de los escudos y emblemas que caracterizan e identifican a individuos, instituciones y comunidades. Y de ese estudio se derivan en muchas ocasiones enseñanzas provechosas, No en balde la Heráldica está considerada como una de las ciencias auxiliares de la Historia. Valgan estas breves líneas para recordar ahora, muy por encima, este elemento heráldico singular y muy definitorio de la provincia, cual es el denominado Escudo Provincial o Escudo Heráldico de la Diputación Provincial de Guadalajara.

Entre los escudos que pudieran ser de interés en la consideración heráldica de la provincia, hay diversos grupos de relevancia: uno es el de las familias destacadas, o de personajes importantes. Todos ellos nos permiten a veces saber quien encargó un edificio o un retablo, qué personaje mandó grabar una lápida o las líneas familiares que unían a unos con otros elementos de alguna estirpe. Por otra, destacan los escudos de las instituciones públicas o de los núcleos de población, como los Ayuntamientos, que vienen a darnos en sus emblemas el resumen de su historia y el corazón de sus tradiciones.

Creación del escudo

Desde el mismo momento de la creación de las primeras 30 diputaciones provinciales a través de las decisiones de las Cortes de Cádiz, preocupó la necesidad de crear escudos heráldicos representativos de ellas, y de este modo la Real Academia de la Historia recibió el encargo, por parte del Ministerio de la Gobernación, de estudiar la estructura y composición de los escudos de las Diputaciones.

De este tema se encargaron don Vicente Castañeda y Alcover, secretario perpetuo de la primera institución histórica de la Nación, y el marqués del Saltillo, ambos insignes genealogistas y científicos cultivadores de la heráldica. Y entonces se decidió la composición de estos escudos de las provincias, formándolos con los de los municipios que entonces eran cabezas de partido judicial.

La medida fue entonces muy contestada. Hoy parece que estas cosas importan menos, pero analizadas desapasionadamente vemos que fue una solución injusta y en cierto modo disparatada. Porque entre la gran cantidad de pueblos de una provincia, elegir para representarla en un escudo los de las localidades que tenían juzgado, era segregar a otras poblaciones, quizás con más habitantes o con mayor relevancia histórica. Por esa razón, podría haberse elegido para poner en el escudo provincial las poblaciones donde había estación de ferrocarril, puerto de mar, o veterinario. En Guadalajara concretamente se pusieron las cabezas de partido judicial que luego veremos cuáles eran, y se ignoraron así poblaciones de importancia humana y económica capitales como Jadraque o Mondéjar, y otras de notable prestigio histórico, como Hita, Uceda o Zorita. Es más, con la remodelación de los partidos judiciales que se hizo no hace mucho tiempo, y que redujo su número, quedando en la actualidad solamente tres en nuestra provincia (Guadalajara, Sigüenza y Molina), sería necesario plantearse la posibilidad de la creación o reestructuración de un nuevo blasón para Guadalajara.

En nuestro territorio se adoptó, de este modo, un escudo que consistía en nueve cuarteles, dispuestos horizontalmente de tres en tres, y que representan a los escudos heráldicos municipales de Molina de Aragón, Sigüenza, Atienza, Brihuega, Guadalajara capital (situado en el centro y siempre ligeramente resaltado), Cogolludo, Cifuentes, Pastrana y Sacedón. Por timbre del escudo, y después de diversas interpretaciones, es general la aceptación de la existencia de una corona real, pues no corresponde la mural por no tener una muralla la provincia, y por haber sido un monarca quien amparara la creación de estas instituciones. Es cierto que durante los periodos de las dos repúblicas (1873-1874 y 1931-1939) se utilizó por timbre una corona murada.

El escudo primitivo

Pero este escudo que hoy vemos y usamos, no fue siempre el mismo. En un principio se utilizó otro en el que aparecía una novedad que ahora nos sorprende: el cuartel central de la primera fila era a su vez un escudo cuartelado con los siguientes elementos: 1º de gules un castillo de oro (por Castilla), 2º de plata, un águila de sable con las alas abiertas (por Sicilia), 3º de oro cinco bandas de gules (por Aragón), y 4º de plata un león rampante de gules (por León). ¿A qué partido judicial podía corresponder este emblema? Creo que es muy fácil contestar a esta pregunta: sería a Anguita, pues no solamente era a comienzos del siglo XIX cabeza de partido judicial, sino que fue la localidad en la que se fundó la Diputación al haberse reunido los compromisarios en la sala de su Ayuntamiento por no poderlo hacer en la capital, ocupada por los franceses en 1813. Aunque no tuviera (como hoy tiene) escudo heráldico propio este municipio, se ve que alguien lo compuso con los elementos del escudo nacional, entonces utilizado como constitucional, en el que se agregan los emblemas de Castilla, León, Aragón y Sicilia.

Vemos este escudo, con algunas otras curiosidades, en la portada de la “Guía arqueológica y de Turismo de la provincia de Guadalajara” de García Sáinz de Baranda y Cordavias, editado en 1929. En él se constata la ausencia del escudo de Cifuentes y vemos que a Pastrana se le representa con tres flores de lis de plata sobre un campo de azur (por La Cerda), y a Atienza con un cuartelado simple de Castilla y León.

Este escudo provincial se estuvo utilizando hasta la segunda República, más concretamente hasta su desaparición al advenimiento del Estado franquista, en el que se colocaron definitivamente los emblemas de los nueve partidos judiciales, como hoy lo vemos. Es curioso constatar, sin embargo, como muchos escudos pintados sobre cerámica sobre el nombre del pueblo, en múltiples baldosines, a las entradas de los pueblos, que se colocaron después de la Guerra, aún llevaban en el centro del jefe el blasón de Anguita.

En cuanto al futuro, parece ser que los tratadistas de heráldica local opinan que sería lo lógico prescindir de estos escudos tan densos y prolijos, y adoptar escudos sencillos que podrían ser, o bien los de la capital de la provincia con alguna pieza o figura que los sirviera de brisura (algún detalle en el jefe, una bordura o filiera con piezas representativas de la monarquía o de cualquier otro elemento muy representativo de la provincia, etc.). Incluso se ha pensado en hacer escudos de nueva creación para las provincias. La idea, en cualquier caso, puede parecer atrevida, pero no descabellada: ahí está el ejemplo de los escudos y banderas adoptados por las Comunidades Autónomas de creación contemporánea, o la decisión de la Provincia de Madrid, que al cambiar su denominación por el de Comunidad Autónoma, eliminó su escudo provincial y adoptó uno nuevo, que puede ser discutido, pero que encierra indudablemente la capacidad de ser sencillo y fácilmente identificable. En este escudo provincial, en definitiva, continuaremos viéndonos y viendo a la tierra entera en la que hemos nacido. Podrá ser discutible, perfeccionable, modificable, su estructura. No cabe duda que, hoy por hoy, es el elemento heráldico que mejor nos dice de tierras, de cielos y de apasionados recuerdos.

El escudo actual

Y ahora me voy a entretener en enumerar y describir, uno por uno, los nueve emblemas heráldicos de los correspondientes pueblos o ciudades que forman el escudo provincial. Lo haremos en el mismo orden en que aparecen en el citado escudo, esto es, de derecha a izquierda y de arriba a abajo del mismo.

En primer lugar, aparece Molina de Aragón, en el que ha sido norma repetida utilizar fondo de gules para su segundo campo, cuando los tres campos que lo constituyen deben ser de azur, y el brazo de oro.
A continuación tenemos Sigüenza, que muestra sus emblemas multiseculares del castillo y el águila coronada y de plegadas alas sosteniendo un hueso entre sus garras.
Luego aparece el de Atienza, que se representa por una parte derecha partida de Castilla y León, y una parte izquierda con la representación de un castillo ideal, que viene a ser representación del suyo.
En la línea inmediatamente inferior aparecen el de Brihuega, con su conocida imagen del castillo de oro sobre fondo de gules, del que emergen sobre sus torres almenadas la imagen de la Inmaculada Concepción, acompañada de sendos báculos episcopales. Va luego el de la ciudad de Guadalajara no tiene pérdida: ya sabemos que la complejidad actual de este escudo (y que debería reformarse y acudir a la simplicidad de su emblema original, o sea, el caballero abanderado y cabalgante, de oro, sobre un campo de azur sembrado de estrellas de oro) supone una especie de batalla en la que aparece Alvar Fáñez de Minaya y su ejército ante las murallas de una ciudad en la que sobresalen torres y banderas islámicas, en el contexto de una estrellada Noche de San Juan. Y acaba esa línea con el de Cogolludo usando las armas clásicas de la familia de La Cerda, duques de Medinaceli, que alternan en cuartelado las de Castilla y León con las tres flores de lis de los La Cerda.
Finalmente, en la línea inferior aparecen los emblemas municipales de Cifuentes, que es el que desde la Edad Media usaba en sus emblemas de plomo: un castillo de oro aclarado de gules, sobre un cerro en su color del que surgen siete arroyos de azur. Le sigue el emblema municipal de Pastrana, el de más moderna creación, y más literaria, con su cuartel derecho ocupado por una banda de planta sobre un campo de azur en el que resaltan dos flores de lis y una “P” de sable sobre todo, más un cuartel izquierdo de plata en el que se ven una cruz, una espada y una calavera. El último de los emblemas que conforman el escudo de la Diputación Provincial a día de hoy es el de Sacedón, con un castillo de oro en campo de gules, partido de un campo de azur con dos coronas de laurel de oro.