Lecturas en torno al palacio del Infantado

viernes, 29 marzo 2013 0 Por Herrera Casado

Sin duda que el palacio del Infantado es la joya del patrimonio de nuestra ciudad. Un edificio que ha cumplido holgadamente los cinco siglos de existencia, y que ha cabalgado siempre a lomos de la rueda de la Fortuna: en unas ocasiones estuvo en lo más alto (visita de los Reyes Católicos, boda de Felipe II con Isabel de Valois) y en otras cayó a lo profundo (el bombardeo de diciembre de 1936 lo dejó hecho puré). Pero ahí sigue, ahora en uno de sus momentos menos amargos.

Construido a lo largo de la última década del siglo XV, y declarado Monumento Nacional (ahora se les llama BIC) en 1914, dentro de un año cumplirá un siglo con ese título. En ese siglo le ha pasado de todo: le tiraron bombas, lo destruyeron, lo abandonaron, lo restauraron, le dieron vida, y ahora parece que vuelve a endormecerse: tenemos que conseguir que siga adelante el expediente para declararlo «Edificio Patrimonio de la Humanidad».  Porque merece serlo y reúne las características que la UNESCO pide para ello.

Libros antiguos sobre el palacio

En la “Crónica de la provincia de Guadalajara” de José María Escudero (impreso en 1869, aunque hay edición facsímil de 1994 -Aache/Cobos-) se habla muy por lo menudo del palacio del Infantado, y se dice, entre otras cosas, que “son también dignos de mencionarse el salón de Don Zuria y el espacioso llamado De Cazadores de cuyo enramado friso que adornan escudos de armas, arranca una cúpula sembrada de flores y estrellas”. Describe los suntuosos salones de la planta alta, cubiertos de artesonados mudéjares, pero no dice nada de los ilustrados con pinturas manieristas en la planta baja.

Es este, sin duda, uno de los primeros libros que trata del palacio del Infantado, considerándole un edificio capital del arte español: en esta “Crónica” de José María Escudero, editada en 1869 por Rubio, Grillo y Vitturi sus páginas 45 y 46 están dedicadas plenamente a describir el edificio, anotando detalles que hoy son interesantes porque desaparecieron en guerra. En la página 17 aparece este curioso grabado de sierra que ilustra el aspecto de la portada del palacio ducal en plena Gloriosa. El libro trae otras imágenes del palacio también muy curiosas.

Poco antes, en 1861, los franceses Gustavo Doré y Carlos Davillier hicieron un interesante (sobre todo para ellos) viaje por España, inaugurando como vehículo el tren recién montado. En su paso por Guadalajara, el dibujante universal que fue Doré se entretuvo en realizar un estupendo dibujo del patio de los Leones, que también reproduzco junto a estas líneas, y en el que se ven a unos paisanos rigurosamente abrigados charlar bajo los arcos cargados de escudos y leones. La crónica de ese viaje se publicó primeramente por fascículos en “Le Tour du monde” una revista francesa de altos vuelos editada por Hachette gracias al entusiasmo de Edouard Charton, y que proponía imágenes y relatos de todas las cosas curiosas del mundo. El dibujo del patio del palacio del Infantado lo firma Doré, sin embargo, en 1872.

Es José María Quadrado, en el tomo dedicado a «Guadalajara y Cuenca» quien en 1885 describe con detalle el palacio del Infantado. Poco dice de él en las páginas 37 a 45 de la edición de «El Albir», y además no parece que le guste mucho, porque empieza diciendo que «en los tiempos del segundo duque y al terminar el siglo XV, fue cuando se levantó con más lucimiento que gusto…» el palacio, y aún dice que parece mentira que fuera el autor de la maravilla de San Juan de los Reyes de Toledo, quien levantara este palacio en Guadalajara. Como es difícil de encontrar el libro antes mencionado, el «Guadalajara y Cuenca» de José María Quadrado, tanto en su edición original de 1885 (para bibliófilos adinerados) como de «El Albir», editorial de Barcelona que lo hizo en 1978, doy la pista de que en Aache de Guadalajara se ha vuelto a sacar este libro, en sendos CD individuales (uno para Guadalajara, otro para Cuenca) en formato digital.

Otro de los libros que hablan del palacio del Infantado, y hasta usa un dibujo de su patio, muy idealizado, en la portada, es la “Guía del turista en Guadalajara” de su cronista Juan Diges Antón. Fue publicada en 1914 y para su época era un libro importante… con muchas fotografías. Al palacio le dedica las páginas 20 a 28, y pone en ellas algunas imágenes tomadas en esa época. A las pinturas de las salas bajas les dedica exactamente 3 líneas, pero pone una imagen aunque muy oscura del fresco principal de la Sala de Batallas. Este libro ha sido reeditado por Diputación Provincial en 2010, con prólogo de J.A. Ruiz Rojo y F. Martos Causapé. El dibujo de la cubierta se debía a un tal Catalán, y la foto del techo pintado a M. Lecea.

El siglo XX

Sin duda el más relevante de los autores que ha tratado sobre el palacio del Infantado en toda su historia fue don Francisco Layna Serrano (1893-1971). Aunque médico de profesión, se dedicó a investigar por afición/pasión sobre la historia de su tierra, y a poner su empeño y su perseverancia en defender lo que estaba siendo mal usado. Él vió como se llevaban a América el monasterio de Ovila, y solo pudo protestar en la prensa y escribir un monumental libro que dejó grabada su historia y su imagen para siempre.

En el palacio del Infantado, Layna hizo otro tanto: empezó a estudiarlo, pero llegó la guerra y las bombas lo dejaron reducido a cenizas. Después de ello, Layna investigó, encontró todos los documentos que definían su trayectoria vital, desde su construcción por Juan Guas en 1492, hasta el momento en que escribe, cuando el palacio es una ruina: él pide su reconstrucción, se mueve, habla con unos y otros, y al fin lo consigue. Layna con otros, por supuesto. De esa tarea nacieron varios escritos, publicados sueltos, que finalmente se reunieron en un solo tomo en 1997 (“El palacio del Infantado” por Aache Ediciones). Aquí le vemos, junto a estas líneas.

Un cortísimo texto del arquitecto e historiador del arte don Fernando Chueca Goitia nos demuestra la importancia que en todo el devenir de la arquitectura española tiene el palacio del Infantado. Dice así el profesor Chueca en su obra  “El plateresco. Imagen de una España en tensión”, Avila, 1998: “En este aspecto es muy importante la figura de Juan Guas, el gran arquitecto que trabaja para los Mendoza y que es una figura  difícil de clasificar entre el isabelino y el mudéjar. Juan Guas tuvo una importancia decisiva en nuestro plateresco y obras como el Castillo del Real de Manzanares, el Palacio del Infantado, en Guadalajara y la Iglesia de San Juan de los Reyes en Toledo, influyeron de manera importante en el plateresco. Por ejemplo, el proyecto, plenamente renacentista, de la fachada principal del Alcázar de Toledo, obra de Covarrubias, deriva en parte del Palacio del Infantado de Guadalajara y a la larga del Castillo de  Manzanares el Real”.

Soy el menos indicado para hablar aquí del libro que, sin duda, ha sido más leído sobre el palacio del Infantado, porque lo escribí yo en 1974, y tras haber salido a la luz con el marchamo de la Institución Provincial de Cultura “Marqués de Santillana” volvió a aparecer en renovada edición de Aache en 1979 , y desde entonces se han vendido casi 4.000 ejemplares: no es ni más ni menos que un aporte divulgativo acerca de la construcción, su historia, su descripción y el apoyo al visitante para que se lleve granada la justa información sobre el edificio. Su título “El palacio del Infantado en Guadalajara” que vemos en imagen adjunta.

De los más recientes libros en que se habla del Palacio, con intenciones divulgativas, podemos referir la gran  obra que publicó la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en 2011, (la “Castilla la Mancha. Guía de Patrimonio Cultural”) en tres tomos, en el primero de los cuales las páginas 450 y 452 están dedicadas por Fernando Aguado y Miguel Angel Cuadrado a este edificio. Unas fotografías impresionantes de David Blázquez le dan sentido e incitan a su visita.

Las salas de pinturas

Queda finalmente, y sin tratar de acabar este tema que es muy amplio, referir las publicaciones que atañen al estudio y explicación del programa de pinturas que decora las salas bajas del palacio mendocino.  En cuyas techumbres el artista florentino Rómulo Cincinato pintó un complejo mundo de historias, mitologías, personajes, dioses y héroes encuadrados por guirnaldas, metáforas y coloristas quimeras. Nadie, ni siquiera Layna, se había atrevido a interpretar aquel complejo mundo humanista. En 1981 (perdón por la autocita) publiqué por primera vez la interpretación de ese conjunto artístico, y al año siguiente, en 1982, el profesor y académico Fernando Marías hizo otro tanto, modulando parcialmente mis interpretaciones. Hoy puede verse el conjunto restaurado, y saber de ello supone entrar en el complejo universo de la iconología renacentista.

Como he dicho antes, nadie había logrado dar una explicación, ni de su construcción ni de sus pinturas, autores y significado, hasta que yo mismo tuve la suerte de encontrar, en la Sección Osuna del Archivo Histórico Nacional, los documentos que lo explicaban. De aquel hallazgo y de pasar muchas horas bajo las desconchadas pinturas de esas salas, en los años 70 del pasado siglo, surgió el trabajo que titulé “El Humanismo Mendocino en la Guadalajara del siglo XVI” y que me publicó  la Revista “Wad-Al-Hayara” en su número 8 a comienzos del año 1981. Al año siguiente, el profesor Marías Franco publicó en el Boletín de la Real Academia de la Historia otro trabajo sobre el mismo tema, en que apoyaba la mayoría de mis tesis y modulaba otras. Después de los años transcurridos, y habiendo quedado el tema en posesión del conocimiento universal, me he atrevido a modular aún más ese mundo de iconografía que Cincinato, el quinto duque y el humanista Gómez de Castro fraguaron, estando a punto de presentarse un nuevo trabajo por mí firmado y que se titulará “Arte y Humanismo en Guadalajara” donde ese mundo de sabiduría clásica volverá a ser divulgado.

Se pueden ver más datos sobre el tema del Palacio del Infantado en los libros en su sitio web incluido en la red Facebook. Exactamente aquí: www.facebook.com/palacio.del.infantado