Claroscuros en la cultura provincial

viernes, 28 diciembre 2012 4 Por Herrera Casado

El monasterio de Bonaval, cerca de Tamajón, en una imagen de 1973

A fin de año, cuando suenan las doce campanadas del último de sus días, la gente se suele plantear ideas de acerca de lo que ha hecho, de lo que ha dejado de hacer, y de lo que deberá en un futuro hacer o cambiar. En esta hora de recapitulación, me parece oportuno hacer un poco resumen del año y propuesta de enfrentar el nuevo, especialmente en el capítulo del Patrimonio cultural, artístico e histórico de nuestra tierra. Allá van algunas reflexiones, preocupaciones y propuestas por si a alguien le parece que en ellas puede haber algo de provecho.

En el año que acaba estos días, el 2012 que fue un fin de ciclo de la cultura maya, y por lo tanto puerta de otro nuevo, las cosas anduvieron revueltas por España y por Castilla la Mancha. Revueltas y confundidas, que es peor. Fruto sin duda de tiempos demasiado alegres y despreocupados, de tiempos llenos de un ingenuo optimismo. No puedo evitar recordar (todos la conocéis) la fábula de Esopo de “La cigarra y la hormiga”. Se acabó el verano de cantares vanos, y llega el invierno de conformarse con lo que se allegó de veras.

En el tema cultural, y hablando de basamentos, este ha sido un año de convulsiones: por un lado, los presupuestos para las bibliotecas públicas (laprovincial, lasmunicipales…) se dejaron reducidos a un mínimo con lo que de peligro ha supuesto, -sigue suponiendo- para la función social que cumplen estos centros, que es el del estímulo de la lectura por parte dela población. Solouna población que lee, que es un poco más culta y educada cada día, puede aspirar a protagonizar algo serio e importante en la historia del mundo. Las cabalgatas y los torneos de paddle pueden hacernos más felices en algún momento, pero el calado de futuro de los libros no puede desdeñarse.

Por una parte, elAyuntamiento de Guadalajaraconcluyó y abrió (sin inauguración oficial siquiera)el nuevoArchivo Histórico Municipal. Y la Junta terminó la construcción, y a punto está de ponerlo en marcha, del Archivo Histórico Provincial. En este sentido, las sombras y las luces de la cultura de los papeles están ahí, dinámicas y ojalá que avanzando.

 

En el aspecto de las artes escénicas, también hubo claroscuros. La semana pasada, un extraordinario recital de Ainhoa Arteta conmemoraba el 10º Aniversario de la existencia del Auditorio Municipal “Buero Vallejo” que durante los 10 años que lleva de existencia ha visto pasar por su escenario un millar (se dice pronto) de actos, solemnidades, representaciones teatrales y funciones musicales. Todas ellas de categoría, y acompañadas siempre del fervor y el interés de la gente dela ciudad. Unprecioso libro editado por el Ayuntamiento hacía recapitulación, a todo color, de los mejores momentos del Auditorio.

Pero sin embargo en la ciudad se había cerrado otra puerta, muy significativa y con mayor solera, por la que entraba y salía la cultura y las artes escénicas: el Teatro Moderno, de convocatoria más selecta y reducida, pero abiertamente popular, ha sido cerrado. Las razones ya se saben, las han dicho los responsables del mismo: quieren cambiar la dinámica administrativa de su gestión. Bien, todo es mejorable. Pero lo que no se puede es echarle el candado, y ahí queda eso. Hay cosas que urgen, que no pueden estar esperando a que a alguien se le encienda una bombilla encima dela cabeza. Alos médicos se les pide que actúen cuando uno llega ahogándose, o desangrándose o con un fuerte dolor enla rodilla. Puesen esto igual: hay que hacer algo, y ya.

 

En el tema de los parques arqueológicos, que son lugares donde la historia, la prehistoria, la voz de los siglos, y la razón de nuestra cultura está fielmente reflejada, también ha habido triste movida. Se han cerrado dos de nuestros más importantes polos de atracción viajera, de curiosidad de muchos, de apetencias científicas de algunos. Se ha cerrado la Cueva de los Casares, templo mayor de la Prehistoria española, y se ha hecho por una razón verdaderamente anecdótica: porque se ha jubilado, -por razón de años y de ley- quien ha sido su guarda oficial durante decenios. Emilio Moreno, a quien todos debemos nuestro conocimiento y nuestro entusiasmo por ese lugar, ha tenido que ir, personalmente, a entregarlas llavesdel candado de la verja de la cueva y a oir cómo, a pesar de querer seguir siendo guía y guardián del lugar, mientras tuviera fuerzas (porque pasión no le ha de faltar nunca) se le decía que aquello quedaba cerrado hasta nueva orden.

Lo mismo ha pasado en Recópolis, la ciudad real de los visigodos, con un Museo estupendo donde todos hemos aprendido cosas nuevas de la vida en la Alcarria en tiempos lejanos: cerrado, no puede verse. Las razones son las mismas: se está pensando en implantar un nuevo sistema de gestión, entre público y privado, para poner aquella maravilla a la contemplación dela gente. Y la reflexión que se me viene es la misma: hagan como quieran, pero háganlo ya. Lo que no se puede es tener esos, -y algunos otros más- elementos del patrimonio histórico, artístico y cultural de nuestra provincia, cerrados y sin que nadie pueda admirarlos como se debe.

En el costado de lo monumental, más de lo mismo. Un edificio emblemático y capital de nuestra historia como es el Palacio de los duques de Medinaceli, en la plaza mayor de Cogolludo, ha sido finalmente restaurado, conservado en sus más mínimos detalles, y va a ser usado para fines culturales: el primero de ellos, para enseñárselo a la gente, para explicárselo, para que todos puedan admirar la filigrana que sobre la piedra proyectó Lorenzo Vázquez a finales del siglo XV: los escudos, los querubines –las mazorcas de maíz colmando la portada- los capiteles alcarreños, la chimenea mudéjar… un aplauso por tanto interés desgranado, por tan buen criterio y celeridad.

Pero por otra parte, vienen los lamentos que no quisiéramos, pero que ahí se nos cuelan por culpa de la inacción y el espasmo: lo del monasterio cisterciense de Bonaval en el término de Retiendas es algo que ya va pasando de lo lamentable a lo insufrible. Solo se me ocurre hacer una pregunta ¿en qué país del Occidente europeo se dejaría una abadía cisterciense del siglo XIII abandonada, hundiéndose, y a merced de los saqueadores de capiteles? ¿Y a pesar de ello siguiera la gente quejándose de que los americanos se llevaran otros monasterios e iglesias, enteras, a sus museos y mansiones del nuevo continente? En Bonaval hay que hacer algo. Y ese algo es ponerse,- la administración regional, responsable del Patrimonio Histórico y Artístico- a limpiar, a consolidar, a restaurar y proteger ese conjunto monumental. Y si hay problemas legales con la propiedad, etc, pues se hace por decreto ¿No se sube el IVA al 21% porque sí, por decreto, porque la economía del Estado lo necesita? Pues lo mismo con Bonaval.

Pero el problema del mal estado del patrimonio no acaba ahí. Porque si estos años pasados se restauraron varias iglesias románicas, en el contexto de un Plan bien concebido, aunque caro, otros elementos de nuestro patrimonio están en completo abandono y en la raya del peligro vital, del ser o no ser, del que ahora están y dentro de un año pueden no estar. No se pueden dejar ciertos monumentos claves al albur de lo que haga con ellos su propiedad, porque puede ocurrir lo que hace dos años ocurrió con el Castillo del Cuadrón en Auñón: que desapareció del mapa en una noche. Eso podría ocurrir con el monasterio de monjas cistercienses de San Salvador de Pinilla, del que se habla menos, pero que no por ello deja de ser clave en nuestro contexto patrimonial. Y eso podría ocurrir con el castillo de Pelegrina, o con el palomar y conjunto agrícola de Villaflores, en término de Guadalajara capital, o con la fábrica de motores y automóviles “Hispano-Suiza” en nuestra ciudad, o con el ábside del convento de San Francisco de Atienza,  o con la iglesia románica de Villaescusa de Palositos, o con las ruinas del convento franciscano de San Antonio en Mondéjar (uno de los primeros monumentos nacionales declarados en nuestro país, hace casi cien años), o con las ruinas de la Salceda en Tendilla, o con las salinas de Imón…

 

No quisiera acabar el año, y este artículo, con el tono pesimista del que se ha ido tiñendo. Quiero creer en la buena voluntad de nuestros políticos, y me propongo hacer profesión de fe de su capacidad, pero las cosas están ahí, en medio del camino, y quien anda mucho por él, y yo soy uno de ellos, que me paso el año dando vueltas por la provincia, simplemente porque me gusta, y así me entretengo, pues no puedo evitar encontrarme con estas cosas. En todo caso, siempre queda la posibilidad de seguir contándolo, de dar pistas a quienes quieren conocer mejor la tierra en que viven, y en proponer a los que la cuidan sugerencias de cómo pueden gastarse mejor nuestro dinero, haciendo cosas de calado, cosas con futuro, obras (como amores) que permanezcan.