Las esquinas europeas del escudo de Yebes

viernes, 14 diciembre 2012 11 Por Herrera Casado

 Hace pocos días se presentaba en Yebes el libro que trata de su historia, de sus personajes, de su patrimonio y de mil curiosidades anejas a este pueblo alcarreño, ahora más cerca que nunca a Guadalajara, porque su barrio más emblemático, la Ciudad Valdeluz, está a 5 minutos del centro.

Una de las anécdotas que más ha gustado de este libro es la evolución de su escudo heráldico municipal, del que aparece una página a todo color enseñando su evolución y sus causas.

Este es el blasonado oficial del escudo heráldico municipal de Yebes: “En campo de azur, un castillo de plata con dos torrecillas a los lados y entre ellas un árbol de sinople cuyas raíces salen por la puerta del castillo, Por timbre lleva la corona real”. Fue creado este símbolo en 1988 por García Muñoz y Grupeli Gardel tras los estudios que estos autores realizaron sobre la historia de Yebes, y con el consejo que obtuvieron de don Eduardo Figueroa y Alonso-Martínez, octavo conde de Yebes, quien les propuso contar con la estructura heráldica que desde el siglo XVII utilizaron los señores de la villa, que tuvieron el condado de Yebes por concesión de Felipe IV. Cosa que ocurrió a mediados del siglo XVII, exactamente el 8 de septiembre de 1648.

Los autores del diseño del escudo dieron una explicación un tanto literaria del mismo, por cuanto explicaban en su informe previo que con estos muebles (castillo y árbol) se hacía hincapié que Yebes es de Castilla y en su escudo aparece un castillo como tal. “Además, tiene un árbol grande y fuerte –decían- en el que podemos recordar el último olmo perdido por la grafiosis, el olmo que existió en la Plaza de Arriba, la olma de la ermita, e incluso el que existe en la Plazuela de la Olma”.

Además del escudo, el Ayuntamiento posee como emblema desplegable para sus fiestas y actos públicos una bandera, compuesta de tres franjas horizontales, en la que el color azul tiñe la superior, el blanco la central yel rojola inferior. Este diseño fue de la autoría dela Sociedad Españolade Vexilología, a la cual también se le encargó proyecto de escudo, saliendo con una propuesta tan original como rocambolesca pues los expertos de esta institución proponían seleccionar dos temas para el escudo: uno del pasado remoto y otro de actualidad. De la historia antigua echaron mano de la existencia de un poblado y una necrópolis ibérica. Del presente, el Observatorio Astronómico próximo al pueblo. El resultado era un escudo cortado, el primero de gules con dos tumbas de plata, y el segundo de azur con un telescopio asomando que más se parecía a una batería antiaérea. Al final, el Ayuntamiento decidió aprobar el escudo inicial propuesto por García Muñoz y Grupeli Gardel y la bandera, en el pleno de 13 de abril de 2005, día de San Hermenegildo y San Martín.

Modernamente, y elaborado por el Gabinete de Comunicación del Ayuntamiento de Yebes, se ha adoptado un logotipo que tiene su raíz en el escudo heráldico. Así vemos que aparece la silueta del castillo superpuesta sobre el olmo, y sin olvidar las raíces: una imagen moderna y funcional que se representa siempre con el código numérico Pantone 534, un azul oscuro que se ha convertido en el color oficial dela institución. Asípuede ser reproducido con fidelidad, y dar su imagen nítida en cualquier soporte, desde el papel timbrado oficial a una camiseta. La evolución de la historia hasta el simbolismo cotidiano, eso es lo que representa la heráldica municipal, que en el caso de Yebes está bien medida y hasta aquí anotada con cifras y datos.

Los orígenes de Imbrea

Pero la historia y el significado del escudo de Yebes no acaba aquí. Más bien empieza aquí, porque el escudo oficial, y tal como explicaban sus autores, va más allá de representar el castillo de Castilla, y el olmo de la plaza de Arriba. Más allá incluso de haber sido las armas propias del primer señor de Yebes en el siglo XVII. Este escudo es el dela familia Imbrea, un grupo de gentes que alcanzaron un gran poder (el que da el dinero) a mediados del siglo XVI, y que desde su pueblo de origen, Imbrea, en la costa de Liguria, llegaron a Génova donde alzaron imponentes palacios en los que vivieron y regentaron su negocio, el de la Banca prestamista a muy altos niveles.

Hace poco paseaba yo por Génova, y mis amables guías me llevaron a lo que ellos opinaban que era uno de los lugares donde el poder más alto se destilaba desde los muros de sus edificios. Concretamente se referían ala Vía Garibaldi, así llamada una calle peatonal de la parte alta del viejo Génova, y que antiguamente fue denominada Strada Nuova porque en el siglo XVII se decidió construir un lugar emblemático en el que las grandes fortunas genovesas, que por entonces controlaban el mundo de las finanzas a nivel universal, tuvieran sus palacios primeros.

Esta calle, espectacular por su trazado recto y sus orillas palaciegas, de piedra y metales, que impresionan y dan la medida justa de lo que sus dueños querían aparentar, el poder más absoluto, el del dinero. Se construyó la calle en 1550, y fue denominada originalmente Strada Maggiore, cambiando luego, popularmente al nombre de “Calle Nueva”. En el Ochocientos la denominaron “Via Aurea” y aún Madame de Stael, tras verla, no dudó en denominarla la Calle de los Reyes. En 1882 fue dedicada a Giuseppe Garibaldi, nombre que hoy continúa mostrando. Allí están, entre otros, los palacios de los Doria, de los Spinola y de los Grimaldi, dinastías que gobernaron las costas del Mediterráneo durante siglos. No conviene olvidar algunos de los nombres de los palacios que aquí se ahombran unos a otros: el de los Lercari Parodi, de los Pallaviccini Cambiaso, de los Carrega Cataldi, más el Palazzo Rosso, y el Palazzo Bianco. Muchos de aquellos banqueros prestaron dinero a los monarcas españoles, a partir de Carlos I. Siguieron haciéndolo con su hijo Felipe II, y aún pusieron mucho más dinero sobre las mesas de los siguientes Felipes. Hasta que, acumulada una enorme deuda, los banqueros genoveses dijeron basta. Y exigieron al débil Felipe IV que pagara, como se le ocurriera, pero que pagara. Y no tuvo otra alternativa que entregarles, troceada y en pequeños señoríos, España entera. ¿Le suena algo todo esto al lector de hoy? Los “mercados” (que siempre tienen nombre y apellidos) se quedaron con los pueblos, los títulos, las órdenes, los señoríos… y los dineros de los españoles. Eran los banqueros genoveses, que habían alimentado el orgullo dela Monarquía Hispanapermitiéndola meterse en guerras que para nada le servían, y se habían aprovechado de la ignorancia de sus reyes y de la maldad de sus validos.

No enla Strada Nuova, pero sí en la Vía del Campo, tuvieron los Imbrea su palacio. Mediado el siglo XVII, el jefe de la familia era Lelio Imbrea Franquis, categorizado por los historiadores como uno de los banqueros genoveses más influyentes en España. Fue nombrado caballero de Santiago en 1633, y comendador de Alcolea de dicha Orden, casando con Giuseppa Spinola de Zupetis, y muriendo en 1642. Hermanos suyos fueron Michele Imbrea, comendador de la Casas de Toledo de la Orden de Santiago, y las hembras Eugenia y Tommasina, casadas con sendos Spinola. Le heredó su otro hermano Juan Esteban Imbrea y Franquis, a quien Felipe IV le había dado un hábito de la Orden de Calatrava el año 1647 y el cargo de Factor General de S.M. encargándole del cobro de los derechos de la corona, es decir, prácticamente haciéndole Ministro de Economía y Finanzas de España, sin otra responsabilidad que la de cobrar e ir anotando lo que aún se le debía. Entre otras cosas se le concedió el señorío de Yebes, y el título de Conde de Yebes y vizconde de Valdarachas, creados expresamente para él. Aunque vivió en Madrid, nunca llegó a visitar su pueblo, del que fueron heredando títulos y recibiendo impuestos de sus súbditos durante muchos años sus herederos, en los que fueron mezclándose los apellidos Salucio, Spinola, Grimaldi y Doria. Siempre linajes genoveses, que al final desaparecieron de la nómina, tras la llegada del liberalismo a España, y de la proclamación de la Constitución de Cádiz, hace ahora dos siglos, en 1812.

Muchos años sin propietario, el título de Conde de Yebes le fue restaurado por Alfonso XIII a don Alvaro de Figueroa y Torres, designando este como su primer propietario en la nueva etapa a su hijo Eduardo, gran cazador y buen escritor, que fue exactamente octavo conde de Yebes y que ha seguido transmitiendo a sus herederos este título hoy todavía vivo, que se personifica en el undécimo conde, vivo actualmente, don Francisco de Asís Tur de Montís y Figueroa, caballero del Real Cuerpo de la Nobleza de Cataluña.

El escudo de los Imbrea y Yebes

Los Imbrea, y seguimos en el tema del escudo, usaron desdela Edad Media como escudo un castillo de dos torres y gran portalón, atravesado de un árbol cuyas raíces se extendían por la parte baja del escudo. Este emblema se encuentra profusamente en los documentos y las propiedades de los ligures: por ejemplo, en un sello de ex libris, y en el escudo tallado en mármol de la fachada de su palacio genovés. Ellos le ponían, además, una corona condal en lo alto, como evidencia del premio aristocrático concedido por Felipe IV.

En un documento dela Colección Salazary Castro conservado enla Real Academiade la Historia, se ve pormenorizado el árbol genealógico de los Imbrea, y junto al nombre de los varones aparecen dibujadas las armas de su apellido. Así vemos que ese escudo luce, tal como hoy lo hace en los emblemas del municipio de Yebes, junto al nombre de Juan Pablo Imbrea y Doria, apareciendo bajo él la anotación de que su hijo es Juan Esteban Imbrea “primer conde de Yeves”.

Es por todo ello completamente lógico que la villa alcarreña que hoy experimenta el mayor crecimiento de todos los municipios de nuestra provincia, lleve este escudo heráldico, creado en la Italia del siglo XVI para una familia de nobles de la Liguria que asentaron en España para cobrarle sus deudas al rey Felipe, y que aún obtuvieron el regalo de ser señores y condes de un pequeño lugar de la Castilla que ellos prácticamente desconocieron, aunque se sabían dueños de casi toda ella.

Ese escudo heráldico municipal ha sido modernamente interpretado muchas veces, siempre dentro de los códigos del blasón que permiten una variedad en las formas, pero una fijeza de los colores, metales y muebles. Y así le vemos utilizado en documentos, programas de fiestas, banderas, y un estupendo panel de cerámica que hay en el actual y moderno Ayuntamiento. Ese espectacular escudo, al que alguien añadió un manto de respaldo, que nunca llevan los emblemas municipales, fue realizado por los talleres Pragó de Manises, y es el máximo exponente de este tema que hoy hemos comentado.

Yebes, de los orígenes a la modernidad

El libro que se presentó el pasado mes, en el Centro de la Asociación de la Prensa de Guadalajara, ha sido escrito por uno de los más activos historiadores de nuestra tierra, el doctor Aurelio García López, quien ha dedicado largas jornadas de consultas en archivos y bibliografías para componer la historia total y meticulosa de este enclave.

El libro, que forma como nº 85 en la Colección “Tierra de Guadalajara” de la editorial AACHE, tiene más de 300 páginas y muchas imágenes en color por su interior distribuidas. Pero lo esencial es la información que contiene, en la que surgen datos de relevancia como la aportación de datos para hacer de Yebes la patria del descubridor de las fuentes del río Nilo, el jesuita Pedro Páez Jaramillo; o la revelación muy detallada de cómo en el lugar de Alcohete se montó el búnker principal dela IV Divisióndel Ejército de la República, que albergó sesiones de generales como Mera, Casado y el presidente del gobierno, Negrín, allí retirados en los últimos días dela contienda. Conservadointacto, hoy está sellado para evitar deterioros; o incluso los sucesivos dueños de Alcohete, desde los Pecha hasta los Desmaissières y los Romanones, y el paso de la galiana principal de la Mesta, desde Soria a Andalucía, por allí en medio.

Yebes, en su secular aislamiento, es hoy para quien lo mire a través de las páginas de este libro un verdadero cofre de sorpresas. Quizás lustrado por la buena presencia de Valdeluz, avalorado por la firmeza científica de su Observatorio Astronómico, y mantenido por quienes han sabido preservar tradiciones y espacios en el pueblo, que hoy está cuidado y limpio como la patena.