Motos en el confín

viernes, 27 julio 2012 0 Por Herrera Casado

El retablo de San Juan, en la parroquial de Motos, es una joya del primer renacimiento.

Hemos recorrido la raya extrema de nuestra provincia, frontera con Aragón, entre Alustante y Motos. El viento siempre fresco, de aquellas alturas de Sierra Menera, cuajados los pedregales de sabinas rastreras, nos han permitido disfrutar de paisajes inéditos, de horizontes sin límites, y de una riqueza no imaginada en patrimonio.

Esta semana dedicamos la visita a Motos, un lugar recóndito, pequeño, íntimo, con una iglesia en la que se albergan elementos artísticos de gran valor.

La historia de Motos

Breve pero curiosa es la historia de Motos. Su nombre deriva de la altura que la domina: una colina agria en cuya altura siempre hubo castillo. De esa “mota” derivó el Motos con que hoy, y desde hace siglos, se le conoce.

En el paraje de las Cañadillas se han encontrado restos de la Edad del Bronce, y en el cerro de Santa María muestras de un asentamiento celtibérico, por lo que se colige que su poblamiento es antiguo de verdad.

Un topónimo del término es Villar Viejo, donde han aparecido restos clasificables como de época andalusí, por lo que se supone que desdela plena Edad Media hubo habitantes cerca. Pero su crecimiento, hasta hoy, se ha producido siempre al abrigo del cerro “de la Abadía” o “del Castillo”, acabando en el lugar actual, más cómodo para transitar y vivir, después de que pasaran las turbulencias dela Baja Edad Mediaen las que don Alvaro de Hita, alias “Beltrán de Oreja” y más conocido como “el caballero de Motos” sembró el miedo en las comunidades fronteras de Molina, Albarracín y Daroca, en las que actuó más como bandolero que como señor.

A partir de 1970, el Ayuntamiento de Motos quedó fusionado con el de Alustante, aunque según los usos y costumbres del Señorío de Molina, conserva en la Comunidad de pueblos de la Tierra su derecho a representación como lugar de la sesma dela Sierra. Eslógico que mantenga cierta personalidad, pues durante siglos fue Aduana, y medianedo o lugar de frontera entre Castilla y Aragón, lugar de reposo de los viajeros y peregrinos que desde Levante (Valencia, Teruel, Albarracín) se dirigían a Santiago atravesando por Molina hasta Burgos. Camino natural y antiguo que ya el Cid Campeador usó sin duda.

La iglesia de Motos

Quizás por su asentamiento en camino fronterizo durante siglos, esta fue única parroquia del Señorío Molinés que estuvo siempre fuera de la jurisdicción eclesiástica de Sigüenza: perteneció a la diócesis de Albarracín hasta la reforma de 1950. Su construcción data del siglo XVI, su fábrica es de fuerte mampostería con sillares perfectos en esquinas y fachada, y el interior es de salón único, dividido en tres cuerpos, con un coro a los pies, y un presbiterio ligeramente alzado cubierto de bóveda. Lo más destacado de ella no es su arquitectura, en la que apenas destaca su portada de arco semicircular trazado con enormes dovelas, sino los retablos que muestra, hoy limpios y restaurados, al visitante.

Tiene al parecer, aunque estas nos las hemos visto, numerosas alhajas, como una cruz de plata, múltiples prendas litúrgicas y “dos libros de pargamino (sic) modernos para el coro”.

El retablo de San Juan

De los múltiples retablos que conserva la iglesia de Motos, el más espectacular e interesante es el dedicado a San Juan. Está colocado sobre el muro norte del templo, es lo primero que vemos al entrar ala iglesia. Recientemente restaurado, luce brillante y colorista, como recién hecho.

Es una pieza de estilo Renacimiento castellano, seguro que de principios del siglo XVI, en el reinado de Carlos I. Con cierta influencia, por su estructura y disposición, levantina, hay quien ha pensado que fuera de la misma mano que otro similar que hay en la iglesia molinesa de Rueda dela Sierra.  Entodo caso, el nombre del autor se ignora. Como decía Ortega y Gasset, en España todo lo realmente importante es anónimo.

Este es un retablo de los que pueden denominarse “de donante” porque quien lo mandó hacer y lo pagó figura retratado en el mismo, en este caso junto a su esposa. El tal donante fue, de eso sí hay constancia, porque aparece escrito en la predela, don Juan López Malo, según se lee con caracteres muy lucidos: “Esta Capilla y Retablo hizo Ivan Lopez Malo Año M D XX”.

Se trata de un conjunto de pinturas estructurado en tres calles verticales, con dos cuadros en cada una. Más una predela con cuatro tablas, y una escocia o charnela que lo protege, decorada con filigrana seudogótica. En la calle central vemos la representación de San Juan [bautista], en pie, venerado por dos personajes, uno a cada lado, de rodillas. A su derecha aparece un varón (el donante, Juan López Malo) y a su izquierda una mujer, su esposa. El fondo, muy sencillo, presenta un cielo azul con algunos árboles delante. Encima está la tabla que representa a la Crucifixión de Jesucristo, que clavado en la cruz es acompañado de su Madre María y su discípulo san Juan [evangelista].

En la calle de la derecha, el cuadro inferior representa a San Bartolomé, exorcizando a un demonio, representado de cuerpo entero, muy peludo y con cuernecillos, y el superior a San Fabián, patrón de los caminantes y cazadores, muy elegante y con hábitos de caballero. En la calle de la izquierda, la tabla inferior nos muestra a San Pedro, patrón de la iglesia, y la superior una representación de San Bernardino de Siena, en su hábito de franciscano, con la imagen delNiño Jesúsgrabada y brillante en su pecho.

La predela del retablo nos muestra, en tablas más pequeñas, y de izquierda a derecha del espectador, a Santa Lucía con los símbolos de su martirio (dos ojos sobre una copa y la palma), a San Juan Evangelista y San Agustín emparejados, a Cristo en la tabla central, viniendo a continuación el grupo de Santa Ana, la Virgen yel Niño,  y acabando con la representación de Santa Quiteria mártir, con sus símbolos de un perro y la palma.

Más grandioso y prolijo de iconografía y brillos es el retablo mayor del templo, dedicado a San Pedro. Más concretamente a “La Cátedra de San Pedro”, pues este aparece no como apóstol, sino como Papa, sentado en un trono, con la mitra cubriéndole la cabeza, y en la mano los libros y evangelios que dan consistencia a su mandato.

Este retablo data de mediados del siglo XVII, y según los datos obtenidos por Sanz Martínez en el libro I de Fábrica, fue realizado por encargo del entonces cura párroco, don Pedro López Malo de León, siendo el escultor vecino de Sigüenza, Pedro Castillejo, quien se comprometió a hacerlo en precio de 10.000 reales de vellón, aunque terminó cobrando 14.000 reales, en 1658, y los últimos en especie, (50 fanegas de trigo, a 18 reales la fanega) porque numerario no había. Este artista fue muy activo en la diócesis de Sigüenza mediados el siglo XVII, pues trabajó también en el de Alustante (de1644 a1648) en el de Orihuela del Tremedal, así como en los de Tordesilos y Alcoroches, y aún en los de Arbancón, Torremocha del Campo y San Juan de Atienza.

El retablo mayor de Motos se ofrece como un conjunto de tres cuerpos, con tres calles, ático y predela. En el cuerpo central, ya lo hemos visto, aparece san Pedro, sedente y coronado con la tiara pontificia, como Sumo y Primer Pontífice de la Iglesia; sobre éste vemos a san Andrés con su cruz aspada, mientras que el cuerpo inferior está reservado al sagrario donde aparecen las imágenes procesionales de san Pedro y san Pablo. En las calles laterales están las tallas de los cuatro evangelistas. Y en la predela hay una bonita serie de escenas entre las que destaca la historia de la liberación de san Pedro y una alegoría de su coronación. La obra se culmina con la imagen del Dios Padre Eterno portando la bola del mundo.

Para el visitante no han acabado aún las sorpresas, porque repartidos por la nave y crucero, esta pequeña iglesia de tan apartado lugar muestra otros retablos, de los que no puedo dejar de mencionar el de la capilla de la Epístola, del siglo XVII, presidido por una imagen de bulto de la Virgen dela Rosa. Enfrenteestá el retablo de Nuestra Señora de la Asunción, con pinturas de óleo y temple. En su predela y tablas laterales. Es curioso también el de Nuestra Señora del Pilar, del siglo XVII, donado por el dominico Jerónimo Villanova y Ontanilla, rector de Motos; y el de San Ramón Nonato, ya claramente  barroco, que en su ático muestra un gran cuadro al óleo representando a la patrona de los contornos serranos, la Virgen del Tremedal. Finalmente el altar de Nuestra Señora del Rosario, también barroco.

Otras esquinas del templo de Motos

También del siglo XVI es la torre, construida de un solo cuerpo, con seis vanos para las campanas. Aunque tuvo puerta propia, de arco apuntado, hoy se ha tapiado, y lo más interesante que conserva son las campanas, que construidas en el siglo XVI, con ajustes y reparos han llegado hasta hoy. La campana mayor está dedicada a San Pedro y en su tercio aparece la siguiente inscripción: SE FUNDIO EN SIGUENZA/ POR LOS COLINA/ SIENDO ECONOMO D MANUEL TARIN Y/ ALCALDE D LIBORIO MAR/ TINEZ LOPEZ AÑO 1922. Del mismo modo, en el tercio de la campana pequeña aparece inscrito: MARIA AÑO 1912.

Es muy bonito el espacio que precede a la iglesia, y que viene a ser un salón (tapizado en primavera de fresca hierba, y ahora en pleno estío de pajizos matorrales) que se abre por dos puertas -una a saliente y a poniente la otra- con sus respectivas escalinatas. Antiguamente estuvo dedicado a cementerio este espacio, como ocurría en la mayoría de las iglesias rurales, pero sabemos que en él se celebraron concejos, habiendo sido su última reforma realizada en 1764 según consta en una inscripción de su mole pétrea.

Un convento olvidado

Merece la pena traer, como apunte final de este viaje a Motos, a la lejana población molinesa que se funde en la frontera fría con Aragón, un detalle que nos da Diego Sanz Martínez en su reciente libro “Alustante paso a paso”. Es el hecho de que la tradición oral mantiene vivo el recuerdo de la existencia de un ‘convento de monjas’ en lo que hoy son las ruinas de Santa María. Poco se sabe de aquella fundación, pero se piensa que pudo estar en conexión con el convento trinitario de Santa María de Royuela, y haber tenido alguna relación funcional con el mismo. Siempre según Sanz Martínez, el traslado del culto conventual desde Motos a Royuela se habría producido, según se ha mantenido tradicionalmente, hacia el año 1270, si bien algunas investigaciones recientes retrasan este hecho a principios del XVI. Dicho convento estuvo dedicado a Nuestra Señora de los Dolores, advocación mariana que alcanzó a ser considerada como patrona de la Comunidad de Albarracín. Lo único cierto de tanta leyenda es que en las actuales ruinas de lo que hasta el siglo pasado fue un gran edificio utilizado como masía, se pueden ver todavía los restos de la nave de una iglesia con ábside poligonal. Una curiosidad, un misterio, un halo de leyenda que, como en todos los rincones del Señorío de Molina, queda flotando sobre el remoto confín de Motos.