Memoria de la Salceda

viernes, 27 abril 2012 1 Por Herrera Casado

El pasado 19 de abril tuvo lugar el segundo de los encuentros que Ibercaja ha organizado en su ciclo sobre Patrimonio Monumental en Guadalajara. Una charla de Francisco Maza y Antonio Trallero, profesores de la Facultad Universitaria de Arquitectura Técnica en Guadalajara, nos ofreció la visión, pormenorizada y muy meditada, de la evolución del convento franciscano de La Salceda, aislado hoy, y derruido casi al completo, entre los tomillares de la Alcarria que media entre Tendilla y Peñalver.

En un perdido lugar de la Alcarria, antes a la orilla dela carretera N-320que sube desde Guadalajara a “los Pantanos”, nada más pasar Tendilla, y junto a las curvas del camino, los viajeros veían los muros alzados y severos de una gran construcción que muchos creían castillo. Eran las ruinas del Convento franciscano de La Salceda, un lugar con larga historia, porque allí se renovó el franciscanismo en Castilla, de la mano de fray Pedro de Villacreces, en el siglo XIV, en que ya existía como convento sonado, heredero de leyendas que decían, y aún dicen, que fue creado en torno a la ermita de una imagen de la Virgen,la de NuestraSeñorade La Salceda, aparecida sobre un sauce a dos caballeros de la Orden de San Juan. Eran estos los señores jurisdiccionales de Peñalver, y residían sin duda en su castillo. En el ámbito de llanuras pedregosas y vallejos abrigados de esta parte de la Alcarria, existían ya por entonces eremitorios ocupados por monjes solitarios que residían en cuevas (las de los Hermanitos, en Peñalver, son un ejemplo de ello) y la piedad y teocratismo de la época fueron conductos fáciles por donde vino a alzarse este convento de franciscanos, aislado enel monte, pero que a la larga se hizo rico, y famoso, hasta llegar a ser meca de peregrinación de reyes (Felipe III, en el invierno de 1604, llegó a este lugar, cuando lo dirigía fray Pedro González de Mendoza, uno de los hijos de la princesa de Éboli, quien dedicado a la religión, era en esos momentos Guardián del convento, y su valedor más decidido).

Hoy es difícil ver estas ruinas, porqueel nuevotrazado de la N-320 se ha apartado de las curvas de Tendilla, y para visitarlo hay que desviarse en el cruce de Peñalver, viniendo desde Sacedón, o subir atravesando Tendilla, si se accede desde Guadalajara. En todo caso, merece la pena subir y trepar un rato para ver estos restos, que cada día son más menguados, y que, según manifestaron los conferenciantes el pasado jueves, en su charla explicativa, al paso que van estas ruinas, no quedará nada de ellas en menos de 100 años.

Yo mismo he ido comprobando, decenio tras decenio, cómo se han ido hundiendo paredes, cayendo al suelo arcos y bóvedas, desapareciendo ventanales y diluyéndose todo entre la maleza que crece si problemas en torno a estas ruinas a las que han estudiado estos profesores y sus alumnos con un objetivo claro: dejar constancia de lo que queda en este momento, ante la evidencia y seguridad de que en unos cuantos decenios más no quedará nada. La memoria [histórica también] de un pais, y de una comarca, se está diluyendo como un azucarillo sin que a nadie, prácticamente, le importe. Yo volvería aquí a pedir atención para ese lugar, como para tantos otros, especialmente los recuerdos alzados de templos, de monasterios, de castillos y palacios, que han constituido la esencia de la historia de nuestra tierra. Pero sé que es perder el tiempo, y no tengo ya demasiado.

El estudio de Magro y Zorrilla

Bajo la dirección del profesor Trallero, los estudiantes de arquitectura Noelia Magro y Sergio Zorrilla han dedicado su tiempo, su esfuerzo y sobre todo su joven entusiasmo, en los dos últimos años, al estudio minucioso de las ruinas deLa Salceda. Unatarea que aquí quiero agradecer y resaltar.

Han deambulado jornadas enteras en torno a lo poco que queda de la iglesia y de la capilla de las Reliquias. Sabemos que además existieron otros muchos edificios, cono el convento, con su claustro, y una hospedería, muy grande. Nada ha quedado de esto: tras la Desamortización de los bienes eclesiásticos, en 1836, los compradores del edificio se dedicaron a desmontar techos, paredes y todo lo que podía aprovecharse. Salieron de allí obras de arte sin cuento (las viejas crónicas nos dicen que en la Salceda había, entre otras cosas, un gran manuscrito encuadernado con los comentarios del Beato de Liébana al Libro del Apocalipsis, un par de cuadros firmados por Tiziano, y unas colecciones maravillosas de cerámicas talaveranas que cubrían por completo las paredes del claustro, donde los visitantes se entretenían en descubrir e identificar escenas de la vida de la Virgen), y a partir de entonces, hace ya 180 años de ello, la desolación se fue apoderando de todo.

Existe al parecer un grabado de finales del siglo XIX que no he llegado a ver. Y por supuesto algunos grabados que se pusieron, tomados en directo, de los altares y decoración de la iglesia y de la capilla de las reliquias, en la obra “Historia de monte Celia” escrita por Pedro González de Mendozas y publicada impresa en Granada en 1616. Por ellos sabemos, y por las descripciones del inteligente clérigo mendocino, cómo era este gran convento, en el que profesaron y vivieron, en los siglos XV y XVI, famosos religiosos como el que fuera luego Cardenal Cisneros, o el que sería canonizado como San Diego de Alcalá.

Las fotografías más antiguas se remontan a los años 20 del siglo pasado. Tanto Camarillo como Layna y Cordavias, hicieron fotografías de las ruinas de entonces. Hay además fotos tomadas por particulares en aquella época, de tal modo que estos vestigios gráficos han servido ahora para reconstruir bastante aproximadamente la estructura y la decoración del templo deLa Salceda. Loque sí se ha podido constatar, a partir de esas fotografías, es que se ha perdido ya, en menos de un siglo, más de las tres cuartas partes de lo que entonces había. Yo mismo, en el medio siglo que llevo visitando mi tierra y fotografiando sus monumentos, he podido constatar de forma gráfica y personal, que cada decenio se cae algún muro, algún arco, y todo va quedando perdido e irreconocible.

La tarea de estos ejemplares alumnos ha sido doble: de una parte, han realizado fichas pormenorizadas de lo que queda: limpiando previamente las zarzas que rodean a los muros, a las basamentas de columnas, a los pasadizos y solados, han hecho reproducciones de lo que existe con técnicas gráficas y analíticas avanzadas. Al menos, esto quedará para la posteridad, aunque llegue un momento en que todo haya desaparecido.

De otra parte, Magro y Zorrilla han reconstruido sobre el papel,  a base de mediciones, cálculos y suposiciones, cómo eran los edificios sacros de La Salceda, especialmente la iglesia conventual, y la aislada capilla de las reliquias. De todos estos edificios, han levantado planos, alzados y secciones diversas, dibujándolos con todo detalle y proporción. Una tarea difícil y meritoria, que ahora nos posibilita rememorar lo que existió. Y nos permite saber que fue un templo de aspecto manierista, sencillo, de nave única con una gran capilla adosada, un crucero breve, un presbiterio alzado, todo ello construido a base de mampuesto, arcos de piedra, cúpulas de ladrillo, y cubiertas de teja, con una bóveda de media esfera sobre el crucero, y un altar al fondo del que tenemos imágenes que plasmaron en grabados antiguos los ocupantes del siglo XVII.

Adjunta, al sur de la iglesia, se alzaba la gran capilla de las reliquias, y que es lo que aún hoy nos llama más la atención, por su grandiosidad, a pesar de su progresiva e inminente ruina. Era un espacio circular, de alta bóveda, con muros en los que abrían nichos, en los que se albergaban estanterías y armarios con reliquias, más un altar al fondo que posiblemente sería de los de tipo armario, con grandes puertas que se abrían en las solemnidades y que dejaban ver la deslumbrante colección de relicarios que allí se acumulaban. Un poco como vemos hoy en la capilla de las reliquias existente en los pies de la colegiata de Pastrana.

Perspectivas de futuro para La Salceda

Ante la descripción de lo que fue, el estudio de cómo fue, y la cruda realidad de lo que hoy es, solo cabe preguntarnos cómo será el futuro de La Salceda, ese espacio monumental e histórico que perdido en la Alcarria ocupa en una octava parte el municipio de Tendilla y en siete octavas partes el de Peñalver.

Muy pesimista es ese futuro. Por su aislamiento, lo avanzado de su ruina, y la dificultad de su acceso, es impensable que allí se trate de reconstruir nada. Sería un gasto enorme, para el que no está el pais, hoy en día.

Pero lo que sí debería hacerse, con la iniciativa de los respectivos ayuntamientos, y el apoyo del gobierno provincial, o regional, es limpiar dignamente aquel caos de ruinosa memoria invadida de la vegetación, delimitar el espacio monumental, y consolidar lo poco que queda. Si no se hace así, es seguro que el porvenir verá su dilución, su hundimiento total, y la desaparición absoluta de aquello. Y, creo yo, no es de humanos ese desprecio absoluto por su historia y su patrimonio.

Ciclo de Conferencias sobre el Patrimonio

Organizado por Ibercaja en su Centro Cultural dela Calle Fleming, durante cuatro jueves se está desarrollando un Ciclo de Conferencias bajo el título común de “Investigación sobre el Patrimonio Edificado de Guadalajara” y que dirige el arquitecto y profesor de la Facultad de Arquitectura Técnica de la Universidad de Alcalá en el campus alcarreño, don Antonio Trallero. La conferencia del pasado jueves 19 debían haberla dado los alumnos Noelia Magro y Sergio Zorrilla, quienes por circunstancias personales no pudieron hacerlo. Otras conferencias se dedican a la Iglesia de los Remedios, ayer jueves, y finalmente el jueves 3 de mayo se impartirá una charla acerca del patrimonio edificado singular existente en el Cementerio Municipal de Guadalajara. Una ocasión especial de conocer más cosas de nuestro patrimonio al que le sigue faltando el apoyo popular, y la atención decidida de las autoridades culturales.