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abril, 2012:

Memoria de la Salceda

El pasado 19 de abril tuvo lugar el segundo de los encuentros que Ibercaja ha organizado en su ciclo sobre Patrimonio Monumental en Guadalajara. Una charla de Francisco Maza y Antonio Trallero, profesores de la Facultad Universitaria de Arquitectura Técnica en Guadalajara, nos ofreció la visión, pormenorizada y muy meditada, de la evolución del convento franciscano de La Salceda, aislado hoy, y derruido casi al completo, entre los tomillares de la Alcarria que media entre Tendilla y Peñalver.

En un perdido lugar de la Alcarria, antes a la orilla dela carretera N-320que sube desde Guadalajara a “los Pantanos”, nada más pasar Tendilla, y junto a las curvas del camino, los viajeros veían los muros alzados y severos de una gran construcción que muchos creían castillo. Eran las ruinas del Convento franciscano de La Salceda, un lugar con larga historia, porque allí se renovó el franciscanismo en Castilla, de la mano de fray Pedro de Villacreces, en el siglo XIV, en que ya existía como convento sonado, heredero de leyendas que decían, y aún dicen, que fue creado en torno a la ermita de una imagen de la Virgen,la de NuestraSeñorade La Salceda, aparecida sobre un sauce a dos caballeros de la Orden de San Juan. Eran estos los señores jurisdiccionales de Peñalver, y residían sin duda en su castillo. En el ámbito de llanuras pedregosas y vallejos abrigados de esta parte de la Alcarria, existían ya por entonces eremitorios ocupados por monjes solitarios que residían en cuevas (las de los Hermanitos, en Peñalver, son un ejemplo de ello) y la piedad y teocratismo de la época fueron conductos fáciles por donde vino a alzarse este convento de franciscanos, aislado enel monte, pero que a la larga se hizo rico, y famoso, hasta llegar a ser meca de peregrinación de reyes (Felipe III, en el invierno de 1604, llegó a este lugar, cuando lo dirigía fray Pedro González de Mendoza, uno de los hijos de la princesa de Éboli, quien dedicado a la religión, era en esos momentos Guardián del convento, y su valedor más decidido). (más…)

Una visita al Museo de Victorio Macho en Toledo

Autorretrato de Victorio Macho

Visité por primera vez este recinto a principios de los años setenta, poco después de morir el autor y ser inaugurado oficialmente el Museo. Volví después con mi amigo José María Ferrer, cuando juntos preparamos el gran libro “Museos de Castilla-La Mancha” en cuya elaboración tanto nos divertimos y nos sirvió para conocer, palmo a palmo, esta Región cuajada de sorpresas. Él fue quien desarrolló el capítulo de este Museo, y a su palabra me remito para contaros lo que allí puede verse

El artista

Victorio Macho nació en Palencia en 1887, y se le puede encuadrar en el movimiento renovador que rompe con el mediocre panorama de la escultura española de fines del siglo XIX. Fue a partir de 1916, cuando comenzó a ser considerado uno de los valores más destacados de la escultura moderna española. Su forma de hacer se centra en el más puro realismo, austero, de líneas simples y decididas, posicionándose como auténtico heredero de la tradición escultórica castellana, con obras de gran dignidad y serena espiritualidad, con rasgos idealizantes y clara intención simbolista. En la década de 1920 cobra auge su presencia, realizando numerosas exposiciones individuales, acudiendo a certámenes internacionales e implicándose en las corrientes estéticas de formas sintéticas y arquitectónicas. Su etapa de plenitud puede definirse en la década de los 30, con la mala suerte que en ese momento se declara la Guerra Civil, y tras ella el artista, pasa a exiliarse primero en París y  luego en Rusia, aunque en cuanto puede se traslada a Hispanoamérica, quedando a vivir en Lima, siendo considerado allí en Perú y en el resto del Continente como un escultor cotizadísimo. Tras su boda con la joven peruana Zoila Barros, regresa a España en 1952 llevando en su equipaje más de quince toneladas de sus más queridas esculturas. Fue este conjunto lo que sirvió para formar el núcleo de su colección particular que posteriormente él donó al pueblo español, y con lo que se montaría este Museo. A su vuelta a la tierra natal, dedicó sus primeros meses a recorrer diferentes lugares de Castilla y a construir su casa en Toledo, donde ya había vivido temporalmente. Su última obra fue el busto de Raúl Porras, falleciendo en su casa toledana el 13 de julio de 1966, y siendo enterrado a los pies de una de sus esculturas más colosales: el Cristo del Otero, en su Palencia natal. Hoy es la Real Fundación de Toledo, institución cultural privada constituida en 1988, la que ha puesto su sede en este espacio museístico, y tras haber realizado una cuidadosa rehabilitación lo ofrece al público.  (más…)

Junto al rollo de Atanzón

Este próximo domingo 15 de abril, a la 1 de la tarde, se va a montar –a modo de fiesta popular- una cadena humana en Atanzón, que llevará, uniendo sus manos, a las gentes de Atanzón desde su plaza mayor, hasta el lugar donde se ubica el viejo rollo de justicia, para reivindicarlo como suyo, y para pedir protección y restauración, en lo que necesite. Toda medida que sirva para proteger el patrimonio de nuestra tierra y nuestros pueblos merece mi apoyo, y, creo, el apoyo de todos cuantos se sienten bien aquí, en Guadalajara.

Dice la nota que envía a la prensa una comisión organizadora, que se pretende con ello hacer una petición pública de atención y ayuda a este monumento. Al parecer, según esa nota, el rollo o picota de Atanzón está en mal estado de conservación y amenaza con hundirse. Un perfil en Facebook, producción de camisetas, recogida de firmas y ahora esta iniciativa de crear la cadena humana, desde la plaza del pueblo, hasta el altozano en que, a la entrada del pueblo, se alza el rollo, es lo que una asociación de jóvenes ha promovido para sensibilizar a la gente de la comarca, y a las autoridades que se encargan del patrimonio, acerca del peligro que se cierne sobre este elemento del pasado histórico del pueblo.

Un rollo, los rollos

Aunque el rollo de Atanzón es muy peculiar, diferente de los demás que se alzan por los pueblos de la Alcarria, y probablemente el más antiguo de todos ellos, puesto que debió erigirse en el siglo XIV, al tiempo de hacerse villa la vieja aldea, hay otro muchos, hasta 60, en todala provincia. Unode sus estudiosos, el investigador Felipe Olivier, nos dejó un libro interesantísimo acerca de su origen, significado y evolución, acompañado de un catálogo de todas las piezas existentes, que en los últimos años se han completado con la reelaboración de algunas piezas interesantes, como las de Fuentelviejo, Trillo, Sayatón y Cendejas. (más…)

Tamajón al final de un viaje

Iglesia parroquial de Tamajón

Un destino para pasar alguno de estos días de vacación, con un tiempo más que aceptable, y descubriendo pueblos y detalles de nuestra geografía provincial, es sin duda Tamajón: al pie del Ocejón, entre jarales, sabinares y pinares, Tamajón es la puerta de la Serranía Negra, de los caminos del parque natural de la Sierra Norte, un lugar sin duda que merece visitarse, degustarse y salir de él con la alegría de haber encontrado un pueblo y un entorno de sorpresas.

Sobre una llanada amplia, al pie mismo de las altas y frías serranías del Ocejón, encontramos la villa de Tamajón, que alcanzó en siglos pasados gran prosperidad como centro comercial y nudo de comunicaciones con el resto de los pue­blos y lugares que se esconden en las anfractuosidades de estas montañas, y aun con aquellos otros lugares que están al otro lado de ellas, hacia el norte. No es exagerado decir que hoy es Tamajón la capital, por lo menos geográfica y simbólica, de la Sierra Norte de Guadalajara.

Lo limpio y sano de su aire, el magnífico paisaje que sobre este pueblo se cierne, hizo que ya en el siglo XVI se fijara en él Felipe II como uno de los posibles lugares donde colocar su monasterio real de San Lorenzo, que finalmente llevó al Escorial, bajo el Guadarrama.

Fue reconquistado Tamajón al tiempo que todas las vegas del Jarama y Henares, por Alfonso VI. Perteneció en princi­pio al Común de Villa y Tierra de Atienza. Posteriormente el rey Sancho IV se lo donó en señorío a su hija la infanta doña Isabel, y ésta se lo traspasó en la misma calidad a doña María Fernández Coronel, su ama de compañía. Ya en el siglo XIV pasó este lugar a engrosar los abultados dominios del caballero don Iñigo López de Orozco, de quien luego pasaría a los Mendoza, en cuya casa permaneció durante siglos. (más…)