Conventos de Almagro

viernes, 22 abril 2011 0 Por Herrera Casado

La ciudad de Almagro, cabeza de la Orden de Calatrava durante varios siglos, y hoy uno de los espacios urbanos más hermosos con que cuenta la Región de Castilla-La Mancha, es un auténtico museo de arquitecturas, de obras de arte, de espacios urbanos, todos ellos impregnados de una historia densa.

Claustro renacentista del convento de calatravas de Almagro

Como lugar de poder y muy rico, fue sede en siglos pasados de numerosos monasterios y conventos, de los que aquí damos sucinta reseña, tanto histórica como fundamentalmente artística, para que quede memoria de estas instituciones, y vuelvan a ser admiradas por quienes hasta Almagro viajen.

Tarea que recomiendo vivamente, en estos días de Semana Santa que son, para muchos, propicios al viaje del descubrimiento regional.

El monasterio de monjas calatravas de la Asunción

En el extremo norte de la villa, presidiendo el gran plazal del Egido, merece la pena entretenerse un par de horas visitando este gran monasterio, que debe su fundación al Comendador Mayor de la orden de Calatrava Don Gutierre de Padilla, quien hizo donación, en 1504, de una gran cantidad de dinero para la construcción de un hospital en la villa de Almagro. Pero fue años más tarde, en 1523, cuando el Capítulo General de la Orden de Calatrava celebrado en Burgos, decidió que la situación de protección hospitalaria en Almagro estaba más que garantizada, y destinaban el dinero del comendador para fundar un gran monasterio de féminas calatravas. Desde 1815, en que la comunidad fue repartida por monasterios de Toledo, Madrid y Burgos pertenecientes a la Orden, y hasta la exclaustración desamortizadora de 1836, el monasterio estuvo poblado por freires calatravos. Pasó todo, finalmente, al Estado, y probablemente su declaración como Monumento Histórico en 1851 le salvó de la ruina. Aunque así y todo durante medio siglo se utilizó de almacén de trigo y de vino, pasando a ser ocupado en 1903 por una comunidad de dominicos, que le salvaron aún haciendo numerosas reformas, no todas afortunadas. Pero se salvó este maravilloso conjunto monasterial, joya del arte del Renacimiento en España, y tanto la iglesia como sobre todo el claustro, son hoy elementos que pueden, y deben, admirarse en la obligada visita a esta ciudad de Almagro, que ya debería ser Patrimonio de la Humanidad, por la cantidad y calidad de recuerdos monumentales que atesora.

El templo de las calatravas

La iglesia de las calatravas es construcción de comienzos del siglo XVI, por lo que su estilo se corresponde fielmente con el gótico flamígero que en el reinado de los Reyes Católicos se propaga y aún se usa en el de su nieto Carlos I. Tiene una sola nave con capillas laterales abiertas entre los contrafuertes, con un ábside poligonal por cabecera. Los cuatro tramos del templo se cubren por bóvedas estrelladas con nervaduras de piedra.

Este templo tuvo diversos accesos o portadas. Uno de ellos, en los pies del templo, sobre la nave del evangelio. Está concebida como un arco de triunfo, y se articula en dos cuerpos superpuestos, enlazados por aletas y pirámides con bolas. En el cuerpo bajo, un arco de medio punto se escolta de dobles pilastras cajeadas, con adornos de candelieri y escudos de los Padilla, mientras que en el entablamento se ven en relieve ocho dragones enfrentados alternando con tondos presididos por la Cruz de Calatrava. Un gran escudo del emperador Carlos, a la sazón gran maestre de la Orden, preside el conjunto. Hay otra portada, hoy cegada, pero muy interesante, que daba acceso al templo a nivel del crucero en la nave del evangelio, y que ofrece también estructura de arco triunfal con abundante decoración de motivos platerescos. Estas puertas son muy posteriores a la construcción del templo, y pueden fecharse a mediados del siglo XVI, cuando se levantó el claustro principal del monasterio.

Se ha atribuido la autoría de puertas y claustro a Enrique Egas, el Mozo, discípulo notable de Alonso de Covarrubias, de quien recoge y utiliza formas y estructuras. Hijo del arquitecto constructor de San Juan de los Reyes en Toledo (mundo gótico) y alumno predilecto de Alonso de Covarrubias (mundo renacentista) Egas consigue en este edificio de las calatravas de Almagro su obra más perfecta. Porque aunque cronológicamente existen dificultades para hacerle autor y director de la obra, dado que el claustro estaba construyéndose en 1523, cuando Egas el Mozo lo era aún en demasía, sí que es cierto que él vive e interviene en el monasterio de la Asunción a partir de 1548, y que años más tarde se acabaría de construir este perfecto ámbito religioso. Así pues, y en opinión de diversos investigadores, entre ellos Azcárate Ristori, el claustro de las calatravas habría sido trazado por el arquitecto Francisco de Luna, maestro mayor de las obras del convento santiaguista de Uclés, hacia 1521. Podría haberlo iniciado, incluso participado en las obras el también conquense Pedro de Huelmes, activo en Uclés, pero estilísticamente, esta obra cae perfectamente en la órbita estilística de Enrique Egas hijo.

Y el claustro de las calatravas

Debe ser calificado el claustro de las calatravas de Almagro como uno de las más hermosos espacios arquitectónicos del Renacimiento español. Sus dimensiones, sus proporciones, su ornamentación, la limpieza de su talla en capiteles, grutescos, tondos y escudos, le hacen una obra perfecta, inolvidable. Su planta es prácticamente cuadrada (26 m x 25,30 m.). Se forma de dos galerías superpuestas con un total de 60 columnas de morfología clásica, (jónico abajo y toscazo arriba) talladas en piedra arenisca de la zona y mármoles blancos de Carrara. La articulación de los elementos en una clara obediencia a las normas dadas por Serlio en sus Reglas generales de arquitectura, publicado en Toledo en 1552, nos hacen pensar nuevamente en una data más avanzada para este patio. Así, por ejemplo, los arcos de la galería baja son perfectamente de medio punto, mientras que los de la alta se hacen ligeramente escarzanos, para ofrecer un mayor vuelo al entablamento. Todo revela la mano de un maestro conocedor a la perfección de la mejor arquitectura del Renacimiento. Y en muchos detalles, con las lógicas variantes, nos hace recordar los claustros del Hospital Tavera de Toledo, y del convento de la Encarnación de Albacete, que hemos visto unas páginas antes, y que fueron construidos a partir de mediado el siglo XVI.

El claustro de este monasterio se avalora con la decoración tallada que aparece en las nueve puertas y tres ventanas que se distribuyen por ambas plantas. Son motivos claramente sacados de las Medidas del Romano de Sagredo y de otros repertorios clásicos, así como de las mejores obras de Covarrubias.  En estas puertas abundan los detalles a candelieri, grutescos limpios, representaciones de los Evangelistas, escudos de armas de los Padilla, de los Albornoz, y de los Dávila, medallones con caras infantiles y femeninas, estas posiblemente representando la Venus Coelestis y la Venus Vulgaris, alegorías de la vida contemplativa y de la vida activa que se supone conjugaban las religiosas calatravas. Y muchas otras cabezas de hombres barbados y lampiños, guerreros y monjes, perros y lechuzas, en una mezcolanza plural y variadísima, que hace de este claustro un lugar de asombro, entretenimiento y sabiduría arcana.

En las dependencias que nacen del claustro (Sala capitular, dos refectorios, y otras salas), hay algunos artesonados de tallada madera, en sus dos variantes típicas: el sistema de alfarje, o techumbre plana, y el de limas o artesa. El mejor es el de una de las salas superiores, de tipo artesonado con faldones laterales decorados con profusión de lacerías mudéjares en el almizate y los tirantes.

Otros singulares edificios monasteriales de Almagro

Debe el viajero por Almagro entretener el tiempo de su admiración pasando la vista por los edificios que junto a las calatravas completan la oferta monasterial, y hoy artística, de esta población famosa.

Uno de ellos, junto a la plaza mayor de galerías neerlandesas, es el viejo convento de San Agustín, fundado en 1634 por doña María de Figueroa, que no tuvo una vida demasiado boyante, y sobre todo padeció los rigores de abandonos y revoluciones, hasta dejarle hoy, aunque restaurado, resumido a su edificio y adornos murales simplemente.

Lo más interesante, y es cosa que recomiendo a mis lectores, es la visita al interior de su templo vacío. La decoración de las bóvedas sorprende a cualquiera: con un ritmo, un color y una riqueza y variedad de formas, tanto en los frescos de las bóvedas como en los estucos policromados, inmediatamente lleva al espectador a recordar el ambiente barroco de las iglesias andaluzas, y más aún el de las coloniales de la Nueva España o  el Perú. Estas pinturas ofrecen una gran variedad de temas, y un complejo mundo simbólico que merece ser contemplado con reposo y afán de comprensión. Los elementos decorativos tienen como misión crear un ambiente de relativo lujo, y dar a los fieles la idea de estar en un lugar antinatural, por tanto, suprahumano. La conocida tenden­cia hacia lo patrístico y lo teológico de los agustinos se evidencia en esta iglesia de Almagro con la presencia, en los plementos de la cúpula, de imágenes empleadas como signos de ideas abstractas que incluyen el Cáliz, el Pez, el Áncora, la Paloma, el Cordero Místico y la Custodia. Se ha interpretado el complejo aparato simbólico de los techos de San Agustín de Almagro como la representación de la primitiva iglesia cristiana, evocada a través de un sofisticado discurso teológico que alude a la Esperanza de la Salvación (El Áncora), conseguida a través del sacrificio de Cristo (el Cordero Místico) y de la Eucaristía (representada por el Cáliz, el Pez, la Custodia y la Paloma). Hay además numerosas referencias alegóricas a la Virgen, especialmente en las bóvedas bajo el coro y en la los techos del presbiterio

Finalmente, las escenas narrativas que aparecen en estas bóvedas tienen la misión de servir, una vez más, de “Biblia pauperum” o sermones permanentes y gráficos, que tratan de recordar a los fieles aquellas historias que han oido una y otra vez en las ceremonias religiosas. Se pueden ver numerosas “vidas de santos”, entre las que destacan las del titular, San Agustín, memorado en escenas como la Visión de San Agustín y el  Lavatorio de los pies del peregrino, más la de San Agustín recibiendo la Revelación del Santísimo Sacramento. San Agustín predicando, San Agustín combatiendo a los herejes, etc. En todo caso es este un templo que ofrece unas características artísticas, especialmente en su interior, muy singulares y únicas en todo el conjunto del patrimonio artístico conventual de Castilla-La Mancha.

El día entero puede pasar el visitante admirando templos y conventos, en Almagro. Para esta época de oración y análisis vital, no es mal sitio este, ni mala propuesta la de volver a mirar el templo ingente de los jesuitas, hoy parroquia de San Bartolomé. La iglesia se basa en una planta de nave única con capillas laterales que se comunican entre sí. Crucero cubierto de gran bóveda hemiesférica, en la modalidad de cúpula encamonada, en la que las dovelas de piedra tradiciona­les son sustituidas por una armadura de madera revestida de ladrillos y enlucida y decorada posteriormente por adornos de yeso. Una técnica que ya había sido probada con éxito por Fray Lorenzo de San Nicolás en sus construcciones agustinas. En todo caso, es esta de Almagro una cúpula valiente, ornamentada en estilo barroco, lujuriosa de aspecto y volúmenes, maravillosa, en fin, para quienes gustan de ver arquitecturas limpias. En la fachada, de piedra y ladrillo, sobresale la calle central de la portada, en la que luce el gran arco de medio punto que cobija la portada, al tiempo que define también, el vano rectangular que la remonta así como el gran frontón triangu­lar de coronación.

No deberá el viajero dejar de pasarse por donde fueron los dominicos, sede antaño de la Universidad almagreña, y lo que queda de todo aquello: un templo valiente y renacentista, pasto de todos los abandonos. Con un escudo fabuloso en su ábside en el que lucen las armas, entre otros, de los Mendoza y Luna alcarreños.

Perdido entre las callejas de los barrios del este de la villa, surge la portada severa del Convento de la Encarnación, aún habitado y poco visitable. En él sobresale el gran escudo de armas tallado de su fachada: una enorme labra con los símbolos de los linajes del conde de Valdeparaíso y su familia, sostenido por dos leones y timbrado de la corona marquesal.

El último lugar a visitar, sitio también para poder comer espléndidamente, es el antiguo convento de San Francisco, hoy Parador Nacional de Almagro. Fundado en 1596 por Jerónimo de Ávila y de la Cueva, en cumplimiento de la disposición testamentaria de su esposa, doña Catalina de Sanabria, que quiso fundar en Almagro convento para franciscanos descalzos. En el conjunto de edificios destaca el patio de entrada, los diversos claustros, de sencilla traza de ladrillo, y el templo mayor, cuya autoría ha sido atribuida, por sus manifestaciones estilísticas, en todo caso austeras, a Nicolás de Vergara, el Mozo, prolífico arquitecto del arzobispado toledano y maestro mayor de la catedral primada.