Artesanías para la vida

viernes, 25 marzo 2011 1 Por Herrera Casado

Una de las personas que más han trabajado en torno al tema de las artesanías, de Guadalajara, y de España entera, es Guadalupe González-Hontoria y Alledesalazar. Hace muchos años publicó una especie de enciclopedia en varios tomos, titulada “Las Artesanías de España” y en su tomo quinto hablaba de Guadalajara, haciendo un repaso de las artesanías que en nuestra provincia ella conoció, y estudió. Ahora las recorro, como de puntillas, en brevedad, con ella. 

Una antigua aguadera de madera

 

La artesanía, creo yo, es la capacidad humana de construir cosas bellas para mejorar la vida. Desde la propia casa, hasta las vasijas para el agua, o las telas para la cama. Cuando hoy todo lo que usamos es de plástico, de materiales sintéticos, de producción industrial, la artesanía ha quedado apartada en los museos y es materia de estudio arqueológico de la vida pasada. Lo que nos venden como Artesanía son hoy meros adornos para colocar en las estanterías o ponérselos encima como abalorios. 

Artesanías de Guadalajara 

En el repaso que Guadalupe González-Hontoria hace de la artesanía popular de Guadalajara destacan algunas cosas que de pasada quiero recordar. Son las primeras las cosas hechas con metales, que eran muy numerosas especialmente en la parte oriental del Señorío de Molina, donde había minas de hierro en explotación. Allí se ven colecciones estupendas de rejas, lo mismo que en otros pueblos, como Pastrana, en el que luce una de las más espléndidas muestras de esta manufactura, la “Reja de la Hora” sobre la pared principal de su palacio ducal. También encontramos veletas, y aún gigantescos muñecos de metal, los giraldos o mambrús, como los de Molina (San Francisco) Arbeteta y Escamilla, que anunciaban con sus giros monumentales de qué parte venía el aire. 

Clavos además para reforzar las puertas, llamadores para hacerse notar, y mil trastos como candiles o planchas, que tenía su misión cabal en la vida diaria. 

También la madera se usó para hacer cosas de la vida diaria. Desde los muebles, mesas, sillas y alacenas, a las aguaderas, carretillas y elementos de trabajo y sustento. Guadalupe añade en este capítulo algunas artesanías que servían al entretenimiento, y eran base de la fiesta, como las máscaras de madera tallada y pintada que llevaban (y aún llevan) lo botargas campiñeros, y los elementos del juego de la piragua de Berninches o del taco en Horche. Aún los pastores se entretenían en tallar sus garrotes, y sus colodras, en este caso más frecuentemente sobre el hueso de los cuernos. 

Con las fibras vegetales se hicieron canastos, asientos de sillas, serones, cuévanos y alforjeros. Se utilizaba la enea y la espadaña, pero también el esparto y hasta la paja de trigo, muy manejable en los adornos. Todo tenía una utilidad práctica y diaria, todo tenía un alto de valor, más de consumo y agilidad vital que de adorno o belleza. 

Lo mismo puede decirse del cuero y la piel, que tanto se trabajó en lugares de la Alcarria como Budia, o Romanotes, y aún en Sigüenza con sus botas de vino. La piel y los cueros se trabajaron en plan casi industrial en las tenerías de Budia, y de Illana. En otros pueblos también existieron, hasta que la industria moderna acabó con ellos. 

Y los tejidos, de siempre hechos artesanalmente en las casas, hilando y con la rueca, en largas jornadas en las que las féminas hacían maravillas y veían pasar, en el movimiento de las ruedas y las lanzaderas, con velocidad la vida. A nivel industrial, Guadalajara centró buena parte de la industria naciente del tejido, con sus fábricas nacionales de paños en Brihuega y en Guadalajara, y con la de sedas y tapices en Pastrana. Pero la auténtica artesanía de la manta de lana, de la puntilla de hilo, o de la puñeta de seda suave, se hacía en las salas altas de las casas, al amor de la lumbre, en medio de la distendida charlas de cosas nuevas o de leyendas viejas. 

La Arquitectura Popular 

Una de las expresiones más claras de la artesanía es la arquitectura popular. Ambas cosas se estudian en distintas “asignaturas”, ya lo sé. Pero en definitiva, si seguimos considerando que artesanía es aquello que el hombre hace con sus manos para vivir mejor, y más cómodo, seguro que mis lectores me van a consentir que haga este aserto: la parte donde más se vive, y mejor se vive, es la casa, y ahí es donde el hombre ha desarrollado, en el camino lento de los siglos, mejor su inteligencia, en las tareas de hacerse un espacio cómodo donde vivir. 

La arquitectura popular de Guadalajara es hoy una entelequia. Simplemente no existe. Se ha ido tirando todo, sistemáticamente, ante la indeferencia de la mayoría, y a veces con el aplauso de algunos. 

El que en Atienza podamos admirar la Plaza del Trigo, perfectamente restaurada; en Sigüenza su calle mayor hacia el castillo, y en Pastrana la cuesta del Heruelo, poco significa ante lo que se ha tirado y destruido en cien pueblos más. El que en algunos pueblos de la Sierra Norte como Majaelrayo, Campillo, o Valverde se conserven viejos edificios de pizarra, o muchos de ellos se hayan reconstruido con los materiales originales, tampoco nos defiende de cuanto se ha derruido o abandonado por otros cien pueblos de esa misma Sierra Norte. No se consideró ese patrimonio nunca como un bien cultural propio. Y así nos ha ido. 

En todo caso, y para quien quiera ver algunos ejemplares interesantes, o algunos conjuntos poblacionales en los que esta arquitectura popular tiene aún vitalidad y figura, hay que considerar dos tipologías fundamentales. La primera, todo lo consturido con piedra de la zona, y que hoy se encuadra en la llamada “Arquitectura Negra”, en los pueblos de las estribaciones meridionales de Somosierra y Ayllón. La emigración de los años 60 dejó la zona casi vacía y hoy se estimula el asentamiento de gentes nuevas gracias a un naciente turismo de interior. Son edificios de grandes dimensiones, con una planta baja habitada y otra superior bajo cubier­ta, generalmente no utilizada o empleada únicamente como pajar, con atrevidos recursos arquitectónicos de madera labrada en los balcones, gateras y dinteles y gruesos muros de mampostería sin revocar exterior­mente y guamecida de blanco en su interior, puertas adinteladas con cargaderos de madera, que quedan en ocasiones a la vista, lo mismo que las ventanas; éstas, por lo general, de pequeño tamaño. Se utilizan también edificios independientes para cuadras, establos y pajares que aparecen adosados formando hile­ra o conformando junto con vallas de mediana altu­ra unos recintos a cielo abierto que quedan delante de la vivienda, constituyendo como un patio conec­tado con la misma, y en el que suelen existir poyos de piedra para ser utilizados como asientos. Sus cubiertas son de doble vertiente con chafán en uno de los hastiales. Las chimeneas son de gran tamaño, y bajo ellas existe el hogar con gran campana sin embocadura. 

La segunda tipología es la típica de la Alcarria, de casas con entramado revocado y muros de mampostería y sillería recercando los huecos, provistas de un amplio zaguan que da paso a alguna dependencia auxiliar en plan­ta baja y del que arranca la escalera que conduce al piso superior. Dentro de esta tipología están los edificios de los pueblos de Molina, donde aún se conservan hermosos ejemplares. El urbanismo rural, en fin, se ha mantenido, con su Ayuntamiento, su olma, su iglesia y las casas más nobles o de prestancia en la calle mayor y la plaza. Pero para ver un edificio, o un conjunto urbano de antigua arquitectura popular no es que haya que recorrer muchos kilómetros, es simplemente que no existen, salvo los casos excepcionales mencionados. 

Homenaje a Guadalupe González-Hontoria y Allendesalazar  

Callada, perseverante, trabajadora durante años, decenios, de un siglo a otro, esta mujer ha sabido recoger la esencia de la artesanía española en sus estudios, en sus escritos, y en sus conferencias. 

Es doctora en Historia por la Universidad Complutense de Madrid, académica correspondiente de la Real Academia de la Historia, y Premio Henry Ford 1997 a la Conservación del Patrimonio. Es fundadora y directora del Museo de Artes y Tradiciones Populares de la Universidad Autónoma de Madrid, y dirige la Revista “Narria” en la que tantos temas de la provincia de Guadalajara han aparecido, escritos por ella, o por sus alumnos y alumnas a los que ella ha orientado hacia nuestra geografía. Sirvan estas líneas para enviarle, aunque no lo vea, nuestro aplauso cariñoso, porque personas así también hacen, aunque ellas no lo sepan, tierra y entraña.