Una historia de Medranda

viernes, 21 enero 2011 6 Por Herrera Casado

Mañana sábado 22 de enero tendrá lugar un acto poco frecuente en un pueblo pequeño como es Medranda: en el Ayuntamiento, y a media tarde, se celebrará la presentación de un libro que pone en negro sobre blanco toda la historia de ese pueblecillo del valle del río Cañamares. Será su alcalde, Luis Fernández Carcamo, la Diputada de Cultura, María Jesús Lázaro Silgado, y principalmente su autor, José Ignacio Rodríguez Castillo, quienes se repartan la alegría de dar a conocer a sus vecinos este logro. 

Medranda está en el valle del Cañamares, a la puerta de la Sierra del Alto Rey.

 Medranda tiene todos los ingredientes para ser considerado paradigma de la ruralía castellana: larga historia, de siglos, nacido el lugar en un espacio de caminos y encuentros, hace más de novecientos años. Dedicación de sus habitantes a la agricultura, de secano por estar en la Castilla seca y de huertas por tener tan cerca un río serrano de los que no se agotan. Y costumbres heredadas de padres a hijos durante años, durante siglos, cuidando esas esencias que hoy se quieren dar como ridículas, pero que si bien se mira son las que han mantenido unido al país, fuerte y respetado por los demás, y luego puesto entre los más avanzados del mundo: la fe religiosa cristiana, el respeto y la obediencia a las leyes emanadas de gobiernos fuertes, la solemnidad de las fiestas y las tradiciones familiares, el respeto al saber y la experiencia de la edad, las ganas de progresar y ser mejores. Bueno, tampoco es para dar aquí una clase de moral ciudadana. Resumiendo: que Medranda ha sido lo que la han dejado ser, sin meterse con nadie, y llegando al fin a este nuestro siglo viva y coleando. 

Y ahora con un libro escrito por uno de sus hijos, que lleva de generación en generación más de tres siglos, que se sepa, por el pueblo, y que ha tenido el entusiasmo, la paciencia y el saber suficientes como para hilar noticias sueltas y darlas juntas en una “Historia de Medranda” que por fin va a ser conocida de todos sus hijos, y de cuantos en los alrededores, en la provincia, y en Castilla quieran saber de este lugar. 

El nombre 

Al plantearse el estudio acerca del nombre del pueblo, Rodríguez Castillo sigue en todo a Ranz Yubero en su “Diccionario de Toponimia de Guadalajara”, quien dice respecto a Medranda: Las documentaciones del lugar son «MEYDRANDA» en 1242 (Minguella, 1910 I 564) y 1353 y «MEDIANDA» en 1591 (González, 1829, 67). Medranda es uno de los varios topónimos de Guadalajara que indican un `límite, mojón´, señalando el límite entre los arevacos y los belli o entre las Diócesis de Sigüenza y Toledo, derivando del celta *METORANDA (Corominas, 1972 I, 88-89), y ese significado permaneció en la mente de quienes habitaban el lugar a finales del siglo XVI. Pero el autor va más allá, y pone todos los ejemplos que encuentra en la toponimia española, de raíz celta, para demostrar que MEDRANDA significa “frontera”, “límite” lugar donde dos mundos se encuentran. Es curioso que esto suceda en medio de un valle que, geográficamente, está claro que constituye una unidad. Por algo será todo ello. 

 La historia política  

En cuatro líneas puede quedar resumida la historia de Medranda, porque en esencia perteneció, desde los días de la repoblación de la Transierra castellana, a la tierra de Atienza, y luego quedó incluida en la sesma del Bornova, del Común de Villa y Tierra de Jadraque, pasando en calidad de aldea de su jurisdicción al señorío de los marqueses de Cenete y duques del Infantado, en el que estuvo hasta 1812. Durante la Edad Media, reconoció al Rey de Castilla como único señor: de ahí la devoción a los símbolos de la monarquía, campeando por aquí y por allá las coronas y las águilas, las columnas del Non Plus Ultra y las lises borbónicas. Aunque no se recuerda ocasión en que un rey de España cruzara el Cañamares (siempre viajaban por el ancho y cómodo Henares), seguro que alguien de Medranda bajó hasta Jadraque a contemplar el paso, en su día (era 1555) de Su Majestad el emperador don Carlos hacia su anunciado retiro en Yuste. Fue aquel un viaje lento y solemne, un viaje de silencios y lágrimas contenidas, en el que todo un país, aplaudió y contempló como un capitán valiente renunciaba a su corona y tomaba el camino del retiro a un convento, a morir pronto. 

El arte, el patrimonio 

No tiene excesivo patrimonio monumental esta villa. Una plaza amplia, bien cuidada, rural y amable, es el núcleo de su urbanismo en llano. Destaca por su volumen, y por su altura, la iglesia parroquial de Santa María, que muestra triangular espadaña y nada más en cuanto a interés arquitectónico. Curiosas cerrajas de hierro forjado en las cancelas, y el interior, de una sola nave, apoyada su bóveda sobre pilares rematados en clásicos capiteles, despierta interés el retablo mayor, obra de fines del siglo XVII, con adornos de talla de tipo barroco y ocho pinturas sobre lienzo, muy oscuras y sucias, entre las que destaca la central, un magnífico Calvario con tres figuras de buena ejecución, colorido y actitudes, que en todo recuerdan el hacer de la escuela del Greco en Toledo. Tanto las figuras de Cristo crucificado y su madre, como la de San Juan envuelto en ropajes ampulosos y con su mano derecha en la que junta los dedos medio y anular sobre el pecho, hacen pensar en dicha atribución. El Greco trabajó para algunos retablos de la diócesis de Sigüenza: en la catedral hubo uno (hoy desperdigados sus elementos por museos europeos) y en Almadrones otro retablo con apostolado que también ha sido aventado por museos diversos. No es imposible que aquí dejara al menos un Calvario, o que saliera de su taller… solo la documentación podría desvelarlo, y de esa época no ha quedado ni un papel en la iglesia. Lo que sí es cierto es que el retablo es de mucho interés, y que no puede seguir así más tiempo, tan oscuro, tan sucio, tan abandonado. 

En el muro del Evangelio se abre la capilla que fundó el clérigo Pedro Sanz, también en el siglo XVI, cerrada por una magnífica reja de hierro forjado cuyos barrotes con adornos de rombos y crestería del estilo hacen fecharla en los comienzos de dicha centuria, en la que saldría de los talleres rejeros de Sigüenza. 

Bajo el coro aparece una pila bautismal, de piedra tallada, sin duda el elemento más antiguo del patrimonio de la villa. Como siempre, esa pila donde se cristianaron generaciones de medrandenses, es el hito más firme y antiguo de una historia local. 

A la entrada del pueblo destaca la ermita de la Soledad, obra del siglo XVII con portada que presenta doble arco con moldurajes varios. Dedicada en un principio a la Vera Cruz, luego fue nombrada con la advocación que hoy lleva. Tuvo en su interior un buen retablo barroco que desapareció en la Guerra civil. Junto a ella se puso, a comienzos del siglo XIX, el camposanto que hoy ya no se utiliza. Ha recibido en estos últimos años una restauración muy completa que la ha dejado recuperada totalmente, en un entorno agradable y que da buen tono a la entrada al pueblo. 

También es de mencionar la fuente del pueblo, en su plaza mayor, con tres cabezotas talladas de cuyas bocas salta el agua. La última reforma la ha puesto un frontal de piedras limpias y escuadradas, sustituyendo al muy antiguo que, aunque le daba carácter, tenía posibilidades de hundirse. De Tomás Camarillo ha quedado una imagen, muy repetida en los libros, de la fuente de Medranda sirviendo de abrevadero y de lugar de reunión de gentes del pueblo. Sigue siendo un elemento querido, entrañable, de esta villa que ofrece, sobre todo, amistad y buen carácter en sus habitantes. 

Las fiestas de Medranda 

Son muchas las que se celebran a lo largo del año. Por San Sebastián (en estos días) se tenía siempre bullanga. Es esa fiesta que bulle por el pleno invierno que barrunta la primavera (el equivalente de los santos blases y las santas aguedas, un preanuncio carnavalesco) de la que solo ha quedado la esencia en un ágape-merienda multitudinario el sábado más cercano al santo: o sea, mañana. 

Celebra muy animadas fiestas en honor de San Juan, en junio, con tradicionales fogatas y procesión. Ahora se montan espectáculos culturales que animan la jornada. En el verano es la Virgen de la Soledad la protagonista, y antes en la primavera lo fue la fiesta de las Cruces, la bendición de los campos, etc. Esto es, que cualquier ocasión es buena para que los vecinos, los pocos que quedan (109 censados hace un par de años) se reúnan y se cuenten sus aventuras de todo un año.  Más datos sobre esta obra.

Apunte bibliográfico 

 

Un libro que nace 

El libro que mañana se presenta es el titulado “Historia de Medranda” y su autor es José Ignacio Rodríguez Castillo. Según nos dice en la solapa del volumen, vecino del pueblo, aunque nacido fuera, en los años en que todo el mundo se marchó. Sigue enraizado allí, y ha escrito esta obra, de 240 páginas, que ha editado AACHE y puesto como número 77 en su colección “Tierra de Guadalajara”. Se estructura, de forma clásica, en los sucesivos temas de la Geografía, la Historia, el patrimonio artístico, las costumbres, y las anécdotas relativas a las instituciones y los edificios viejos: el molino, la martiniega, las fuentes, el camposanto, las ermitas… Muchas fotografías para ilustrarlo, algunos documentos y la correspondiente bibliografía tras cada capítulo. Un libro serio, que pone a Medranda en su sitio.