Una ciudad perdida: Villavieja en Trillo

viernes, 19 noviembre 2010 1 Por Herrera Casado

Cuando vuelvan los buenos años, el tiempo nuevo de la inversión en cultura, seguro que habrá quien proponga que Villavieja en Trillo sea uno de los lugares en los que se instale un Parque Arqueológico, porque ese es un lugar en el que se conjuntan todos los ingredientes para que la Historia Antigua se muestre, y los pretéritos siglos nos entreguen su voz clara, todo ello desde un espacio natural espléndido, rodeado de una Naturaleza privilegiada. Yo ya lo propongo, para cuando haya dinero.

El cerro de Villavieja sobre Trillo

El cerro de Villavieja, sobre el Tajo que bordea a Trillo.

 A la orilla derecha del río Tajo, frente a las Tetas de Viana, tras haber dejado atrás los baños de Carlos III, frente a ellos aún, se alza un cerro acantilado, valiente, rojizo, muy testigo, muy en alto viéndolo todo, sobre el pueblo de Trillo: es Villavieja, la que todo lo domina, la que desde su altura nos da unas vistas panorámicas espléndidas, y en sus entrañas esconde misterios y largas parrafadas de historia vieja, de tiempos iberos, de mesnadas medievales.

Por razones familiares voy todas las semanas a Trillo, y todas las semanas me asombro de este gran enclave arqueológico que está como dormido. Allí, a este lugar le llaman también “la ciudad de Capadocia”, porque autores antiguos, asombrados de su situación, y ante la evidencia de haber sido una población consistente, pensaron que habría sido sede de alguna ciudad importante de la Antigüedad, incluso de esas que menciona la Biblia, o los cronistas de Carlo Magno.

En realidad, se conoce desde hace muchísimo tiempo su importancia arquológica, y las excavaciones que en los últimos años, muy de poco en poco, se han ido haciendo, han desvelado el inicio de lo que seguro ha de ser un potente yacimiento que espera (y está entre los primeros de la lista) su oportunidad de afloramiento.

 El asentamiento

Para elaborar este artículo, he tomado como principal referencia el reciente trabajo de investigación sobre la ciudad de Villavieja que ha publicado en la «Revista de Trillo» el arqueólogo Antonio Batanero Nieto, quien ha escrito ampliamente sobre este tema*. Puede decirse que es él, hoy en día, quien más sabe de este enclave.

Ya don Casimiro Gómez Ortega, uno de los científicos de la España carolina, en 1778 escribía su libro  “Tratado de las Aguas Termales de Trillo» y en él refería que este era el lugar donde había asentado la ciudad de Bursada, de la que habla Plinio en su tercer libro sobre la Geografía de España. Al final de este trabajo inserto las palabras de Gómez Ortega, porque tienen su gracia, sobre todo por lo que fantasea.

La realidad es palpable para cualquiera que se acerque y decida pasar un par de horas trepando por las rojizas rocas de este cerro. Amesetado y largo, calculo que tiene unos 500 metros de longitud en su parte más alta, y en la más ancha llega a ocupar unos 100 metros, siendo más estrecho cuanto más se acerca a su extremo oriental, que es el que más acantilado se asoma sobre el Tajo. Allí es inaccesible, y su altura ronda los 70 metros sobre el río.

Sin embargo, por el lado oeste, es mucho más suave, y la falda del cerro está aterrazada desde antiguo, gracias a muros que forman bancales, y que desde hace siglos sirvieron para cultivos de árboles frutales, viñas, olivos, etc. Dada la estructura y colocación de las piedras en esos bancales, los estudiosos han pensado que pudiera remontarse el origen de esos aterrazamientos a la época árabe, o incluso visigoda. Nada raro, teniendo en cuenta que en unas excavaciones de hace años aparecieron en esa zona algunas piezas ornamentales de época visigoda.

Se puede distinguir en el conjunto de Villavieja una parte alta, en la empinada cima del rocoso cerro, que sería la acrópolis o castro habitacional, y una parte baja, cerca de la carretera que hoy pasa bajo el cerro, y próximo a los aterrazamientos, que sería la necrópolis o lugar donde se enterraban los muertos, durante muchas generaciones.

En la parte alta se distingue un basamento ciclópeo que podría corresponder a la entrada del castro, en su extremo norte, de donde partiría una muralla no demasiado alta, pues la postura fortificada del cerro no la hacía necesaria. El interior de la acrópolis muestra todavía los trazos de sus calles y los relieves de los bajos muros de lo que serían sus viviendas. Todo ello muy deteriorado, muy perdido, pero con indudable trazado que hasta los más antiguos que lo vieron así devastado ya pensaron en que aquello fue alguna vez una ciudad. Y muy importante, según ahora veremos, para algunos historiadores.

Citas de autores

La mayoría de los autores, entre los siglos XVIII y XX, que hablan de Villavieja, eran viajeros que habían llegado a Trillo en busca de salud y/o descanso, a disfrutar de la tranquilidad del Real Balneario de Carlos III, que se puso de moda desde la época de este monarca Borbón. Buena parte de esos viajeros eran gente erudita, adinerada, con tiempo suficiente y rentas de las que permiten a un ser humano poder pensar sobre lo que le rodea sin tener que preocuparse de ganarse el pan y el de sus hijos cada día.

Recordamos algunas referencias que esos autores hacen de Villavieja. Dice Juan de Rejusta, en 1768, que a este cerro los del pueblo lo llamaban “Ciudad de Capadocia”. Así: “La Villa de Trillo se halla situada en un valle orilla del Río Tajo cercada de cuatro cerros en la inmediación hay un cerro que dicen se llamó en tiempos Capadocia y hay vestigios de algunas casas y hoy hay allí una ermita de San Martín”.

El gallego don José Andrés de Cornide y Saavedra, sabio donde los haya, en su periplo por la arqueología de la Alcarria, habla largo y tendido de este lugar, que visitó, opinando que se trataba de la ciudad de Contrebia. Hay que saber que en siglos pasados, la erudición no se limitaba a describir y conjeturar, sino que tenía que aportar soluciones para ser tomada en serio. Eso es lo que hace Cornide con Villavieja. Escribir esto: “…en el cerro que Don Casimiro Ortega dice está algo más de una milla de Trillo y en el qual cree, según informe de Don Francisco Fuero, que pudo haber estado la antigua po­blación denominada Bursada (…) Este cerro, a que he subido, forma como un procurrente o península escarpado y rodeado por el Tajo por Oriente y Mediodía, y queda comprendido entre Trillo y sus baños. En él no hay vestigio de población romana, o morisca pero sí de pe­queñas casas de calles o senderos intermedios, aquellas de piedra incierta tomada con tierra o mezcla muy deteriorada. Yo creo que puede haber sido población celtibérica, defendida solo por la naturaleza y por el esfuerzo de sus naturales, y por varias reflexiones que hago en mi nota de la Celtiberia y sus ciudades en la Memoria de Cabeza de Griego me inclino a que hubiese sido Contrebia.»

Por entonces visitó este lugar el Conde de Cabarrús, quien se ocupó con gentes de Trillo de buscar y encontrar alguna lápida de epigrafía romana. Al siglo siguiente fueron aún más numerosos los viajeros y buscadores. Quien redactara el capítulo sobre Trillo en el gran diccionario de Pascual Madoz, dice del lugar que «Esta población que probablemente debe su origen y nombre, como su importancia, a las célebres aguas que posee es antiquísima, aun  que trasladada del sitio llamado Villavieja, donde se conservan las ruinas de su exis­tencia primitiva, en la que fue considerable, mencionada por Ptolomeo en la región de los carpetanos, con el nombre de Thermide, de donde ha venido a decirse Trillo”. Elucubración exagerada a todas luces, porque además el origen etimológico de Trillo no puede ser más claro, atendiendo solamente a la evolución de las palabras de nuestro idioma: Trillo = Torrillo, o sea, lugar junto a una pequeña torre que vigilaba el río y un puente.

A mediados del siglo XIX es don José María Escudero de la Peña, erudito viajero que nos dejó una magnífica Crónica de la provincia de Guadalajara hoy recuperada en edición facsímil, de la original de 1853, quien nos dice que «En las cercanías de la actual villa de Trillo, en el despoblado de Villavieja, existen las ruinas de la antigua Thermida, cuya reducción a Trillo no se hace difícil, teniendo en cuenta las graduaciones que le aplicó Tolomeo en la parte más septentrional de la Carpetania, rayando con los arévacos de Sigüenza, y su nombre derivado del de Thermos, calor, refi­riéndose a sus famosas aguas”.

 Hallazgos epigráficos

 Aparte de la piedra encontrada por Cabarrús, hoy perdida, sabemos que a finales del siglo XIX el entonces Cronista Provincial, Juan Catalina García López, encontró en la ladera de poniente una gran estela con dibujo y caracteres, que él se ocupó de hacerla llevar al Museo Arqueológico Nacional, donde aún se guarda. La vemos junto a estas líneas. Difícil es su lectura, y nosotros no vamos a tratar de enmendar la plana a nadie sobre este particular, por no ser especialistas. Según nos dicen los que saben de esto, bien pudiera tratarse de una lápida funeraria o de una inscripción votiva de culto al dios Mitra. El señor García López nos decía al respecto que: «hasta que la tradición fue confirmada por una lápida romana que yo recogí en aquel sitio en 1889 y la que dice de esta manera:

 SOL. AVG. V
DIO. G. LIB.
 S.I.

(Soli Augusto Dio Glai libertus solvit libens Imerito)».

Esta lápida es de piedra arenisca, y está rematada en semicírculo. De 70 cms. de longitud, presenta una especie de rosetón en la parte alta, con las letras de 5 cms. profundamente talladas, y que según los más recientes analistas, vienen a decirnos que se trata de una estela funeraria de la segunda mitad del siglo II puesta en su día sobre los restos del liberto Cayo Cornelio.

Más adelante, el propio Layna Serrano visitó Villavieja, y poco antes de la guerra, en 1935, encontró otra gran pieza arqueológica que fotografió, y aunque tampoco se conoce su paradero, el recuerdo ha quedado en los archivos fotográficos del que fuera Cronista Provincial. Se trata de una gran piedra tallada en cuya fotografía Layna escribió de su mano: «Friso romano hallado en el lugar que llaman Capadocia, Trillo«. Sin duda perteneció a un edificio más o menos grande, como parte de un friso, o altar, y es la evidencia de que Villavieja no es un invento de los alcarreños, sino el lugar donde asentó una ciudad de importancia, muy evolucionada a lo largo de siglos y siglos. Un lugar, sin duda, que tiene un gran futuro en cuanto a estudios y excavaciones.

Lo mismo ocurre con la parte que llamamos necrópolis, y que está junto a la ermita dedicada a San Martín, que sin duda fue erigida sobre los restos de un antiguo templo pagano. La zona está muy estropeada por labores agrícolas y expoliada por buscadores de tesoros. Los arqueólogos Izquierdo Benito e Izquierdo Bertiz hicieron en el último cuarto del siglo XX una campaña de excavación que arrojó interesantes hallazgos y permitió sacar conclusiones superficiales. Como nunca se llegó a apostar por el estudio académico de Villavieja y su necrópolis, algunos espontáneos han buscado por su cuenta y han llegado a encontrar tres tumbas de inhumación cubiertas por losas de piedra, apareciendo en sus ajuares elementos de adorno y por supuesto huesos, que una vez analizados por los Izquierdo, y con el conocimiento de las autoridades culturales de la zona, permitieron concluir, por el momento, que aquello podía fecharse en la transición del mundo visigodo al altomedieval y concluyendo que la ermita de San Martín habría sido en su origen un antiguo templo ligado al poblado de Villavieja. Finalizan clasificando la urgencia de los trabajos arqueológicos dado el peligro que presentaba la necrópolis de seguir siendo expoliada.

Los estudios de Izquierdo Benito e Izquierdo Bertiz se publicaron en la Revista Wad-al-Hayara en 1977, y desde entonces no se han hecho campañas en el lugar. Es sin duda importante que se planifiquen, porque el lugar puede dar muchas sorpresas a nada que se excave con método. Hace solamente cinco años, una empresa de telefonía destrozó bastante el entorno para construir un camino que llevara a sus vehículos hasta las antenas colocadas en la cumbre de la vieja ciudad. Este es un caso habitual en nuestro país: empresas de telefonía (no hace falta dar nombres, porque se pasan todo el día, eme que eme, dando la tabarra con publicidad engañosa) que arrasan yacimientos arqueológicos, y luego no tienen un “encargado” que pueda dar explicaciones acerca de una simple avería en las comunicaciones de una ciudad.

El caso es que para los visitantes de hoy, el entorno puede fascinarles por la belleza paisajística, por la estructura de enclave habitacional muy antiguo, y por saber que están pisando, cuando por allí discurran, tierras que durante siglos fueron lugar de habitación, de culto y de promesa de mucha gente, antecesores nuestros.

 Lo que escribe Gómez Ortega sobre Villavieja

En su clásico texto “Tratado de las Aguas Termales de Trillo”, de 1778, el científico Ortega nos dice así de Villavieja: “…Pero no falta quien presuma que ya en tiempo de los Romanos era Trillo una de las mas famosas ciudades de España, discurrien­do con los argumentos siguientes. Al oriente de Trillo, a poco más de una milla de distan­cia, se registra una montaña, que conserva por tradición entre sus moradores el nombre de Villa vieja (…) …se pudiera conjeturar con grande verosimilitud haber estado fundada en la referida montaña la ciudad de Bursada. Habla Plinio en el lib. 3 Cap. 3, de los pueblos Bursorenses, y dice que eran de la España Citerior, y tenían por confines, o aledaños a los pueblos Calagurritanos, y a los Complutenses; y aunque esta noticia no sea suficiente para dar fixa situación a la ciudad de Bursada, sirve mucho para conducirnos a examinar donde la colocó Claudio Ptolomeo en sus Ta­blas de Europa. En la segunda fixa el Mapa de la antigua Provincia Cartaginense, en el qual comprebende dentro de los pueblos Celtíberos a Cesada, que es hoy la villa de Hita, a Ercávi­ca, conocida por la Hoz de Peñaescrita, como lo demostró el doctor Francisco Antonio Fuero en su sitio de la antigua ciudad de Ercávica y también incluye a Bursada que coloca a los 40 grados y 50 minutos de latitud, los quales convienen puntualmente con la situación de Trillo”

* Batanero Nieto, Antonio: Hallazgos epigráficos en el cerro de Villavieja. Trillo (Guadalajara), en «Actas del Segundo Simposio de Arqueología de Guadalajara». Molina de Aragón, 20-22 abril 2006, publicado en 2008, pp. 223-244.