Budia: un convento en ruinas

viernes, 29 octubre 2010 0 Por Herrera Casado

Entre las escondidas joyas que la Alcarria tiene, por Budia encuentra el viajero las ruinas de un convento, que son evocación y canto de un tiempo antiguo. Como todos los románticos espacios ruinosos en los que la religión monacal dejó sus huellas, este de Budia nos da la estampa del tiempo ido, nos habla de carmelitas, de Santa Teresa, de templos altísimos y barrocos altares. El tiempo borró su brillo, pero hoy se quiere recuperar, y el Ayuntamiento budiero está poniendo todo el empeño por sacarlo del olvido.

 Libro sobre el Convento de Budia

Pasado mañana domingo, 31 de octubre, tendrá lugar en Budia, a la tarde, la presentación de un libro que habla de ruinas, de historias, de tiempos pasados que se quieren evocar ahora. Con el impulso del Ayuntamiento de la localidad, se ha construido y se pondrá en las manos de quienes asistan, un libro muy completo en el que aparece la historia, las imágenes, los problemas y el futuro del que fuera Convento Carmelita de Budia, una institución curiosa porque fue al mismo tiempo fábrica de prendas de vestir, y un extraordinario ejemplo arquitectónico de la arquitectura barroca, ahora deslucida por los estragos que el tiempo y el abandono han dejado sobre su piel.

La decidida voluntad del Ayuntamiento budiero de poner otra vez en pie, y vivo, este edificio para uso del pueblo y la comarca, está en la razón de este libro, que es algo más que 100 páginas de historias e imágenes.

Un convento en lo más alto

Fue el de Budia un convento de corta vida pero siempre muy querida de sus vecinos, quienes procuraron hacer la vida amable a sus religiosos huéspedes.

Tuvo su origen en la piedad netamente popular: varios vecinos de Budia habían entregado, en el primer cuarto del siglo XVIII algunas cantidades para fundar con ellas un convento de la Orden Carmelitana reformada. Puestas en renta dichas cantidades, producían al año 13.956 reales de vellón. Por otra parte, donativos o compromisos de otras personas, ascendiendo a 12.000 ducados, llevaron al provincial de la Orden, fray Bernardo de San José, a presentar en 1732 la formal solicitud de levantar en Budia una nueva casa del Carmelo, en la que podrían vivir cómodamente más de 15 religiosos, sin necesidad de acudir a la limosna pública.

Accedió el obispo seguntino, el franciscano fray José García, unos días después, como el año anterior lo había hecho el duque del Infantado, señor del pueblo, y en agosto de 1732 lo hacía el Consejo Real. Fueron rápidos en el construir, si es que no se habían aparejado ya vecinos y frailes en ir construyendo desde antes. El 22 de octubre de ese año 1732, ya estaba levantado el cenobio: casa conventual y hospicio anejo, se congregaban en torno a una grandiosa iglesia a la que se trasladó el Santísimo desde la parroquia con mucho boato y popular festejo. Quedaba así instituido el Convento de la Concepción de Nuestra Señora, siendo general de la Orden el padre Antonio de la Asunción, y quedando incluido en la Provincia del Espíritu Santo, que correspondía geográficamente con la región de Castilla La Nueva. Fue la última fundación carmelitana que se hizo en la provincia de Guadalajara.

De los documentos que sobre este convento hemos podido encontrar en el Archivo Histórico Nacional, Sección Clero, resaltamos la donación que a la hora de su fundación, en 1732, realizó la marquesa de Campoflorido, de un gran conjunto de pinturas, esculturas y relicarios destinado a adornar uno de los brazos del crucero de la iglesia. También por entonces el Duque de Beragua donó la fabulosa suma de doce mil ducados de vellón para mejorar su edificio eclesial.

Tranquila fue la existencia de este convento a todo lo largo del siglo XVIII. A mediados de él, concretamente en 1747, se trasladó desde Madrid la casa de profesos, siendo un prior, nueve religiosos y seis legos conventuales los que la habitaban. Ya finalizando la centuria, en 1796, quiso la Orden carmelitana probar fortuna nuevamente poniendo en este convento de Budia una modesta fábrica para hacer en ella sayales de las religiosas y religiosos. En otras casas y en otras ocasiones se había intentado ya, pero con muy escaso éxito. Se contaba ahora con la tradición probada de las industrias laneras y de buenos paños que habían existido en la alcarreña localidad, y así, en el Capítulo de 1796, se acordó “que para su establecimiento se tomen a censo 50.000 reales, hipotecando todos los bienes de la Provincia, dando plena autoridad al definitorio provincial sobre la disposición y giro de esta fábrica”. El experimento comenzó a funcionar y, mal que bien, y renovando frecuentemente de religioso organizador, se llegó como pudo a 1814, en que, después del mucho sufrir en la Guerra de la Independencia, el obispo de Sigüenza se propuso comprar la fábrica de tejidos de estos religiosos, poniendo por condición que continuase el hermano Pedro de San Antonio al frente de ella. El Capítulo Provincial accedió a este deseo, pero el obispo no llegó a comprarla finalmente. En 1820 se nombró al padre Julián de San Jerónimo administrador de la fábrica, a quien debían rendir cuentas los dos religiosos que en ella trabajaban. En 1824 se decidió se fabricase solamente sayal pardo o blanco, nunca paño.

La destrucción de los franceses

La Guerra contra los franceses fue dura en toda la Península, y Budia no escapó a sus horrores. Llegaron, pues, las tropas francesas a Budia en enero de 1809. Ante las noticias de su inmediata llegada, y los desmanes de brutal salvajismo a que sometían a ciertos sectores de la población, en especial del estado religioso, decidieron los carmelitas de la Concepción de Budia abandonar su convento, dejando únicamente a dos miembros de la comunidad entre sus muros. Llevaban los frailes cálices y custodia, resignándose a perder algunas cosas, como altares, sagrario, copones, etc., que destrozaron los invasores nada más llegar. De vez en cuando aparecía una columna francesa por Budia, y aprovechaban la fábrica del Convento como cuartel. Finalmente, en 1814 volvieron los religiosos. Ignorando seguramente lo poco que le quedaba de vida al convento. Fue su último prior fray Cristóbal del Niño Jesús, pues la Desamortización de Mendizábal dio la puntilla y llevó a la ruina esta fundación con tanto sabor teresiano. En esa ocasión, el edificio entero, con su huerta, pasó a poder de particulares. Aunque previamente, desde 1842, se decidió dedicar el convento a hospital y escuela de la villa, la Diputación Provincial se opuso, y exigió que todo saliera a subasta. Así fue que en 1847 lo adquirió doña María Isidra Pastor, vecina de Madrid, en la cantidad de 140.000 reales, quedando de todos modos la iglesia para el culto y uso de cementerio, como hasta hoy ha permanecido.

Imagen del pasado

Lo que hoy queda del gran edificio conventual de los carmelitas, se sitúa en las afueras del pueblo, a occidente del mismo. En una meseta amplia que forma la montaña en declive, se ve hoy la estructura de la iglesia conventual, con su magnífica fachada todavía en pie, aunque con amenazadores signos de ruina. Se trata de un ejemplo muy importante y característico de la arquitectura carmelitana del siglo XVIII español, en la línea de las fachadas conventuales de Avila, Madrid y Guadalajara que en la anterior centu­ria trazaron y construyeron varios monjes carmelitas. El convento de Budia, se fundó ya en el siglo XVIII (1732), siendo levantado el conven­to e iglesia inmediatamente después, pero su tradición arquitectónica y artística pertenece en todo a la centuria anterior. Es sin duda una de las últimas grandes fábricas conventuales trazadas de acuer­do con el modo de la Orden, y que no dudamos que sería diseñado por un tracista oficial de la misma. Según el estudioso del arte carmelitano José Miguel Muñoz Jiménez, este edificio de Budia pudiera ser obra de fray Pedro de la Visitación (activo en Castilla la Vieja entre 1710 y 1715), de fray Juan de Santa Teresa, natural de Pozal­dez (Valladolid) y autor del magnífico convento de los carmelitas de Padrón (La Coruña) en 1729, o del navarro fray José de los Santos quien en 1753 trazó y dirigió la fábrica de convento e iglesia de las carmelitas de Santiago de Compostela. En todo caso, no puede descartarse que fuera trazado por algún artífice no identificado que ocupara el cargo oficial de tracista de la provin­cia de Castilla la Nueva, que si bien fue la región pionera en la expansión carmelitana, a mediados del siglo XVIII apenas conoció la construcción o reno­vación de conventos e iglesias.

El cuerpo central de su fachada presenta tres arcos bajos de acceso, hoy cerrados de una verja. El central se escolta de planas pilastras, y se remata con vacía hornacina. Sobre ella aparece un enorme ventanal escoltado de almohadillado, que tenia por misión dar luz al coro, y sobre ella todavía gran remate triangular con bolones. Esta fachada ofrece la habitual com­posición de un rectángulo central y sendos cuerpos laterales unidos al primero por aletones curvos. Si bien las líneas generales pertenecen al Manierismo clasicista, a la sazón anacrónico, la planitud del hastial se adorna de los elementos acostumbrados, pero de magnífico efecto en la bicromía de su elegante caliza sobre los muros de blanco enfoscado. El tripórtico, la ventana del coro, la hornacina superior, así como los óculos en elipse, todo responde a un diseño preciosista y depurado, propio del último barroco hispano. El interior, del que solo quedan los muros, y muy deteriorados, es de una sola nave con capillas laterales, comunicadas entre sí, por lo que podría también decirse que es de tres naves. Era esta la planta canónica de los templos carmelitanos, con una cruz latina muy precisa, nave única, capillas laterales, brazos del crucero muy cortos, y gran desarrollo de la cabecera, de planta cuadrilátera.

De las obras en él contenidas, poco se sabe y nada queda. Hemos podido encontrar un dato: en la iglesia de la Bodera se encuentra una imagen de la Virgen del Carmen con una inscripción que nos indica su procedencia del Convento de Carmelitas Descalzos de Budia. Y en el Museo Provincial de Guadalajara, entre los muchos fondos que contiene, existe un cuadro de la “Adoración de los Pastores” de autor desconocido, que procede de este convento también, de cuando la Desamortización.

El libro que nos llega: El convento carmelita de Budia

El libro que se presenta el domingo lleva por título “El Convento Carmelita de Budia. Memoria y Esperanza”. Son sus autores Juan José Bermejo Millano y Antonio Herrera Casado, añadiendo el nombre de Aurelio García López como coautor al haberse encargado este investigador del capítulo relativo a la Fábrica de Sayales de este cenobio. El libro tiene 104 páginas, está encuadernado en tapa dura, y ofrece numerosísimas ilustraciones en color, que sirven para completar a la información exhaustiva que sobre la historia, el arte y las anécdotas de este convento se han ido forjando a lo largo de los siglos.

En la presentación de la obra, intervendrán los autores, además del profesor García de Paz, y Ana María Sánchez, alcaldesa de la villa de Budia.