Un viaje a Viso del Marqués

viernes, 27 agosto 2010 0 Por Herrera Casado
En estos días, todavía largos, del verano, cabe la posibilidad de hacer una excursión por la tierra ancha de la Mancha, y llegarnos hasta el último confín de la Autonomía, frontera casi de Jaén, pero lugar donde la maravilla del arte pone contrapunto a la simpleza del paisaje.  

Si nuestra región puede presumir de algo, es de patrimonio monumental, cuestión heredada de antiguos siglos y de manos generosas, que hoy, al menos, se intenta mantener. Uno de esos lugares, increíbles a fuer de sorprendentes, es el palacio del Marqués de Santa Cruz, en Viso del Marqués. Allí nos vamos, echándole al menos dos horas y media de viaje, desde Guadalajara, y otras tantas de vuelta.   

Imagen de la Ciudad de Argel, uno de los cientos de pinturas que adornan las techumbres del interior del palacio de don Alvaro de Bazán en El Viso del Marqués (Ciudad Real)

 

Un lugar manchego   

Al sur de la provincia de Ciudad Real, no lejos de la autovía de Andalucía, d ela que hay que apartarse a la altura de Almuradiel, se encuentra el Viso del Marqués. La plaza del Pradillo es la más grande de la población, y en ella se conjuntan sus mejores edificios: la iglesia parroquial de la Asunción por un lado, y el palacio del Marqués de Santa Cruz. En su centro se alza la escultura en bronce de Don Álvaro de Bazán, capitán general de galeras del rey Felipe II y primer marqués de Santa Cruz. Vencedor en Lepanto, tomó gran afición a esta villa de la que fue señor, beneficiándola de muchas maneras, pues construyó el primer convento de la Orden Franciscana de Capuchinos en España, así como su propio palacio, siendo patrono de su iglesia parroquial.   

Gran marino y militar, don Alvaro de Bazán fue llamado “padre de los soldados”. Así lo asegura Cervantes, que fue soldado a sus órdenes en la batalla de Lepanto contra los turcos. Tras ello fue nombrado por el rey Felipe II Capitán General de la Mar Océana, y le llegó la muerte cuando preparaba la invasión de Gran Bretaña.   

El palacio del marqués de Santa Cruz en El Viso es un ejemplo extraordinario de palacio renacentista muy influido por los modos constructivos italianos. El momento de su construcción abarca de 1564 a 1588, siendo su arquitecto diseñador Enrique Egas el Mozo, en 1562. Y luego fue Giovanni Battista Castello il Bergamasco, quien dirigió el proyecto, ayudado de otros maestros menores, algunos italianos.   

Tiene planta cuadrada, de grandes dimensiones, y sus muros están construidos de ladrillo, piedra rodada, cantería en algunas esquinas y mármoles preciosos extraídos del término de El Viso, en sus partes más nobles. El interior del palacio del marqués de Santa Cruz conjuga influencias netamente italianas con tradiciones españolas. Pero lo más precioso es el patio.   

El patio   

La entrada en este patio da una sensación de solemnidad y belleza que deslumbra, sobre todo por el contraste que supone con la pobreza de elementos de la fachada exterior.   

Tiene dos niveles de arcadas semicirculares, siendo las del nivel inferior de orden dórico, en forma de anchas pilastras, y las del superior de orden jónico, con balaustres y pasamanos, todo de mármol. De este patio surge la escalera que asciende a la galería y estancias superiores, que son las más nobles y donde se ofrecen las pinturas que han hecho famoso a este edificio. Esta escalera es de doble tramo, y en ella sendos lunetos que albergan cada uno una estatua colosal, representando una de ellas al propietario, don Alvaro de Bazán, bajo la figura de Marte, y la otra al almirante Andrea Doria, bajo la figura de Neptuno.   

Las pinturas   

Lo esencial de este palacio, el motivo de su fama, aparte de la bella conjunción arquitectónica del edificio y sus contenidos como zaguán, patio y escalera, son las pinturas que lo adornan. En gran profusión ocupan sus muros y techumbres y son tan abundantes y varias sus temáticas, que sin duda este palacio se alza como el más importante elemento de pintura mural de carácter civil en toda España.   

El programa iconográfico de este inmenso conjunto pictórico tiene como finalidad la exaltación de las empresas militares del marqués de Santa Cruz y de sus antepasados. Y lo hace con representaciones de temas mitológicos y campañas militares. En el zaguán se representa la leyenda de Neptuno, dios del mar, y “patrón” por decirlo de alguna manera, del propietario, que es gran marino.   

Junto al zaguán, hay dos saletas también con pinturas en sus techos, tomadas de las Metamorfosis de Ovidio y el Asno de Oro de Apuleyo. En la sala occidental aparecen Venus y Adonis y en la oriental Apolo y Coronis.   

En las galerías del patio se ven representadas ciudades en las que don Alvaro realizó sus hazañas: Ceuta, Tánger, Marbella, y Navapico. En los ángulos, alegorías de España y los Estados Pontificios, rodeadas de las ciudades de Burgos, Toledo, Granada, Sevilla, Venecia, Génova, Nápoles y Roma. Acompañadas a su vez de las figuras de Carlos V, Felipe II y Pío V. Enfrente, las naciones enemigas: Francia, Turquía, con sus ciudades más importantes, Paris, Marsella, Lion y Bolonia, más Damasco, Constantinopla, El Cairo y Argel, y los monarcas Enrique IV y Selian.   

En las salas bajas aparecen escenas de la leyenda de Ulises, sus compañeros, y sus aventuras. Al lado opuesto se encuentra la Sala de los Cuatro Elementos dedicada a Escipión. En las bóvedas de la escalera, entre prominentes estucos, se ven los siete pecados capitales (Vanidad, Gula, Ira, Avaricia, Lujuria, Envidia y Pereza) más la Ignorancia, frente a otros tantos Trabajos de Hércules: así se pinta la lucha eterna de la Virtud contra el Vicio, y dando de nuevo valor a la que se supone idea de buen ciudadano de don Alvaro de Bazán.   

En la escalera, las bóvedas albergan luego escenas variadas de la historia de Roma, como es la propia historia de su fundador Rómulo, la Coronación de Numa Pompilio, el asesinato de Julio César, la construcción de la Mole Adriana, y la historia de Mucio Scévola. Surgen aquí también las alegorías de la Gloria y la Fama, muy utilizadas en lugares de acceso y paso.   

Ya en las salas del piso superior, en los salones altos, las inmensas colecciones pictóricas que suponen la formación de la Sala de Portugal, con las escenas del asedio por mar a Lisboa, los generales y personajes que participaron, vistas de la costa, etc. Esta sala es toda ella pintura, color, acción y memoria. Tanto en su bóveda como en sus paredes, aparecen escenas de la toma de Lisboa y otras ciudades, vistas desde lo alto. Todas ellas se conforman en la campaña que se inició en Cádiz en julio de 1580 y acabó el 28 de agosto de 1581. También aparecen representados personajes vinculados a las batallas de esta campaña, que son Felipe II, el duque de Alba, Pedro de Médici, Próspero Colonia, Carlo Spínola, Bernardino de Mendoza, el Prior de Hungría, Hernando de Toledo, Alonso de Bazán, Alonso de Leiva, Juan de Cardona y el marqués de Santa Cruz.   

En el Salón de Linajes, los muros y bóvedas se llenan con retratos del pasado, árboles genealógicos y alusiones al mito de Hércules. En el centro de la bóveda del Salón de Linajes, aparece la escena que da nacimiento a la nobleza del apellido Bazán: es el momento en que don Alonso González de Baztán, en el año 882, libera al rey de Navarra Sancho Abarca Tercero del poder de los franceses, y este en premio le mandó dejar sus armas y tomar las del tablero de damas. Es muy curiosa la disposición de las pinturas de esta sala, pues recorriendo la bóveda, y simulando una balaustrada, asoman a ella, emparejados con sus esposas, los antepasados de los Bazán, que se identifican fácilmente por los carteles que bajo ellos corren.   

Los autores de la maravilla   

Por lo que respecta a los autores del conjunto pictórico, debemos decir que fue su principal artífice el piamontés Cesare Arbasia, que vivió en El Viso entre 1576 y 1589. Tuvo lógicamente muchos ayudantes, destacando entre ellos la amplia familia de los Peroli. En los documentos, Arbasia es denominado el maestro. También trabajó en el grupo el castellano Mohedano. Arbasia, que trabajó antes en Roma (Vaticano), Florencia (la catedral Santa María dei Fiori) y otros lugares de Italia, fue traido a España por Pablo de Céspedes, y se ocupó primero en grandes programas iconográficos para las catedrales de Málaga y Córdoba. Arbasia es sin duda un pintor completo, pues hace retratos, paisajes, batallas, arquitecturas, y en Córdoba y Málaga grandes programas de temática religiosa.   

La intencionalidad del conjunto de pinturas que tapizan paredes y techos de este palacio, es la de exaltar las empresas militares del marqués de Santa Cruz y sus antepasados, aunque sin duda la armazón ideo­lógica estaba basada en un complejo mundo de erudición y sabiduría humanista.   

El jardín   

Un romántico jardín surge en el costado occidental del palacio. En él encontramos, además de una bellísima serie de azulejos talaveranos, modernos, descriptivos de escenas de guerra renacentista, adosadas al muro del palacio las esculturas funerarias de los marqueses: las estatuas sepulcrales de don Alonso de Bazán y de su esposa doña María de Figueroa, pertenecen al primer tercio del siglo XVII. Fueron ejecutadas para ser puestas en el Convento de la Concepción de El Viso del Marqués, pero finalmente se pasaron a este lugar que les da dimensión más personal. Fueron talladas por Antonio de Riera, escultor catalán próximo a la Corte, por las que cobró mil ducados. El diseño arquitectónico de los nichos que  cobijan las estatuas son de la acreditada mano del arquitecto carmelita Fray Alberto de la Madre de Dios, y fueron realizados por los canteros Martín de Azpillaga y Francisco de Mendizábal. Están los marqueses en actitud orante, arro­dillados sobre el reclinatorio. Son obras ejecutadas en mármol blanco, que con­trastan con el gris azulado de los nichos, destacando el tratamiento de las telas y la minuciosa decoración de los vestidos.   

Avatares hasta hoy mismo   

Como muchos otros edificios capitales del arte español, este palacio del marqués de Santa Cruz vivió épocas penosas. Sirvió en ocasiones como hospital de guerra; se usó para albergue de mendigos y peregrinos, que hacían lumbres en sus salones, deteriorando sus pinturas. Durante la Guerra Civil española se usó como granero y almacén de intendencia, por lo que los frescos se dañaron aún más. Después de la Guerra se usó como escuela del pueblo. A partir de 1948, en que se creó el Museo-Archivo General de la Armada Española, se comenzó a restaurar y acondicionar para servir de sede a dicha institución, y en 1950 se abrió finalmente para este uso. Sus propietarios, los descendientes de los marqueses de Santa Cruz, lo alquilaron al Estado por la simbólica cantidad de una peseta al año.  Su actual propietario, el duque de San Carlos, mantiene esa concesión al Estado. El Palacio se encontraba en aquellos momentos en unas condiciones lamentables, pero poco a poco la Marina fue restaurando todas y cada una de las salas, instalando en la planta baja su Museo-Archivo General. Se puede realizar la visita del edificio en horarios de mañana y tarde todos los días de la semana excepto lunes.