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julio, 2010:

Viajeros extranjeros por Guadalajara

La pasada semana, en el contexto de uno de los Cursos de Verano que organiza la UNED en nuestra provincia, fui invitado a hacer una reflexión, y un recuerdo, en torno a los viajeros que durante siglos pasados han recorrido la tierra de Guadalajara, anotando de ella anécdotas, sorpresas o simplemente lo más evidente para todos: la estructura de sus pueblos, lo notable de sus monumentos y la forma de ser de sus gentes.

El curso se denominaba “Viajes, literatura y periodismo” y mi charla “Mentalidad viajera: viajeros extranjeros por Guadalajara” de la que quiero extraer aquí cuatro mínimos apuntes porque seguro que van a interesar a más de uno.

El patio de los Leones, del palacio del Infantado, por Doré

Los caminos de la provincia

En tiempos pasados la gente atravesaba la provincia más o menos por donde hoy se hace. De tal modo, que en el recuerdo de la mayoría las tierras de Guadalajara quedaban en la retina como un páramo inacabable de tierras pardas, algunos bosquecillos de robles y chaparros, y una línea azul de montañas en la lejanía del Occidente. El recuerdo más concreto era una fonda, una venta, un mesón, algún convento, para muy pocos un palacio, o una casa de labrador rico.

Tres caminos fundamentalmente se han establecido, desde la más remota Antigüedad hasta los tiempos de la dictadura del general Primo, para atravesar la provincia de Guadalajara, lo que entonces era “la tierra de los Mendoza y del duque de Medinaceli”.

El primero era la vía romana más primitiva y sencilla, la que junto al río Henares pasaba desde Complutum (Alcalá) Arriaca (Marchamalo) hacia Untiana (Espinosa) y por Mandayona llegaba a Segontia (Sigüenza) desde donde ascendía muy fácilmente la sierra Ministra y llegaba al valle del Jalón por Medinaceli y Bilbilis (Calatayud) para así completar el camino desde Emérita Augusta (Mérida) a Caesar Augusta (Zaragoza.

Ese camino romano pronto se vió sustituido por el llamado “Camino Real de Navarra” que seguía en principio el río desde Alcalá, Meco, Azuqueca y Alovera por Marchamalo, Fontanar, Junquera y Humanes para cruzarlo con la barca de Heras y ascender por Sopetrán hacia Hita, luego a Jadraque, y también desde allí por Villaseca y Mandayona hasta Sigüenza, Horna y Medinaceli. Ese camino lo hacen un buen número de viajeros, especialmente durante la Edad Media e inicios de la Moderna.

Pero es entonces cuando, ya en uso mejores coches de caballos, incluso diligencias dotadas de comodidades pero necesitadas de caminos más llanos, se impuso el llamado “Camino Real de Aragón”, que desde Guadalajara ascendía hasta Torija por su umbrío valle, y allí tomaba los llanos inacabables de la meseta alcarreña por Trijueque, Gajanejos, Algora, Torremocha hasta Alcolea [del Pinar] donde se dirgía a Levante por Anguita y el Campo Taranz hacia Maranchón, y de allí adentrándose en la sesma del Sabinar, atravesaba el territorio molinés por Anchuela, pasaba junto a Establés y a Labros, atravesaba Tartanedo y se dirigía a Tortuera, donde estaba la Aduana de Castilla, pasando a Aragón por Embid.

Los viajeros y sus ocupaciones

Para hacer esta memoria de viajeros por Guadalajara he consultado variada bibliografía, pero me he centrado en el mejor libro que sobre el tema hay hasta ahora: el de Jesús y Angel Villar Garrido, “Viajeros por la Historia. Extranjeros en Castilla- La Mancha. Guadalajara” que nos presenta 55 relatos de viajeros, a los que he añadido algunos otros, más modernos o de españoles ilustres que merecía considerar.

Así he podido analizar algunos parámetros que son aclaratorios de las circunstancias de estos viajes. Por ejemplo, el que atañe a las ocupaciones o misiones en las que actuaban estas gentes. De todos ellos, la mayoría vienen en función de una acción militar. Es triste, pero es así. La Historia no admite idealismos, sino realidades. De todos ellos, 10 vinieron como militares de distinta graduación a intervenir en las guerras sobre nuestro territorio: bien como soldados y aún generales franceses en la invasión napoleónica, bien como entusiastas del carlismo empecinado, dejando, al menos, su recuerdo en forma de escritos.

Otros 10 vinieron sin embargo como viajeros de curiosidad y placer. La forma más romántica y libre de viajar, aunque hay que tener en cuenta lo molesto que esto era en tiempos antiguos: sin aviones, ni AVEs, ni autovías ni medios algunos más que las diligencias, el caballo o a pie… Otros 9 vinieron formando parte de séquitos reales, papales o señoriales: esas largas comitivas presididas por un monarca (Francisco I de Francia, Cosme III de Toscaza, o Felipe I “el Hermoso” desde Flandes) o pomposos eclesiásticos que llevaban en torno a sí decenas y decenas de acompañantes, recorriendo España entera y atravesando, siempre, indefectiblemente, la tierra alcarreña.

Como geógrafos, naturalistas y estudiosos del planeta, vinieron 9, otro solamente como arquitecto, mientras que 5 eran informadores reales, venían a tomar nota de lo que veían para informar a sus respectivos gobiernos, y 4 como informadores de Ordenes Religiosas. Esto era común, en siglos pasados, para que las gentes con capacidad decisoria estuvieran bien informados. En calidad de embajadores de sus respectivos países pasaron escribiendo 5 sujetos, y solamente 4, los más modernos (siglos XIX y XX) lo hicieron en calidad de periodistas, recogiendo información para plasmarla en sus crónica y artículos de periódicos extranjeros. Hemingway, muchos lo estáis pensando es uno de estos, el más moderno, que aún tuvo que vivaquear en un frente gélido y mojado, el de la batalla de Guadalajara de marzo de 1937, para escribir sus crónicas y mandarlas a sus jefes de la North American Newspaper Alliance.

Los viajeros y sus procedencias

¿De donde venían estos escritores que miraban con lupa lo que veían en España? De Europa todos ellos, menos algunos norteamericanos en el pasado siglo XX. La mayoría, una tercera parte del total, procedían de Francia. La otra tercera parte se repartía entre tres países, Inglaterra, Alemania e Italia. Esta última con la salvedad de no ser puramente un estado único en la época en que tratamos: los viajeros procedían de la Señoría de Venecia, de los Estados Papales, del reino de Toscana, de Sicilia, etc. Y el resto, en número más escueto, procedían del vecino Portugal (gobernado bajo el mismo rey de España durante el siglo XVII), de los Países Bajos, de Irlanda, Suiza, Polonia, Rusia y Austria. Solo los países ricos, las cortes adineradas y poderosas, enviaban gente a recorrer la Península Ibérica, para formar grandes repertorios de anotaciones naturalistas, históricas y monumentales, o para estar bien informados en casos de guerras y necesidades.

Los lugares más visitados

Teniendo en cuenta los caminos que recorren, junto al Henares, son estas poblaciones las que más visitan. Así, de 55 autores, 42 se detienen en Guadalajara y escriben sobre ellas. Casi todos se admiran del gran palacio construido por los duques del Infantado, y hasta el siglo XVIII tuvieron palabras de elogio para el que había levantado el gran Cardenal Mendoza, que en ese siglo sucumbió por un incendio.

Le sigue en visitantes la ciudad de Sigüenza, en la que ven a la catedral como una rememoranza de los grandes templos europeos, asombrándose de la riqueza de los obispos, del gran número de eclesiásticos que allí viven, de los muchos dineros que tienen, y de la bien provista Universidad de que goza la ciudad.

En ese valle, siguen en número de visitantes las localidades de Hita y de Jadraque. A Hita llegaban casi todos los viajeros, y poco dicen de ella salvo que es “de gran antigüedad”, porque desde el siglo XVI, poco después de levantarlas, sus fuertes murallas estaban por los suelos, el castillo caído, y los templos no bien atendidos. Muchos paran en Torija, a la que consideran una verdadera joya en el camino. Así la juzga Magalotti, uno de los cinco cronistas que en 1668 trae junto a sí el monarca Cosme III de Toscaza, y que es dibujada por Piero María Baldi en ese momento: dice de ella que le recuerda en todo a los mejores pueblos de la Lombardía, especialmente la plaza, completamente soportalada.

Otros viajeros se adentraron por la provincia, visitando multitud de sitios: siguen en frecuencia a los dichos, Brihuega, Atienza, Cogolludo, Sacedón y cifuentes. Pasan muchos de ellos por Tortuela, Alcolea, Marchamalo…. Porque por allí pasa el camino. Y algunos se desvían a Trillo, por ver sus baños, y a Hiendelaencina por estudiar sus minas. Lo curioso de esta relación, es que ninguno se dirigió a Pastrana. ¿Es que no venía en los mapas, entonces?

Una visita olvidada, la de Gustavo Doré

Entre los significados escritores, cronistas, periodistas y militares que pasaron por la tierra de Guadalajara en siglos pasados, anotando sus impresiones, merece la pena recordar la venida, que fue muy breve, de apenas un día, de la pareja más consistentes de románticos franceses: me refiero al escritor Charles Davillier, autor del “Voyage en Espagne” que aún sigue mereciendo ediciones, y del artista Gustavo Doré. Ambos vinieron en tren, que, por entonces (era 1862) estaba recién inaugurado y aún les dio tiempo a ver las callejas de la ciudad, y visitar el abandonadísimo palacio de los duques del Infantado, que Doré dibujó en uno de sus apuntes, que acompaño a estas líneas, y que hasta ahora apenas se había dado a conocer.

En esa perspectiva del patio de los Leones, Doré refleja la riqueza de la ornamentación (columnas, arcos, tallas de grifos y leones, de escudos y panoplias) y el abandono a su suerte del recinto, pues se ve que está ocupado por viandantes, algunos con malas pintas, que allí se acogen del frío o las necesidades. En el conjunto de vistas de España que Doré realiza en este viaje (cientos de tipos de pueblo, de gitanos, de arireros y buhoneros, de desvencijados mesones y puentes en ruina) esta del palacio del Infantado de Guadalajara es una presencia de lujo y veneración por la historia de este país, al que ellos ven, como la mayoría de esos “viajeros extranjeros” como un lugar curioso, lejano y habitado de inútiles o pedigüeños que no hacen nada productivo, especialmente en las ciudades.

En todo caso, ha sido una oportunidad de contrastar la realidad que vemos hoy o la que intuimos vivía ayer, con lo que esos viajeros procedentes de países más civilizados escribían y opinaban de nosotros. Con los años, afortunadamente, y ese es un mérito de todos los españoles, nuestro país se ha puesto a la altura de aquellos lugares de donde venían a vernos como seres raros y atávicos. Quizás falten algunas cosas todavía, pero en general nos vamos poniendo a la altura de Europa. Habrá que ir pensando en ir haciendo el camino que ellos hicieron, pero a la inversa. Ahora nos toca a nosotros visitarles…

La Presa de Bolarque

El lunes que viene, 26 de julio, S.A. el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, acudirá a los términos de Almonacid de Zorita y Pastrana, en nuestra Alcarria, para presidir los actos de conmemoración del centenario de la inauguración por su bisabuelo, el rey Alfonso XIII, de la presa de Bolarque, sobre el río Tajo.

Un momento en el que se verá la historia discurrir y palpitar, en el que podremos tomar conciencia de que ese río (no el Tajo, sino el de la Historia) se mueve sin parar y nosotros vivimos en su mitad, braceando, aplaudiendo unas veces, otras dando puñadas al viento. Un buen momento, sin duda, para recordar algo de lo que ocurrió, durante siglos, en nuestra tierra de Alcarria.

El embalse de Bolarque y su Central hidroeléctrica

 El día 23 de junio de 1910, el Rey de España don Alfonso XIII acudía a inaugurar la presa que en Bolarque se acababa de construir para almacenar el agua, abundante y limpia, que le llegaba desde el Tajo y el Guadiela, recién encontrados unos metros más arriba. Con doble intención, de atender a regadíos de los llanos zoriteños, y de producir energía eléctrica, aquello era un elemento auténticamente pionero en la incipiente industrialización de nuestro país. Por eso ahora, 100 años después, aplaudimos el homenaje a quienes hicieron realidad aquella Presa, y a quienes la han ido manteniendo y acrecentando, a lo largo de todo un siglo.

Las historias más antiguas de Bolarque

Una de las historias más elocuentes del espíritu de trabajo y de entusiasmo en la mejora del hábitat que siempre tuvieron los vecinos de Almonacid, es la que podríamos llamar «la historia de la presa de Bolarque». Al menos en sus inicios fue verdaderamente asombrosa, especialmente por la tenacidad puesta por su promotor, el comendador don Francisco Ortiz, quien a lo largo de casi 20 años luchó tenazmente contra la adversidad, construyendo y reconstruyendo la presa tantas veces como el agua del río se la tiraba.

Ya desde tiempos remotos, los de Almonacid habían intentado recoger en forma de presa el agua del Guadiela y canalizarla hacia los llanos y zonas productivas del pueblo: se perseguía regar la dehesa de la Mata, el llano del Varo, los Arenales, la zona de Cifuentes y el Povillo, así como el término del Saco, pero la obra era de dimensiones superiores a lo que podía la villa.

Ya en la época de Carlos V fue nombrado comendador de Zorita frey Francisco Ortiz, montañés, de Espinosa de los Monteros. Residía habitualmente en Almonacid, y estaba muy identificado con los problemas del municipio y de sus gentes. Echó cálculos respecto a lo que podría costar la realización de la presa y los beneficios que entregaría su funcionamiento, y casi como en un cuento de la lechera hizo la propuesta al pueblo de que él construiría la presa de Bolarque, debiendo de pagar los vecinos, aparte del diezmo debido a la Iglesia, otra décima parte a él de todo lo recogido gracias a los riegos. Además se pusieron otras condiciones, muy favorables al comendador.

Este obtuvo licencia del Rey y se puso en marcha con las obras. Antes de pormenorizar las diversas obras, vuelvo a insistir, pues el tema lo merece, en lo admirable del tesón, del entusiasmo y de la constancia desarrollados por este hombre, pues los gastos hechos en la construcción de la presa superaron con mucho lo previsto (miles y miles de ducados), empleando a mucha gente en éllo, aparte de su preocupación personal constante.

Con diversos artífices e ingenieros que Ortiz buscó, las obras comenzaron en agosto de 1569. El día de San Pedro de 1570, una riada se llevó todo lo que hasta entonces se había hecho. Se comenzó de nuevo, y el agua se lo volvió a llevar en la otoñada de ese año.

Unos venecianos que acudieron sabedores de la obra emprendida en Almonacid, aconsejaron levantar la roca de las orillas para facilitar la realización de las obras. Gastaron mucho en pólvora, y aunque derribaron buena parte de las orillas rocosas del Guadiela, se gastó mucho y se sacó poco provecho. En abril de 1571, una riada se volvió a llevar todo lo que habían hecho. Mas adelante, en 1572, frey Francisco Ortiz contrató a un famoso ingeniero, un tal Pedro Lucas, quien convino realizar la obra completa por 1.200 ducados, debiendo hacer la presa de piedra seca. La cosa iba bien, pero nueva riada en el día de Todos los Santos de ese año, y lo conseguido se perdió por completo. Volvió Pedro Lucas al año siguiente, terminó la obra, y cuando solamente le faltaba por acuñar las piedras grandes de la base, otra creciente se la llevó en su mayor parte.

Pero el comendador siguió en su empeño. Mandó traer grandes vigas de madera de la Sierra de Cuenca, horadando la roca en los laterales y metiendo en ella los maderos. Tras muchos trabajos, en agosto de 1577 se terminó, y las siguientes avenidas que llegaron en aquel invierno solo consiguieron llenar la presa y dar a todos la alegría de la obra concluida. La obra, todo un ejemplo para su género y su época, consistía en una presa de maderas y cal y canto, con un estribo de lo mismo, amacizado de piedra y tierra. Tenía una altura de 45 pies (12,5 metros) desde el suelo del río, y el total del paredón tenía una longitud de 55 pies. Inmediatamente se iniciaron las obras para hacer una zanja o acequia muy grande que, a través de las rocas, llevara el agua sobrante a los campos de Almonacid, para iniciar los riegos.

Unos años después, otra avenida del río se llevó toda la presa y paredón, sin dejar memoria de toda la presa. A pesar de la desgracia, el comendador propuso realizarla de nuevo, pero cambiándola de sitio, esta vez junto a la desembocadura del Guadiela en el Tajo, haciendo allí una obra todavía más grande, una presa de 130 pies de largo y dos estados de alto (unos 5 metros). En 1586, Ortiz llevaba gastados en su empresa más de 7.000 ducados. Cada año, indefectiblemente, las crecidas del río se llevaban lo hecho hasta entonces. Y él mandaba enseguida repararlo. La reconstrucción de ese año fue todavía más abajo de la corriente, donde hoy está la actual presa. Cuando la terminó, se conseguía un embalse de una legua de longitud. Debía ser hermoso contemplar aquella obra de ingeniería con tanta fe y constancia realizada. El 3 de diciembre de 1586, otra gran avenida la desbarató en gran modo. El agua se llevó la presa y buena parte de la montaña que la ceñía. Llamó entonces el comendador al padre Mariano, un fraile carmelita descalzo, de Madrid, que tenía fama de ser muy entendido en la construcción de presas. Este propuso una serie de medidas a tomar, y se ayudó de un oficial de fama, llamado Alonso Gilera, para que ejecutara la parte práctica de la presa y zanja. El fraile se comprometía a hacer la presa en Bolarque, donde estaban los molinos, en el plazo de un año, cobrando por éllo más de 3.000 ducados. Parece ser que esta obra, y gracias a este ingeniero religioso, se concluyó felizmente en 1587, quedando buena por muchos años, y dando por fin el riego apetecido a las tierras y a las gentes de Almonacid. Un ejemplo de tenacidad y de perseverancia en lo propuesto. 

El Bolarque de este último siglo

A pesar de los angustiosos y poco fructíferos comienzos de Bolarque, el tema siguió adelante, y siempre hubo alguien empeñado en mejorar aquello. El lugar es, sin duda, un monumento a la tenacidad humana.

El 27 de enero de 1899 Francisco Rabanal solicitó autorización para construir en Bolarque una presa de 24 metros de altura, siendo aprobado ese proyecto por Real Orden de 8 de febrero de 1904, sustituyendo a Francisco Rabanal por Juan Ron y Alvarez, un jesuita que resultaba ser heredero principal de aquellos terrenos, cedidos en testamento por la duquesa de Pastrana a la Compañía de Jesús. Aún haciendo las obras sin parar, en 1907 el señor Ron se asoció con quien de verdad tenía dinero, y visión empresarial, para poner en marcha una gran idea: fue el Marqués de Urquijo, amigo del Rey, y político de aquellos años, además de empresario con empuje, quien aceptó el reto, delegando en su hijo Estanislao Urquijo Ussía. El 15 de junio de 1907 se inició la construcción de la nueva presa, bajo la dirección de Luis de la Peña y Braña, ingeniero de minas. El 12 de junio de 1908 se modificó el inicial proyecto con la derivación de aguas para riegos. En esos momentos, de inicios del siglo XX, llegaron a trabajar 1.300 obreros en la obra, y algunos periodistas de importantes revistas técnicas visitaron el enclave.

Bolarque empezó realmente a crecer con la construcción de las Centrales de Zorita y Almoguera, acoplándose en 1947 al sistema madrileño de electricidad. La Unión Eléctrica Madrileña fue la empresa que montó el sistema conjunto, para dar electricidad (junto a otros conjuntos hidroproductores, como en Manzanares) a la capital del Reino.

Teniendo en cuenta que los ríos Tajo y Guadiela, desde 1955 en que se inauguraron Entrepeñas y Buendía, tenían ya regulado su caudal, Bolarque pudo ser mejorada con toda seguridad, alzando en 10 metros la altura de la presa y construyendo en 1954, a pie de presa, una central que sustituiría a la anterior, ya caduca. Se instaló una Subestación Colectora para recoger la energía de las cinco centrales para su distribución en la zona alcarreña y en Madrid.

Todavía en 1962 se instalaron los terceros grupos de Zorita y Almoguera. Fue a comienzos de los años 70 cuando la función bolarqueña cambió, en parte, y de ser solamente elemento de riego y producción eléctrica, inició su andadura de transmisora de agua a otras regiones de España. El famoso “Trasvase Tajo-Segura” existe gracias a la Central de Bombeo de Bolarque, que fue inaugurada en 1974 por el entonces Príncipe de España, don Juan Carlos de Borbón, y que sirve para levantar el agua al Embalse de la Bujeda, y de este a su vez por acueductos y canales, llevarla al de Alarcón para finalmente pasarla a la cuenca del Segura, en Murcia.

Apunte

El Museo de la Electricidad

Conviene recordar aquí que en el término de Almonacid, en el entorno de Bolarque, asienta un Museo emocionante y curiosísimo: el Museo de la Electricidad. Solamente la visita de este poblado junto al Tajo, a los pies de la presa del mismo nombre, es ya todo un espectáculo. Edificios de comienzos del siglo XX, entre los que destaca una bella iglesia, se combinan con la presencia testimonial de los restos de los antiguos molinos de Bolarque. La Naturaleza vibrante, cubiertos los montes escarpados de densos pinares, se conjuga con la severidad de los edificios, entre los que destaca el grandioso que sirivió de primera Central Hidráulica, y que hoy Gas Natural Fenosa ha habilitado como Museo de la Electricidad. En su interior se conserva el recuerdo de todo el proceso, desde el proyecto inicial de Salto de Bolarque de 1903. Existe un curioso espacio que recuerda el despacho del director y sala del Consejo de Administración, con retratos de presidentes, noticias de adelantos técnicos, matrices de acciones, etc. Hay también grandes piezas de grupos convertidores, reductor de carga de baterías, aparatos de medida eléctrica de precisión, contadores, aparatos telefónicos y topográficos, etc. Es un Museo vivo, que además está en continua renovación. Y en el que se sigue trabajando, por parte de un grupo de investigadores, para clasificar y mostrar la riquísima documentación, especialmente fotográfica, que aún atesora.

Muchas arquitecturas, y muy modernas

La semana pasada, en la Sala “El Tragaluz” de nuestro gran teatro auditorio “Buero Vallejo” se habló de arquitectura, de formas y espacios, de proyectos y consecuciones: se pasaron imágenes de edificios, plazas, ámbitos y conjuntos. Se propusieron metas. Y se presentó un libro: 2000-2010 Arquitecturas diversas, que firma Javier Solano con sus textos y sus selecciones de lo mejor que el estudio de nuestra ciudad “Solano & Catalan” ha realizado a lo largo de la última década.

Una oportunidad esta, sin duda, para recapitular sobre algo tan denostado y maravilloso a un tiempo como ha sido la última, la ultramoderna arquitectura, en nuestra ciudad y aledaños.

El libro escrito por Javier Solano con las arquitecturas salidas de su estudio

Casas donde vivir

Ha sido la ciudad de Guadalajara una de las poblaciones que más ha crecido, porcentualmente, en número de habitantes, de todas las capitales de provincia españolas. Ello ha requerido la construcción, en la última década, de numerosas viviendas que, al final, a pesar de que se echaron los cálculos con todo cuidado, han resultado excesivas.

De todas las que se han construido, algunas han tenido un especial cuidado en su factura y estética, tanto en planta como en el desarrollo de sus superficies externas. Y uno de los arquitectos que más cuidado ha puesto en que esas casas fueran algo más que lugares para vivir, ha sido Javier Solano, que a través de su Estudio (Solano&Catalán) y con la colaboración de un nutrido y bien preparado plantel de profesionales, ha dado vida a un selecto repertorio de viviendas que en ese libro que comento se presentan.

Llaman la atención, quizás porque sean las últimas, aún no entregadas pero ya hechas, las “Viviendas Sociales” que Solano ha diseñado en el Parque Residencial del fuerte de San Francisco. Sobre una superficie de chapa ondulada se repiten metódicamente repartidas las ventanas orladas de colores vibrantes y diversos. Con una planta de articulación severa y útil, al desarrollo sencillo de la pared externa le da vida el color.

En esa línea, pero más elaboradas, están las viviendas que escoltan la Avenida de Francia, con sus colores variados en fachada, y las originales soluciones de los extremos de los edificios, en los que el autor se esmera por ser más visibles desde las rotondas.

Similares a ellas, pero con mayor visibilidad por estar en la plaza de Santo Domingo, son las que sustituyeron a viejas edificaciones clásicas, y que Solano integra en una ciudad que surge moderna sin renunciar a las esencias permanentes.

Y populares por sociales, pero destacadas en cuanto a volúmenes y solución de fachadas y entornos, son las viviendas en dos grandes bloques del barrio de la Estación frente a la Chopera.

Definí en el momento de su presentación, a la arquitectura del Estudio Solano&Catalan como sencilla, limpia y honrada. Quizás porque es un trabajo de preparación de la construcción en el que no hay excesos, no sobra nada, predomina la claridad y el espectador, o el usuario más intensamente, perciben que no se ha querido jugar con ellos, que se ha ido a cumplir los objetivos de hacer viviendas (o instituciones, o empresas) pero con unos detalles de belleza casi inapreciables, no dichas, que aumentan su calidad.

Edificios públicos

En el boom de la sociedad del bienestar, que parece haber tocado techo por ahora (porque la historia anda en curvas, nunca en rectas y menos aún en logaritmos) los últimos años han visto aparecer edificios destinados a la asistencias de la población en sus diversas facetas de protecicón social. Tanto centros de salud, como colegios, bibliotecas, auditorios, residencias para mayores, etc.,y en ese mundo ha entrado ampliamente el estudio de Solano&Catalán, construyendo en Guadalajara algunos emblemáticos edificios que cumplen sus objetivos con el detalle de su originalidad estructural y resolutiva.

Así destaco la Residencia para Mayores que no ha mucho ha iniciado su andadura en la zona nueva norte, en el Remate de las Cañas. Sobre una parcela de compleja distribución, y aprovechando el edificio para usos terciarios, con un supermercado y una Residencia para Mayores, Javier Solano y su equipo construyen un edificio original, útil, práctico y bello, algo que merece la pena ir a ver, y que en el libro que comento está publicado su sustrato en planos y sus imágenes desde todos los ángulos, que los tiene, y muchos, porque la construcción tiene forma de biombo circular, y su revestimiento de plancha de acero, ladrillo y hormigón de color.

Un Centro Polideportivo ofrece la publicación como exposición de esta faceta social: es el destinado a completar la dotación del Colegio Público “Río Tajo” en el polígono Residencial “Balconcillo” de nuestra ciudad, y en el que destacan , como siempre y sobre todo, las soluciones en plano que dan vida plena a la construcción, que la hace útil y certera. Y añade detalles  (si se quiere banales pero siempre hermosos) de decoración mínima que acentúa volúmenes y usos.

Las empresas también respiran

En la sociedad productiva en la que vivimos, las empresas levantan sus edificios para dar servicio o a veces para marcar con sus perfiles bellos la preponderancia que desean tener en el mercado. Solano ha recibido encargos de empresas, que ha resuelto de modo muy diverso, pero con soluciones siempre brillantes y atinadas.

Un ejemplo de ello pueden ser dos espacios o alzados (ambas cosas son sustanciales en la arquitectura) que dan a Guadalajara un perfil y un latido nuevo. De una parte, el conjunto de minicines incluido en el Centro Comercial “Ferial Plaza”, y que muy poca gente ha apreciado todavía el gran valor estético y resolutivo que esta construcción, inmersa en otra, ha tenido. En el libro “Arquitectura Diversas”, las páginas 102 a 107 nos muestran con unas fotografías sorprendentes el valor de este entorno que normalmente está oscuro cuando vamos a ver cine, y que no se entiende si no se miran con detenimiento y placer los planos. Pero haciendo eso, mirando las fotografías y observando la resolución en plano del conjunto, se da cuenta uno que el bloque de minicines (el único ahora en funcionamiento en Guadalajara) que tenemos es una verdadera preciosidad, algo que eleva el termómetro de la moderna alcarreña.

El otro grande y reciente monumento que Solano ha añadido a la ciudad, aunque al otro lado de la Carretera Nacional, es el edificio para Sede Social de Caja Guadalajara, una pieza magistral, que en su día tuve la suerte de contemplar acompañado del autor, que me explicó detalle a detalle lo que allí se ha hecho. Con una economía de medios asombrosa, sin gastar ni un euro más de lo necesario, se consigue una funcionalidad extrema. Y además se erige un edificio que sin duda marca un hito en la historia arquitectónica de la ciudad, tanto en su fachada a la población, cuajada de cristales y parasoles que la dinamizan acentuando su sentido de bloque sin dimensión, como su fachada posterior, la que da al Clavín, que con una chapa de acero recortada en huecos de irregular distribución consigue un equilibro a base de mezclar dos fórmulas diferentes.

A partir de ahí, Solano ha diseñado otros dos grandes edificios para oficinas y negocios que van a ir (cuando los tiempos lo permitan, económicamente hablando) en las parcelas que aún permanecen vacías del otro lado de la Autovía, entre el edificio de Hercesa (que fue el primero de los diseñados por este Estudio y que preside la actual plaza de Europa con sus juegos de cristales y sombras) y el Ferial Plaza. Llamados Píxel y Giga, serán la expresión máxima de este grupo de profesionales, capitaneados por Javier Solano, que en estos inicios del siglo XXI están haciendo una arquitectura puntera, aplaudida tanto aquí (aquí menos, porque nadie es profeta en su tierra) y en el resto de España, y aún de Europa.

Mirar, si no, el conjunto residencial creado por este estudio para la capital de Rumanía. Sirve de cubierta al libro un aspecto de la fachada de uno de los numerosos bloques de viviendas “de alta densidad” que allí se crean, en las que prima la fuerza de las texturas de los revestimientos, los volúmenes volados de las terrazas y los tonos cromáticos de los paramentos exteriores.

Espacios público también

La faceta constructiva está hoy, al menos en el estudio de Solano y Catalán, complementada por la creadora de espacios. De ese tipo de actuaciones, es ejemplo la que se consiguió en el centro de nuestra ciudad, para rematar a nivel de superficie de calle el aparcamiento para residentes de la plaza de José de Creeft. Se ha conseguido un espacio abierto, cambiante, lleno de planos y sombras, de accesos, jardines y rondas, de tal modo que los habitantes de la zona tienen un enorme espacio para disfrutar, y al tiempo la ciudad queda embellecida con un espacio que se disfruta más que se ve.

Apunte final

Un libro de imágenes y sorpresas

Para los que son aficionados a leer, a tener libros de Guadalajara, a saber de las cosas que hay, que ha habido y que habrá en nuestra ciudad, este de “2000-2010 Arquitectura diversas” de Solano y Catalán es un libro fundamental. No solamente bello, sino útil en información y sorpresas. En tamaño cuadrado, de 24 x 24 cms, impreso a todo color en sus 168 páginas, por su interior corren tras el prólogo del catedrático de proyectos de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, Alberto Campo Baeza, veinte obras capitales ubicadas la mayoría de ellas en Guadalajara (algunas en Alcalá, Madrid, Aravaca y Bucarest) y algunas otras “virtuales” que están ahora mismo en el horno de la creación y serán realidad en unos años. Cuenta con el patrocinio del Colegio Oficial de Arquitectos de Castilla-La Mancha en su demarcación de Guadalajara. Su precio es de 25 Euros, y está ya a la venta en las librerías de la capital y en Internet en la librería virtual de Aache.

Una hora más en Canarias

Ha sido realidad, en el mes de mayo de 2010, un nuevo Reencuentro de Periodistas y Escritores de Turismo de la FEPET con las Islas Canarias, y más concretamente con la isla de Tenerife. Organizado por el Cabildo Insular, algunos Ayuntamientos, y el saber hacer de Juanjo Iglesias, nos ha permitido conocer, vivir y apreciar la isla de Tenerife, y muy en especial su costa norte. La verde, húmeda y risueña costa norte de Tenerife, uno de los espacios más asombrosos del mundo, pos sus características geográficas y humanas.

La Catedral de La Orotava, reproducida en el Parque de Pueblo Chico.

En el Puerto de la Cruz

Las jornadas han tenido su epicentro en el Puerto de la Cruz. Un lugar mínimo, el pequeño puerto natural de La Orotava, que en los últimos 100 años ha crecido hasta alcanzar un respetable tamaño, y ser el eje turístico de la costa norte tinerfeña.

A pesar de que la crisis repercute en todo, y por supuesto en la llegada de turistas a Tenerife, el ambiente en las calles era hace unas semanas de satisfactoria plétora. La temperatura, en esos ideales 23/19 grados entre los que se mueve el aire, día y noche, mes tras mes, año tras año daba a los cuerpos las ganas de salir, de pasear, de recorrer las calles, los vericuetos, los comercios, las plazuelas…

Puerto de la Cruz es el destino ideal para quien quiera empezar a conocer las Islas Canarias. A solo 20 minutos desde el avión que te deja en Los Rodeos, la llegada se hace fácil porque ahora la isla entera está surcada de autopistas. El valor del Puerto es el conseguido maridaje entre tradición y modernidad que nos muestra, de una parte, ámbitos modernos sin haber perdido un ápice el encanto de lo tradicional del pueblo, en el que sus cuestas, sus viejas casonas, sus plazas de alzadas palmeras y antiguos templos de piedra volcánica negruzca nos dan la memoria cierta de viejos siglos.

Nadie que venga al Puerto de la Cruz ha de irse sin pasar, a visitar y a disfrutar con un buen baño, el conjunto de piscinas que César Manrique ideó y fueron construidas en la misma costa rocosa frente al paseo de Colón. Hace ya 50 años que viven esas piscinas, un conjunto de paseos, islas artificiales, cursos de agua, y piscinas nutridas con el agua oceánica, bajo el sol cálido y mirando los azules diversos que en el mar y en los artificiales estanques nos impregnan las retinas del azul de la vacación y el relax .

Es este el llamado Complejo Turístico Municipal Costa Martiánez, declarado Bien de Interés Cultural, con una extensión de 48.000 m2, en el que aparte de varias piscinas y un lago hay bares, restaurantes, zonas con tumbonas, diversas esculturas móviles, jardines, e incluso el nuevo Casino de Puerto de la Cruz, se encuentra bajo las aguas del gran lago desde el año 2006. Por una pequeña cantidad, el viajero puede estarse el día entero en sus dependencias, con derecho al uso de tumbonas y duchas. Nosotros lo paseamos vestidos de calle, porque la tarde se puso algo fresca y el tiempo no daba para mucho entretenimiento, pero mi consejo es que todos cuantos puedan, vayan a este conjunto piscinero de Puerto de la Cruz. No lo olvidarán nunca.

Además de pasear las calles, visitar la plaza del Ayuntamiento, en cuyos bordes rompe el mar con violencia, y practicar el shopping en cada esquina (Canarias sigue siendo muy barata, y con una oferta incabable de cosas) hay algunos elementos que merecen la pena verse en Puerto de la Cruz. Por ejemplo, el “Loro Parque”.

Un espectacular parque zoológico activo y orientado, en el que de forma ideal la familia entera puede pasar una (o varias) jornadas, admirando elementos de la fauna mundial en espacios muy bien acondicionados. Están, de una parte, los ámbitos donde viven los orangutanes, las panteras y los loros en libertad (cubierto el enorme recinto por una malla que los deja volar pero sin escaparse). De otra el acuarium, con un pasadizo seco que nos permite movernos bajo los tiburones y las rayas y al mismo tiempo admirar especies exóticas de peces y corales, así como el pingüinario, creado en condiciones realistas (frío y oscuridad, como es lo habitual en la Antártida) donde podemos ver y fotografiar, sobre tierra y bajo el agua, a un amplio espectro de especies de pingüinos.

Quizás lo más llamativo de este Parque sean los embalses donde a diario, varias veces, y ante unas afluencias de lleno total se dan los espectáculos de delfines y, sobre todo, de orcas. Cuatro enormes cetáceos juegan y muestran sus habilidades bajo la atenta mirada y dirección de sus cuidadores. Aquí en Loro Parque se demostró, el año pasado, lo peligrosa que es esta profesión de cuidador de orcas. Una de ellas mató a uno de sus cuidadores, quizás por exceso de amor, no se sabe, el caso es que lo aplastó totalmente.

Y aún hay otro lugar mágico en este Puerto de la Cruz que no acaba de darnos sorpresas. El “Sitio Litre” es un jardín abierto a media ladera, conformando con una gran casa la propiedad que fue, desde hace dos siglos y medio, de una familia inglesa, la de Archibald Little que finalmente, hace no muchos años, se lo vendió a un tinerfeño, que ama su tierra y lo cuida con mimo. Es este, sin duda, el jardín más antiguo de la isla de Tenerife, ya que es del siglo XVIII y se compone también de una enorme mansión que durante 44 años fue un convento. Durante años se convirtió en lugar de paso y hospedaje para muchos ilustres que viajaron al Puerto de la Cruz como Alexander Von Humboldt, Charles Piazzi Smith o Agatha Christie entre muchos otros. El jardín contiene la colección más grande de orquídeas de Tenerife , lo que le da también otro nombre al lugar: El Orquidiario del Puerto de la Cruz. Un reclamo para miles de turistas que visitan la isla todos los años. También tiene el drago más antiguo y más grande de la ciudad.

Canarias monumental

Uno de los alicientes que para mis lectores puede tener el viaje a Canarias es contemplar un patrimonio que sigue vivo y es ancestral: la arquitectura de tipo colonial, pero en realidad “canaria “ por definición, porque en ninguna otra parte del mundo se encuentra igual, que todavía pervive por los pueblos de las islas.

Aunque a Canarias se va fundamentalmente a disfrutar de su clima (entre 20 y 23 la máxima, entre 16 y 19 la mínima, ¡todo el año!), de su paisaje y del dolce far niente de las vacaciones, hay quien busca apasionadamente los elementos singulares de un patrimonio que es rico porque quinientos años de historia han dado para mucho, y hoy el bagaje monumental de Tenerife es enorme, y ofrece una variedad inaudita de caminos por los que llegar a la admiración de obras, de edificios, de detalles que harían recomendable cualquier viaje, cualquier excursión por la isla.

Pongo aquí, en rápida vistazo, algunos de los que merece la pena ver, y es que se llega sin dificultad y con el complemento siempre de un viaje previo por paisajes verdes, montañas violentas y rientes viñedos. A muchos de estos elementos patrimoniales se les agregan espacios de ocio y gastronomía, que culminan idealizando la aventura.

En El Puerto de la Cruz, por empezar allí donde hemos puesto nuestro “cuartel general”, es de admirar el gran edificio de la Casa de la Aduana, construido en 1620, y que vigilaba el pequeño puerto original, con el arenal oscuro donde varaban las barcas. Hoy restaurado alberga un espacio cultural y una gran tienda de artesanías y comestibles típicos.

La ermita de San Telmo, en el céntrico paseo junto al mar, y la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia, que es monumental y muy de ver.

De tres naves separadas por columnas de tipo toscano romano y arquería de medio punto, muestra una cubierta interior de madera constituida por artesonados mudéjares tan típicos de la arquitectura religiosa canaria. Lo más interesante son los tres grandes retablos, del siglo XVIII, policromados y algunos lienzos de las capillas laterales, llamando la atención los lienzos de Manuel de la Cruz que adornan el púlpito en la nave central.

Hay que subir luego a La Orotava, el municipio más grande y sobre todo el que alberga detalles más valientes y curiosos de toda la costa norte tinerfeña. Así por ejemplo, el viajero admirará aquí las fachadas con escudos y tallas barrocas del antiguo convento de San Agustín, que preside el recoleto jardín donde se alza un clásico kiosco de la música. Más adelante, llegará a la plaza mayor, con su enorme edificio concejil, y el recuerdo de los espectaculares dibujos que para el Corpus se pintan en sus suelos y escaleras. Finalmente, por callejuelas empinadas y estrechas, se llega a la Casa de los Balcones, que recomiendo personalmente no perderse. Es este un edificio grandioso, con su fachada orientada a poniente cuajada de puertas, ventanas, escudos y balcones de maderas talladas. En su interior aparece un patio espectacular, con galerías de madera tallada, intocables desde su construcción hace dos siglos y medio, salones y detalles geniales, en cuyo interior se muestra hoy el mejor conjunto de artesanía de todas las Islas Canarias. Una visita obligada, y más si se cuenta con la compañía y guía de su director, don Cristóbal González, que nos mostró palmo a palmo todo el conjunto. El entorno de la calle de San Francisco, en La Orotava, con sus palacios viejos, conventos y dragos, es un lugar al que obligadamente debe acudir el viajero por la costa norte.

Todavía en la capital de Tenerife, en Santa Cruz, ciudad moderna que sin embargo ha sabido mantener antiguas tradiciones, debe visitarse al menos la iglesia de la Nuestra Señora de la Concepción, la más antigua del archipiélago, pues fue fundada en el momento mismo del desembarco de los castellanos en estas lejanas tierras. La llaman “la catedral” sin serlo, y es allí donde tuvo su sede (virtual, pues nunca llegó a viajar tan lejos) el hermano del Doncel de Sigüenza, don Fernando Vázquez de Arce, primer Obispo de Canarias por nombramiento de los Reyes Católicos.

El templo es una exquisita muestra del barroco canario. De estilo toscano, destaca sobre todo su alta torre en la que se encuentra resguardada la cruz que clavó Alonso Fernández de Lugo tras desembarcar en la antigua playa cercana a la posterior iglesia. Dicha cruz se encuentra en un lateral del altar mayor de la iglesia, enmarcada en una urna de cristal en forma de cruz. En esta iglesia se encuentra la imagen de María Santísima de la Esperanza Macarena de Santa Cruz de Tenerife. Además podemos ver muchas lápidas y tumbas pertenecientes a hombres con influencia en la historia de esta ciudad. Yo destacaría el gran altar barroco de la sacristía, los artesonados de estilo mudéjar de las capillas del crucero, y el gran púlpito de mármoles de colores. Junto al retablo de Santiago el Mayor se encuentra un icono de la Virgen del Perpetuo Socorro. Todo ello compone un templo cuajado de verdaderas obras de arte que a los buscadores de patrimonio y riquezas artísticas no les va a defraudar

Más arte en Tenerife

Por supuesto que hay mucho más arte en la isla tinerfeña. ¿Cómo no hablar, y recomendar la visita detenida, de La Laguna? Es esta la ciudad señera, sede de la Universidad, del Obispado y de las memorias más nobles del territorio insular. Está declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad, y sus construcciones, todas de los siglos XVI al XVIII, se ofrecen en material oscuro de la roca volcánica que constituye al cien por cien la sustancia de Tenerife. Otro día haremos un recorrido detenido por sus calles, plazas y monumentos asombrosos.

Y no deberá irse el viajero de esta isla sin dar un vistazo a las pirámides de Güimar, a los controvertidos “majanos de Chacona” en el municipio de Güimar, en la parte de su costa sureste. Una serie de pirámides aterrazadas mantienen en polémica a los defensores de su origen guanche, y de la sabiduría ancestral que las llevó a construirlas, frente a los que dicen que son simplemente montones ordenados de piedras que los agricultores en el siglo XIX fueron retirando de sus campos para poder labrarlos. Una curiosidad que alimenta la imaginación.