Leyendas de Guadalajara

jueves, 31 diciembre 2009 0 Por Herrera Casado

“Un rato antes de la Nochebuena”, según reza el Hízose del último libro de Monje Ciruelo, nos ha llegado a las manos la quinta entrega de su aportación literaria, que con ella empieza a ser consistente y con calado, al menos por lo que a temas provinciales se refiere.

Un libro que lleva por título “Leyendas y Relatos de Guadalajara” es en el que nuestro compañero de columnas se aventura de nuevo por las memorias populares, rescatando esos cuentos, esas tradiciones y esas consejas que se refieren de abuelos a nietos ante las chimeneas prendidas y temblorosas que en estos días largamente oscuros se encienden todavía en muchos hogares de la Alcarria.

Las cuenta quien las ha vivido, quien las ha oído desde chico, quien las ha recibido ya mayor de labios de viejos y viejas que se las oyeron a sus abuelos. Y añade, plenamente arropado por tanta evocación de apariciones, escalofríos y metáforas, algunas construidas por él mismo. O sacadas de la realidad más absoluta, de las páginas de sucesos de algunos periódicos, de la “Nueva Alcarria”, por ejemplo.

Un libro de leyendas

Monje Ciruelo, en la cima de su vida, y por todos reconocido como un escritor de raza, de los que se hacen leyendo y escribiendo durante décadas, -cada día una línea, o un artículo, o un capítulo-, nos entrega ahora el que hace el número 5 de sus libros. Los primeros con la antología de su mejor aportación periodística, y los últimos con relatos recogidos del acervo popular, o construidos exnovo por su capacidad de inventiva y alambique.

Entre las 30 narraciones que forman este racimo que tiembla de emociones en cada página, surgen relatos ambientados en pueblos, en costumbres, en fiestas, en leyendas, en anécdotas y en ocurridos reales. Todos ellos nacidos y vividos en Guadalajara, por lo que parece lógico que lleve el subtítulo que lleva: “Alcarria, Campiña, Sierra y Señorío”, porque de todas esas zonas aparecen relatos en los que se hacen protagonistas los castillos, las plazas o las fiestas de muchos lugares.

Como en sus entregas anteriores, en esta aparición se ofrecen memorias ambientadas en lugares como Palazuelos, el río Gallo o los pinares de Chequilla. Y en esos ambientes surge la entrevista razón de algún fantasma, de duendes y pescadores.

Pocas veces el título de un libro es más explícito y concreta mejor su contenido que este que acaba de aparecer y echarse a vivir. Estas “Leyendas y Relatos de Guadalajara” no tratan de confundir, de llamar la atención o de espantar a nadie, sino que vienen derechamente a declarar de qué van las páginas que repletas de letras van desgranando historias. Unas historias que entremezclan la realidad y el sueño. Unos relatos que propician el ejercicio de la memoria y la emoción conjuntamente, porque si en alguno de estos treinta relatos se ve con claridad la huella firme de la historia, en otros aparece brillante la creatividad del autor, que presiona la imaginación hasta materializarla y darnos, como un jugo, la belleza de lo imposible volando entre las concretas paredes de nuestra tierra.

Por todos ellos, por sus 264 páginas, he paseado con fruición y atención subida. Uno de los primeros que me ha llamado la atención es la leyenda del caballero de las Tetas de Viana. Quizás por el ambiente en que se sitúa, los altos cerros de las “Peñas Alcalatenas”, en torno a Trillo, y porque el autor con su limpia prosa nos va dando versiones diversas de lo que en esos pueblos del entorno, especialmente en Viana de Mondéjar, donde ha recogido las diversas facetas de la leyenda, se cuenta todavía. Mezcla allí la peripecia de dos hermanas moras, crueles y desalmadas, que terminan siendo lo que su corazón era cuando jóvenes: una roca. Y de ese caballero engañado y perdido que durante siglos ha rondado en las noches más oscuras los altos brañales del monte alcarreño. Hasta recoge Monje la historia real que se basa en leyenda, de la flecha medieval que apareció hace años en el costado de un jabalí.

No es un libro de estampas, apenas lleva imágenes. Es un libro que se mete directamente en el cerebro. Que es donde deben llegar los libros. Hiladas unas con otras las palabras, encadenadas las frases, bien urdidas las historias, aparecen en nuestra mente sitios y gentes de Guadalajara. Una de las hermosas leyendas que cuenta es la de la Caballada de Atienza, con diversos elementos imaginados. O la del peregrino del Hayedo de Cantalojas, del que muchos han oído hablar, sobre todo cuando se camina por aquellas altas trochas, y uno se siente perdido. Está también la doncella ahogada en la laguna de Somolinos, de la que tomó en su día razón Pérez Henares para empezar su “Río de la Lamia”.

Y además me ha gustado esta obra por la forma en que el autor organiza cada uno de sus treinta relatos. Siempre nos da una pincelada de realidad, nos describe un pueblo, un paisaje, un monumento. Nos dice de su historia, de la forma de visitarlo, del interés por estar allí. Y sobre la realidad, coloca la fantasía, como un árbol sonoro y de límites reconocibles. Cada cosa en su sitio, y la mano de Monje, su palabra cierta, en todos.

Entre los relatos aparecen pueblos y gentes de las cuatro comarcas guadalajareñas: esas historias de reyes castellanos por Atienza, y esfuerzos de molineses de hoy subidos a castillos. Memorias de la Guerra Civil por Brihuega y fascinantes cuentos de caballeros y princesas por las Tetas de Viana. Problemas de hoy entre urbanizaciones de Pioz y el típico misterio de aparecidos en medio de los bosques. Líos de drogas y problemas de ruidos por las urbanizaciones mesetarias. Nada más y nada menos que un denso programa de sorpresas escritas, de narraciones limpias, de memorias imposibles.

Muchas otras esquinas de Guadalajara y su provincia nos salen al paso en este libro de “Leyendas y Relatos de Guadalajara” que no debe perderse quien se apasione por las autóctonas raíces de nuestra tierra. En definitiva, un libro de los que hacen falta, hoy más que nunca: una “herramienta de enraizar” gentes y espíritus a la tierra en que se vive. Un empeño en el que debieran estar más comprometidos los políticos que hoy nos rigen, que andan más pendientes del bienestar de la gente (sin ser este despreciable) que de la conciencia que tengan de estar sobre una tierra de ancestrales leyendas y sabias entrañas, en cuyo discurrir estamos hoy inmersos, y solo conociendo las páginas pasadas podremos encontrar la razón del vivir de hoy.

Monje Ciruelo un autor clásico

Después de hablar del último de los libros publicados por Monje, creo que corresponde decir algunas palabras más sobre el autor, sobre este “palazuelino” de corazón que lleva más de 85 años entre nosotros, y más de 60 escribiendo en este periódico.

Para decir algo somero de Monje Ciruelo, que es amigo, desde hace muchos años, serviría cualquier biografía, aunque fuera breve: la que aparece en las solapas de este su último libro, que es la más actualizada, o la que se publica en Internet, donde figura entre los “alcarreños ilustres” o diccionario de nombres que han sido algo en esta tierra, a lo largo de los siglos. Allí está Monje Ciruelo, como ha estado durante más de 60 años en las páginas de periódicos provinciales y nacionales, sin descanso: este Nueva Alcarria el primero, y ABC, la Vanguardia, aquel “Badiel” que él fundara y aguantó dos números, en época de naufragios.

Antes de este que hoy comentamos, y después de miles de artículos en un buen racimo de periódicos, Monje sacó cuatro libros editados: el primero se titulaba “Guadalajara a mi través” y eran crónicas, selectas, de su andar Guadalajara en plan periodista y buscador de actualidades.

El segundo, titulado “Guadalajara desde el ayer”, resultó más interesante que el primero, porque a través de su mano, como un prestidigitador que saca del fondo de su sombrero sombras y luces que parecían haberse borrado, a través de las palabras ciertas de una vida antigua, yendo más allá de las anécdotas personales (sus ascensiones a la cumbre del Ocejón, al que le tiene por tótem mítico de su caminar provincial) abocando a la palpitante historia reciente de una provincia que ha recorrido muchos más kilómetros que otras en los últimos treinta años.

En el tercero, de fulgurante éxito, -tal que la primera edición se agotó en tres meses y se sacó otra que está a punto de desaparecer- el título desvelaba el camino por el que pasaba la firme literatura de este autor: “Memorias de un niño de la Guerra” que daba inicio a la obra con sus peripecias y recuerdos nítidos de una Guerra Civil que él vivió desde la neutralidad que da la infancia, y que se alargaba en varias decenas de relatos en los que también Guadalajara, sus pueblos y sus gentes, revivían y nos sorprendían con hechos ciertos, plasmados con la brillantez de una película sorprendente.

El cuarto fue otro libro de relatos que empezaba con el que daba nombre a la obra: “11 M: el tren de las 7:10” y en el que aparecían un buen montón de lo que ha dado finalmente a Monje su silueta de narrador: los cuentos y relatos, las leyendas reales o inventadas, el mundo fulgurante de la literatura discurriendo por los límites de Guadalajara.

En el prólogo de su primer libro decía yo mismo que su estilo estaba en la línea de los clásicos castellanos: nada de barroquismos, nada de “diversos ismos” que a todos nos llamaron la atención un día: Monje fue siempre con la palabra justa a describir los hechos ciertos. Hasta ahí la proeza, que no es tan fácil.

La prosa de Monje Ciruelo, desde sus iniciales crónicas en “Nueva Alcarria” y otros periódicos españoles, hasta sus escritos de hoy mismo, los que aparecen en este quinto volumen, ha ido creciendo y depurándose. Con la clásica limpieza de quien va derecho a narrar, a presentar una situación, a plantear un nudo, y a darlo abierto y fácil, los textos de Monje se ofrecen sin música pero con ritmo y claridad perfectos. En ellos vibra, con una gran variedad de temas, la honda raíz de una tierra castellana, esta de Guadalajara que se derrama en estos treinta manantiales de antiguo saber, de pensares inquietos e imposibles.

Y en fin, que no digo más que lo referido, porque en otros lugares pueden encontrarse sus méritos e itinerarios vitales. Léase, si no, la página www.aache.com/alcarrians/monje.htm en la que viene con detalle su currículo, sus fotos, hasta su dirección de correo electrónico, que también la tiene Monje, y la usa, lo atestiguo, como un chaval de veinte años. Atento siempre a lo que ocurre, estará a lo que le digan. Es, en todo caso, un verdadero lujo ser su amigo, su admirador, su consejero.

Nota Final

El libro de Monje Ciruelo

El libro que da pie a esta crónica, se titula “Leyendas y Relatos de Guadalajara”. Está escrito por Luis Monje Ciruelo, y lleva prólogo del profesor Manuel Peinado Lorca. Tiene 264 páginas, y está editado por AACHE, editorial de Guadalajara con más de 410 títulos en su haber. En un tamaño de 17 x 24 cms., y con un precio de 15 euros el ejemplar, su índice nos refiere los 30 títulos de esas leyendas y relatos que contiene, en las que aparecen paisajes, pueblos, personajes e historia de las cuatro comarcas en que se divide nuestra provincia.