Torija abre sus puertas

viernes, 24 julio 2009 2 Por Herrera Casado

Un viejo edificio, imagen de la decrepitud y el abandono, ha renacido. Hoy se inaugura en Torija el Centro de Interpretación Turística que toma al viejo castillo de los Mendoza por su sede. La sombra orante del marqués de Santillana, que tantas horas pasara al pie de sus muros, para conquistárselo al navarro Puelles, y el ardor juvenil con que luego se puso a reconstruirlo y presumir de él, estará presente en el acto de inauguración.

Dentro, entre los altos muros castilleros que hoy quedan tamizados por la luz y el color de la oferta turística de la provincia, el rumor de la gente que verá asombrada las posibilidades que tiene Guadalajara lo llenará todo. Es un día feliz para Guadalajara, para quienes la viven a diario, para quienes pasan por ella, aunque sea deprisa, aunque sea una vez en la vida.

La última vez que escribí sobre Torija fue para comentar la aparición de un libro sobre su castillo, que había escrito (hace cinco años de esto) el párroco del pueblo, don Jesús Sánchez López. Libro erudito, completísimo, en el que a lo largo de 300 páginas desgranaba los avatares históricos, las descripciones y las elucubraciones acerca de este monumento impar.

En aquella obra, -que hoy se encuentra completamente agotada, hasta el punto de que solo es posible hacerse con ella en formato PDF-, se anunciaba ya la inminente construcción, en su interior, de un Centro de Interpretación Turística, del que estaban todos los planos y proyectos hechos, y solo le faltaba el empujón político para llevarlo a cabo. Ese empujón ha llegado, decidido y rápido, de manos de la presidenta actual de la Diputación Provincial, doña María Antonia Pérez León, que en menos de dos años de mandato ha centrado buena parte de sus múltiples iniciativas a consolidar aquella idea, y a ponerla en marcha. Hoy, 24 de julio de 2009, ese Centro se inaugura. Y aunque no podré asistir personalmente al acto, tan esperado e ilusionante, por razones de trabajo, sí que pasaré a visitarlo esta misma tarde.

Porque se van a conjuntar dos aspectos importantísimos que pueden marcar un antes y un después en la vida social y económica de nuestra tierra: de un lado, la puesta en valor, real y diario, de un viejo monumento, que fue siempre la estampa de la decrepitud, de la ruina de los siglos, de la memoria vieja de los guerreros… pero la inquietante imagen del abandono lento. Esa estampa cambia radicalmente, y hoy es un monumento vivo, con unos horarios para entrar, a diario, y una utilidad comunitaria. De otra parte, porque se utiliza para dar un nuevo empujón a lo que está claro ha de ser el futuro, al menos en los próximos decenios, de la vida en esta provincia: el turismo. Un turismo que ahora queda reducido a los madrileños, valencianos, y castellano-manchegos, pero que al tener su mejor escaparate en esta autovía que es eje central de España, abrirá muchas más puertas y concitará muchas más intenciones de visitar Guadalajara. El aplauso, María Antonia, es obligado, y merecido. Aquí va entero.

Historia y Leyenda

En la historia de Torija se mezclan la leyenda de su inicio a partir de los caballeros templarios, con la certeza histórica de su pertenencia a los Mendoza, a la saga de los Condes de Coruña, durante siglos. Su situación, en el camino real que llevaba a los viajeros desde la meseta inferior a la superior y al valle del Ebro, la hizo siempre un codiciado puesto estratégico, y por lo tanto su posesión provocó luchas entre reinos, grupos y hasta entre administraciones, más recientemente.

Torija estuvo amurallada desde la Edad Media. Un grueso cinturón de murallas formadas de densa mezcla de sillarejo y cal, la defendía por completo, reforzándose por cubos o torreones en esquinas y comedios, y abriéndose en ella al menos dos grandes puertas, la del Sol y la de la Picota, aunque sabemos que hubo algunas otras. En su extremo oriental, se alzaba vigilante del valle y de la villa el castillo. Es muy posible que, en sus orígenes, existiera una simple torre en ese mismo espacio, y de ahí tomara el nombre que hoy usa, el de Torija que devendría de la palabra castellana “torrija” o “torre pequeña”.

La fortaleza y villa amurallada, después de varios siglos de trueques y posesiones de personajes de la Corte, fueron dadas por el Rey al arzobispo Carrillo en premio a su conquista de las manos de los navarros que la tomaron sin razón a mediados del siglo XV.  Ambas cosas, villa y castillo, fueron trocadas con el marqués de Santillana, quien dió al eclesiástico su villa de Alcobendas. Así pasó a la casa de Mendoza, donde en la línea de segundones, permanecería varios siglos. Don Iñigo dejó la villa de Torija en herencia a su (cuarto) hijo don Lorenzo Suárez de Figueroa, a quien el rey Enrique IV dio los títulos de conde de Coruña y vizconde de Torija. Fundó en su hijo don Bernardino de Mendoza un mayorazgo que incluía sus títulos y la villa de Torija y su castillo‑fortaleza. Este comenzó a construir la iglesia parroquial, y todos sus descendientes, a lo largo de varias prolíficas generaciones, se ocuparon en mantener y mejorar a esta su villa preferida.

En el siglo XVI, en 1545 más concretamente, el castillo de Torija sirvió de telón de fondo para la celebración, en el fondo de su valle, del famoso «paso honroso de Torija» que consistió en unas grandes justas y torneos, a la usanza medieval, y en símbolo de defensa de un paso, entre los caballeros de Guadalajara y Torija, todos de la corte del duque del Infantado y del conde de Coruña, y otros muchos caballeros españoles, franceses y portugueses. Se hizo esta fiesta en honor de Francisco I de Francia, y Carlos I de España, que la presenciaron juntos, y duró más de 15 días. El sonido caballeresco y guerrero que el nombre de Torija había levantado durante los siglos de la Edad Media, quedaba con esta fiesta consagrado.

Poco a poco vino a menos la villa, aunque el continuo paso de caravanas, comerciantes, viajeros y emisarios la mantuvo viva; por aquí pasaron Camilo Borghese, Francisco Spada, Andrea Navagiero y Enrique Cook, entre los antiguos, más Ernest Hemingway y Camilo José Cela, ya en el siglo XX, dejando todos ellos memoria de lo que vieron y sintieron al plantarse ante este coloso de la arquitectura medieval. Pero con los años el castillo fue perdiendo color y prestancia. En 1810, durante la guerra de la Independencia, Juan Martín el Empecinado lo voló en parte para que no pudiera ser utilizado por los franceses. Largos años abandonado y en total ruina, la Dirección General de Bellas Artes acometió su reconstrucción en la década de los años sesenta del pasado siglo. Hoy luce como uno de los más bellos castillos de la provincia de Guadalajara, y hoy abre sus puertas, firme y rotundo, vivo y latiente, como Centro de Interpretación Turística de Guadalajara. Un largo sueño que se hace, al fin, realidad.

Una visita al castillo de Torija

Se sitúa el castillo de Torija sobre una eminencia rocosa, en el borde de la meseta alcarreña, justo en un lugar en el que se inicia la caída hacia el valle. Es de planta cuadrada, con torreones esquineros de planta circular. Construido todo él con sillarejo trabado muy fuerte, muestra en el comedio de los muros unos garitones apoyados sobre círculos en degradación. Las cortinas laterales se rematan en una airosa cornisa amatacanada, formada por tres niveles de mensuladas arquerías, hueca la más saliente, que sostenía el adarve almenado, del que solo algunos elementos se nos ofrecen hoy a la vista. Además los torreones esquineros ofrecen en parte su cornisa amatacanada.

La gran Torre del Homenaje es el elemento que concede su sentido más peculiar al castillo torijano. Se alza en el ángulo oriental, como un apéndice de la fortaleza, con la que sólo tiene en común el cubo circular de ese ángulo, a través del cual se penetra en la referida torre. Es de gran altura, con unos muros apenas perforados por escasos vanos, y unos torreoncillos muy delgados adosados en las esquinas. Se remata la altura de esta torre con una cornisa amatacanada forma­da también de tres órdenes de arquillos, y sobre ella aparece el adarve almenado.

El interior de esta Torre del Homenaje muestra hoy todos sus pisos primitivos. Desde el patio que ahora es vestíbulo del Centro de Interpretación,  y a través de una estrecha puerta, se penetra a la sala baja, comunicada solamente por un orificio cuadrado en su bóveda. Haría de sala de guardia. Al primer piso se accedía desde la altura del adarve. La última sala remata con bóveda muy fuerte, de sillería, en forma de cúpula. Sobre élla asienta la terraza. Una escalera de caracol embutida en el muro comunicaba unos pisos con otros. Hoy esta estructura ha cambiado, y gracias al trabajo del arquitecto Condado, que dirigió la construcción del Museo del libro “Viaje a la Alcarria” en su interior, como ahora ha dirigido la reconversión del todo en Centro de Interpretación, se puede visitar entera y abierta.

La fortaleza de Torija tenía, y todavía se ven algunos restos, un recinto exterior o barbacana de no excesiva altura, que seguía el mismo trazado que el castillo propiamente dicho. En la parte norte, que da sobre la plaza, al ser más llana y por lo tanto más fácilmente atacable, estaba dotado de un foso por fuera de dicha barbacana. La entrada a la fortaleza se hacía por esta cara norte, atravesando el foso por medio de un puente levadizo que, cayendo desde la entrada del recinto exterior, apoyaba sobre sendos machones de piedra puestos al otro lado de la cava.

El ingreso al interior del castillo no estaba, sin embargo, donde hoy se ve abierta la puerta. La estructura defen­siva de estos elementos guerreros, obligaba a realizar un recorrido por el camino de ronda, y hacer la entrada por otra de las cortinas del mismo. En el caso de Torija, es muy posible que esta entrada estuviera sobre el muro meridional, el que da al valle, donde siempre ha habido una pequeña puerta practicable.

Del interior poco puedo decir, porque no lo he visitado desde hace cinco años. Hoy se inaugura, y esta tarde mismo iré a verlo, comentándolo después. En principio cabe decir que el interior todo del castillo ha quedado cerrado y ocupado por un cuerpo constructivo que hará de museo, exposición y espacio informativo. La tarea, difícil, que ha estado en manos del arquitecto José Luis Condado, seguro que ha sido resuelta con la inteligencia y la elegancia a que nos tiene acostumbrados este gran profesional.

Y ya como un complemento del castillo, y casi totalmente desaparecida, estaba la muralla que rodeaba la villa. Era una alta cerca de piedra, reforazada a trechos por torreones, abierta por al menos dos grandes puertas, daba a este lugar la categoría de gran villa fuerte de Castilla. Así era Torija un bastión señalado, uno de esos Burgos medievales en los que caminantes y políticos se fijaban a la fuerza, porque tenía la importancia de ser lugar a poseer, a controlar, a tener a favor.

Apunte

La gran Fiesta de la Historia

En la jornada de mañana sábado, fiesta además de Santiago, patrono de la Caballería, de los ejércitos, y de mil recuerdos más, Torija vivirá por quinto año consecutivo su particular “Fiesta de la Historia”.

Además de la ambientación de l aplaza y calles anejas con tascas y mercados medievales, talleres artesanales y demostraciones de lucha antigua, se revivirán en diversos actos el “Paso Honroso” y la memoria del marqués de Santillana.

Desde las 11 de la mañana y hasta las 11 de la noche, sin interrupción, se escuchará al grupo de “Dulzaineros Calaveras”, al grupo Fisterra, y se tendrá la oportunidad de oir y ver actuar en directo al “Nuevo Méster de Juglaría” tan solicitado todavía en este tipo de eventos. El Nuevo Méster está programado para las 11 de la noche, como plato fuerte de la jornada.

Previamente se habrá iniciado todo con el pregón, que estará a cargo del Grupo de Teatro Trabalenguas, y no faltarán los juegos malabares y las actuaciones del bufón Amado. En los establecimientos gastronómicos de Torija, se centrará la jornada en menús especiales medievales y castellanos.