Buitrago, un castillo mendocino

viernes, 20 febrero 2009 0 Por Herrera Casado

En estos días estamos trabajando, el profesor García de Paz, y quien esto escribe, en un proyecto que desde hace tiempo preparamos para dar a conocer, desde una perspectiva de actualidad y con características de guía cómoda para acompañar en viajes, en un libro sobre los castillos y las fortalezas de la Comunidad de Madrid.

Algunos de esos castillos, hoy en la vecina comunidad, tuvieron durante siglos un marcado acento guadalajareño, al haber sido construidos y utilizados por diversos personajes de la familia de los Mendoza, cuando en Guadalajara tenían su sede principal, en el deslumbrante palacio del Infantado, y sus súbditos y administradores debían viajar, desde remotos lugares, a rendirles cuentas en la ciudad del Henares.

De esos castillos, a los que por esta circunstancia estamos viajando en estos meses, traigo hoy la referencia reciente de lo visto y estudiado, animando a mis lectores a que viajen y se nutran de estas memorias que prodigan las piedras castilleras. Hoy nos vamos a Buitrago, en el valle alto del Lozoya.

Muralla occidental del castilllo de Buitrago

La villa amurallada

Poco queda de la grandiosidad que tenía la villa amurallada de Buitrago. En los siglos del Medievo y el Renacimiento, cualquier viajero que discurriera por la sierra madrileña, con la intención de cruzar el puerto de Somosierra rumbo a Burgos, no tenía más remedio que detenerse en Buitrago, cruzar los puentes que la refuerzan y atravesar el oscuro peaje de su torre en recodo para acceder al interior de la amurallada villa.

En su interior abundaban los artesanos, los comerciantes, los herreros, los mesoneros, y numerosos criados y funcionarios de la corte mendocina acogían (o atravesaban a impuestos) a los viajeros. A poco más de 13 leguas desde la Puerta del Sol, hoy sigue siendo, como lo fue durante siglos, la “capital de la Sierra”.

El origen de este burgo fortificado rodeado de un profundo río, es árabe. Tras la reconquista del área por parte del rey Alfonso VI de Castilla, se remodeló y reforzó, en el siglo XII, recibiendo nuevas atenciones, aumentos, y mejoras, en los siglos XIII y XIV, que son en los que se data la construcción del castillo y la estructura actual del burgo.

Un gran circuito de altas murallas (lo vemos en la fotografía aérea que acompaña a estas líneas) protegía totalmente a la villa que tenía doble defensa: además de la muralla, por todas partes menos por el poniente estaba rodeada por el foso húmedo del río Lozoya, que hoy es mucho más amplio y vistoso al tener remansadas sus aguas por el embalse de Puentes Viejas. Unos 800 metros en total es el perímetro del actual Buitrago fortificado.

La Comunidad de Madrid ha restaurado en sucesivas campañas esta muralla, pudiendo accederse a los adarves y recorrerla casi en toda su extensión mediante cómodo paseo junto a las almenas. La altura de este muro es de 9 a 10 metros en la parte occidental de la ciudadela, en la cual se centra la puerta de acceso (hoy llamada Puerta del Reloj) y que era la que debía defender a la puebla de los ataques por terreno llano. Mientras que el resto de muralla sobre el río no tiene más de 3-4 metros de altura.

En su costado occidental y sur se alzan hasta 13 torreones de planta cuadrada todos ellos, menos la mayor de las defensas, que es pentagonal y que permite el paso del exterior a la villa amurallada, a través de un estrecho pasadizo en recodo, que se abre al exterior por arco apuntado, y al interior por doble arco con hueco para el rastrillo, todo ello de ladrillo y sillarejo, muy en el estilo de la construcción mudéjar primitiva. Nada más atravesar el pasadizo, el viajero se planta ante la iglesia parroquial del pueblo, dedicada a Santa María del Castillo, sin duda elevada, en estilo gótico, sobre los restos antiguos de otra iglesia que a su vez sustituiría a la primitiva mezquita. También muy bien restaurada esta “iglesia de Asilo” como pregonan dos cartelas talladas a su entrada, ante la puerta de prolija decoración gotizante, su torre es elegante y primitiva, dándole al conjunto un acusado carácter medieval.

En el interior del viejo burgo, que a lo largo del siglo XIX y gran parte del XX quedó vacío y abandonado, se han levantado algunos edificios oficiales, viviendas sencillas y algún hotel.  

El crecimiento de la villa de Buitrago se ha verificado, desde la segunda mitad del siglo XX, de murallas hacia fuera. Ha sido declarada todo el conjunto como Bien de Interés Cultural y el castillo Monumento Nacional, desde 1931. Por parte de la Consejería de Cultura de la Comunidad Autónoma de Madrid, desde 1995 se está procediendo a la restauración progresiva del conjunto, y el mes pasado se habilitó una nueva cantidad para la rehabilitación de la Torre del Reloj.

El castillo

Como muchos otros lugares, especialmente de las propiedades de los Mendoza, Buitrago tuvo su castillo levantado en una esquina de la villa amurallada. Similar situación la vemos en Palazuelos, junto a Sigüenza. Similar fue el aliento que a ambos conjuntos les proveyó de esta estructura: don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, su animoso constructor.

En Buitrago el castillo se alzó en el ángulo sureste de la muralla, y es sin duda, hoy puede constatarse, posterior a la primera defensa amurallada del burgo. Es posible que aprovechara la existencia de una anterior alcazaba árabe. En todo caso, son los Mendoza, en el siglo XV, cuando alzan este edificio. De planta prácticamente cuadrangular, con unos 25 metros de lado, su fábrica dura y austera a base de mampostería y argamasa, ofrece la puerta principal al norte, ahora accesible a través de una rampa de madera que vuela sobre los cimientos de otros edificios antiguos recientemente excavados. Se entraba a una plaza de armas desde la que se veían las siete torres de refuerzo, cuatro de ellas en las esquinas y dos más recias en la mitad de los dos muros que dan al interior de la población. Desde su ángulo suroeste surgía una fuerte estructura consistente en una coracha protegida de almenas que servía para permitir a los habitantes del castillo, en caso de acoso, acceder al agua del río.

Por antiguos documentos se sabe que el interior del castillo tuvo muchas dependencias, una capilla elegante, un gran salón de honor y muchas habitaciones que deparaban alojamiento cómodo para viajeros de alto rango, invitados de los Mendoza, y compañías de las jornadas cinegéticas que los duques del Infantado tenían con frecuencia en estos montes. Por ejemplo recordamos cómo el rey Felipe III y toda su corte se alojó aquí, en 1601, con ocasión de unas jornadas de caza.

Aunque ahora no es fácil visitar el interior del castillo, que suele estar cerrado a los viajeros, sí que podemos informar que en su interior se construyó, en el pasado siglo, la plaza de toros de la villa, en un ejemplo de casticismo hispano difícil de superar. Una evidencia de que la casta torera de los españoles va más allá del respeto a las ruinas venerables de su historia más honda.

Y algo de historia

La historia resumida de Buitrago nos la aporta García de Paz en estas frases que siguen: Fue Buitrago punto fortificado en la época musulmana, siendo el lugar sometido a conquista por Alfonso VI, no sabiendo con exactitud si fue en 1083 o tras la caída de Toledo en 1085. En 1127 pertenecía al territorio arzobispal de Toledo. Repoblada con cristianos de Sepúlveda, fue cabeza de una Comunidad de Villa y Tierra, que recibió Fuero de Alfonso X el Sabio el 23 de julio de 1256. Fue donada, junto con la villa de Hita (Guadalajara), el 1 de enero de 1368 por Enrique II a Pedro González de Mendoza, “el de Aljubarrota”, en premio a sus servicios. Antes había pertenecido a la familia vasca de los Orozco, pero Iñigo López de Orozco, hermano de la madre del Mendoza, había sido asesinado por Pedro I tras la batalla de Nájera un año antes y no tenía herederos varones. La donación sucedió, pues, antes del asesinato de Pedro I en Montiel. Buitrago y las aldeas de Somosierra y Robregordo (que logró el Mendoza en 1375) controlaban el acceso al puerto de Somosierra, paso obligado de personas y ganado lanar entre las dos Castillas.

Pedro formó un mayorazgo conjunto con Hita y Buitrago en 1380, que pasaría a su hijo primogénito Diego, el almirante, y a su nieto Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, y de éste a su primogénito Diego Hurtado de Mendoza, primer duque del Infantado. A la vez que el palacio del Infantado de Guadalajara y el castillo de Manzanares, los duques finalizaron el Hospital de San Salvador, junto al lienzo este de la muralla. Este hospital había sido fundado por el primer marqués de Santillana, quien mandara hacer para el Hospital el famoso retablo de Nuestra Señora de los Angeles, obra de Jorge “el Inglés”, donde aparece orando junto con su esposa Catalina de Figueroa. Este retablo, después de haber estado expuesto muchos años en el palacio del Infantado, hoy forma parte de la colección particular del actual duque del Infantado.

Buitrago e Hita eran las bases del poder militar de los Mendoza, pues eran villas fortificadas y, difícilmente expugnables aún con la artillería del siglo XV, lo que les permitía usarlas como base de operaciones y como retiro, en caso de acoso, como ocurrió en 1460. En ellas guardaban también a sus rehenes y protegidos. En Buitrago los Mendoza custodiaron a la princesa Juana de Castilla (injustamente apodada como “la Beltraneja”), que les fuera entregada por el rey Enrique IV el 6 de agosto de 1467 y quedó en Buitrago bajo la guardia del primer conde de Tendilla, segundo hijo del marqués de Santillana. En 1470 estuvieron en Buitrago tanto la princesa Juana como su madre la reina Juana de Portugal con su amante Pedro de Castilla “el joven”, huidos ambos desde Alaejos mientras estaba la reina embarazada de siete meses de su amante. En la huida le ayudó su dama Mencía de Lemos, amante del futuro Gran Cardenal Pedro González de Mendoza, también hijo del marqués de Santillana. La reina parió al primer hijo de su amante, llamado Apóstol de Castilla, en Buitrago. Princesa y reina (con su amante) serían trasladadas posteriormente a la villa amurallada de Trijueque (Guadalajara) y vueltas a Buitrago, devolviéndose la princesa Juana al rey Enrique IV el 26 de octubre de 1470. Con la princesa también volvió la reina junto al rey. Los Mendoza recibieron de éste, como compensación, la Hoya del Infantado, posesión real a caballo entre las actuales provincias de Guadalajara y Cuenca. La reina Isabel de Castilla hizo duque del Infantado al segundo marqués de Santillana el 22 de julio de 1475.

Y son solo unas pinceladas de la larga y densa historia, siempre relacionada con los Mendoza alcarreños, de esta interesante villa amurallada de Buitrago.

Apunte

La destrucción por los franceses

Se ha cumplido también ahora el bicentenario de la destrucción de Buitrago por los franceses. Fue concretamente el 30 de julio de 1808, cuando las tropas napoleónicas, que habían llegado con su Emperador supremo a Somosierra, para asediar y conquistar Madrid de forma contundente y definitiva, que incendiaron el pueblo entero, y el castillo, llevándose cuanto pudieron del interior de la iglesia y de la mendocina fortaleza. Desde entonces, Buitrago no levantó cabeza. El mazazo de la francesada la dejó inconsciente por mucho tiempo.

Y tras su larga agonía, en 1936 llegó otro incendio, en el contexto de las operaciones militares en torno al frente de Somosierra en la Guerra Civil española. Demasiadas devastaciones para su cuerpo serrano. No obstante, merece la pena que el lector se dé por allí un garbeo y vea cómo hoy Buitrago está cuidada, alegre y confiada.