Anguita se recomienda

viernes, 25 julio 2008 1 Por Herrera Casado

Si uno anda buscando espacios donde los bosques sean mayoría, donde los prados estén aún jugosos, donde haya roquedales y hoces y peñascales de emoción visual, y donde todo ello se encuentre en la soledad que añora muchas veces nuestra encendida maquinaria de hacer cosas sin parar, ese lugar sin duda es Anguita.

En lo alto de la serranía del Ducado, un poco más al norte y al oeste de donde hace tres años se levantó la pira más grande que se recuerda en este país, está incontaminada y prístina Anguita, con sus diversas zonas que allí llaman el Pinar, el Campo Taranz, los Altillos, y la propia Hoz que atraviesa, con el río Tajuño por sandalia, el mismo pueblo.

Esta es una invitación a conocer Anguita, a tener algunos datos sobre este pueblo, del que acaba de aparecer un precioso libro, voluminoso y cuajado de imágenes, que le cuentan y definen. Una historia de Anguita da cuenta de su memoria arqueológica, su riqueza natural, las anécdotas de sus gentes, los escudos y las ermitas, en fin: una posibilidad de conocer cosas nuevas de nuestra tierra.,

Una historia densa

Una de las banderas históricas que esgrime Anguita, -este año ondeada con vehemencia y oportunidad- es el paso por el pueblo del héroe castellano don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. El primitivo pueblo estuvo situado junto al río, entre rocas altísimas, en lo que hoy se conoce como “barrio de la Hoz” y que la tradición le hacía llamarse “cuevas de Lonzaga”. En las *Cuevas de Anguita+ descansó una noche o algunos días el propio Campeador. La zona de huertos, ala­medas y suaves ondulaciones por donde corre el Tajuña, estuvo indudablemente poblada desde tiempos prehistóricos.

Anguita fue poblada, indudablemente, por pueblos celtíbe­ros, y su paso estrecho sobre el Tajuña fue lugar de vigilancia y defensa. Tras la reconquista, quedó incluida en el alfoz o Común de Villa y Tierra de Medinaceli, para tras el siglo XV reconocer en señorío a los de la familia la Cerda, y así formar en el llamado ducado de Medinaceli, de cuyas sierras es uno de los más importantes núcleos de habitación. De ese pasado solo logró desprenderse hace poco, cuando los pinares que habían sido ducales y luego administrados por empresas extranjeras, llegaron a ser propiedad comunal.

Sus gentes se dedicaron en los últimos siglos a los cuidados del pinar, a la labranza de secano y huerta, y a tareas industriales de la lana, pues aquí hubo importante batán que trataba grandes canti­dades de la lana de las ovejas de Molina, quedando luego una tradición referida a los telares y fabricación de tejidos de todo tipo. También en Anguita existió durante los dos últimos siglos una recia tradición de alfarería, trabajando en tejas durante el verano y en cacharros diversos durante el invierno. De sus alfares salieron numerosas piezas (asaderas, botijas, barreños, bebederos, caloríferos para calentar camas, jarros, morteros y muchos cacharros para recoger la resina en los pinares cercanos) que aún pueden encontrar los buenos coleccionistas, y de las cuales hay algunos ejemplos conservados en el “Museu del Cántir” de Argentona (Barcelona).

Qué ver en Anguita

El pueblo entero es un bello ejemplo de ordenación urbana de tipo rural, con amplia plaza mayor en la que des­tacan un par de caserones con grandes y adovelados portones y gastados escudos nobiliarios sobre ellos. También muchos edi­ficios muestran en su fábrica de sillar y fuerte aparejo pétreo las huellas de un quehacer meticuloso y muy característico. Dibujó sus edificios y plazas el académico arquitecto don Luis Cervera Vera, alguno de cuyos ejemplos (publicados por el Colegio de Arquitectos de Guadalajara) pueden verse junto a estas líneas. Entre esas casas podría destacarse, hace tiempo, la de Valeriana Rata, que era la mejor del pueblo, según la describía Riera y Sanz en su “Diccionario de España”. Se ha construido otra nueva en su lugar. Sitios de fama y enjundia eran su antiguo hospitalillo, el callejón del Coso, los puentes Nevo y del Canto, como ejemplos de arquitecturas populares.

Porque en punto a edificios históricos y artísticos, Anguita ofrece en lo más alto del pueblo destaca la ermita de la Virgen de la Lastra, que oficia de iglesia parroquial, obra del siglo XVII, que muestra en su muro de poniente una elegante espadaña con tres vanos, un campanil superior y adornos laterales de pináculos. Su planta es de cruz latina, y el ábside muestra una gran ventana con cercos moldurados barrocos rematando en un escudo episcopal. En el muro sur aparece la portada, de arco semicircular, moldurada con senci­llez, protegida de un atrio formado por arcos semicirculares. Ante la entrada se abre un atrio descubierto, limitado por barbacana de sillería con grandes bolas a su entrada. En un extremo del pueblo se ve la ermita de la Soledad, con doble arquería semicircular de entrada. Y en el barrio de la Hoz está la iglesia de San Pedro, la primitiva del pueblo, de origen románico pero con arquitectura gótica y múltiples detalles de interés, amén de un gran retablo barroco dedicado al primer Papa.

Y por decir algo de la Naturaleza, solo mencionar cómo en el término de Anguita existen bellos paisajes de serranía, muy especialmente los que forman el río Tajuña en su camino hacia Luzaga, escoltado por inacabables y densos pinares, en los que se halla instalado el Campamento Juvenil *Amadís+ que funciona durante el verano como una escuela de educación y respeto a la Naturaleza. Además de espacios como el campo Taranz (por donde también consta que pasó el Cid) el Abadón, las antiguas Salinas frente a Torremocha, el espacio del antiguo pueblo de Ratiela, o Ratilla, ya desaparecido, la Peña Oradada, de singulares perspectivas, las Azuleras y los Altos, en pleno pinar, la Peña El Aguila, por donde pasaran el Empecinado y el General Hugo, o el roquedal de las Mijotas… un sin fin de espacios por lo que el viajero puede caminar y asombrarse.

Un montón de anécdotas

El libro que acaba de aparecer, escrito por Javier Serrano Copete, un jovencísimo escritor que promete y mucho, ofrece algunas sorpresas en forma de anécdotas. Porque todos los pueblos de nuestra tierra, y Anguita no iba a ser menos, preparan sorpresas a quien en su mundo se interna. Así, por ejemplo, sabemos desde ahora que don Santiago Ramón y Cajal, ya al final de su vida, siendo Premio Nobel de Medicina y admirado en el mundo entero, pasó un verano, el de 1927, en Anguita, en la casa que le prestó el médico de la localidad, don José Sines, y que hoy es de Antonia Rebollo. No cuesta imaginar a don Santiago, vestido de oscuro y probablemente con pajarita, pasear junto al río Tajuña y pararse a mirar el verdiazul de sus aguas inquietas desde la pétrea baranda del puente del Canto.

Otra curiosidad es que en la zona de Anguita aparece una mariposa que en muy escasas zonas de Europa se ve: la Erebia Epistygne, de colores rojo y marrón, quizás vulgar en su aspecto, pero muy interesante para los entomólogos.

Al igual que la pasada semana ofrecíamos un viaje a la Ruta de las Caras en el pinar de Buendía, hoy me atrevo a recomendar lo mismo en el de Anguita, más concretamente en el camino a la Fuensanta, donde las rocas, naturales, talladas por la lluvia y el viento de siglos y siglos, ofrecen aspectos sorprendentes de cabezas de lobo, de serpiente, de alosaurio, o del mismo Pinocho.

No es una sorpresa, pero sí abunda en la singularidad de Anguita, decir que todo el término está cuajado de yacimientos prehistóricos, pues en esta zona (y en Aguilar, hoy parte de su municipio, y en Luzaga, y en Santa María del Espino, etc.) habitaron numerosos los celtibéricos, en plena Edad del Hierro, cinco siglos antes de Jesucristo. De ellos han quedado dólmenes (el del Abadón, y del Portillo de las Cortes) castros numerosos como el del Altillo o el del Hocin Cavero, campamentos romanos como el de La Cerca, verdaderamente sorprendente, villas romanas, puentes y calzadas romanas, etc.

El libro sobre Anguita

Estas líneas, que sirven apara animar a mis lectores a que viajen a Anguita y aprendan y se admiren de cuantas maravillas ofrece allí Naturaleza, son el mínimo-mínimo resumen de este libro que acaba de aparecer y nos ha llenado las manos y colmado el espíritu. Se titula “Una historia de Anguita. El pueblo y su entorno” y lo ha escrito un joven abogado de Barcelona que tiene sus hondas raíces familiares y humanas en Anguita. Es Javier Serrano Copete, de la familia de los nenes, y mantenedor en Internet de un blog de los más leídos de España, el Nubiru.

El libro, con casi 300 páginas, y más de un centenar de fotografías, cuenta con todo detalle ese almario de cosas que es Anguita: la Naturaleza, la Arqueología, la Historia medieval y moderna, el Patrimonio artístico, religioso y civil (no olvidar que en Anguita queda, vigilante sobre el hondo foso del Tajuña, una torre de antigua silueta guerrera), las fiestas… Y que leérselo no es sólo fuente de conocimiento, sino oferta de goce literario, porque quien lo escribe es algo más que un historiador o un filósofo: es un escritor (aún en ciernes) de la cabeza a los pies. La portada del libro, además, es de otro famoso artista atencino, Mariano Cabellos, que nos ofrece colorista el puente del Canto en primavera.

Para saber más

Javier Serrano Copete

Un escritor en ciernes

El autor de esta novedosa Historia de Anguita es Javier Serrano Copete, de anguiteñas raíces aunque nacido en Barcelona. Licenciado en Derecho por la Universidad Pompeu Fabra (2007), este es su segundo libro tras haber publicado «Di que fue un sueño» (elAleph.com, 2007). Además ha creado un conocido blog, bajo el título de “Nubiru”, en el que demuestra su capacidad de análisis e interpretación de la historia, desde la Antigüedad preromana a los campeonatos de fútbol. Entregado a la lectura, a la investigación y al cultivo de la amistad, con este libro realiza –según nos cuenta- un doble sueño: escribir sobre lo que más le gusta (“la” historia) en referencia a lo que más quiere («su» pueblo). De Serrano Copete habrá que hablar, sin duda, en el futuro. Porque lo tiene todo por delante, y la garra de su literatura apresa con facilidad a quien le lee.