Los Mendoza en Mombeltrán

viernes, 21 septiembre 2007 4 Por Herrera Casado

 

Castillo deMombeltrán

Un paseo por las cumbres de Gredos nos ha llevado a descubrir el castillo de Mombeltrán. Allí los viajeros se han encontrado no solo con una perfecta imagen de castillo medieval, pulcro y completo, enmarcado por los altos serrijones graníticos de Gredos, sino que han recorrido a través de matacanes, mocárabes y escudos tallados en su piedra gris una parte de la historia alcarreña, que anda allí petrificada y en silenciosa memoria. Estas líneas quieren ser invitación a viajar a ese enclave de Avila, incrustado en lo más fragoso y espléndido de su sierra azul, y a rememorar cosas de Alcarria a través de la historia de ese castillo, tan parecido, tan entroncado con los de nuestra provincia.

Mombeltrán visto

Bajando desde el alto del Pico (que añade a su belleza paisajística el interés de encontrarse a cada revuelta con la más perfecta calzada romana que se mantiene íntegra en Castilla) se divisa allá a lo bajo el pueblecito de Mombeltrán, que siempre fue dicho Colmenar de Arenas, porque era parte del territorio de la actual villa de Arenas de San Pedro, y como una aldea mínima por lo alta y apartada, aunque estuviera en plena ruta de la Mesta trashumante (la Calzada Leonesa Occidental).

El castillo de Mombeltrán se alza sobre un hito rocoso que domina pueblo y valle alto del Tiétar. Consiste en un recinto cuadrado de mampostería bien trabada, con cubos en los ángulos, rodeado de una barbacana de similar traza. Junto a la entrada del recinto interior, hay una escalera de caracol que es el único acceso al adarve y a las zonas de defensa del castillo, aisladas, por lo tanto, de las dependencias domésticas. Quedan restos notables del primigenio patio, capilla y otras dependencias. Cada esquina del castillo tiene una torre de planta circular adosada. En la esquina nordeste se alza un cubo que es cuatro veces mayor que los demás, y sirve como torre del homenaje. Al igual que ocurre en el castillo de Pioz, esa torre es de planta cuadrada dentro del recinto. Entrando desde el adarve se ve que su interior consta de una sola cámara, con una bóveda hexagonal apoyada sobre un pilar central.

En Mombeltrán, la barbacana es un poco posterior al recinto, pero todo él fue construido en el mismo momento, el último tercio del siglo XV. Posteriormente, en el XVI, se terminaron las dependencias domésticas del castillo y se reforzaron las defensas exteriores: a la barbacana se le adosó un talud con saeteras, muy alto, y un pasadizo interno de ronda, ampliándose la zona de la entrada con otra puerta moderna y una rampa con un baluarte con orejones, esto ya posiblemente en el XVII o más tarde.

Así lo describe Edgard Cooper en su libro de “Castillos Señoriales en la corona de Castilla” y así lo hemos visto nosotros ahora, en la caída de la tarde de verano, cuando el alcázar entero, iluminado por el sol poniente, parece una antorcha de lujo y sueños. Federico Bordejé, en tanto, es más técnico y nos da explicaciones de su estructura. Dice que “el castillo de Mombeltrán puede presentarse como una de las últimas manifestaciones de la arquitectura militar de la Edad Media, en la que también pueden advertirse ciertas influencias ex­trañas y más bien italianas, al modo como sucede en el castillo bastante similar en tiempo, aunque de más fina estructura, de Pioz cuyos directos antecedentes cons­tructivos todavía pueden verse en la fortaleza de la «Rocca Pía», sub­sistente en Tívoli”.  Ya con esta apreciación entronca el Mombeltrán abulense con el Pioz alcarreño, y a ambos con los Mendoza que se apresuran, en todo momento, a colocar sus escudos de armas tallados sobre las puertas y bajo los almenares.

De esos escudos, que vemos sobre la puerta antigua, destacan los de Castilla y León, como homenaje del valido don Beltrán a su monarca, y junto a él los de La Cueva (su linaje) y Mendoza (el de su primera mujer, doña Mencía, con quien casó en 1462).Además se encuentran en otras partes el escudo de los Toledo, linaje al que perteneció su segunda esposa, doña Mencía Enríquez de Toledo, con la que casó en 1476. Sobre la puerta principal, y más moderna, aparecen las armas de Cueva y Silva.  Es muy posible que estas fueran talladas y ahí colocadas en el siglo XVIII, por parte del duodécimo duque de Alburquerque, don Federico Fernández de la Cueva, casado con Agustina Ramona de Silva, que lo habitaron mediado ese siglo del barroco.

En el muro ampa­rado por la torre del homenaje se abre la puerta principal, tanto del castillo, como de la barrera, esta última flanqueada por otros torreones más pequeños, ante los cua­les, y en su tiempo, corrió un foso, luego cegado cuando, en el siglo XVI, esa puerta exterior fue cerrada y suplantada por otra provista de gruesos garitones, con cupu­lines y frontón, abierta en una barbacana de forma casi trian­gular, aunque con traza en parte curvilínea, destinada a reforzar ese frente más vulnerable, pues por ahí tenía acceso desde la propia villa.

Exteriormente, la alcazaba de Mom­beltrán se conserva casi intacta, viéndose en su interior todavía bastantes restos del patio, cámaras y escaleras, que nos permiten hacernos idea de la composición interior del edificio, siendo bastante fácil su recons­trucción, por lo demás ya intentada algunas veces. Bordejé insiste en lo que es más evidente para cualquier visitante de hoy: que “uno de los mayores atractivos del castillo de Mombeltrán reside en su maravillosa situación ante el bello y extenso paisaje que le rodea, motivo principal del re­nombre y estimación de que siempre gozó, por su singular y admirable emplazamiento ante tan dilatadas y grandiosas perspec­tivas”.

Mombeltrán recordado

El lugar de Mombeltrán, como antes decía, fue nombrado “El Colmenar de Arenas” durante la Edad Media. Ya en el siglo XIII el rey Alfonso X le asignó fuero propio y le otorgó determinados privilegios reales. En 1393, el rey Enrique III concedió al lugar el título de villazgo, segregándolo del alfoz de Avila, y se lo entregó en señorío a su camarero mayor y condestable Ruy López Dávalos. Años después, el rey Juan II se lo entregó a su valido y también Condestable don Alvaro de Luna. Cuando el 12 de septiembre de 1461, el rey Enrique IV se lo donó a su valido y canciller don Beltrán de la Cueva, este lo cambió de nombre, componiendo ese bello topónimo con el que hoy se le conoce: el monte de Beltrán, Mombeltrán…

Como un altivo exponente de su nuevo señorío, el valido quiso levantar un castillo de nueva planta, que sustituyera al que de antiguo ya existía allí, porque el cerro rocoso lo está pidiendo a gritos. A quién encargó la traza y construcción del castillo, es cosa que no está documentada. Aunque parece todavía un poco pronto, pero el estilo de la fortaleza y algunos de sus adornos nos hace pensar en Juan Guas. Porque los mocárabes que bordean la desaparecida cornisa de la torre mayor son muy parecidos a los que luego este arquitecto pone en los castillos de Belmonte y Manzanares el Real, así como en el palacio de los duques del Infantado en Guadalajara.

El caso es que esta fortaleza fue habitada, en la segunda mitad del siglo XV, por la que fuera hija mayor del primer duque del Infantado, Mencía de Mendoza, quien al casar con el favorito del rey consolidó las alianzas de los Mendoza alcarreños con la monarquía, que a partir de entonces se fueron haciendo más firmes.

Este castillo fue declarado monumento nacional en 1949, pero a pesar de ello, y de estar incluso en la Ley General de Patrimonio, que protege todos los castillos españoles y dispone de la posibilidad de su visita, actualmente el de Mombeltrán, que es propiedad de los duques de Alburquerque, se encuentra cerrado y es inaccesible a los visitantes.

Apunte

Cómo llegar a Mombeltrán

Lo más cómodo es ir por la A-5, la autovía de Extremadura, hasta la altura de El Casar de Talavera, pasada ya Talavera de la Reina, y por Velada seguir la N-502 dirección Avila, dejando a la izquierda Arenas de San Pedro, y enfilando el alto valle del Tiétar. Después de visitar Mombeltrán, su castillo, su iglesia parroquial, su Hospital medievla y algunos palacios interesantes, se puede tomar con filosofía y buen ánimo la subida del Puerto del Pico, una carretera llena de cuervas de 180 grados, muy bien asfaltada, cómoda de subir, y parar de vez en cuando en los lugares señalados a contemplar la “Calzada Romana” que está recuperada en su integridad, fantástica. En el Alto del Pico, a 1400 metros de altitud, se contempla magnífica la Sierra de Gredos y en días claros se ve con toda nitidez el pico Almanzor, la montaña más alta de todo el centro peninsular.