Una Mirada a Recópolis

viernes, 7 septiembre 2007 0 Por Herrera Casado

 

Centro de Interpretacion del parque arqueológico de Recópolis

No viene mal de vez en cuando echar un vistazo al pasado de nuestra tierra. Sirve para aprender y, sobre todo, para asombrarse desde cuanto tiempo hace que existimos como comunidad. En Recópolis esa larga hilera de acontecimientos, esas civilizaciones sucesivas, esas emociones de vida y entusiasmos se ven pasar como las  nubes de un día ventoso sobre nuestras cabezas.

Recópolis es hoy algo más que un yacimiento arqueológico, o una ruina bien cuidada y documentada. Es un museo vivo, un espacio cultural en el que uno disfruta aprendiendo, sabiendo datos nuevos de la historia de la Alcarria, viendo, -casi palpitante- el corazón de la tierra y los elementos que salen de su profundidad, explicando cada uno a su manera qué ocurrió en siglos muy, muy antiguos.

Llegamos a Recópolis

Atravesado el enclave de Zorita, y dejando a un lado la monumental alcazaba de origen islámico y más tarde calatrava, por un bien señalado y asfaltado camino se llega al área donde nos acoge un Centro de Interpretación que es en realidad un completo Museo de la ciudad y de la historia de sus excavaciones. Con toda amabilidad nos pasan al área de audiovisuales donde nos recibe una película que explica con toda claridad la evolución del enclave.

Bien se advierte, en principio, que esta es la que oficialmente se considera ciudad de Recópolis. La que en el año 578 fundara, de la nada, sobre los yermos campos de junto al Tajo, el rey Leovigildo en homenaje a su sucesor el que sería Recaredo. Porque para alzarse con ese mérito existen otras candidatas. Y no es la menor la que posiblemente se alzó, entre el Tajo y el Guadiela, frente al Club Náutico de Bolarque, y que entre las montañas y pinares aún muestra sus muros arrasados y la gente conoce tradicionalmente como Repópolis. Pero la que centró estudios, conclusiones, excavaciones y aplausos es esta de junto a Zorita.

En el Museo se explican los orígenes, la época visigoda, la sucesiva ocupación por los árabes, y la final estancia, durante al menos otros tres siglos, de gentes del reino de Castilla. Todos ellos pusieron su sello sobre el cerro dominante del río. Sobre un superficie de 33 Hectáreas se levantó la urbe visigoda, con basílica principesca y gran palacio real. En el transcurso de los años (y eso que solo se ha excavado y se ve el 5% de su superficie) han ido apareciendo otros elementos que posibilitan el inicio de una explicación plausible. Como por ejemplo, que al ser ciudad real y de referencia en el estado hispánico de los visigodos, en esta urbe se hacía leyes al mismo tiempo que piezas de orfebrería; se fabricaba cristal finísimo y se almacenaban buena parte de las reservas de trigo: incluso existió una ceca, o fábrica de acuñación de monedas, en las que los nombres de los reyes visigodos aparecieron grabados sobre el oro. Un tesorillo encontrado junto a la columna de entrada al presbiterio basilical (y que hoy se conserva en el Museo Arqueológico Nacional) da razón de esa belleza monetal y esa importancia suma en el estado visigodo.

Cosas que hay que ver

Una vez empapados de imágenes, datos y piezas encontradas, desde el Centro de Interpretación se sube al cerro de la ciudad. Una leve subida fácil nos lleva hasta una planicie inclinada desde levante a poniente. En lo más alto, lo primero que nos encontramos, son las ruinas de la antigua basílica cristiana de los visigodos. Transformada luego en ermita románica, y llegada a nosotros en una amalgama extraña pero suntuosa de piedras y equilibrios.

Quedan los abultados restos del presbiterio, con arcos volados de piedra, y muros firmísimos. Además los restos de inicio de muros nos delimitan perfectamente la planta del edificio. Desde una fachada totalmente cerrada, y a través de su única y estrecha puerta, se accedía desde la gran plaza. Era de cruz latina, estando dividida su planta en diferentes espacios que servían a las necesidades funcionales de la liturgia. La cabecera, formada por el ábside – que albergaba el altar- y el crucero, eran los espacios reservados sólo para el clero. La nave central era el lugar destinado a los fieles, los bautizados. Dos naves colaterales flanqueaban a la central y se comunicaban directamente con el transepto.

Sobre el terreno, y según nos explican los especialistas que han estudiado a fondo el edificio, al inicio del templo se encontraba el nártex, el recinto en el que se localizaba la fachada y la entrada principal, una especie de vestíbulo enmarcado por grandes columnas, en el que se albergaban durante las ceremonias los catecúmenos, los que aún no se había bautizado. A un costado se alzaba el baptisterio, lugar fundamental en una basílica visigoda. Bajo su suelo se encontró en 1946 el tesorillo de tremises visigodos, todos de oro y recién acuñados.

La importancia de la planta y restos de este gran templo basilical de Recópolis es su gran parecido con los templos áulicos cruciformes edificados en Bizancio por iniciativa imperial, que inspiraron a las más importantes iglesias aúlicas, dedicadas a los Santos Apóstoles, en muchas ciudades de la Europa controlada políticamente por Bizancio.

Otro de los elementos, a contemplar en Recópolis hoy es el palacio real. El único que existe en la provincia, precisamente para albergar a la realeza visigoda. Era este el lugar donde radicaba el poder: donde vivían y actuaban los delegados gubernamentales, y donde ocasionalmente acudía la Corte. Se levanta, con una planta estrecha y muy alargada, en la parte más alta de la ciudad y en el borde del talud que esta forma sobre el río Tajo: un lugar, sin duda, privilegiado, por las vistas que desde su piso alto se alcanzaba, por el aire que siempre soplaría en sus salones, y por la belleza que tendría su masa sobre el resto de la ciudad.

Según nos cuentan los expertos arqueólogos que han estudiado la ciudad, este conjunto de edificaciones palatinas es el de mayores dimensiones hasta el momento conocido en Europa occidental para este periodo. Además de alojar a los altos dignatarios, este palacio albergaba servicios y funcionarios dedicados a la administración y gobierno de la ciudad y su territorio. Estos estarían en la planta baja, más lóbrega, mientras que la superior, más ornamentada y luminosa, sería lugar de residencia de gobernadores, príncipes y reyes. Al parecer esa planta alta estaba adornada con pavimentos de opus signinum y una importante decoración escultórica. Este edificio se construyó en los años finales del siglo VI, cuando la fundación de Recópolis, y fue recibiendo sucesivas reformas.

Hoy el viajero puede ver un largo espacio con fuertes muros, en algunos lugares reforzados por torreones de planta semicilíndrica, macizos, y en el interior los arranques de poderosos pilares que servirían para sustentar la planta alta.

Detalles y curiosidades

Hemos visitado estas ruinas el pasado domingo, un día especialmente caluroso y con una luz tan intensa que apenas pudieron hacerse fotografías sin que el sol las quemara. En el Centro de Interpretación se ven estupendos capiteles rescatados de la basílica, y se comprueba que son similares a otros que existen en la capilla románica del castillo de Zorita. Esa evidencia confirma el hecho asumido desde hace mucho tiempo, de que en época árabe se sacaron de la imperial Recópolis elementos constructivos, y ornamentales, para servir de basamenta, y adorno a la alcazaba árabe de Zorita.

La fuerza que había tenido Recópolis en tiempos visigodos fue la que adquirió Zorita en los del califato cordobés. La “Hispania toletana” se rendía a los pies de “Al-Andalus” y este se llevaba la gloria tallada de la ciudad de Leovigildo hasta el alcázar guerrero y enhiesto sobre la roca de los Beni Dil Num.

Es curioso también en Recópolis, discurriendo por los caminos que marcan al visitante, comprobar el lugar donde estaba una de las puertas de la ciudad. O como se han encontrado, muy alejados, fuertes fragmentos de muralla, que delimitaba  la gran urbe. También han aparecido, en el nacimiento del arroyo Bodujo, a media legua de la ciudad, los restos de un molino, y algunos fragmentos de acueducto que servían para dirigir el agua de manantiales lejanos a la población. Incluso se ha encontrado, perfectamente reconocible, el lugar que sirvió de cantera para extraer la noble piedra con que construir templos y palacios.

En todo caso, este otoño y días de fiestas que se acercan serán ocasiones perfectas para encontrarse con este fragmento de historia, vivo y colorista, de nuestra tierra. Que en Recópolis (un kilómetro más allá de Zorita de los Canes) nos espera a todos.

Apunte

Datos prácticos

El parque arqueológico de Recópolis abre a diario, excepto lunes, durante todo el año. En verano, desde las 10 a las 9 de la tarde. En invierno, desde las 10 hasta las 6. Algunos días señalados festivos, como Navidad y Año Nuevo, está cerrado. Cuesta 2 Euros la entrada, aunque hay días gratuitos y colectivos que no pagan. La visita al Centro de Interpretación consta de tres salas y la proyección de un video. En la recepción hay una tienda donde venden libros, postales, recuerdos de todo tipo sobre Recópolis. Para cualquier otra duda, llamar al 949 376 898.