Atienza y Ayllón, hermanadas

viernes, 10 noviembre 2006 0 Por Herrera Casado

El pasado sábado 4 de Noviembre, y en el Ayuntamiento de Ayllón (Segovia) tuvo lugar el acto de hermanamiento entre las villas castellanas de Atienza y Ayllón. Al acto, que significó un complemento al día de fiesta en la localidad segoviana, acudieron numerosas personalidades, y entre ellas destacamos a los respectivos alcaldes, don Felipe López Izquierdo, de Atienza, y don Dionisio Rico Águeda, de Ayllón, así como el presidente de la Casa de Guadalajara en Madrid, don José Ramón Pérez Acevedo; el presidente de la Asociación de Segovianos en Guadalajara, don Emilio Pérez, más el cronista de Ayllón, don Teodoro García García. Palabras de hermanamiento, deseos de colaboración, memorias históricas y proyectos comunes se desgranaron en las palabras de todos los intervinientes. Una vez más, quedó demostrado el hondo sentir castellano de las tierras que habitamos.

Plaza Mayor y Ayuntamiento de Ayllón, en la provincia de Segovia.

Ayllón, más allá de la Sierra

Situada en la raya entre Soria y Segovia, muy cerca de Guadalajara y rondando las tierras de Madrid, Ayllón ha demostrado a lo largo de los siglos su vocación castellanista, su participación clara en la historia de la nación y su serenidad en esta hora de los olvidos y las lejanías. Porque Ayllón, aunque está en el corazón de Castilla, está lejos de las autovías y de los trenes, y las cosas que en ella pasan cada día, tienen que vocearlas otros, porque su propia voz queda apagada en la distancia.

Da gusto llegar a Ayllón, bajando la sierra central que la separa de Atienza. Se han cruzado los fríos páramos de Campisábalos y Villacadima; se ha dejado a un lado el alto secarral de Pela, ahora ocupado de molinos electrogeneradores, y la gracia recóndita del románico de Grado. Se baja junto al cantarín arroyo del Aguisejo y se llega a la villa rubia de piedras y jardines, de patos en el azud y solemnes palacios cuajados de emblemas heráldicos tallados en la rojiza piedra arenisca de la zona. Ayllón está en un histórico cruce de caminos que le ha hecho comulgar de culturas y acontecimientos importantes. Los originarios pobladores fueron los celtiberos, encontrando restos de ese periodo histórico tanto en el cerro que corona la villa como en “la Dehesa”, donde se ha encontrado una necrópolis celtibérica. Después han asentado en el ancho y cómodo rellano que junto a un rojizo roquedal forma el río Aguisejo, colonias de romanos, godos, visigodos y musulmanes, encontrándose vestigios de estas culturas en numerosas ocasiones.

Personajes de altura han visitado sus calles: reyes de Castilla, como Alfonso VI, Alfonso VII, Alfonso VIII (salvado, en este camino hacia Segovia, por los recueros de Atienza en su eternal caballada), fernandos y juanes, los católicos reyes, más san Francisco de Asís (eso dice la leyenda) Santa Teresa de Jesús, etc. Es el siglo XV en el que Ayllón cobra importancia, cuando la Castilla central se ve sacudida de guerras entre la monarquía y los señores feudales de Aragón y Navarra. El rey Juan II concede en señorío este lugar a don Alvaro de Luna, su condestable, quien refuerza el castillo, mejora los templos, construye palacios y se hace fuerte ante las amenazas que le surgen cada día. Después, una vida sencilla, un secular discurrir de rutinas y un progresivo alzar de casonas, templos, conventos y plazas que tras su tratamiento integral, en estos pasados años, la han convertido en un pueblo encantador, cuajado de sabor castellano, urbanismo perfecto y monumentos interesantes. Hoy se forma el municipio con el aporte de otros pequeños lugares del entorno, como son Grado del Pico, Santibáñez de Ayllón, Estebanvela, Francos, Valvieja, Saldaña de Ayllón y Santa María de Riaza, que por sus monumentos y encantos naturales enmarca a Ayllón como cabeza de una “Ruta del Románico” que cruza desde Atienza hasta Aranda.

En la ocasión del Hermanamiento que el pasado sábado tuvo lugar, y que ha quedado plasmado en una placa cerámica puesta en el muro del Ayuntamiento, pudimos admirar su palacio de los Vellosillos, convertido hoy en Biblioteca y Museo de Arte Contemporáneo, con un contenido excepcional, que sorprenderá a cuantos los visiten. Guiados del saber de su cronista, don Teodoro García, pudimos descubrir los vetustos detalles de primitivas mezquitas incrustados en la iglesia parroquial de Santa María. O admirarnos ante el ábside románico de la de San Miguel, en una plaza mayor que ha quedado perfecta tras su restauración, centrada por la fuente que se levantó en 1892 para conmemorar el Centenario del Descubrimiento de América, así como el deambular por sus calles del barrio morisco, pasar bajo el arco apuntado de la primitiva muralla y extasiarnos ante la fachada enjoyada y cantarina del palacio de don Alvaro de Luna, que fue en realidad casa matriz de los Contreras.

Atienza, la atalaya de Castilla

Pero en la jornada de hermanamiento tuvo un papel destacadísimo la presencia de Atienza. Representada por su alcalde, al que acompañaron todos los miembros de la corporación municipal, incluidos los barrios y pedanías, a mí me cupo el honor de cantar las excelencias de esta villa, de su historia y su patrimonio, en el acto de fraternización.

Fácil fue la tarea de decir significado y memorias de la villa real. Atienza habla sola, a quien la ve, desde lejos, y a quien asciende, por sus empinadas callejas, hasta el corazón de la plaza del Trigo.

Atienza es, en su imagen de ciudad histórica y capital del medievo, como un bajel anclado en el centro de Castilla. Siempre que me acerco me da la sensación de que se mueve, de que su viaje empieza, de que está esperando pasajeros. Luego se muestra firme y única, llena de palabras hondas que salen de los portales y los atrios. Atienza tuvo, como le ocurre a Ayllón, un origen celtibérico, esta vez en el cercano cerro del Padrastro. La tribu de los titos, junto a los numantinos y los lusones, a los guerreros de Termancia y a los arévacos de las sierras frías del corazón de Castilla, plantaron cara a Roma, que finalmente las sojuzgó y puso en orden latino sus alfabetos.

También en Atienza escribió páginas de valor el condestable Alvaro de Luna. También aquí fue protagonista Alfonso VIII, salvado por los atencinos de una muerte segura. También por este alto risco pasaron los reyes de España, haciendo mercedes, descansando, admirándose de la grandeza de la tierra gobernada.

El románico tiene en Atienza su expresión más pura. Hasta 14 templos de ese estilo llegó a tener la villa, cuando, en el siglo XIII, era el centro del comercio y la arriería entre las mesetas sur y norte de la nación castellana. Hasta 7.000 habitantes tuvo, y sus murallas eran elevadas y potentes, guardando riquezas y obras de arte. Tantas, que todavía hoy se necesitan tres grandes museos para mostrarlas (las que han quedado, porque muchas otras fueron desapareciendo en guerras y revoluciones). Atienza es siempre el lugar perfecto para hacer una excursión de reconocimiento por la más pura esencia de la provincia alcarreña. Una oportunidad que se abre cada día, para empaparse de imágenes medievales, de historias densas, de mínimas bellezas tal que se ofrecen en sus comercios de antigüedad.

La idea del Hermanamiento

El hermanamiento entre las villas de Atienza y Ayllón que se materializó el pasado sábado en la villa segoviana, va a repetirse en la guadalajareña el próximo sábado 25 de Noviembre. La idea surgió, hace tiempo, del presidente de la Casa de Guadalajara en Madrid, el incansable defensor de las esencias alcarreñistas José Ramón Pérez Acevedo. Su proyecto es el de ir ahondando y apretando lazos entre las villas de nuestra provincia que por cercanía y similitudes históricas con otras de las provincias limítrofes, merecen ser hermanadas: a España  le hace falta, ahora más que nunca, esa sensación de amor entre gentes, esa verificación de identidades, de comunes historias y similares proyectos. Así seguirán los hermanamientos de Sigüenza con Medinaceli, de Molina con Daroca, de Sacedón con Huete, de la misma Guadalajara con la complutense Alcalá de Henares. Todo ello, claro está, con el visto bueno de sus respectivas corporaciones. Que seguro que querrán, a no ser que desoigan la voz que surge de sus gentes.