Monasterios y conventos, un patrimonio vivo

viernes, 4 noviembre 2005 0 Por Herrera Casado

Aspecto del interior de la iglesia de San Bartolomé, del antiguo Colegio de Jesuitas en Almagro

 Aunque no se ha presentado en ningún acto específico, dada la plétora rayana en el cansancio de tanta presentación de libros como padecemos últimamente, creemos que es interesante rememorar, aunque sea muy de pasada, el argumento que nos ofrece un libro que en estos días acaba de salir a la luz, sin duda fruto de una larga etapa de estudio, investigación y viajes: es el titulado “Monasterios y Conventos de Castilla-La Mancha”, y en el que con meridiana claridad, limpieza de conceptos y acopio de datos, se presentan en catálogo total los edificios y las instituciones que a lo largo de los últimos diez siglos, más o menos, han sido conocidos en nuestra tierra como lugares de oración, de trabajo, de preservación de la cultura y de cuidado al arte. Espacios de hondo significado patrimonial, que en gran número ya han desaparecido, -hundidos unos, arrasados otros por la mano del hombre- y que en otra respetable cantidad aún quedan en pie y ofreciendo su mensaje de belleza y trascendencia.

La Asunción de Albacete

Por decir algo, cuatro líneas de cada una de las cinco provincias que constituyen nuestra Región, empezaremos por mencionar uno de los elegantes entornos monasteriales de Albacete, concretamente el de la Asunción, que largos años abandonado, en el centro de la ciudad, ha recuperado recientemente su belleza patrimonial, consistente en un elegante claustro bajo, de líneas renacentistas, que hoy luce sus cuatro costados íntegros. Cada uno de ellos se compone de dos cuerpos, con cuatro arcos semicirculares, con capiteles de órdenes clásicos: las columnas jónicas están en la planta inferior, y las toscanas, de menor tamaño, en el superior. Se cubren de espejos pétreos las enjutas, mientras que el pretil del cuerpo superior se adorna de arquillos ciegos. La iglesia ha sido destinada para servir de Salón de Actos. Es un templo de nave única, de planta rectangular, con un acceso desde la calle y otro desde el propio claustro. Se cubre de un extraordinario artesonado ochavado de par y nudillo, con elementos de talla en madera que recuerda los dibujos clásicos de Sebastián Serlio. Es obra original de cuando se fundó el convento y se construyó su iglesia, hacia 1557. El origen del convento de la Asunción de Albacete, realmente se remonta a los años finales del siglo XV, cuando doña María Álvarez Marco y dos de sus hijas decidieron retirarse a hacer vida contemplativa, fundando un beaterio que pronto se vio aumentado con otras damas albacetenses. En el siglo XVI pasó a ser convento, adoptando sus pobladoras, como solía ocurrir en estos casos, la orden de San Francisco.

Los jesuitas de Almagro

La ciudad de Almagro tiene tal cantidad de patrimonio arquitectónico, que ya está impaciente por su declaración como ciudad Patrimonio de la Humanidad. Entre sus increíbles edificios, destaca el Colegio de la Compañía de Jesús, que fue construido en el siglo XVII finales, y comienzos del XVIII, quedando vacío de jesuitas cuando el rey Carlos III en 1767 decretó la expulsión de esta Orden de España y sus colonias. La iglesia fue destinada entonces a parroquia de San Bartolomé, cuyo nombre aún mantiene. Su gran edificio de muros enladrillados se complementa con el templo anejo, que es un espacio simplemente digno y hermoso, cortado por el mismo patrón que desde Roma se dictaba, y en el que la cúpula encamonada que cubre el crucero da la medida justa de lo que la luz y el arte consiguen en manos de un gran arquitecto.

El convento de Uclés

Los caballeros de la Orden de Santiago, poderosos y sin rival durante la Edad Media, hacen de Uclés uno de los enclaves más poderosos de Castilla, encaramados en su alta roca dominadora de horizontes. En ese lugar, sobre la llanura manchega, que fue inicialmente castillo de islámicos, y luego poderoso alcázar de guerreros cruzados, en el siglo XVI se levantó un monasterio que luego albergó ya solamente a los clérigos de la Orden.

Muchos le llaman, a Uclés, “el Escorial de la Mancha” y puedo asegurar que visitarlo por primera vez ensancha el alma, y deja un poso de admiración que dura ya para siempre, de por vida. No es exageración, pero ver Uclés, sin saber además muy bien lo que se va a encontrar, es una de las experiencias que a uno le aficionan al arte, a los viajes, y a las búsquedas.

Ya la fachada del edificio, tallada por Ribera, es una excepcional pieza de arte barroco. El claustro, impresionante y grandioso, supera cualquier tipo de medidas imaginables: con su pozo central, y sus variadas decoraciones, detalles, más el artesonado del refectorio, en madera oscura cuajada de figuras de caballeros y muertes. La iglesia es un calco de la del Escorial, soberbia de dimensiones y luz, con un añadido museo en sus capillas laterales.

Lupiana en Guadalajara

Los monasterios y conventos de Guadalajara son los que peor suerte han tenido de los que forman el patrimonio regional. Porque a estos no les ha hecho caso nadie, y están todos, o casi todos, por los suelos. A excepción de los dos viejos monasterios medievales de monjas, Valfermoso y Buenafuente, afortunadamente vivos y en marcha, el resto de abadías medievales están hoy por lo suelos. Y si no, ir por Ovila (la actual propiedad no deja llegar ni de lejos); Monsalud, a la que se le han puesto los suelos y alguna pared, para que no se hundiera definitivamente;  Bonaval, dejado a su suerte, Sopetrán, del que nadie se hace cargo, San Blas de Villaviciosa, San Francisco de Atienza, San Antonio de Mondéjar, el mismo cenobio franciscano de Guadalajara capital, al que no se le ha hecho ningún arreglo desde que es propiedad del Ayuntamiento, etc, por no citar a Lupiana, propiedad particular también, solo visitable tres horas los lunes por la mañana, y cuando se casa algún amigo y te invita.

Este fue, San Bartolomé de Lupiana, el lugar donde nació la Orden de San Jerónimo en España. Con un claustro dirigido por Alonso de Covarrubias hacia 1532, al que todos los libros de arte le ponen como modelo de la arquitectura renacentista española. Y a tan solo 10 minutos desde Cuatro Caminos.

San Juan de los Reyes en Toledo

Quizás el que con mejor suerte ha navegado los escollos de la historia. Fundado por los Reyes Católicos, construido por Juan Guas y Enrique Egas, sufrió en la Guerra de la Independencia tal incendio y masacre, que casi no quedó nada de él. Menos mal que los gobiernos de la Restauración, a finales del siglo XIX y principios del XX, le inyectaron dinero y ganas, porque si no solo podríamos hablar hoy de él en tiempo de pretérito.

San Juan de los Reyes es el mejor monasterio de Toledo, y de toda la región de Castilla-La Mancha. El más hermoso y sorprendente. Su iglesia es única, en el mundo, por sus formas y decoración. Y su claustro, una joya del arte gótico, que nadie de nuestro entorno debería irse de este mundo sin admirarlo y pasear por sus silenciosas pandas.

De todos ellos, de estos cinco monasterios (uno por provincia) y de hasta casi otros doscientos más, que con mejor o peor silueta aún quedan en nuestra región, se habla en el recién aparecido libro que trae la memoria de estos edificios, la alabanza de sus bellezas, y un poco la acusación de sus abandonos. Porque, al menos en Guadalajara, hablar de monasterios y conventos es hablar casi exclusivamente de ruinas.

Apunte

La vergüenza de Mondéjar

En Mondéjar existe un monasterio (totalmente en ruinas, cada vez en peores condiciones) que fue ya declarado Monumento Nacional en 1923. A  comienzos del siglo XX, sus piedras fueron utilizadas para construir con ellas la plaza de toros. Y el resto, lo que queda, que es una de las joyas del primer Renacimiento español, diseñadas por Lorenzo Vázquez, a su vuelta de Italia, por encargo y comisión del conde de Tendilla don Iñigo López de Mendoza, está circuido por una verja metálica, rodeado de hierbas, basuras y desmontes. En un abandono total. Es cierto que estas cosas, hoy en día, apenas interesan a nadie. Pero no por ello deja de ser, -su mantenimiento, limpieza y restauración-, responsabilidad de quienes tienen a su cargo la pervivencia de nuestro patrimonio. Aldabonazo, pues, para el Ayuntamiento de Mondéjar, para la Diputación Provincial, y para la Consejería de Cultura de la Junta: el monasterio franciscano de Mondéjar, aunque solo sea porque hace casi un siglo alguien con discernimiento ya lo declaró Monumento de categoría Nacional, debe ser atentamente cuidado, limpio, y mantenido con una dignidad de la que ahora carece.

Un libro definitivo

En estos días ha aparecido un libro, voluminoso, cuajado de imágenes y de historias, que lleva por título “Monasterios y Conventos de Castilla-La Mancha”, en el que se ofrece un amplio catálogo de las instituciones y edificios que las albergaron, desde la remota Edad Media (especialmente incluidos en ella los monasterios cirstercienses y benedictinos de nuestra provincia) hasta casi nuestros días, pasando por los cenobios carmelitanos de la Reforma teresiana, los sublimes edificios jesuíticos, la siembra monasterial de los jerónimos, la fuerza caballeresca de los santiaguistas, etc.

El autor es lo de menos. Lo ha editado AACHE, en su Colección “Tierra de Castilla-La Mancha”, como número 5 de la misma, y ocupa 272 páginas, sumadas de multitud de imágenes, planos, y anécdotas. Una forma cumplida de conocer aún mejor nuestro patrimonio.