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octubre, 2005:

Castillos en el aire

 

Castillo de Molina de Aragón

Hay una frase, que dicen los europeos, cuando quieren marcar algo como quimérico, que dice “hacer castillos en España”. Nosotros, aquí, decimos “hacer castillos en el aire”. En cualquier caso, sea en España o en el aire, hacer castillos es siempre una tarea complicada, larga y para expertos. Esos son, los expertos en castillos, en su historia, sus formas y sus destinos, los que en estos próximos días van a reunirse en Guadalajara para celebrar el III Congreso de Castillología Ibérica, y en su seno estudiar, describir y analizar la historia y el devenir de los castillos españoles. Es un honor para Guadalajara y su provincia recibir la visita de tan ilustre castillólogo y de acoger este magno acontecimiento cultural, que aportará un poco de oxígeno científico a nuestra tierra.

Molina de Aragón, el más grande de nuestros castillos

Si algo se mueve en nuestra provincia, al menos desde el punto de vista teórico, [pero con claro sonido de firmeza] es el siempre esperado despegue del Señorío de Molina. Últimamente se ha celebrado el Congreso de Ciudades y Pueblos sostenibles de la Región, en el que Molina de Aragón ha sido un claro referente de lo que puede hacerse. Y con motivo del incendio de este pasado verano, algunas voluntades se han movido, llegándose a la promesa, por parte de la presidencia de la Región, de conceder y construir un Parador Nacional en Molina. ¿Qué lugar sería el ideal para hacerlo? El castillo de los Condes de Lara, sin duda. Un edificio gigantesco, emblemático. Una obra cara, un reto valiente, pero sin duda algo que inyectaría nuevo valor a la ciudad del Gallo.

El castillo de Molina, que aún con estar vacío, sigue recibiendo atenciones, en forma de estudios, de subvenciones, de arreglos y progresivas mejoras, es el más grande del catálogo provincial de fortalezas, y merece que una vez más demos su imagen y la propuesta de su visita a quien esta página lea.

Probablemente edificado sobre un antiguo castro celtíbero, y utilizado por los árabes durante el período de su dominio en la zona, el alcázar de Molina fue progresivamente ampliado, y fortificado por los señores molineses, los condes de Lara, pudiéndose considerar terminado a fines del siglo XIII, durante el señorío de Dª Blanca Alfonso. Es, pues, una típica fortaleza bajomedieval, construida todavía con acusado carácter defensivo. Se trata de un ámbito de torres y muros almenados, defendidos en su altura por una barbacana, que tiene unas dimensiones de ochenta por cuarenta metros, lo que ya supone una grandiosidad desusada para lo que solía ser norma en el siglo XIII. En el muro de poniente se abre la puerta principal, coronada de arco de medio punto. De las ocho torres que tenía, hoy sólo restan cuatro: la de «Veladores», la de «doña Blanca», la de «Caballeros» y la de «Armas». Su fuerte color rojizo, que emana de los sillares esquineros, se complementa con los vanos apuntados de sus muros, dando un aspecto evocador muy singular. El interior del castillo molinés es hoy un recinto vacío. Adosado al muro norte estaba el palacio‑residencia de los condes, y en la parte sur se colocaban caballerizas, cocinas, habitaciones de la soldadesca y cuerpo de guardia, así como los calabozos, aún hoy subsistentes. El recinto exterior es todavía más amplio; alargado de oriente a occidente, muestra una línea de muralla almenada en la que de vez en cuando se refuerza con una torre. Cuatro puertas tenía este recinto: la actual de la «torre del reloj», la del «Campo», la de la «traición», en el murallón norte, y la del «puente levadizo», frente a la torre Aragón. Partiendo de este enorme recinto exterior, en el que durante el siglo XIII hubo numerosos edificios de viviendas y una iglesia románica, se extendió luego la muralla, llamada «el Cinto» para abarcar la ciudad que progresivamente iba creciendo hacia el río. Es también muy interesante y bella la «torre de Aragón», que domina desde su altura el resto del castillo y la ciudad toda. Es de planta pentagonal, apuntada hacia el norte, y presenta varios pisos interiores unidos por una escalera, y coronados por terraza almenada, estando rodeada de un recinto externo propio.

Hace unos meses fue reproducido en un sello de Correos, pero con tan mala fortuna, que le “sacaron” de una foto puesta al revés, con lo cual la imagen que se está propagando por el mundo de este castillo, es su reflejo especular. Una pena, que a pesar de nuestra protesta, no ha sido enmendada por Correos.

La torre de Membrillera, el más pequeño de nuestros castillos

Recordaba el otro día, en estas páginas, nuestro compañero Serrano Belinchón, la mini-fortaleza de Ocentejo, a la que Layna denominó, en su libro, el “castillo liliputiense”. Castillo lejano, desconocido, apenas hoy visible, por que el corren leyendas y olvidos.

Pero aunque sea minúsculo, y porque queda muy poco de él, quizás el más pequeño de los castillos de la provincia, y hoy todavía con buena pinta, sea el que en Membrillera llaman “torre de los moros”, un curioso elemento atalayado, que tuvo cerca exterior, y que sirvió, como todos los castillos verdaderos, para controlar un territorio de paso, el último tramo del río Bornova en este caso. Desde sus almenas podían verse las del poderoso Jadraque. Un hermano pequeño, que aún hoy tiene su palabra qué decir, y su planta qué lucir. Se sitúa en un altozano que vigila atento el valle del río Bornova, pasada la estrechez del Congosto y antes de dar en el Henares, entre La Toba y Jadraque. Le llaman en el entorno la casilla de los moros en orden a su antigüedad y misterioso origen, aunque quienes han ido a verla y la han estudiado están de acuerdo en que se trata de una torre de vigilancia, una atalaya o pequeño castillete de control sobre el valle del Bornova.

De planta semicircular, se constituye de fuerte mampuesto, con hiladas inclinadas o sesgadas que caracterizan a la arquitectura califal, lo que la fecha hacia los siglos ix-x de nuestra era.

Se alcanza muy fácilmente a pie, dejando el coche junto a la carretera que va de Jadraque a La Toba, y andando unos metros, durante 10 minutos máximo, hasta alcanzar su altura, comprobando que además de la torre, que en su interior tiene una honda excavación original, quedan restos de otra construcción aneja, posiblemente más moderna, aunque también más destruida, y que pudo haber servido de ampliación a la originaria atalaya.

Un programa muy denso

El Congreso se inaugura el viernes 28, a las 12 del mediodía, con una ponencia del especialista don Amador Ruibal. Durante los días 29, 30 y 31 de Octubre, y 1 de Noviembre, en la Sala “Tragaluz” del Teatro Auditorio de la Calle Cifuentes, se sucederán las comunicaciones de decenas de estudiosos, en el contexto de diversos temas agrupados, entre los que destacan los “Aspectos históricos de la fortificación”, “Los Castillos en la Edad Media”, “Las fortalezas de la Edad Moderna” y la sección de “Intervenciones y Actuaciones en Castillos”. El día 1 por la tarde, se concluirá con una Mesa Redonda sobre el Alcázar de Guadalajara, dirigida por el arqueólogo don Antonio Almagro Gorbea. Además, se van a realizar sendas visitas de todos los congresistas, al castillo de Molina de Aragón la tarde del sábado 29, y al Alcázar arriacense la tarde de la inauguración, el viernes 28. Han confirmado su participación casi un centenar de especialistas.

Apunte

Un pionero, Layna

El estudio científico de los castillos españoles se inició a comienzos del siglo XX , de la mano de especialistas como Sarthou, Gómez Moreno y otros académicos. Formando parte de ese grupo de pioneros, en Guadalajara surgió Francisco Layna Serrano, que tras su batallador libro sobre el expatriado Monasterio de Ovila, centró toda su atención y esfuerzo en recorrer, visitar, dibujar, fotografiar y estudiar a fondo la historia de los castillos de nuestra provincia. Nació así su monumental estudio, reflejado en el libro “Castillos de Guadalajara” que vio la luz en primera edición en 1935, y ha conseguido posteriormente otras dos ediciones. Es tenido por modélico en el conjunto de estudios de castellología ibérica.

Con la cabeza a pájaros

 

Ayer tuvo lugar, en el Centro Cívico de Azuqueca, la presentación de un libro que ofrece más ideas que información. Porque se trata de un catálogo, razonado y razonable, de las 161 especies de aves que pueblan las orillas del río Henares, o habitan y vuelan en sus proximidades. Y porque brinda, sobre todo, la posibilidad de enfrentarse y disfrutar con un tema que tenemos ahí, y del que apenas nadie se preocupa: un mundo de vitalidad, trinos y colores, de resistencia y protección, de propuestas, como es el de las aves que junto al río viven. Un mensaje de vida salvaje frente a la monotonía de los atascos y las trifulcas políticas.

Una riqueza por los aires

Si uno se para a considerar lo que en el aire de nuestra comarca, de las orillas del río Henares, vive y tiene forma y color, se sorprenderá de la variedad de vida que en ellas se acumula. Por el aire se mueven hasta 161 especies de aves diferentes, que desde las alturas de las rapaces, al acuático reposo de los patos, conforman una colección de formas y curiosidades que nos permiten entrar en un mundo de sorpresas.

Desde estas páginas siempre nos hemos movido por los caminos, subido a los riscos y parado ante los grandes edificios, para describir el patrimonio natural y artístico que Guadalajara atesora. Pero la verdad es que muy pocas veces nos habíamos parado a mirar o considerar la fauna, ese conjunto de seres que dan fuerza también, y definen, nuestra tierra. El habernos llegado esta “Guía de Aves de la Vega del Henares y de la Campiña” a las manos, nos ha supuesto la posibilidad de abrir una puerta a un mundo desconocido.

Que son varios mundos: el de los pajarillos simples, el de las aves rapaces, el de las aves de caza nocturna, el de las anátidas o patos… y aún más, como la perdiz que escapa por el monte de la voracidad cazadora, o la cigüeña que pone su firma airosa en lo alto de los campanarios de la Campiña, sin olvidar ese rara y tarda ave a la que llaman avutarda, y que por muchos motivos, (ecológicos y económicos) ha sido capaz de mover incluso el trazado de las carreteras: hablo de la avutarda campiñera.

Pajarillos y aguiluchos

No son enemigos entre sí, pero se mueven en el mundo de la ley del más fuerte. Esos minúsculos seres (el gorrión de las aceras, el petirrojo de los zarzales fríos, el jilguero de los cardos secos, o el carbonero que se escurre entre los juncales) son algunos de los que forman el grupo de los passeriformes, ese nivel de pajarillos que toman su nombre científico de la palabra latina, tan hermosa, passer, a la que Catulo dedicaba en sus poemas el mejor de los sentimientos: passer, deliciae meae puellae…. Ha muerto el pajarillo que era la alegría de mi amada. Alegran las arboledas, y sirven de sorpresa para cualquier paseo por el campo.

Están vigilados, desde lo alto, por las aves de presa. De las que hay muchas variedades por estos lares: en la obra de Roberto Mangas se reúnen las especies de águilas, aguiluchos y azores que con su mirada penetrante y su vuelo rápido marcan el nivel de mayor agresividad y salvajismo en el grupo. El abejero común y el águila perdicera son de los más pequeños, pero también por el Henares se han visto águilas reales, águilas imperiales y azores, estos muy raros. Más cernícalos, aguiluchos de todo tipo y aguilillas. Sobre los cables del teléfono, o en lo alto de las torres de electricidad, se les suele ver, más vigilantes ellos que nosotros, dando el tono de vitalidad y fuerza natural, ajenos a todo.

Lechuzas y patos colorados

Otros elementos sorprendentes de esta fauna avícola del Henares, son las cazadoras nocturnas, como el búho real, de 2 metros de envergadura, solemne y silencioso, la mayor rapaz de la península ibérica, que con sus penetrantes ojos mira la oscuridad y en ella es el rey de la caza. Todo cae en sus garras: ratones, anfibios, ginetas y murciélagos. Además hay en las sombras vuelos y lúgubres cantos de lechuzas, autillos, cárabos y mochuelos. Pocos los ven, porque solo salen de noche, y se mueven en el más absoluto de los silencios, pero sabemos que están. Y en este libro nos lo cuentan. Las descripciones de Mangas, breves y precisas, o las fotografías de Carlos Sanz, nítidas y luminosas aún en la oscuridad, nos ofrecen el espectáculo de las rapaces campiñeras.

Que contrastan con el murmullo alegre, acuático y luminoso siempre, colorista a más no poder, de las anátidas. Está descrito el pato colorado, la cuchara común o el ánade azulón, y por supuesto ese complejo grupo de las garzas (la real y la imperial) los andarríos, los archibebes y las garcillas, esas que a cientos revolotean, por encima de nuestra misma ciudad, desde las arboledas del Mini Zóo donde viven, sobre los campos secos y los carrizales de en torno a Azuqueca.

Este libro que ayer se presentaba es en todo caso una visión nueva, hecha a través de un prisma inédito, del río Henares y su comarca inmediata. Es la conjunción de muchos trabajos y miles de horas de dedicación. El principal, como autor y coordinador del trabajo, Roberto Mangas, compañero de prensa en Azuqueca y ornitólogo de prestigio, como aquí lo demuestra. Luego los hacedores de imágenes: de una parte Carlos Sanz, que tras muchos años de experiencia (fue colaborador estrecho de Félix Rodríguez de la Fuente), tiene en su haber imágenes sorprendentes de cualquier elemento de nuestra Naturaleza más cercana. Y los dibujantes: desde los azudenses J. Félix Sánchez-Baranda y Marina Sánchez, al cántabro Nacho Zubelzu, cosechador de galardones, a la valenciana Úrsula Peñafiel, al francés García-Clairac, y al madrileño Miguel Ángel Calvo, que han captado la realidad con fidelidad absoluta y muchos granos de arte.

Sinceramente, creo que con esta “Guía de Aves…” será a partir de ahora tener más amplia visión, más clara y realista, del mundo en que vivimos. Que no solo es de controversias y dislates, o de relatos y descripciones, sino también de emociones y sugerencias: porque tras tener en las manos este libro, y ojearlo pausadamente, nos van a entrar unas ganas irresistibles de salir al campo, y ponernos a mirar pájaros: entre los árboles, o colgados de las rocas, de las terreras rojizas que bordean el río, y en el que aviones y roqueros, currucas lavanderas, nos explicarán qué cosa es el mundo, con su voz clarísima.

 La Guía de Aves de la Vega del Henares

 El libro ayer presentado tiene 120 páginas, todas en color, y ofrece un estudio previo, de Roberto Mangas, sobre la fauna avícola de la Vega del Henares y de la Campiña, además de otro estudio divulgativo sobre la orografía e hidrografía del Valle. Le siguen las fichas minuciosas de las 161 especies de aves existentes en nuestro entorno, con nombre común, nombre científico, peso, dimensiones y la imagen gráfica (unas veces en forma de dibujo, otras en fotografía) más la descripción del animal, sus costumbres, hábitats, alimentación, cantos, etc. Se completa la obra con bibliografía, índices y biografía de los autores. El libro se ha editado por la iniciativa de la Mancomunidad de la Vega del Henares, y lleva un prólogo de su presidente, José Vicente García Sánchez.

Apunte

Roberto Mangas Morales

El autor de esta novedosa “Guía de Aves” es Roberto Mangas Morales. Natural de Fuentesaúco (Zamora) reside desde hace años en Azuqueca de Henares, donde se dedica entre otras cosas al periodismo, habiendo escrito además múltiples artículos especializados en la fauna ibérica. Es un apasionado de la Naturaleza, a la que observa y estudia, liderando las campañas que la Sociedad Española de Ornitología y Birdlife ha emprendido en nuestra provincia.

Apunte

La avutarda

 

Es el animal con alas más pesado y de mayor envergadura de los que pueblan el Valle del Henares, y de toda la fauna europea. La cabeza y el cuello lo tienen de color gris, colgando de la base de su pico unos largos bigotes blancos. Sus alas son de dibujo “atigrado”, pardo rojizo con manchas negras. Muy protegida hoy, debido a que es fácil de cazar y apresar por su tardo, pesado y corto vuelo, se la suele ver formando bandadas de hasta 50 individuos por los campos cereales de la Campiña. Su alimentación se constituye por insectos, gusanos y yerbas

Hacia una Molina sostenible

 

Esta semana va a trabajarse en Molina un Congreso. No digo a celebrarse, porque eso suena a fiesta y jolgorios. Va a trabajarse, porque es de lo que se trata: de poner encima de la mesa, de una vez por todas, el problema, y buscarle soluciones entre todos.

Del 5 al 7 de octubre, en Molina tendrá lugar el 6º Congreso Regional de Ciudades y Pueblos sostenibles de Castilla-La Mancha. Una oportunidad única para tratar, desde la perspectiva de lo que otros ya han hecho, la medicina que precisa el Señorío para seguir vivo. Más allá de los cronicones históricos, de las algaradas medievales y el patrimonio monumental y natural. Más allá de los discursos y las consabidas frases de desesperación: una apuesta por el futuro, por adoptar soluciones, que en muchos casos serán polémicas y difíciles, para inyectarle vida a la comarca.

Un Congreso y un libro

Coincide la puesta en marcha de este Congreso de Ciudades y Pueblos sostenibles, con la aparición de un libro que, también polémico, ha escrito el actual alcalde de Molina, Pedro Herranz Hernández. Una obra breve pero enjundiosa, en la que se mezclan experiencias vividas a través de su profesión de profesor de inmigrantes, con la pasión de su vida, que ha sido su propia tierra, el Señorío de Molina.

Es curioso constatar cómo –al menos yo he conocido varios- han surgido de Tierra Molina personas con gran empuje, formación intelectual, capacidad de mando y decisión, creadores de opinión, grandes oradores, sabios verdaderos, que han escrito y trabajado por sacar adelante el Señorío. Y este siempre ha ido a menos, a quedarse cada vez más vacío y alejado. Pedro Pérez Fuertes, el que fue su Cronista hace 20 años, fue uno de ellos. Claro Abánades, otro. José Sanz y Díaz. Y muchos otros. Ahora es Pedro Herranz, con unas ideas aún más claras, con posibilidades de actuación, con respetabilidad innegable. ¿Será posible que también sea vencido y sus ideas dispersadas por el viento? Eso nos haría creer en una fuerza suprahumana, un telúrico viento o un dragón mezcla de carne verde y artromecánicas que se opone a ello. Y que solo un David sabio y prudente sea capaz de vencerlo, arrojándole la piedra justo en el ojo en que le duele.

Literaturas aparte, esta semana hay una oportunidad nueva para Molina y su Tierra. Y nadie allí, ni en el resto de la provincia y la Región, debe dejar escaparla. A ello se han dispuesto los molineses, y la presentación, informal, que el pasado jueves se hacía en Molina, en el Catacaldos de la plaza de San Pedro, del libro “Molina de Aragón y su Tierra ¡sostenibles! De Pedro Herranz era el primer empujón para ello.

Soluciones drásticas

Analiza fríamente,-aunque se le ve la pasión, brilla sin poder evitarlo- la situación y las posibles soluciones. El futuro de una tierra está en sus gentes. No hay otra fórmula milagrosa: donde hay población, hay vida, hay iniciativas, se venden y se compran cosas, uno de cada cien es un habitante con ideas y capaz de mover a los demás… pero si no hay gente, si está vacía, allí no se moverá nada.

La idea de Herranz es apostar claramente, descaradamente diría yo, por los pueblos con escuela. Ayudarles a mantenerla, y poner condiciones a los demás para que lleguen ayudas, frontones y jardincillos: que tengan escuela. Parece una nimiedad, pero ahí está la clave. El surgimiento de población, apenas perceptible, que está comenzando a haber en Molina (y la inmigración es quien tiene la clave del fenómeno) ha desfasado las cifras que conozco, y que eran estas, hace unos diez años: 10.000 habitantes en todo el Señorío, poco más de 3.000 en la capital, y menos de 100 niños menores de 3 años en todo el territorio. La suerte estaba echada. Aquello se quedaría vacío, antes o después.

Son muchos los factores con los que se juega, y ninguno fácil: el clima frío, las distancias a los grandes centros productivos, un desgraciado suceso (el incendio de 13.000 hectáreas de pinar en el Ducado, este verano de 2005), y la apatía de la mayoría de la población, acostumbrada a pedir ayudas, subvenciones, planes venidos de Europa, han dejado a Molina como paralizada, tocando fondo.

En este Congreso, al que acuden destacados especialistas en el tema del “Desarrollo sostenible” y la apuesta del alcalde y presidente de la “Comunidad del Real Señorío de Molina y su Tierra”, se va a tratar de todo aquellos que suponga una vía de crecimiento, de expectativa real, y de estructura y pedir los recursos para ponerla en marcha.

En el libro de Herranz hay varios títulos que ya dan el tono de la publicación. En uno se lee: “Es más fácil llorar que arrimar el hombro”. En otro: “Los nuestros no vendrán nunca ¡somos nosotros!”. Y aún más. “Qué puedo hacer yo por mi tierra”. Todo ello, adobado con anécdotas de inmigrantes, con una historia de amor, con bandos de la alcaldía, con la relación de cosas hechas en los dos últimos años, con el listado de pueblos del Señorío, y un largo etcétera de temas, breves y claramente expuestos, que nos dan una idea clara: detrás de la portada hay un mundo, y un timonel que lo gobierna.

Aparte

El Congreso de Ciudades Sostenibles

 Del 5 al 7 de octubre, se está celebrando en Molina el 6º Congreso Regional de Ciudades y Pueblos sostenibles de Castilla-La Mancha. La manida palabra “sostenible” tiene un claro significado: que se mantengan por sí mismos, que tengan la suficiente carga de productividad como para que lo que allí ocurre no necesite de la ayuda de otros. Que los fundamentos del futuro, y las mejoras, se basen en elementos que están allí, que no haya que traerlos de fuera.

Un numeroso plantel de estudiosos, técnicos y especialistas en gestión pública darán su visión de la actual Tierra de Molina, y propondrán soluciones.

Una de ellas, acaba de llegar, con la voz del presidente Barreda, en forma de concesión de un Parador Nacional de Turismo. Mucho parece, en una tierra acostumbrada a dar, más que a recibir. Pero el dato está ahí, y habrá que ponerse a trabajar ya para que se pueda inaugurar pronto, y dignamente. Molina lo necesita como el beber.

Aparte

El libro del alcalde

Pedro Herranz Martínez, alcalde de Molina, y con algunos títulos más en su haber, acaba de publicar un libro que habla de su tierra, en la que ha nacido, y a la que en estos momentos dirige. Su título es “Molina de Aragón y su Tierra ¡sostenibles!”, tiene 120 páginas, algunos grabados, un plano del señorío, unas estadísticas, y un enjundioso texto que se lee de corrido, con pasión y gusto. Está editado por AACHE, y hace el número 15 de la Colección “Letras Mayúsculas” en la que se incluyen textos variados y siempre polémicos. Un libro de obligada lectura, para los molineses, y para todos a quienes preocupe el futuro de esa tierra, que está más unida de lo que algunos creen a la nuestra: la provincia es hoy, casi dos siglos después de su creación, un todo único.