Lo que cuentan los viajeros

viernes, 9 septiembre 2005 0 Por Herrera Casado

Hoy se ha inaugurado el I Congreso Internacional de Escritores de Viajes, que durante los próximos días se va a celebrar en Almagro (Ciudad Real). Asisten escritores, periodistas, editores y mucha gente relacionada con el mundo de los viajes escritos. Es de un lado el Congreso anual de la FEPET (Federación de Periodistas y Escritores de Turismo) y de otro este Congreso de Escritores de Viajes, que se celebra en nuestra Región, y con motivo del IV Centenario de la Edición del Quijote, por primera vez.

Desde Reverte a Saramago, desde Leguineche a Villaverde, muchos serán los escritores de viajes que acudan viajeros a Almagro. Una oportunidad de saber lo que hacen los más grandes, y un punto de salida para los que quieren empezar. La literatura de viajes, los libros que cuentan visiones del mundo, que esperan y ofrecen sorpresas, que las describen luego. Esos son los que más valen.

Palacio señorial en Huete (Cuenca)

Paisajes y pueblos

Castilla-La Mancha tiene de todo: paisajes, pueblos, monumentos. Esa idea de que a pocos kilómetros de Madrid, hay todo un paraíso, se está expandiendo y llevando a mucha gente hasta los pueblos y los paisajes de nuestra tierra. Guadalajara, por supuesto, es la que se lleva la palma, como provincia, detrás tan sólo de Toledo y Cuenca como ciudades.

Guadalajara puede entregar la Alcarria, una comarca que no tiene parangón en todo el Estado. Esa sucesión de valles, de mesetas cerealistas, de arroyos por todas partes, de cantiles mínimos, de distancias enormes (siempre en el horizonte la Somosierra) y al otro lado el Tajo, con sus hondas gargantas.

Puede entregar también la sierra del Ocejón, con sus bosques que no acaban, sus picachos oscuros, sus pueblos de Arquitectura Negra: siempre hay un sitio donde parar, por donde andar. Si se va a Cogolludo, la entrada la hacemos por Veguillas, y subiendo, siempre subiendo, se va a Zarzuela de Jadraque, a Valverde de los Arroyos, a Umbralejo, incluso a Galve, tras pasar ya el puerto y ver los bosques de pinos negros, las bandadas de buitres, el aire limpio como en pocos sitios.

Si te da por ver paisajes serenos, remotos, en Molina tienes de todo. Quizás lo mejor, los sabinares de Villar de Cobeta, de Buenafuente, de Huertahernando…. y las sierra de Caldereros, a la que se llega pasando Molina, por Hombrados, subiendo a la ermita de San Segundo, a divisar el castillo de Zafra, o por el costado norte, por los Cubillejos (el del Sitio y el de la Sierra). En el que fue valle del Tajo y ahora es embalse de Entrepeñas, o subiendo a Sacedón, a las sierra donde está la ermita de la Virgen del Socorro. En fin, que todo son paisajes de arrebatar, no se acaban nunca.

Pero por la Región también hay capacidad de danzar y no parar: los montes de Toledo, el valle de Alcudia, las Lagunas de Ruidera. No es que abunden en el resto de la Región los paisajes hermosos: pero ahí está la Sierra de Cuenca, con su Tragacete, su nacimiento del río Cuervo…. y la sierra de Alcaraz, con su Nervio, su Alcalá de Júcar, etc.

Pasear los pueblos de Castilla-La Mancha da también para muchas crónicas de viajes. Seguro que los participantes en este Congreso que hoy comienza disfrutarán con Almagro, donde cada vez que se va se descubre algo nuevo. Y con Villanueva de los Infantes, que es probablemente el pueblo español con más palacios por metro cuadrado. Un día los conté y casi llegaban a los cincuenta. San Carlos del Valle, con su plaza única, mágica. O Belmonte, con su castillo de cuento encima del caserío. O Uclés y su monasterio santiaguista, en el que se mezclan los castillos moros, con las iglesias escurialenses, mezclado con el lujo barroco de la portada de Ribera.

Sin más dilación, hay que viajar a Castilla- La Mancha, tiene de todo. Y por encima de todo, sorpresas.

Ideales y gastronomía

Los más famosos viajeros de Castilla-La Mancha, han sido sin duda don Quijote y Sancho. Ellos son los que abren la ruta, la dan vida, crean los caminos. Porque estos se hacen al andar, aunque antes no existan. El camino ideal de nuestra tierra va por las fondas, las plazas, los buenos restaurantes de las ciudades y los pueblos (los hay en Illescas, en Marchamalo, en Las Pedroñeras), las casas de los amigos, los templos rurales del buen yantar en El Toboso, en Budia, en Tobarra.

Quizás haya otras cosas mejores, no lo dudo. Pero a mí lo que me sigue gustando es el pisto manchego. Hay tojunto y duelos, hay gachas olorosas y vinos que ya suben el ánimo solo de olerlos. El buen pisto se come en cualquier parte, porque lo saben hacer en cualquier cocina de pueblo. Pero en Toledo está Adolfo, y Jesús en Guadalajara, y el Corregidor en Almagro, o El Bohío en Illescas… la caza y la verdura está en todas partes, y esa es la que alimenta y alegra el corazón a través de los carrillos.

Seguro que los participantes en el Congreso de Escritores de Viajes, tendrán mil motivos para ensalzar nuestra castellana tierra con sus estancias en los comedores de la Mancha.

Amistades y sueños

Antes del viaje se sueña, y durante él se amista. Seguro que habrá nuevos viajes, pero yo recuerdo uno, que partió de Guadalajara, pasó por Sacedón, y dando la espalda a la sierra de Altomira nos llevó a Huete. Allí se paran los viajeros, andan por sus calles cuestudas, llenas de lo que es fundamental en un viaje (ya sabe el lector qué es? No lo adivina? ¡pero si ya lo he dicho hoy tres veces!): las sorpresas. Huete está lleno de sorpresas. Tiene en lo alto una ruina (la iglesia que llaman de Atienza) donde el gótico resplandece y se pareced mucho al ábside gótico inglés de Atienza precisamente. Tiene un convento de la Merced con su interior poblado de un Museo blanco, moderno, abstracto, de pintura reunida por Florencio de la Fuente: un lujo en plena Alcarria. Y tiene casonas fuertes, escudos de armas, un convento dominico que parece una catedral, una portada de Vandelvira, en fin. El no va más. En Huete.

Pero el viaje sigue, y en derechura se va camino de la Mancha, y llega a Belmonte, donde se sube al castillo, y se recuerdan las formas de Juan Guas, como arquitecto, y del marqués de Villena, como guerrero, y de Eugenia de Montijo, como emperatriz que quiso allí encerrarse y ver los campos de primavera sonriendo. Belmonte tiene una Colegiata de lujo, cargada de talladas maderas góticas. Y unos hoteles rurales perfectos, cómodos, que dan ganas ir a ellos solo por sentarse en sus grandes sillones de enea.

Y el viaje siguió…. por El Pedernoso, llano y monumental también, blanco y sosegado. Y por Mota del Cuervo, donde al final se come en el Parador de la Venta de Don Quijote: y allí aparece el pisto manchego, monumental, y no me acuerdo de qué más. En un gran plato de pisto se va la memoria.

Apunte

Un libro de viajes de Alfredo Villaverde

Es Alfredo Villaverde el más viajero de los escritores castellano-manchegos. O el más escritor de sus viajeros. El caso es que tiene tantos libros escritos, que sería difícil, ni aquí ni en otro momento, hacer su sosegado recuento. Pero en esta ocasión, en que se habla de viajes, no está de más recordar uno de sus últimos escritos, muy bien recibido por la crítica, muy leído en muchos ambientes: el “Viaje por la Mancha de Don Quijote y Sancho” es un libro de Villaverde que recala en todos los puertos de esta tierra nuestra. Desde Guadalajara a Calatrava, y desde Piedrabuena a Cuenca, por todos los caminos de la Región se mete, y en todos encuentra a Don Quijote, a Sancho, a sí mismo, que es lo que promete un buen viaje: el encuentro con el propio autor (del viaje). En este libro aparecen las claves de cómo hacerlo.