Pastrana, dos museos en uno

viernes, 24 junio 2005 0 Por Herrera Casado

 

En la serie de reportajes que durante los pasados meses realicé en nuestro diario “Nueva Alcarria”, en el especial “Fin de Semana” que aparece los jueves, sobre Museos de nuestra provincia, quedó un Museo alcarreño sin referir. Un Museo importante y capital. Un Museo que vale por dos, porque en Pastrana están juntos, en el mismo edificio, uno sobre otro, los Museo del Carmelo (o de Santa Teresa) y de Historia Natural de las Islas Filipinas. Un soberbio conjunto al que no pudimos acceder con anterioridad, porque en los meses de invierno fue más difícil encontrarlos abiertos. Pero ahora, con el buen tiempo, en pleno verano, y ya hasta fin de año, estos dos museos pastraneros harán las delicias de quien los visite y vaya a ellos con ganas de asombrarse y aprender. Todo se junta: la historia, la devoción, las maravillas de la Naturaleza, los fieros animales, los asombrosos corales…

El Museo y Convento del Carmelo pastranero

El Museo Teresiano asienta en el claustro bajo y en la iglesia del que fuera convento de San Pedro, fundado por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz en 1569, por la generosidad de los duques de Pastrana y príncipes de Eboli, Rui Gómez de Silva y la tuerta doña Ana de Mendoza. Se mantuvo como convento carmelita y sede del Generalato de la Orden, desde la segunda mitad del siglo XVI al comienzo del XIX, cuando la Desamortización de Mendizábal acabó con él. Tras muchos años de abandono, se consiguió recuperar y restaurar, poniéndose a cargo de sus instalaciones y culto los padres franciscanos, que lo mantienen vivo hasta hoy.

Este Museo, aunque ya existía desde mucho antes, desde finales del siglo XIX, fue rehabilitado y puesto en valor en 1991, con motivo de la celebración del IV Centenario de San Juan de la Cruz. En él se recorren las cuatro pandas del claustro bajo de este convento, con sus ventanales cerrados para dar más capacidad de oferta de obras de arte. Desde ahí se pasa al templo, en el que surge el gran retablo enmarcado en el espacio sacro. La iglesia al exterior nos ofrece los elementos propios de la arquitectura carmelitana: piedra y ladrillo, con fachada de tres cuerpos, el inferior de piedra sillar mostrando tres ingresos de arco de medio punto, rematando en hornacina vacía que se incluye en el segundo cuerpo, de aparejo de ladrillo y sillarejo, en el que luce gran ventanal para iluminar el coro, y dos escudos de la Orden, tallados en piedra. Arriba luce un triangular remate con óculo circular y cruz de piedra. También, lateralmente, se ve gran espadaña.

El autor de este edificio fue nada menos que fray Alberto de la Madre de Dios, el arquitecto cántabro que se hizo carmelita, diseñando numerosos y perfectos templos. En Guadalajara nos dejó los de Guadalajara (San José y los Santos Reyes) más este de Pastrana, en el que quedó a vivir en su mayor edad, y aquí murió.

En el claustro del convento surgen infinidad de cuadros, muchos de ellos con elementos de la fundación, y bastantes con figuras de los grandes santos, de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Destacan en el conjunto los seis grandes cuadros de remate semicircular en que se narran ordenadamente las escenas de la fundación, destacando el de la venida de santa Teresa a Pastrana, el momento de recibir la ermita de san Pedro, la toma de hábito y profesión de los dos primeros frailes (Ambrosio y Juan de la Miseria), la predicación de san Juan de la Cruz ante cuya ardiente voz se suspende santa Teresa, y la visión de futuros mártires. En un par de cuadros el autor nos ofrece las imágenes de los duques de Pastrana, don Rui Gómez de Silva y doña Ana de Mendoza, con su clásico parche de paño negro en el ojo derecho.

Diversos cuadros que representan idéntica escena de san Juan de la Cruz hablando con Cristo, o escribiendo.

Hay numerosos cuadros de frailes y santos del Carmelo, alguno de ellos ocuparon el puesto de Superiores Generales. Otros fueron famosos por su vida o su apostolado. En diversas escenas aparece retratada la santa abulense Teresa de Cepeda: como escritora, en su mitológico Transverberación, en la “merced del clavo”, recibiendo la cruz, así como el recuerdo de cuando vino a fundar «esta su santa casa». Muchos de estos cuadros son de artista anónimo, pero otros están firmados y documentados, apareciendo los nombres de Alonso del Arco, Mariano Maella, Paulus de Matthei (a este se debe el mejor retrato de San Teresa como escritora), Juan Antonio de Frías y Escalante, y el legendario italiano Fray Juan de la Miseria, uno de los fundadores de esta casa. La mayoría son de la escuela madrileña, y en su mayoría de los siglos XVII‑XVIII.

En el interior del templo nos sorprende su clásica y serena arquitectura, con un gran retablo barroco que cubre el presbiterio y cuyas pinturas se deben a Luca Giordano. Añade esculturas de San José y Santa Teresa, más una Inmaculada y una antigua talla de San Pedro. En la cúpula; adornando las pechinas, cuatro motivos franciscanos de J. Álvarez, 1874. Y colgando de los muros, cuadros de un Vía Crucis pintado por Regino Páramo.

Lo interesante de este Museo en las capillas laterales del templo, lo constituyen sus retablos, esculturas y pinturas. A la mano izquierda del presbiterio, se abre la principal de ellas, la capilla de San Pedro, que realmente fue la primitiva ermita de la que surgió este conjunto patrimonial. Se adorna de gran retablo presidido por talla barroca del Cristo de la Verdad y un Cirineo; a ambos lados hay cuadros de cristos crucificados. Le sigue, hacia los pies, la capilla del Cristo yacente con retablo barroco. La escultura del Cristo proviene de los talleres de Gregorio Fernández. Y finalmente la capilla más cercana a l puerta, es la de la Virgen del Carmen. La talla de la fundadora castellana es del artista toledano Germán López. En las paredes hay cuadros con diversos motivos de la Virgen bajo advocaciones diferentes, una de ella el recuperado cuadro de la Virgen de la Soterraña. Y aún numerosos otros representando una Huída a Egipto, la muerte de san José, la Virgen del Apocalipsis, la Visitación, el Prendimiento, un aleccionador cuadro del Árbol de la Vida, Santa Rosa de Viterbo, Santa Catalina de Alejandría como doctora de la Iglesia, Nuestra Señora de la Portería, etc…

El Museo de Historia Natural de Filipinas

Terminado el recorrido por el templo y claustro, realizado de la mano y explicaciones, eruditas y amenas, de los guías que han puesto los franciscanos para ello, subimos a la primera planta, donde pasamos al museo de la Historia Natural de Filipinas. Puede surgir, de entrada, la pregunta del significado de este Museo aquí. La relación entre Pastrana y Filipinas fue intensa durante siglos pasados. La provincia de San Gregorio de la Orden de N.P.S. Francisco, estaba formada por los conventos de la zona castellana de la Alcarria, y de las Islas Filipinas. De ese modo, los novicios españoles pasaban enseguida a servir en las misiones asiáticas. De hecho, y quizás antes en el tiempo, un pastranero llegó a fundar en la isla de Luzón un pueblo llamado Pastrana, que aún hoy existe. A mediados del siglo XIX científicos de todo el mundo dedicaron su tiempo a la investigación y publicación de obras sobre la historia natural de las Filipinas. Al mismo tiempo, los Franciscanos empezaban a crear sus propias colecciones que, con fines didácticos, destinaban a sus centros de enseñanza. Al producirse la insurrección filipina, a finales del siglo XIX, el museo franciscano, que estaba a cargo de fray Marcelino Sánchez, sufrió notables destrozos, en abril de 1897, por lo que se decidió su envío a España. El contenido de aquel inmenso museo llegó a Barcelona en un barco procedente de Manila en agosto de ese mismo año. El traslado de sus fondos a Pastrana y las labores de instalación se realizaron entre 1897 y 1905. Luego, una abundante representación de los fondos de este museo viajó a Barcelona para ser exhibida en la Exposición Universal de 1929. Durante la guerra civil española el museo volvió a sufrir graves destrozos, a pesar de que se había tenido la precaución de tapiar puertas y ventanas.

Durante años había servido solo para enseñanza de los novicios, y para asombro de las gentes de Pastrana, que entraban a visitarlo. Pero en 1970 se trasladó el museo a su actual emplazamiento, en la segunda planta del edificio, aunque fue entonces cuando se decidió trasladar a Toledo, la parte más “histórica” del legado filipino: libros y monedas se llevaron a la capital del Tajo, quedando aquí las colecciones zoológicas y naturales.

Más tarde, ya en 1999 se inició una nueva etapa en el museo: mejor coloados sus fondos, e iluminados, se han comenzdo las labores de catalogación y clasificación del abundante material existente, colocando sus piezas, las más importantes al menos, en vitrinas y estanterías, iluminándolo, etc, aunque bien es verdad que aún queda mucho por hacer en este sentido. El Museo de Historia Natural de Filipinas, no cuenta con ayudas oficiales, por lo que las mejoras que poco a poco se van haciendo dependen de la entrada que los visitantes pagan para verlo.

Entre los elementos que se ofrecen en este Museo, destacan por sus vistosidad e interés científico la colección de conchas de moluscos, tanto marinas como terrestres, de las que existen más de 10.000 diferentes, siendo unas 1.500 las expuestas. De aves exóticas hay más de 400 ejemplares, habiéndose constatado que algunas de las expuestas son ya especies extinguidas, lo cual aumenta el interés científico de este lugar. Qué más? Pues vitrinas cuajadas de grandes animales misteriosos, como los grandes vampiros y “zorros voladores”, el pez sirena y su esquelo, yn enorme cocodrilo y varias serpientes y boas, tortugas gigantescas, monos (el más pequeño del mundo entre ellos) saurios, corales, peces, etc. La visita al museo resulta instructiva por su enfoque sistemático y científico, y es divertida al mismo tiempo por su carácter divulgativo, con informaciones raras y curiosas de algunas de las especies expuestas.

Un complemento bibliográfico

Al visitante de hoy, en la portería del Convento y recepción del Museo se le ofrece un buen Catálogo del mismo, que es más que suficiente para entender su contenido. Pero además, quien esté de veras interesado en el complejo legado artístico de San Juan y Santa Teresa, deberá buscar un libro que ya agotado ofrece toda la información que se puede desear sobre la historia del convento y sus mejores piezas. Es el titulado “Homenaje IV Centenario San Juan de la Cruz” que se editó en Pastrana en 1991, patrocinado por los franciscanos de la provincia de San Gregorio, la Diputación Provincial, y la Caja de Guadalajara.

El libro, de gran tamaño 24 x 30 cms. todo a color, ofrece en sus 340 páginas historias y descripciones, análisis de las restauraciones realizadas, estudios de personajes, técnicas, autores y simbolismos.

Datos prácticos

Museos Teresiano y de Historia Natural de Filipinas.
Convento de San Pedro de Padres Franciscanos
Telefono 949 370 057
Horarios: en invierno de 11 a 13:30 y de 15:30 a 18:30
En verano de 11 a 14 y de 16 a 18:30
Lunes cerrado.
Entrada: 2,40 Euros.