Valverde de los Arroyos, siempre verde

viernes, 20 mayo 2005 0 Por Herrera Casado

 

A pesar de todas las sequías, Valverde no cede un milímetro a su proverbial densidad de verdes: los robles despuntan en todas sus yemas; el brezo como una alfombra cubre las cuestas, y en todos los barrancos suena el agua y baja la vida como siempre, sin parar. Es el eterno milagro de la naturaleza bajo la montaña. El Ocejón, negro de pizarras, vigila y santigua a los viajeros, mientras su ánimo crece al comprobar cómo ha mejorado, en estos últimos años, su aspecto y acondicionamiento para el turismo.

Naturaleza que estalla

 Parece estallar la Naturaleza en la Sierra del Ocejón. Con la llegada de la primavera, este año tan retrasada, y tan seca, hay mucho entornos que están mustios. Pero Valverde de los Arroyos es la excepción. La nieve que aún sigue derritiéndose, se descuelga, aunque escasa, por las Chorreras de Despeñalagua. El viaje hoy, hasta Tamajón, es fácil, y desde esta “puerta de la Serranía”, por su correspondiente camino que pasa antes por Almiruete y Palancares, se llega en poco más de media hora a Valverde.

Es inaudito que, tras tantos esfuerzos y dinero bien empleado en disponer por fin de un acceso como debe ser, para los coches, por una carretera amplia y cuidada, se haya quedado sin hacer un tramo de exactamente cinco kilómetros, en torno a Palancares.

Los de este pueblo, que hoy es barrio de Tamajón, dicen que están castigados por la Administración regional, porque hace años se opusieron a la repoblación del término con especies arbóreas que no eran las autóctonas. El roble sigue viviendo por aquellos lares, en bosquedales y manchas, pero la pinada poco a poco va ganando terreno, y mudando la esencia original de aquella sierra. En la iglesia de Palancares, aún se lee el cartelón que pusieron hace años. Por lo que sea: la carretera en ese espacio de cinco kilómetros está infernal, con agujeros realmente peligrosos, que fuerzan a ir a poco más de diez por hora. El resto muy bien. Aunque solo sea en atención a tanto turista como hoy se expande a aquellos extremos de la Región castellano-manchega ¿no podría hacerse un esfuerzo, y acabar de asfaltarla y componerla?

Valverde modélico

Hoy Valverde de los Arroyos es un lugar modélico de nuestra provincia. Yo lo visité por primera vez en una memorable excursión que duró un día entero, con un viejo Land Rover, que tuvo que vadear varios arroyos que bajaban impetuosos de la montaña. Casas espléndidas, pero atraso total. Los danzantes, enamorados de su tierra y sus tradiciones, parecían seres salidos de una leyenda, de un tratado etnológico.

Hoy, gracias a los fondos europeos gestionados por la Diputación, se han arreglado todos los pavimentos, facilitado los accesos y la circulación, que en todo caso está prohibida en el interior de la villa, excepto para residentes. Ejemplo a imitar por otros lugares serranos. La plaza está más bonita que nunca, con sus grandes construcciones de pizarra y gneis, oscuras arquitectura monumentales con tejados a dos aguas para soportar el peso de la nieve en invierno, y grandes muros rocosos que guardan el calor de las lumbres en tiempos fríos, y dejan vivir a gusto en los calurosos. Todo lo nuevo que se ha construido, y es mucho, se ha hecho conforme a las normas más tradicionales y auténticas de la arquitectura popular de la Sierra Negra.

Así es modélico, entre otros espacios, el Mesón que llaman “Los Cantos”, situado justo tras la iglesia. Dicen que la cocina es muy buena, pero lo que sí puedo testificar es que su construcción es perfecta, pues se han usado grandes vigas enteras de robles, se han respetado las cubiertas vistas, los muros recios, los vanos pequeños, en fin: una muestra elegante y auténtica de la tradición más solemne.

La fiesta de la Octava

 Una de las mayores atracciones de Valverde, lástima que se ejecuten una sola vez al año, son las Danzas de la Octava del Corpus, que es la Fiesta Mayor de Valverde. El pontífice Paulo V, ya en 1606, concedió bula a la Cofradía del Santísimo Sacramento para que sus Danzantes pudieran bailar cubiertos delante del Altísimo: los vistosos colores de las cintas que cuelgan en la espalda sobre la albura de las camisas, y el delantal bordado, más el gorro de espejos y flores, hacen de estos cofrades-danzantes unos personajes de ensueño, míticos casi, increíblemente atractivos. De las danzas que practican, es La Cruz, la que interpretan en las eras del pueblo, ante la presencia señorial del negro Ocejón. Además bailan las danzas de palos, castañuelas y cintas, conformando con ello ese repertorio que ha servido para declarar a la Feista de la Octava de Valverde como de Interés Turístico Regional. Este año se celebrarán el domingo 5 de junio, y es por ello que los lectores que aún no las hayan visto, se vayan preparando para llegar, porque entre el viaje, el aparcar, y los calores, hay que ir precavido. Tanto en las eras, como en la plaza mayor y en el Portalejo podrán verse las danzas de estos eternos danzantes valverdeños.

Además, como es tradición, se sigue representando un Auto Sacramental, a cargo de los jóvenes del pueblo, en ese “Portalejo” que es como un nido de alegrías y recuerdos, en el muro meridional de la iglesia común.
Se colma la fiesta de la Octava con las rondas, que van de casa a casa, y dedican canciones y piropos a las mozas solteras. Romances acompañados de laúdes y guitarras ponen sonido al solemne paisaje, y el bullicio de naturales y visitantes impregna el día mágico de Valverde, que después de la fiesta volverá a su rutina. Una rutina que cada día es más entretenida, porque cada vez hay más gente que viene a ver este lugar que apenas sale en los mapas, porque está en el borde de todos.

Detalle

Las Hondonadas

Un grupo de tres casas rurales, adosadas, dando vistas, en sus fachadas, a la era de Valverde, y en sus espaldas, y a través de unas terrazas, a la inmensa solemnidad del pico Ocejón, son denominadas “Las Hondonadas” y ofrecen todo lo que un establecimiento de este tipo puede anotar en su ideario: silencio y naturaleza, arboledas y arroyos, un auténtico “jardín botánico” que los propietarios han ido montando, con todas las especies arbóreas de la montaña mediterránea, cada una con su correspondiente placa informativa. Hay, ya cuajada y prometedora, un haya.

Los edificios, individualmente organizados como vivienda, en dos plantas, tienen salón, cocina, aseo y arriba habitaciones, con la terraza posterior que dispone hasta de barbacoa. Aparcamiento vigilado y toda la Sierra del Ocejón a un paso. Se pueden ver todos sus detalles en la página web que mantienen actualizada: www.lashondonadas.com.

Además de ella, otras casas rurales como el Cambareto, en la plaza, El Nido de Valverde, en las inmediaciones, Las Piquerinas, y un nuevo complejo a punto de inaugurarse, completan la oferta de este tipo en Valverde, que se alza así como uno de los puntales del turismo rural serrano en Guadalajara.

Otro detalle

La arquitectura negra

Muchos viajeros que llegan a Valverde lo hacen por admirar su “arquitectura negra”. Consiste esta en la construcción de sus edificios todos con grandes piedras de la zona, que son normalmente de gneis dorado, y la cubrición de los mismos con amplias lajas de pizarra, que es el mineral que se saca de fragmentar, de forma natural, las rocas de esta sierra de Ayllón. Grandes vetas de pizarra afloran por ambas vertientes del pico Ocejón, y especialmente en su parte norte. Pero en la meridional, en el valle del río Sorbe, también son muy abundantes, de tal modo que se explotan canteras para llevar y exportar pizarra a otros lugares en los que, ya de forma artificial se usan.

Aquí en Valverde los edificios más emblemáticos, como son la iglesia parroquial, el Ayuntamiento, el mesón y las escuelas, los caserones de la plaza, etc, están hechos de oscura piedra, con muros muy gruesos, y los tejados enormes, con alerones pronunciados, son de pura pizarra. Con ello completan esa admiración que hacia el entorno, el paisaje y la estructura empinada del pueblo tienen quienes lo visitan: la leyenda dice que estos pueblos de en torno al Ocejón, los hizo Dios de noche, y por eso los llaman “los pueblos del dios de noche”. Un dicho que, en todo caso, salpica de misterio tanta belleza.