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diciembre, 2004:

500 años sin Isabel la Católica

Ha sido este año que hoy termina el año de Isabel la Católica. Se ha cumplido (fue exactamente el 26 de noviembre) el quinto centenario de su muerte. Y se ha hecho, como era de esperar, y de justicia, un amplio despegue en orden a rememorar su figura, humana y política, quedando en líneas generales muy favorecida. Todavía hoy, cuando tantos mitos se han derribado, Isabel de Trastamara ha sido aplaudida en todos los foros, y su imagen de mujer sabia y bondadosa, enérgica y viva en la certeza de su misión, ha quedado limpia, prístina aún.

Una breve biografía

Isabel de Castilla nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), en abril de 1451 y murió en Medina del Campo (Valladolid) el 26 de noviembre de 1504. Su padre fue el Rey Juan II de Castilla y su madre, Isabel de Portugal. Casó con Fernando de Aragón (1452-1516). Ambos recibieron una esmerada y prolija educación, propia de la realeza de sus familias. Su matrimonio —al que se opuso el Rey Enrique IV de Castilla, hermano de Isabel— tuvo lugar en octubre de 1469.

Isabel asumió el trono de Castilla en diciembre de 1474, tras la muerte de su hermano Enrique, y Fernando hizo lo propio con el de Aragón en enero de 1479. Cada uno conservó su calidad de soberano en su respectivo territorio, con la idea de que uno de sus hijos heredara los reinos, tanto por el lado paterno como por el materno.

La muerte de Enrique IV y el reconocimiento de Isabel como Reina de Castilla (1474), originaron una nueva disputa interna en el reino. Los partidarios de La Beltraneja consiguieron el apoyo de Portugal, pero los portugueses fueron derrotados en Toro (1476) y en Albueras (1479), viéndose obligados a pedir el término de la guerra. Juana quedó sin apoyo e ingresó a un convento.

Una de las metas del reinado de Isabel fue conseguir la expulsión de Al-Andalus de los jerarcas nazaríes, añadiendo así el reino de Granada a su corona. Así ocurrió mediante una guerra que se inició en 1482 y terminó en 1492 con la toma militar de esa ciudad, completándose así el proceso de unidad territorial de España. Por su parte, Fernando procuró ampliar los territorios aragoneses y logró expulsar a los franceses del Reino de Nápoles gracias a la acción de Gonzalo Fernández de Córdoba, quien fue calificado como Gran Capitán por sus triunfos.

La reina Isabel apoyó expresamente la aventura de Cristóbal de Colón de llegar a las Indias por el camino del Occidente. El hallazgo de un nuevo continente inesperado ocurrió en octubre de 1492. El 3 de mayo de 1493 el Papa Alejandro VI expidió la bula Inter Caetera en la cual trazaba una línea de Polo a Polo, a una distancia de 100 leguas al oeste de las islas Azores, dejando a Portugal los descubrimientos al Oriente de ese meridiano, y a Castilla las del Occidente. El Tratado de Tordesillas de 1494 supuso el reparto del Nuevo Mundo entre los dos estados ibéricos.

Los últimos años de Isabel de Castilla fueron tristes. Su hijo Juan (el heredero que hubiera juntado las tierras todas de España poniéndolas bajo una dinastía hispana) murió en 1479. Y diez años después murió su hija Isabel, la mayor. Solamente le sobrevivió su hija Juana, que había casado con el príncipe Felipe de la casa de Habsburgo. Muerto este muy joven, Juana perdió la razón y debió asumir el trono de Castilla su padre Fernando. Al morir este, y puesto que el hijo de Juana y Felipe, Carlos I de España, era aún niño, asumió la regencia el Cardenal Jiménez de Cisneros.

La tarea de gobernación que realizaron Isabel y Fernando en sus treinta años de gobierno en común, fue impresionante. Cambió por completo el concepto de Estado, haciéndose moderno y centralizado, acabando totalmente con el feudalismo, imponiendo una cultura renacentista, apoyando un arte portentoso (el gótico flamígero o isabelino) y poniendo las pautas de la hegemonía española en el Mediterráneo, norte de África y América. Aparte de unificar, a excepción de Portugal, la península ibérica bajo una corona única.

Los textos clásicos

Los autores coetáneos, que trataron con la reina, y aun la ayudaron con sus fuerzas de cronistas y escritores, nos dan una imagen certera de su aspecto físico y su forma de ser. Merece la pena recordar lo que nos dice Hernando del Pulgar en su “Crónica de los Reyes Católicos”:

Esta Reina era de comunal estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca e rubia; los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa e alegre. Era mesurada en la continencia e movimientos de su persona; no bebía vino; era muy buena mujer, e placíale tener cerca de sí mujeres ancianas que fuesen buenas e de linaje. Criaba en su palacio doncellas nobles, fijas de los Grandes de sus Reinos, lo que no leemos en Crónica que hiciese otro tanto otra Reina ninguna. Facía poner gran diligencia en la guarda dellas, e de las otras mujeres de su palacio; e dotábalas magníficamente, e hacíales grandes mercedes por las casar bien. Era muy cortés en sus hablas.

Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempos de sus partos encubría su sentimiento, e forzábase a no mostrar ni decir la pena que en aquella hora sienten e muestran las mujeres. Amaba mucho al Rey su marido, e celábalo fuera de toda medida.

Era muger muy aguda e discreta, lo qual vemos pocas e raras veces concurrir en una persona; hablaba muy bien, y era de tan excelente ingenio, que en común de tantos e tan arduos negocios como tenía en la gobernación de sus Reinos, se dio al trabajo de aprender las letras latinas; e alcanzó en tiempo de un año saber en ellas tanto, que entendía cualquier habla o escriptura latina. Era católica e devota; hacía limosnas secretas en lugares debidos; honraba las casas de oración; visitaba con voluntad los monasterios e casas de religión, en especial aquellas do conocía que guardaban vida honesta; dotábalas magníficamente. Aborrecía sortilegios e adivinos, e todas personas de semejantes artes e invenciones. Placíale la conversación de personas religiosas e de vida honesta, con las cuales muchas veces había sus consejos particulares…. Era muy inclinada a hacer justicia, tanto que le era imputado seguir mas la vía de rigor que de la piedad; y esto hacía por remediar a la gran corrupción de crímines que falló en el Reino cuando subcedió en él. Quería que sus cartas e mandamientos fuesen complidas con diligencia.

Era mujer de gran corazón, encubría la ira, e disimulábala; e por esto que della se conocía, ansí los Grandes del Reino como todos ellos los otros temían de caer en su indignación. Era muy trabajadora por su persona. Era firme en sus propósitos, de los cuales se retraía con gran dificultad.

Y su muerte

Y Andrés Bernáldez, en fin, nos dice lo que sigue de su muerte, siendo él cómo fue también su cronista personal, autor de la “Historia de los Reyes Católicos”:

Murió la Reina doña Isabel, de gloriosa memoria, en el mes de noviembre, año de 1504, en Medina del Campo, de dolencia e muerte natural, que se creyó recrecerle de los enojos e cuchillos de dolor de las muertes del Príncipe don Juan e de la Reina de Portugal, Princesa de Castilla, sus fijos, que traspasaron su ánima e su corazón, y falleció de esta presente vida en edad de 56 años [realmente tenía 53 años cuando murió], habiendo reinado en Castilla veintinueve años. Su cuerpo fue llevado a Granada y sepultado en la iglesia de la Alhambra, que ella ganó, en muy honrado lugar, donde en su vida ella mandó y ordenó, con aquellas honras y exequias que a tan excelente y bien aventurada Reina convenía.

La reina Isabel en Guadalajara

El devenir de la Corte, en tiempo de los Reyes Católicos, fue incesante. Aún sin sede definitiva, el conjunto de reyes, ministros, cancilleres, asesores y escribanos, jueces y jerarcas, clérigos y arzobispos, deambulaban por los reinos de Castilla y Aragón, acogiéndose a palacios privados y amistades sinceras.

Por Guadalajara pasaron los Reyes Católicos en numerosas ocasiones. Recordar aquí dos solas, por lo famosas y cruciales: 1. la que hicieron en 1487, cuando camino de Aragón, y acompañados por su Canciller don Pedro González de Mendoza, fueron invitados a visitar y pernoctar en el fastuoso palacio que su hermano el segundo duque del Infantado estaba por entonces construyendo. Ya habitable y digno de recibir a los Reyes, doña Isabel especialmente quedó maravillada del arte de Juan Guas, a quien luego haría su arquitecto de obras reales. 2. Y la que hicieron en ese mismo año de 1487, en el mes de octubre, continuando el viaje que le hizo pasar por Guadalajara, a la catedral de Sigüenza. Admiraron allí la fastuosidad del templo, y la reina debió sugerir al Cardenal Mendoza, entonces obispo seguntino, que iniciara la realización de un coro bajo, para llenar el centro de la nave central. Ese coro es muy parecido al de Santo Tomás de Ávila. Una presencia, en Guadalajara y Sigüenza, de la reina Isabel, que quedó prendida en las crónicas remotas de aquel final del siglo XV.

Aparte…:

La exposición de la Real Academia de la Historia

Durante la segunda mitad del año que ahora acaba, ha mantenido abierta la Real Academia de la Historia en su sede de Madrid un extraodinaria exposición con materiales históricos procedentes todos de la referida institución. Cuadros, documentos, tejidos, monedas, retratos y un largo etcétera que ha cuajado en un Catálogo que se constituye en pieza fundamental para conocer la biografía, los logros y la memoria de Isabel de Castilla.

Otras exposiciones a Isabel referidas han sido las celebradas en Avila, y en Segovia. Todas ellas con materiales procedentes de Museos y Archivos, muy didácticas.

La Gratia Plena en Santiago

Ibercaja, con motivo del 50 aniversario de su implantación en Guadalajara, en colaboración con la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara, con motivo a su vez del 150 aniversario de la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, acaban de inaugurar en nuestra ciudad una exposición que no va a dejar indiferente a nadie que la vea. Por fin una muestra de alta calidad, de verdadera dimensión artística y cultural, se nos ofrece: es en la iglesia de Santiago, y allí estará, ocupándola al completo, hasta el 9 de enero, desde el 2 de diciembre en que fue inaugurada.

Las Edades del Hombre de Sigüenza-Guadalajara

La exposición que comentamos tiene la intencionalidad que han tenido las grandes muestras de patrimonio artístico religioso que las diócesis de Castilla-León han mostrado anualmente, desde hace ya muchos años, con la nítida meta de sacar ante todos las joyas del arte de los pasados siglos, y al mismo tiempo catequizar con su sentido, seguir dándole al arte la dimensión litúrgica y didáctica con la que nació.

La ocasión para montar esta exposición “Gratia Plena”, que primero ha estado en Zaragoza y luego irá a Logroño, es la de conmemorar a través de 57 piezas de arte de Guadalajara y su tierra, el 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. En torno a ese tema teológico, la mujer sin pecado original por expreso designio de Dios Padre, para ser madre terrenal de Cristo, el Dios Hombre, se han seleccionado un grupo de elementos realizados a lo largo de los siglos, por artistas diversos, para servir de imagen de la Verdad y sus elementos: hay cuadros y esculturas, piezas de orfebrería para servir en las ceremonias religiosas, y algunos elementos del culto, como casullas, cantorales y documentos.

La exposición se ha fundamentado, con el trazado teórico y teológico de diversos miembros de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, entre los que destaca el director-comisario de la exposición, el vicario don Eugenio Abad; don Félix Ochayta Piñeiro, profesor de Teología Dogmática del Seminario seguntino; don Luis Herranz Riofrío, delegado diocesano de Patrimonio Artístico; y don Jesús de las Heras Muela, historiador de la Iglesia, Y se ha estructurado en seis Salas y un Epílogo, en las que al visitante se le lleva por las diferentes formas en que se contempla la virginidad de María y su exclusiva calidad de “sin mancha”, sin pecado original.

La pieza clave

La exposición está inserta en el marco gótico-mudéjar de la iglesia de Santiago. Aunque pierde su visión panorámica, gana con el efecto de los paneles, las luces y las piezas entre sus muros.

A la entrada nos saluda la pieza clave de la muestra: la Inmaculada Niña de Zurbarán, un cuadro de primera magnitud en el contexto de la pintura del Siglo de Oro español. Pertenece a la Fundación Perlado-Verdugo, de Jadraque, aunque está habitualmente expuesta en el Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza. Es el retrato exquisito de una niña, apenas adolescente, vestida de blanco, con una capa azul, orante, concentrada en su mirada, suspendida en el aire, y adornada de todos los elementos que la Teología nos dice que la adornaron y la definen: imágenes de la Letanía Laurentina, entre las que aparece la “Nueva Jerusalén” representada con la silueta y los edificios de Sevilla (se ven destacadas la Giralda y la Torre del Oro), pues fue el Ayuntamiento de esta ciudad el que encargó a Zurbarán, en 1630, que realizara esta pintura, y luego a principios del siglo XIX fue don Gaspar Melchor de Jovellanos quien la sacó del Ayuntamiento hispalense y se la regaló a su gran amigo don Juan Arias de Saavedra, quien la puso en su palacio de Jadraque.

Este cuadro, que puede ser clasificado como la más hermosa pieza del arte pictórico que conservamos en Guadalajara (en el escultórico, sin duda la palma se la lleva la estatua yacente del Doncel seguntino) es por sí solo merecedor de la visita a la Exposición.

Docenas de piezas de primera fila

Pero el visitante no saldrá defraudado de recorrer el conjunto de la Exposición. La verdad es que Ibercaja ha puesto todo el entusiasmo y la entrega en este aniversario (medio siglo ya…!) de su presencia en Guadalajara. Porque el montaje de la exposición, sumado de los catálogos (impreso y multimedia) y de las visitas programadas para escolares durante el mes que va a estar abierta, ha supuesto un esfuerzo digno de aplauso. Así es como se ven los resultados de confiar en una institución financiera que tiene clara su visión social y cultural.

Vamos a ver piezas claves del arte seguntino, alcarreño y molinés. Por destacar algunas: la pareja de Adán y Eva, así como la tabla primitiva del Enterramiento de Cristo, que proceden de la capilla de don Martín Fernández en Pozancos. Las cinco tallas de escenas de la infancia de Cristo procedentes de la iglesia del Salvador de Cifuentes. La imagen de la Virgen de la Antigua de Guadalajara, la primitiva, la que tallada y pintada en el siglo XVI, no sale en procesión pero todos sus devotos saben que existe: ahora pueden verla en directo. El Calvario románico de talla exquisita, procedente de Villacadima, y que ha sido colocado en el muro de la cabecera de Santiago. El San Elías de Salzillo, terrible de actitud y genial de talla. La barroca Divina Pastora del Museo de Pastrana, las tablas de restaurado retablo de Peñalver, el San Martín de Hinojosa de la capilla de las Reliquias de la catedral de Sigüenza (que tiene toda la pinta de haber salido de las geniales gubias de Manuel Pereira), la dramática Virgen románica de la Sopeña…

Cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, quedará sorprendido ante esta muestra. Una Exposición largamente esperada, y que cumple todas las expectativas, por su riqueza de contenido, por la adecuación de su mensaje, por la elegancia de su montaje, por la generosidad con que han sido cuidados todos los detalles. Un aplauso sin paliativos, y un ánimo a que (como ha ocurrido en otros lugares de Castilla) se formen colas a su entrada, porque todos los alcarreños debieran gozar con su visita. Muchos de fuera, gentes venidas ex profeso desde Madrid, ya lo están haciendo…

El aparte…. (con la foto del catálogo)

El apoyo bibliográfico

La exposición que comentamos está apoyada bibliográficamente con un par de elementos de gran interés. Es el primero un Catálogo que se titula también “Gratia Plena” y que ha estado al cuidado de Luis Herranz Riofrío, con la colaboración de un nutrido grupo de especialistas en arte y escritores. Impreso por Tipolínea con las más avanzadas técnicas gráficas, e ilustrado con fotografías de las piezas de la exposición, realizadas por Jarke. Todo se conjunta en esta publicación para poder decir de ella que es el complemento ideal de la exposición, al aparecer una a una todas las piezas expuestas, descritas y comentadas. El editor del Catálogo es, lógicamente, Ibercaja, que también lo es del DVD que se ofrece como aporte visual y sonoro a este acontecimiento: a lo largo de 15 minutos, con gran calidad y gusto se expone el recorrido de la exposición y las imágenes espectaculares de su contenido.

Frases:

Ibercaja ha puesto todo el entusiasmo y la entrega en este aniversario (medio siglo ya…!) de su presencia en Guadalajara.

Cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad, quedará sorprendido ante esta muestra.

Horche y sus oportunidades

El pasado sabado se celebró en Horche la anual fiesta de la Asociación Cultural “Fray Juan de Talamanco”, en la que se entregaron las distinciones a los distinguidos de la localidad. Este año han recaido en Isabel Cano, profesora de la Universidad de Alcala, la Asociación de Belenistas de la villa, la Hermandad de San Sebastián, y dos jóvenes alumnos del Colegio de la localidad. Alegría desbordante y promesas de futuro. Una prueba de que en Horche sí hay algo que se mueve, y eso es la cultura y el buen espíritu.

Una historia de villazgos

Resultó que al final de la comida, entrega de premios y discursos varios, me pidieron que dijera unas palabras, en las que aproveché para rememorar un tema que a Horche le vendría de perlas, cual sería  rescatar de su memoria, ahora casi perdida, un monumento que le daría perfil nuevo y oportunidades de recuperar parte de su historia. Sería poner de nuevo en pie su rollo o picota, que sabemos existió, pues cuando en 1537 el emperador Carlos le concedió el privilegio de ser villa por sí y administrar la justicia entre sus ciudadanos sin tener que recurrir a instancias superiores, se alzó con toda pompa y solemnidad un monumental rollo de piedra caliza tallada, diseñado y dirigido en su construcción por Pedro de Medina, un prestigioso arquitecto guadalajareño de aquella época.

La compra de su jurisdicción le costó al vecindario la nada despreciable suma de 5.000 ducados. Años después, otro privilegio del rey Felipe II aseguró a Horche la capacidad de no poder ser enajenada nunca del señorío real. Cosa que a punto estuvo de no ser cumplida, pues un siglo después, en 1652, Felipe IV cubierto de deudas decidió ofrecérsela en venta al duque de Pastrana don Rodrigo de Sandoval Silva y Mendoza. Las protestas del pueblo y la exhibición de sus antiguos privilegios, impidieron que tal hecho llegara a consumarse.

En el siglo XVI, tras la declaración de Villa por el Emperador Carlos, se celebraron en Horche las consabidas ceremonias de amojonamiento del término, toma de posesión de los escribanos, visita a las tiendas, y colocación del rollo en el centro de la plaza mayor, siempre con la connotación de ese derecho a regirse, en las cosas referidas a la justicia, por sus propios vecinos.

Sobre cuatro gradas de planta cuadrada, se alzó el rollo de piedra tallada, con fuste liso en la parte baja y estriado en la alta, y con remate de múltiples adornos platerescos, posiblemente cabezas de leones o bichas, en los cuatro lados de su capitel culminante. En un escorzo muy parecido a los que hoy vemos en las plazas mayores de Valdeavellano o de Luliana.

La historia fidedigna la encontramos en el texto de las “Relaciones Topográficas” que Horche mandó al Rey Felipe II en 1575. Allí se dice que, en aquella ceremonia solemne que duró varios días “…luego passaron a levantar Picota, y Horca, signos de la jurisdicción alta, y baxa: la Horca…; la Picota se levantó en la plaza nueva, enfrente de la Casa del Ayuntamiento, y a pocos pasos de un Olmo, que entonces llenaba con su pompa la mayor parte de dicha Plaza…” Esa primera picota, para el momento, la construyó un maestro albañil vecino de la villa, llamado Miguel de la Hoz, y fue construida de yeso y piedra suelta. Pero en 1548, tras varios acuerdos del Concejo, se realizó el encargo al ya mencionado arquitecto arriácense Pedro de Medina, quien la construyó, según nos refiere José María Ferrer González, “labrada toda de piedra pajarilla con columnillas estriadas y remates labrados, estando coronada de escarpias y en un ángulo pendiente la argolla de utilidad penal”.

Este rollo o picota de la plaza mayor de Horche duró solamente hasta 1590, en que según se lee en un documento del Archivo Municipal, y con más detalle lo refiere fray Juan Talamanco en su “Historia de Orche”, la tiró un ráfaga de aire el día del Corpus de ese año. Habían puesto un gran toldo en la plaza, para representar bajo él un teatro de Comedias propio de la festividad, y ataron algunas cuerdas de la lona a la picota. Se levantó un fortísimo viento, que finalmente acabó derribando el monumento. Quedaron las piedras tiradas, las quisieron llevar a otras partes, reconstruir, etc. Pero nunca más se levantó el rollo horchano. Ojalá que, según me dijeron el pasado sábado quienes tienen siempre presente a su pueblo para mejorarlo, que están pensando en hacer su reconstrucción lo más fielmente posible. Así sea.

El Albaicín, barrio de mozárabes

En Horche existe un barrio que, como en Granada, o en Pastrana, llaman popularmente “el Albaicín”. Muchos creen que fue creado cuando los Reyes Católicos expulsaron de España definitivamente a los árabes, y estos en nombre de mudéjares fueron quedando convertidos y practicando oficios artesanales por pueblos y ciudades de Castilla. No es así. El propio Talamanco, referencia permanente de la historia horchata, y sujeto que ha dado nombre a la asociación cultural que hoy promueve tantas cosas en la cercana villa, nos cuenta que fue de otra manera su inicio y doblamiento: cuando el rey Alfonso el Batallador de Aragón atacó la comarca de Alcaraz en 1124, se le unieron muchos cristianos mozárabes (cristianos que residían en territorio de Al Andalus desde los inicios de la ocupación islámica de la península) de la ciudad de Baeza. Y una vez triunfantes, pidieron al Rey que les señalase espacios, barrios, villas, donde poder instalarse, ya en territorio castellano. Eso es lo que dice la tradición, que en buena parte es legendaria y supera en muchos puntos a la realidad. Pero sin duda que fue de resultante de ese hecho que vinieran a poblar en Horche algunos mozárabes, que pusieron sus inicialmente humildes casas en la cuesta de las cuevas de la Cañada. Dedicaron el barrio a San Andrés, apóstol y mártir en cuyo día se produjo, el año 1227, la conquista de la ciudad de Baeza. Y de ahí que siempre haya sido popular en Horche ese nombre, el de Andrés, puesto que los del Albaicín crearon también una Hermandad o Cofradía que rememorara aquel hecho y sus propios orígenes.

La Hermandad de San Sebastián

Entre los premiados de la pasada semana, está la Hermandad de San Sebastián. Lo han merecido por el trabajo, personal y entusiasta de todos sus cofrades, en la restauración dignísima de su ermita. Está situado este templo en lo más alto del pueblo, en el borde de la meseta desde donde se divisa todo el amplio valle del Ungría. Sus fundamentos se alzan sobre las viejas piedras del castillo, la fortaleza árabe que conquistara Alvar Fáñez de Minaya la noche mágica del 24 de junio de 1084. Juan Catalina García opinaba que la ermita se fundó realmente “bajo el castillo” y no sobre los restos de la fortaleza. Ese castillo que pasó luego a ser cristiano, y llamado de Mayrena, en memoria de una “María Reina” que lo ocupó al principio, tiene ahora la estampa sencilla y fuerte de una ermita con espadaña que de sus piedras rescata la imagen guerrera y medieval, y de sus limpias paredes la memoria de la devoción que a San Sebastián siempre se le tuvo en Horche, por protector ante plagas y enfermedades, y por sus propios méritos, que no fueron pocos.

La Historia de Orche

Así, sin hache, quieren los horchanos que se escriba el nombre de su pueblo. Y no por razón de rebeldía o empecinamiento baldío, sino por así se escribió, hasta el siglo pasado, en los documentos oficiales del Ayuntamiento y Chancillerías, y porque así figura en la portada del libro que sobre la Historia del pueblo escribió, a mediados del siglo XVIII, su hijo más ilustre, el fraile mercedario fray Juan de Talamanco. Un libro que aunque reeditado en 1986, vuelve a ser rareza bibliográfica, pues tanto interesa la historia del pueblo entre sus propios habitantes, que estos se la han ido pasando de generación en generación, y algunos aprendiéndosela casi de memoria. Porque es curiosa, aleccionadora y emocionante en muchos capítulos. En todo caso, porque e sla raiz propia de un pueblo que se retrata en las obras y las memorias que hoy quedan, y en el porvenir risueño y con toda seguridad positivo que le aguarda.

Brihuega y su cronista Pareja Serrada

Como una gloria local, y con toda razón, tienen los brihuegos a D. Antonio PAREJA SERRADA, alcarreño ilustre por muchos conceptos, pero especialmente por el amor a su tierra, que le llevó a estudiarla con ahínco y a publicar el fruto de muchas de sus investigaciones. De su libro más señalado “Brihuega y su partido”, extraigo hoy algunos datos que seguro gustarán, como anécdotas sabrosas, a muchos brihuegos que me lean.

Un hombre de letras

Nació Pareja en la villa de Brihuega a mediados del siglo XIX. Cursó estudios universitarios en Madrid, y en la Corte residió siempre, aunque a su villa natal se acercaba siempre que podía, pasando en ella completos los veranos.  Dedicado por una parte a la enseñanza  ‑era profesor de Historia y Sociología en varios centros madrileños‑  gran parte de su actividad la rindió en el batallar periodístico, siendo colaborador asiduo de numerosísimos periódicos de la capital, dirigiendo otros, y aun fundando algunos, como El Briocense que aparecía cada quince días en la villa de la Peña Bermeja, cuajado de los artículos y apreciaciones de hondo sentido alcarreñista de Antonio Pareja.

En Madrid fue redactor‑jefe de El Debate, en 1880, y anteriormente, había pasado, en sus primeros pasos tipográficos, por Los Sucesos (1865) y La Soberanía Nacional (1867‑70). Otros muchos periódicos, desde El Guerrillero agrícola a El Boletín de Faros vieron cuajada la inquieta pluma de Pareja en temas diversos, amenos, enjundiosos y valientes. Era hombre que andaba siempre con la verdad por delante, y eso le costó no pocos disgustos, que él contabilizaba entre sus triunfos más queridos.

La intensísima labor literaria  ‑en gran parte dedicada a su tierra alcarreña‑  que había realizado anteriormente, hizo que la Diputación Provincial de Guadalajara, a la muerte de don Juan Catalina García, le nombrara, en 1911, Cronista Provincial, cargo que ejerció hasta su muerte en 1925, y que le animó a dedicarse, ya en esos años últimos de su trabajadora existencia, a investigar y escribir solamente en derredor de su provincia.

No son abundantes sus libros en torno a Guadalajara, pero lo que hizo Pareja en su puesto de Cronista supone una aportación muy útil para el progresivo conocimiento de Guadalajara: fueron piedras, materiales, vigas maestras en la construcción de este edificio que aun hoy seguimos levantando, y que quisiéramos magno y útil: el conocimiento, aprecio y defensa de nuestra tierra.

En 1911 publicó su librito en octavo La Razón de un Centenario, que vino a ser la publicación oficial del 200 aniversario de la memorable batalla de Villaviciosa, en la que el Borbón Felipe V asentó su trono frente a las aspiraciones del archiduque Carlos. Es libro en el que se describe el origen y desarrollo de la batalla, y se completa con los discursos, fotografías de medallas, monumentos y documentos de la efemérides.

Enseguida inició D. Antonio su proyecto ilusionado: la realización de una amplia Guía de la Provincia, con descripción detallada de todos y cada uno de sus pueblos. La empresa, costosa, la emprendió Diputación editando un libro por cada partido judicial. Así, en 1915 apareció el primer volumen, Guadalajara y su partido, escueto pero enjundioso, en el que se exponía la historia y el arte de la ciudad, con sabrosísimas notas de la actualidad de aquellos días. En 1916, aparecía el segundo libro de esta serie, Brihuega y su partido, mucho más voluminoso y trabajado, quizás por ser la tierra natal y queridísima del autor. De él he sacado los datos que siguen.

Inexplicablemente cortada esta serie de monografias que prometía un fruto copioso, Pareja puso su atención en otro tema no menos interesante, tendente a promover el conocimiento histórico de Guadalajara, y ello fue la recopilación de documentos dispersos en archivos o publicaciones, relativos a temas capitales del devenir arriacense. Surgió así el tomo primero de la Diplomática Arriacense que, a pesar de su título, lleva documentos no solamente de la ciudad de Guadalajara, sino de toda la provincia, muy especialmente de Sigüenza y Molina. Aunque la obra no permitía conducir un hilo homogéneo investigativo, llevaba la intención de acopiar materiales para allanar la tarea a futuros investigadores. En ese primer tomo puso Pareja los documentos provinciales fechados en los siglos XI y XII. Enseguida reunió documentación de posteriores centurias, y se dispuso a publicar el segundo tomo de su Diplomática, que hubiera salido con la fecha de 1925 en su portada, de no haber muerto el autor en ese año, cuando se encontraba ya corrigiendo las pruebas de ese libro, que quedó inédito.

Algunas anécdotas contadas por Pareja

Vivió este hombre, muy de cerca, la “guerra civil” que para él y sus contemporáneos fue la que hoy llamamos Carlista, de 1869, y de la que hoy afortunadamente ya sólo se ocupan los historiadores, habiéndola olvidado, por muy antigua, nuestros representantes parlamentarios y sus asesores.

Reproduce a partir de la página 342 de su obra el relato que le manda su amigo el militar don Valentín González Serrano, y que empieza nada menos que con estas palabras: “Ridículo y no otra cosa ha sido el guerrero alarde de la hueste carlista, que pródiga en amenazas y promesas y falta de justicia y de recursos, ha querido renovar en nuestra patria los horrores de una guerra civil…. La clerecía, desde el secreto rincón del confesionario unas veces, y abusando en otras de la Cátedra del Espíritu Santo, provocaba con insensato anhelo una cruzada contra las nuevas ideas”. Eran estas las del liberalismo político, nada menos…

Se formó una hueste enorme en la ermita de La Esperanza, en término de Durón, y a los allí reunidos se les dominó “Los Tiradores de la Alcarria”, partiendo de inmediato a dar alaridos por los pueblos y olivares, y a pegar tiros a las veletas. En Brihuega, sin embargo, la cosa fue mayúscula, y hubo ataque, defensa y bombardeo. Entre los atacantes, personajes del calibre del Terso, de su Teniente General don Victoriano Puertas, del Tirador de Luzaga y del Librero de Escamilla, y entre sus objetivos, conquistar Brihuega. La verdad es que se quedaron dando palos por los pueblos de la comarca, la mayor parte de ellos incomunicados, y en eso quedó todo. Pero Pareja Serrada deja correr la tinta de su relato para admiración y regocijo del lector de hoy.

Y no me resisto a contar otra anécdota guerrera de las que en esta obra aparecen. En los días de primeros de diciembre, en que Brihuega sufrió la tremenda Batalla que junto a la de Villaviciosa supusieron la victoria final de Felipe de Anjou, y con él la entrada en el trono de España de la casa de Borbón, el ataque a la villa por parte de los españoles y franceses contra los ingleses que la defendían, fue terrible. Cayó una bomba en la huerta de las monjas jerónimas, que afortunadamente no llegó a explosionar. En esos momentos, el convento hacía de hospital, y estaba lleno de heridos. Cuando entró en la villa el nuevo rey triunfante, regaló a las monjas una bandera de su ejército. Que estas guardaron durante dos largos siglos. Y cuando otro Borbón, en esta ocasión Alfonso XIII, todavía joven, a comienzos del siglo XX, hizo una visita a Brihuega, salieron las monjas y le regalaron ¡la bandera de Felipe de Anjou, y la bomba que no estalló! Solo le pido a mi lector que se imagine si hoy fueran don Juan Carlos y doña Sofía a visitar un convento, y la madre superiora les hiciera de regalo…. ¡una bandera y una bomba, esta todavía en buen uso!

El incendio de San Felipe de 1904

En estos días se ha cumplido el centenario del incendio de San Felipe de Brihuega. Fue en la madrugada del 26 de noviembre de 1904, y supuso el lógico alboroto de la villa, la destrucción completa del templo, y el inicio de una larga serie de colectas para su reconstrucción. Pareja Serrada, que cuenta con todo pormenor en su libro, pues lo vivió de cerca, este incendio, que aún queda en la memoria colectiva de los brihuegos, hizo de presidente de la Comisión que en Madrid se creó para recaudar fondos para su restauración. A la pobre iglesia le pasó luego por encima otra guerra, la de los italianos y algunos españoles contra los ingleses y otros españoles, con lo cual quedó pulverizada. Menos mal que de nuevo se ha reconstruido y hoy es una joya del arte románico alcarreño.

Atienza, un repaso en profundidad

La aparición de la obra de Layna Serrano dedicada a la Historia de la Villa de Atienza, es todo un acontecimiento cultural que conviene resaltar por lo que supone de recuperación de la memoria de un escritor, y de lo que tuvo como meta de su vida dedicada a la historia y defensa del patrimonio: Atienza es una villa que tiene tanto que decir, y tanto podemos aprender de ella, que en unas líneas solo podremos dar resúmenes, y breves, de sus más interesantes elementos.

Una historia

Cuando el viajero se dirige a Atienza, la llegada desde los altos de Cantaperdices le producen siempre un acelerón en la sangre. Porque la vista del burgo, a lo lejos, sobre los anchos campos, elevado sobre el monte, y el castillo coronando la roca gris, a todo el que se para un momento a contemplar esa visión le viene a la boca la misma palabra: “parece un barco” surcando el mar de ocres, de panes, de quejigares ahora amarillentos.

Si hoy nos despierta admiración y emociones, en los siglos pasados, muy antiguos (Atienza tiene una historia de veinte siglos a sus espaldas, quizás más) a los hombres que se acercaban a ese bastión les producía miedo (si eran enemigos) o confianza (si eran sus vecinos, sus allegados).

El mismo Ruy Díaz de Vivar, El Cid Campeador, tuvo que pasar bajo las murallas de Atienza cuando viajaba de Burgos a Valencia, desterrado. Y al llegar cerca, dijo su cronista que don Rodrigo pasó de largo, pues esa poderosas torres “que moros las han” no le permitían plantearse conquista alguna, por muy valiente que fueran él y los suyos. De esa visita, cierta, confirmada en “El Cantar del Mío Cid” viene hoy la inclusión de Atienza en la Ruta Turística “Camino del Cid”. La que seguimos sin entender es la razón dada para incluir a Atienza en la “Ruta de Don Quijote”, con motivo del Centenario de la edición del famoso libro. Ni Cervantes estuvo en Atienza, ni al Quijote (ente de ficción, por lo demás) le puso nunca en sus caminos.

La historia de Atienza es resumen de la historia de Castilla: sus reyes medievales viven allí, la tienen como una de las joyas de su corona. Alfonso VIII la concedió favores y ayudó a construir sus murallas, su castillo, sus iglesias. Juan II y El Condestable de Luna la conquistaron con dura y larga batalla. Los clérigos numerosísimos que la habitaron la dieron sonoridad de cantos gregorianos. Y los cientos, miles de arrieros que en ella vivieron, la hicieron entre los siglos XII al XV lugar céntrico de Castilla, un emporio de riqueza comercial.

En guerras más modernas tuvo Atienza su valor: En la de la Sucesión, en la de la Independencia (el Empecinado batalló en sus cercanías) y aun en las civiles del Carlismo contra el Liberalismo. En la última Guerra Civil fue menos importante su papel, entre otras cosas porque la guerra del ferrocarril, la perdió Atienza mucho antes. Y eso fue como quedarse descolgada de todos los caminos. De los del progreso y de los de los conflictos bélicos.

Hoy Atienza, bien comunicada, pero siempre lejos, y a trasmano, vive su honrosa y honrada ancianidad, en silencio, y ofreciendo su arte, su maravillosa silueta, sus fiestas únicas. En el libro de Atienza se cuentan todas. Se saborean despacio, y parecen no acabarse nunca.

Un patrimonio

Lo que se guarda entre las murallas de Atienza no tiene nombre ni número. Es inmensa la riqueza que atesora esta villa. A pesar de pérdidas y robos, en tiempos antiguos. Y gracias a las recuperaciones y restauraciones modernas. Una figura excepcional, Agustín González, ha conseguido hacer que ese patrimonio atencino esté siempre latiente, cada vez más limpio, más cuidado, más a la vista, en esos tres museos (San Gil, San Bartolomé, la Trinidad) que ha ido progresivamente abriendo.

El patrimonio de Atienza ofrece, menos arte contemporáneo, de todo: desde los elementos del paleolítico (y más antiguos aún, la colección de fósiles que en San Bartolomé se guarda, algo excepcional y nunca visto) hasta el arte rococó. Pero pasando antes por lo árabe (inscripciones cúficas en Santa María del Rey, lo cual deja al espectador siempre estupefacto, al ver y fotografiar largas parrafadas talladas en caracteres árabes sobre la puerta norte de esa iglesia románica), por lo románico, con su media docena de iglesias plenamente de ese estilo, por lo gótico, con un ábside de San Francisco de líneas puramente británicas, por el Renacimiento, por el barroco más complejo…

Un cúmulo de cientos de piezas, de retablos, de esculturas, de grandes cuadros, de bóvedas, de Calvarios, de relicarios. Es difícil, por no decir imposible, enumerar aquí ni siquiera lo más importante del patrimonio atencino. Solo decir que han hecho falta más de 500 páginas de un libro en tamaño muy grande, para poder incluir la historia y el arte de esta villa, añadida, eso sí, de unas numerosas y sorprendentes fotografías de sus mejores piezas.

Un folclore

En Atienza queda todavía un punto a señalar y disfrutar de él: el del folclore. Porque en sus anales surge la fuerza emotiva de la Caballada. Es singular y fascinante el escrito que en forma de prólogo nos da el arcipreste atencino, don Agustín González.  En él nos revive la emoción de un día, el domingo de Pentecostés. Que se llena de sonidos (los cascos de los caballos ante la casa del Abad) y bailes, cuando le entretienen con jotas a la Virgen de la Estrella, antes de comer el cordero y la lechuga en el reservado de la ermita.

Si Layna fue quien primero describió y analizó, en documentos y ritos, esta Fiesta universal, Santiago Bernal fue quien la plasmó en hermosas fotografías. El libro que ahora aparece tiene además del texto clásico, las imágenes mejores que Bernal guardó, en colores y en el blanco y negro sucinto que es posiblemente en el contraste que mejor se ofrece este encuentro ancestral. Ocho siglos de fiesta, la Caballada de Atienza, vista desde todos los ángulos posibles.

Datos Bibliográficos:

Francisco Layna Serrano: Historia de la Villa de Atienza. AACHE Ediciones. Guadalajara 2004. “Obras Completas de Layna”, nº 3. 528 páginas en tamaño folio encuadernado en tela. Cientos de fotografías y planos.

Este libro se va a presentar oficialmente, con asistencia de los protagonistas que han hecho realidad su reedición, el próximo jueves día 9 de diciembre, en el salón de actos de la Editorial alcarreña AACHE. Como en toda la obra reeditada de Layna, se conservan íntegros los textos del polígrafo alcarreño, y muchas de sus fotografías y planos realizados a mano. Pero se pone énfasis en la imagen nueva, con modernas técnicas digitales, de tal modo que el lector y coleccionista se encuentra con el que ya ha sido calificado como el mejor libro de Layna hasta ahora editado. El más grueso, y el que más cantidad de páginas con ilustraciones lleva. Un elemento imprescindible para afianzar el saber enciclopédico y el conocimiento de las raíces históricas, patrimoniales y costumbristas de nuestra provincia.