Turmiel, la historia oculta

viernes, 19 noviembre 2004 2 Por Herrera Casado

Un molinés emigrante. Eso supone hoy en día todo un título, toda una forma de ser y de pensar. Porque en la diáspora de los años sesenta, cuando el Señorío de Molina se vio bruscamente sometido a una masiva emigración de sus gentes (hubo pueblos enteros, como Alustante, que se fueron para Valencia, y otros muchos a Barcelona, a Madrid y al Pais Vasco) no solo se fueron sus corazones y sus añoranzas, sino toda una larga y ancestral conciencia con ellos.

Era de esperar que no muriera ese sentimiento. Y no ha muerto. De vez en cuando, afloran los buenos escritores que salieron de Molina y ahora ponen ese mundo en los libros, en las charlas, en las memorias de quienes quieren saber de una época y de unos modos de vida que emocionan.

Páginas con vida

Con emoción está escrito el libro que acaba de entregarnos Jesús Martínez Anguita. Un libro que titula “Turmiel, la historia oculta”, y que a la largo de 320 páginas y en 14 capítulos nos describe con fidelidad y ternura la vida de un pueblo molinés en los mediados años del pasado siglo. Con emoción y datos, porque no falta un solo personaje, una sola descripción de los aperos usados, de las faenas agrícolas, de las fiestas patronales, de las alegrías y sinsabores, de las nevadas y los calores, de los animales y plantas… un verdadero tratado de sabores de pueblo, una enciclopedia de emociones auténticas.

Es este un libro tierno y certero que nos descubre, amplia y mínimamente, la forma de vivir en un pueblo castellano durante la segunda mitad del siglo XX. No es una novela, sino un documento realista, vivido, de una forma de existencia, en el mundo rural, que ha desaparecido para siempre.

El maestro está en sus páginas, como está el cura, están los segadores, las fiestas y la pareja de la guardia civil…. desde una perspectiva de documento cierto, desarrollado con un lenguaje sencillo y directo, encontramos la secuencia completa de la vida de una villa del Señorío de Molina que nos despierta evocaciones y nos asombra con su naturaliza y fuerza.

Un vistazo a Turmiel

La historia y el patrimonio de Turmiel caben en dos páginas. Aquí las doy aún más resumidas, en unas cuantas líneas, y poco más cabe decir de este lugar. Sobre el valle del río Mesa, que corre camino de Aragón, a veces entre amables huertos, y otras entre ásperas roquedas, asienta Turmiel, lugar muy antiguo, pues en sus proximidades se ha encontrado material arqueológico correspondiente a una necrópolis celtibérica del pueblo de los titos. Está junto a la carretera que va de Anquela del Ducado hasta Milmarcos, y su entorno presenta, especialmente en el valle del Mesa, múltiples y agradables rincones para pasar vacaciones y excursiones., destacando especialmente sus densos bosques de sabinas.

En un principio, y tras la reconquista de la zona, quedó enclavado este lugar en el territorio correspondiente al Señorío y Común de tierras de Molina, pero pronto pasó a la jurisdicción de alfoz o Común de Medinaceli, y desde el siglo XV se mantuvo en el señorío de los la Cerda y en su ducado. Sin embargo, siempre fue lugar fronterizo con el señorío molinés, hasta el punto de que río Mesa arriba, en su término, se encuentra el despoblado de Palmaces, junto a la ermita de la Virgen del Rosario: en ese lugar quedan restos de antigua torre, y fue término perteneciente al Común de Molina, uno de sus bastiones fronterizos y vigías, en la orilla derecha del río Mesa.

Sobre un roquedal al sur del pueblo se ve un palomar que ocupa el lugar donde antiguamente una torre‑vigía protegía el lugar, también fronterizo para los Medinaceli. La iglesia parroquial es obra sencilla del siglo XVI o siguiente, con bella espadaña de delicadas formas en su remate, y sencilla portada de adovelado arco semicircular.

En su término se encuentran las ruinas de una torre magnífica, llamada *la Torrecilla+, que fue también importante bastión fronterizo y vigía del Señorío molinés.

Turmiel con vida

De esos mínimos datos, podría sacarse una voluminosa historia de la villa. Difícil tarea, pues muy poco más de lo que acabo de decir ha pasado en los últimos diez siglos en Turmiel. Sin embargo, y ahí está el mérito del libro de Martínez Anguita, la vida individual y colectiva de las gentes de este pueblo han supuesto una riada de anécdotas, y de aconteceres, que al autor le ha supuesto un ejercicio personal de introspección y memoria, del que ha resultado que todos nos enteremos de cual era esa vida latiente entre las cuatro paredes de Turmiel.

El palomar del pueblo es quien todo lo vigila. El palomar, y la tía Juliana…. ellos se saben todas las historias, y ellos son los que nos las van contando: la fiesta de San Pascual Bailón, los amoríos que surgen cuando los mayos, la final ofrenda de todo el pueblo a los que se casan. Las aventuras en la cosecha, en los negocios, los distintos oficios que se practican en esta sociedad basada en el autoabastecimiento, las sabidurías de los sastres, de los buenos cuberos, de los fabricantes de fideos, las diabluras de los niños, las amenazas de los quincalleros, y esa permanente presencia del poder político (el franquismo, lejano y luminoso, como una leyenda antigua) y del poder religioso (don Fausto, con su amplia sotana negra, tan cercano a todos) en la vida del pueblo, que va pasando los años y las décadas en paz y mimetizado con el terreno, sin querer recordar lo ocurrido en una guerra civil cercana y sin retorno.

Martínez Anguita hace, en el recuerdo de su propia vida, un repaso concienzudo a la forma de ser de una sociedad ya extinguida. Un sociedad sin televisión, ni radio, ni periódicos. Unida al resto del mundo por unas furgonetas propiedad del tendero y de un agricultor, que traen los zapatos de Molina, el vino de Cariñena y los dulces de Calatayud. Una sociedad que vive unida a sus animales, de los que surge el calor, la carne, el trabajo y las pieles.

A mí me ha impresionado, especialmente, un aspecto de esta historia de Turmiel, historia humana y de conductas: la solidaridad auténtica entre todos los miembros de la comunidad del pueblo. Todo lo demás es lejano, pero ellos conviven en el día a día, y todos se llevan bien, se saben hermanos, miembros de un barco que camina o navega o está ahí quieto, en medio del sabinar, desde hace siglos, y lo que para unos es bueno, lo es para los demás , y viceversa. La alegría es común en las bodas, en los bautizos, en las fiestas. Y la pena es de todos en las muertes, en las granizadas… leyendo este libro sobre Turmiel se comprende que en la distancia y en el paso del tiempo (en el nuevo siglo, si se quiere) se sigan sintiendo hermanos quienes poblaron ese micromundo al mismo tiempo. Estén donde estén (y en el prólogo, que es certero aviso de futuras cosas, se puede comprobar mediante los e-mails que se mandan el autor y sus amigos) se siguen considerando hermanos, miembros de una familia única.

Hay que sacar lecciones de todo, aprender de cualquier cosa que se vea. Y yo he sacado de esta memoria de Turmiel que ha escrito y nos ofrece Jesús Martínez Anguita, la idea clara de que aquella sociedad rural, más pobre e ignorante que la de hoy, tenía un sentido de la unidad, de la hermandad, de la solidaridad y el amor mutuo mucho más acendrada de lo que hoy se usa. En definitiva, la pérdida de ese mundo rural, ha sido una pérdida de dimensiones humanas y universales….. menos mal que este autor molinés, emigrado a Barcelona, ha dispuesto su tiempo para dárnoslo bien medido, bien escrito, generosamente confesado.

Turmiel, el libro

Jesús Martínez Anguita: Turmiel, la historia oculta. Colección “Letras Mayúsculas”, nº 13, de AACHE Ediciones. Guadalajara, 2004. 320 páginas, con muchas fotografías.

A lo largo de sus 14 capítulos, el autor de este libro nos presenta la forma de vivir en Turmiel, durante la segunda mitad del siglo XX. Una forma de vivir que es extensible a todos los pueblos pequeños de nuestra provincia, con unas costumbres y modos de enfrentarse a la naturaleza, a los ritos y a los ciclos anuales, que está desapareciendo con las nuevas tecnologías, el pensamiento único y la globalización…

Un libro, en definitiva, que conviene leer y saborear, porque más que información y datos, tiene sabores, aromas, nostalgias sin límite.