El barrio / lío de Budierca

viernes, 3 enero 2003 0 Por Herrera Casado

 

Que Guadalajara ha crecido con firmeza, y a ella se ha unido la planificación y las buenas hechuras, es algo que nadie podrá negar a día de hoy. Su venturoso nacimiento en la época califal la puso sobre el crestón arcilloso que limitaban dos barrancos: el del Alamín y el de San Antonio. Y luego se aumentó de murallas, de esponjó de palacios, se hizo solemne en su Academia, su Panteón, sus globos. El gran avance urbanístico de la ciudad se ha dado desde 1960 a nuestros días. Avance que crece.

Pero hay en la ciudad un espacio que no ha tenido suerte, que ha perdido todas las batallas. Es el barrio de Budierca. De ser un barrio con gran personalidad, con historia propia, con sus calles, sus plazas y hasta sus palacios, ha venido a ser un incómodo espacio en el que el desorden urbanístico ha alcanzado cotas de subilimidad. No hay más que verlo en las fotografías que acompañan estas líneas.

La ciudad de Guadalajara, de larga historia e importancia en los anales del Reino de Castilla, fue desde el momento de su toma a los árabes en 1085 un importante bastión de la realeza, que nunca entregó la ciudad en señorío a nadie, y que por lo tanto se mantuvo como cabeza de un fuerte Común de Villa y Tierra. De esa razón derivó la pronta erección de una fuerte muralla que cercó a la ciudad para la mejor defensa de sus moradores y de los moradores del territorio comunal en torno. Esta muralla surgió a partir del siglo XII, y en los de la Baja Edad Media creció y se perfeccionó.

La estructura de la ciudad se desarrolló desde entonces de una forma neta, apareciendo todo un círculo de murallas que englobaron la tradicional puebla, a la que solo podía accederse a través de puertas de seguridad. En el interior de la ciudad se crearon también a partir de entonces tres importantes vías de tráfico y desarrollo, que a su vez delimitaron cuatro áreas concretas de la ciudad. Una era la calle mayor, central y en fuerte cuesta, que iba desde la puerta de Madrid o de Bradamarte a la Puerta del Mercado o de Santo Domingo: recta y empinada, era el eje indiscutible de la vieja ciudad.

La segunda de las calles, a poniente, circuía y acompañaba a la muralla por dicho costado, siendo llamada la Ronda y ascendiendo por las actuales calles de Alvar Fáñez de Minaya, Ronda de San Antonio, y cuesta del Matadero hasta el paseo de las Cruces.

La tercera de estas calles o vías principales estaba a levante de la ciudad, y se denominaba de Barrionuevo, habiendo quedado hoy con los nombres de Ingeniero Mariño y Ramón y Cajal. Avanzaba esta vía desde la puerta de Madrid a la Puerta de Bejanque o de Zaragoza, y era centro de un barrio muy poblado en el que se englobaban las minorías étnicas de judíos y moriscos.

A la izquierda de esta vía y hasta la muralla se creó un barrio múltiple, en el que fueron surgiendo estructuras urbanas de peculiaridad cierta que han permanecido como tales hasta hoy.

Así, entre la referida calle de Barrionuevo y la muralla que circuía a la ciudad sobre el hondo barranco del Alamín, quedaron diversos elementos que, si no aislados, sí con la suficiente fuerza urbana e histórica como para dar razón cierta de existencia independiente a la zona. Eran los siguientes:

 a) el Alcázar o castillo que estaba escuetamente limitado, y así aún se ve como ruinas del antiguo Cuartel de San Carlos o de Globos, entre la calle del Barrionuevo y la muralla sobre el barranco del Alamín.

b) las casas de los Mendoza, especialmente de doña Ana de Mendoza, sexta duquesa del Infantado, sobre las que construyó en el siglo XVI un monasterio dedicado a San José y ocupado por monjas de la Reforma Descalza del Carmelo.

c) la iglesia de Santa María de la Fuente la Mayor, de origen mudéjar, lugar donde en tiempos de los árabes estuvo situada la mezquita mayor, luego transformada en iglesia cristiana de gran envergadura.

d) el palacio de don Pedro González de Mendoza, gran Cardenal de España y Canciller de los Reyes Católicos, que quiso colocar frente a la iglesia de Santa María. Destruido por un incendio a finales del siglo XVIII, fue luego ocupado por la sede del Banco de España, y mas tarde por un grupo Escolar que lleva el nombre del Cardenal.

e) el palacio de los Carrillo, condes de Priego, que en el siglo XVI fué utilizado para construir el Monasterio de las Vírgenes de Carmelitas Descalzas, derruido finalmente hace años para construir en su solar dos amplios grupos de viviendas.

f) el barrio de Budierca, en el que se incluyeron algunas casas y palacios de hidalgos y nobles, especialmente los Guzmán, linajuda familia venida de la Montaña santanderina con los Mendoza en la Baja Edad Media.

Este barrio de Budierca tuvo siempre en Guadalajara una especial significación, y no es exagerado decir que constituyó una especie de barrio aislado o incluso de pequeño pueblo incluido dentro de la ciudad. Sus habitantes eran también moriscos desde la Reconquista, siendo luego limitado por los referidos palacios de los condes de Priego por un lado, y de los Guzmán por otro.

El referido barrio de Budierca puede ser considerado como una entidad urbana e histórica aparte en la consideración actual de la ciudad, que no ha conseguido todavía incluirlo en la circulación normal de direcciones y actividades comunes. Estuvo de siempre limitado, de una parte, a levante, por la muralla y el barranco del Alamín, que le cerraba completamente. De otra, por los referidos palacios del Cardenal Mendoza y de los Condes de Priego, que le aislaban de la calle Barrionuevo, su límite natural. De otra por la muralla y su puerta de Bejanque, que formaba un cierre casi hermético por el sur. Su acceso casi único era a través de la plaza de Santa María, y su calle de entrada la de Budierca, que hoy se llama del Dr. Creus por haber nacido en una de sus casas este insigne anatómico y cirujano del siglo XIX.

El barrio de Budierca tuvo, pues, ese incontestable carácter de aislamiento que aún hoy posee. Una sola calle de acceso (llamada de Budierca y hoy de Dr. Creus), una plaza central (llamada siempre, y también hoy, de Budierca) y algunas pequeñas calles, como la de Pescadores y la Ronda, que eran realmente estrechos callejones que salían a la calle Barrionuevo entre las moles cerradas de los referidos palacios.

Estos datos históricos vienen a demostrar la tradicional conformación de un área de la ciudad, la de levante entre la calle de Barrionuevo y el barranco del Alamín, y más concretamente de un área dentro de ella, el barrio de Budierca, tradicionalmente aislado del resto de la ciudad. Las características históricas de esta área, limitada y conformada por notables construcciones palaciegas y religiosas, le dieron durante largos siglos el carácter de una pequeña ciudad dentro de la mayor urbe de Guadalajara. Hoy, como queda dicho al principio de estas líneas, ha perdido toda especificidad, y ya ni siquiera es barrio: es un embrollado madejo de calles y semiplazuelas, rodeadas de altos edificios y cuajadas de automóviles en anárquico desparpajo. Una parte de la ciudad, en suma, que no ha tenido suerte.