Líneas renacentistas en Malaguilla

viernes, 22 noviembre 2002 2 Por Herrera Casado

Andando la Alcarria, la Sierra o la Campiña, puede el viajero encontrarse con inesperadas sorpresas, con hallazgos que le entusiasmen. Un simple paseo que no lleva más de media hora, en coche, desde Guadalajara, nos llevará hasta Malaguilla, puesta en la solana de un vallejo tibio que dará a poco de correr en el generoso Henares. Es el arroyo de la Dueñas que llaman, porque allí debieron tener posesiones administradas algunas monjas de Guadalajara, quizás las clarisas, que en la Edad Media eran, si no poderosas, al menos ricas.

Poco más allá de Málaga, arroyo de las Dueñas arriba, y en cada vez más estrecho y doméstico vallejo, rodeado el caserío de denso arbolado, asienta Malaguilla, que estuvo siempre unido, hasta en el nombre y, quizás, en el origen de un posible yacimiento o explotación salina, a Málaga del Fresno. Perteneció como ésta, desde la época de la reconquista, al alfoz o tierra de Guadalajara, de la que constituía el extremo norte, a modo de cuña entre la encomienda santiagusita de Mohernando y el alfoz o Común de Uceda. En la tierra de Guadalajara, y sometida a su jurisdicción, estuvo hasta finales del siglo XVI, en que recibió del Rey el título de Villa y ya prosiguió su historia con jurisdicción propia y reconociendo señorío únicamente al Rey de España.

Calles llanas o en leve cuesta forman el entramado urbano de Malaguilla. Su iglesia parroquial está dedicada a Nuestra Señora del Valle, y destaca majestuosa con su alta torre sobre el caserío. Es este un muy interesante ejemplar arquitectónico del siglo XVI. Su portada principal, en el muro sur, se muestra abierta al sol del mediodía, y a la luz brillante que le cae del cielo. Es una puerta espléndida, elegante y finamente tallada, de estilo plateresco, con detalles ornamentales finamente ejecutados, con pilastras adosadas, capiteles, friso, etc. El interior es de buenas proporciones, del mismo estilo.

Posee esta iglesia también una buena colección de hierros forjados: en la parte externa del cancel interior, hay una cerraja de factura extraordinaria, barroca. Entre diversos adornos tallado aparece en su barra vertical central el nombre del autor y la fecha de ejecución: Carlos Visiera me fecit 1748, lo cual viene a confirmar ser su autor el conocido herrero de Alcalá de Henares. El resto de la puerta presenta picaporte, tiradores y otras piezas de buena labor de forja de la misma época, y aún la puerta principal muestra una guarnición de clavos de gran tamaño.

En la portada es donde el viajero se ha fijado con mayor atención. Plintos firmes sirven de apoyo a las columnas, que rematan en bonitos capiteles renacentistas. Se atreve a opinar que parecen de la mano de Covarrubias. Es poco probable, pero también es verdad que la escuela del maestro constructor de Torrijos fue ampliamente distribuida por las tierras del arzobispado de Toledo, al que Malaguilla perteneció, durante siglos. El friso que sustenta el remate de la portada (dos florones laterales y una hornacina avenerada en el centro) es realmente exquisito, un prodigio de talla elegante con el repertorio de grutescos platerescos al completo. En los salientes sobre los capiteles, sendos medallones: un hombre y una mujer ofrecen la moda de la primera mitad del siglo XVI, del reinado el emperador Carlos. El hombre, con gran sombrero, y la mujer, con un peinado exquisito y un par de collares sobre los ropajes festoneados. ¿Una representación “a la moderna” de Adán y Eva? En ocasiones, esa es la identificación iconográfica de la pareja de seres que se muestran en las enjutas, capiteles o medallones de los laterales de las puertas parroquiales. En todo caso, un elemento más a admirar, porque en estos detalles mínimos, que solo la paciente búsqueda encuentra, está la sorpresa y la satisfacción. Guadalajara da para mucho.

Conserva la parroquia dos buenas obras de orfebrería. La Custodia, sencilla, de cuerpo cúbico sobre amplia basa y nudo, es de plata finísimamente repujada, con grutescos, roleos y cresterías. Es obra de finales del siglo XVI y no lleva firma de autor. La  cruz parroquial es obra del siglo XVII, en plata repujada, con una buena talla de Cristo crucificado en el anverso y otra de Dios Padre en el reverso; en la macolla aparecen repujados cuatro apóstoles. Está firmada por dos orfebres toledanos: Nieva y Esgueva. También posee la parroquia algunas telas y vestiduras de interés y buen arte, especialmente una casulla con imaginería sobre brocado, de comienzos del siglo XVI.

Y ya cuando nos vamos, el recuerdo de la fiesta mejor de Malaguilla, la de Santa Ana, en julio, en pleno verano, que se considera por algunos como equivalente de la Santa Agueda de Málaga del Fresno, el pueblo vecino; la de Malaguilla es también festividad de exaltación femenina, heredada de los ritos ginecocráticos de antiguas sociedades. Todo un conjunto de posibilidades que se brindan al viajero, al curioso, a quien sabe que Guadalajara está repleta de riquezas patrimoniales y culturales, y que solo tiene que tomar nota, apuntar en un papel la posibilidad de visitarlas, hacerse con un mapa de carreteras, y a por ellas.