Campillo de Dueñas, tan cerca del corazón

viernes, 8 noviembre 2002 0 Por Herrera Casado

Aunque es uno de los pueblos más alejados de la capital de la provincia, Campillo de Dueñas es de esos lugares a los que quien llega un día y lo mira de pasada, promete volver con más reposo. Aunque solo sea porque, al entrar en el templo parroquial, y admirarse de la cantidad y calidad de piezas artísticas que allí se conservan, le crezca la curiosidad y el apego por entrar más en detalles. Un San Roque barroco soberbio de de cruvas y matices. Un San Pascual Bailón que parece que habla. Un Cristo en agonía cruficada que se sale. Y un altar mayor que parece el de una catedral. Más la altura vertiginosa de sus muros, el color que los tapiza, la riqueza de telas, de cuadros, de esculturas, de pilas y rejas… una verdadera sorpresa, que en el alto páramo molinés se viene a los ojos, y se queda en el corazón para siempre.

Un paisaje amenazado

En el término de Campillo de Dueñas hay dos cosas que rompen la monotonía de sus campos sin fin y de lejanos horizontes: una es la Sierra de Caldereros, al sur del pueblo, y otra el castillo de Zafra, en la solana de esa Sierra, una de las maravillas geológicas y paisajísticas de esta provincia, del Señorío de Molina, y de Castilla toda. Una sierra y una maravilla a la que muy pocos han ido, y así ocurre que está no ya olvidada, sino que permanece desconocida.

Por eso ocurre que en la Sierra de Caldereros se ha pedido permiso para instalar, por parte de una empresa eléctrica, un espacio de implantación de aerogeneradores, o “parque eólico” como eufemísticamente se denominan a estas verdaderas bofetadas que se están dando y se están programando dar al único bien que le queda a las zonas deprimidas de la provincia: su paisaje. En el término de Campillo de Dueñas está prevista la colocación de uno de estos espacios, en los que se colocarían (si se autoriza finalmente su instalación) grandes molinos metálicos, líneas de alta tensión, caminos nuevos, roturaciones gigantescas, etc. Todo ello sobre el entorno mágico, único y maravilloso de la sierra de Caldereros. Creo que es una sinrazón, y que además esto no va a ayudar nada al desarrollo de nuestra provincia. Esto es, y para muy pocos, pan para hoy y hambre para mañana. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

La historia y el arte de Campillo de Dueñas

Este lugar fue creado cuando la repoblación del territorio molinés, allá en los tiempos en que don Manrique de Lara creó Señorío sobre el Común de villa y tierra de Molina, y concedió Fuero y libertades al país y a sus gentes. Era el siglo XII, y quiere la tradición que el sobrenombre que tiene Campillo “de Dueñas” es referido a que fue señorío de dos mujeres, doña Inés y doña Beatriz de la Cueva, últimas habitadoras del lugar cuando en el siglo XIV, y principios del XV, las continuas guerras entre Castilla y Aragón forzaron a la despoblación de la localidad. Después, el Común de Molina pidió a la reina Isabel la Católica que declarase todo el término de Campillo, en calidad de territorio yermo, propiedad comunal. Y así ocurrió en 1479. Pero años después, ya en el siglo XVI, Campillo se repobló con nuevas gentes llegadas dispuestas a la utilización de sus términos para pastos, y un largo pleito llevado ante la Cancille­ría de Valladolid acabó en 1581 dando la razón a los nuevos pobladores del lugar. Desde entonces fue Concejo perteneciente al Señorío al Rey, y partícipe de los derechos comunales del Señorío molinés.

El viajero que llega a Campillo nota enseguida que el edificio más interesante de la villa es la iglesia parroquial, una construcción de dimensiones gigantescas, aislada del pueblo, a saliente, y es obra hecha de una vez en el siglo XVII, en la segunda y definitiva repoblación. Muestra la portada, en alto, sobre el muro oeste, y se escolta de una bella torre de ornamen­tación barroca. El interior es de una sola nave, con planta cruciforme, y gran cantidad de altares barrocos, con profusión decorativa del mismo estilo por bóvedas, pilastras y frisos. Es un templo que impresiona de riqueza y grandiosidad. Entre las tallas barrocas a señalar, destacan las de San Pascual Bailón, San Roque y San Antón Abad. En el crucero, dos buenos altares con pinturas sobre tabla representando santos dominicos en el uno, y un Calvario en el otro. Son de Miguel Herber, uno de los mejores maestros de hacer retablos del siglo XVIII. También es de este autor el altar mayor, que se muestra con proporciones gigantescas, de un pesado barroquismo. Fue realizado entre 1743 y 1746, y consta de un cuerpo de seis columnas. Por los muros se reparten algunos cuadros oscuros, de la misma época todo.

A la salida del pueblo aparece la ermita de Nuestra Señora de la Antigua, patrona de Campillo; la tradición de este edificio es muy antigua, pero la construcción es de hace unos cien años, por lo que no muestra mérito artístico ninguno. Y no olvidamos que, aunque el mejor camino para llegar es desde Hombrados, el castillo o fortaleza de Zafra se encuentra en término de Campillo. En ese término y esa sierra de violentos escorzos, de mágicas apariciones rocosas, de sorpresas rojizas y verdosas en las que monumentales roquedos parecen salir de lo profundo de la tierra, dando fuerza de escultura al paisaje, ese que ahora, si no se remedia por el sentido común y la valentía de quien puede y debe mediar, acabará ocultándose entre brillantes columnas de aluminio, acero y cables.