El Socorro de Sacedón, un camino de fe y paisajes

viernes, 13 septiembre 2002 0 Por Herrera Casado

Hay exactamente seis kilómetros de camino, desde que este comienza en las afueras de Sacedón, hasta que llega a la puerta de la ermita de la Virgen del Socorro, que debe andarse un paso tras otro para hacer honor a esta advocación mariana, que aparece desde hace siglos como la patrona de la villa alcarreña de Sacedón. Su fiesta mayor, el tercer domingo de septiembre, o sea, en este mismo fin de semana. Numerosos hijos del pueblo, en él residentes o llegados desde lejos, acudirán en la mañana del próximo domingo a preparar sus viandas, a ponerse la familia entera en marcha (unos, muy pocos ya, andando, y otros en coche) y subir poco el empinado camino que lleva hasta la fragosidad, hoy pinariega, del entorno de la ermita. Allí se pasará el día en compañía de muchos otros.

La fiesta consiste, como toda romería, en trasladarse desde el pueblo hasta el entorno de la ermita, en las primeras horas del día. Se llevan comidas y dineros, pues ambas cosas habrá que usarlas. Se sube a pie o en automóvil, el camino empinado y polvoriento, que primero deja a la derecha el cerro de la Coronilla, donde en 1956 se puso el monumento al Sagrado Corazón de Jesús, sobre la inmensidad azul del embalse de Entrepeñas, y luego va subiendo para pasar cerca y por encima de “las Tres Marías” y del “Hundido”, espectaculares formaciones rocosas que ya preludian la melodía paisajística que se ve luego desde lo alto de la llamada Sierra de En medio, a donde se ha subido en poco rato. Desde ella se contempla el río Tajo, abierto aún a los pies del castillo del Cuadrón, en término de Auñón, y luego encerrado en oscuras y boscosas vetientes que dan escolta al remansado Tajo desde Bolarque. En la lejanía del sur se ve altísimo el peñón de Anguix, y la sierra toda azul y verde, fragosa y densa, un prodigio de la naturaleza que muy pocos conocen. En pleno Guadalajara, como un altar en medio de la seca Alcarria.

Las gentes de Sacedón sí lo conocen, y a pesar de ello se admiran de verlo un año más. Tras llegar al entorno a la ermita, donde hay mucho sitio para aparcar los vehículos, y mesas, barbacoas, cubiertos, arboledas densas, etc, se almuerza, se acude luego a la misa y función religiosa, se da la vuelta tras la Virgen en procesión que rodea la ermita, y se come. La tarde entera se pasa en la subasta de cuantas cosas pueda uno imaginar. De comer la mayoría, -rosquillas, embutidos, etc.- pero también de animales vivos –conejos, palomas- y muchas otras cosas. El llevar las andas de la Virgen para pasarla al interior de su santuario, es cosa de mucho dinero. Las pujas son muy altas, y se obtiene una recaudación supersustanciosa, que se utiliza para mejorar progresivamente la ermita y su entorno. Después, todos y todas a Sacedón de nuevo, a esperar que llegue otro año para poder honrar a la Virgen del Socorro, y ponerse en contacto unos y otros en camaradería sin fin.

La ermita

Desde muy antiguo existe ermita en aquel portentoso lugar altivo. Parece ser que la primera construcción de esta ermita data del año 1.613 y fue hecha a expensas de Domingo López de Heredia. Treinta años más tarde, pareciéndoles pequeña a los sacedonenses, comenzaron unas obras de ampliación que incluyeron la construcción de una casa para el santero. Hacia 1700 ya estaba todo concluido. Durante el siglo XIX se quedó vacío el conjunto, por asaltos durante las guerras carlistas, y en 1840 y gracias al interés de D. Fernando Sacristán, párroco de Santa María de Poyos y Mayordomo de la Virgen, se reconstruyó y fue trasladada la imagen de nuevo. Desde entonces, y hasta hace muy poco, en aquella altura vivió un santero, con su familia, que se ocupaba de mantener digna la capilla, y en orden los olivares del contorno. Hoy no vive santero, pero la ermita está limpia y perfecta.

Es de una sola nave, con bóveda de escayolas con dibujos barrocos y una gran lámpara. En el presbiterio, se alza el retablo dorado que contiene la imagen de la Virgen, que es nueva, pues la antigua, de origen medieval (posiblemente una talla románica, según nos dicen las fotos que se conservan) fue destruida en 1936 por los partidarios de un mundo nuevo. A los lados, en los brazos del crucero, surgen aún dos retablos barrocos, uno mostrando la talla de Santa Lucía, y otro la de Santa Águeda. Detrás del retablo se abre una puerta que da acceso a la sacristía, en realidad el espacio de la primitiva y más antigua ermita.

En el abovedado techo del crucero se ven pintados, de mano moderna y atrevida, unos ángeles que sostienen representaciones y elementos sacros, entre ellos la imagen de la propia ermita, y el paño de la Cara de Dios, el patrón del pueblo. Hay otros grandes medallones y frases distribuidas por aquí y allí, con sentencias bíblicas y patrísticas en latín. Un mundo que dentro de dos días se llenará de la bullanga y el fervor de los devotos.

Como toda advocación que se precie, la Virgen del Socorro de Sacedón tiene leyenda referida a su aparición milagrosa. Uno de los más distinguidos hidalgos del pueblo, a inicios del siglo XVI, que formaba parte del linaje de los Heredia, se vio sorprendido por la noche, la tormenta y las alimañas en medio de la espesura del bosque de la Sierra de En medio, y pensando que había llegado su última hora, se encomendó a la Virgen María y expresó en voz alta su ruego: “Madre, socórreme”. Se apareció la Virgen, en medio de un resplandor, le salvó y le pidió que se construyese allí una ermita. Dicho y hecho, y hasta hoy.

Yo recomiendo que a cuantos no sean de Sacedón, pero les guste la sal de las reuniones romeriles, y además sean andarines, y busquen paisajes inéditos, sorprendentes y aún inolvidables, que se acerquen este domingo al Socorro de Sacedón. Nadie que lo haga va a quedar desilusionado. Porque es todo un espectáculo de fe, de paisaje y de tradición. Un dato más para conocer y querer esta Alcarria nuestra que nunca acaba.