Turismo Rutero, por las sendas del Arcipreste

viernes, 1 febrero 2002 0 Por Herrera Casado

Estos días se está celebrando en Madrid la edición 2002 de FITUR, la Feria Internacional de Turismo, y a ella acude, -juntas sus comarcas, sus pueblos y sus organismos institucionales, juntos sus jerarcas y en mesnada alegre, lo que viene a probar la salud moral de la que gozan todos ellos- la provincia de Guadalajara. Una oportunidad más para dar a conocer al mundo entero que Guadalajara existe, y que Guadalajara es bella. “Guadalajara, la ruta natural”, este ha sido el lema que para la ocasión se ha elegido. Y una hojita de acebo muy chuli, como contrapunto visual, porque ahora ya nada vale si va solo en el soporte de la palabra: hay que dárselo digerido por los ojos a los españolitos del nuevo siglo.

La promoción de Guadalajara de cara a un turismo creciente, debe hacerse como se hace: diciendo y enseñando lo que se tiene. Y si se hace como lo va a hacer la Diputación Provincial, instalando un auténtico y gigantesco “escaparate” en el Centro de Interpretación Provincial que se va a construir en Torija, mejor que mejor. Pero no solo así. A Guadalajara hay que promocionarla con imaginación. Hay que sacarle, como a un lapicero romo, punta de una vez por todas. O punta semana a semana, que también se puede hacer. Estas palabras, que solo pretenden aportar ideas de cara a una mejor promoción de nuestra tierra en los conductos de la imagen y las ideas, caerán en el viento como siempre, y se darán por contentas si no sirven, incluso, para la mofa. Pero a mí me pasa como a un conocido escritor español que murió hace poco: vivo convencido de que solo ganan las ideas de quien se resiste a ser tachado. Y esta que ahora ofrezco, pintada ya, y a través de un Congreso al que desde la administración no se le hizo el más mínimo caso, pudiera resultar interesante. Que se la apunte quien quiera, pero –por favor- que se ponga en práctica, porque tendría un cierto gancho. Lo sé porque me lo han dicho muchos viajeros de la tierra de Alcarria. Y los miles de internautas que la han visitado en http://arcipreste.alcarria.com.

La Ruta del Arcipreste

Esta idea que refresco aquí como aportación a FITUR 2002 es la creación de una Ruta Literaria (y, por ende, turística) más para nuestra provincia. Que ya tiene, y bien consolidadas, las de Cela en su “Viaje a la Alcarria”, y “El Cid” por los altos páramos de Molina y sus sierras. Es la La Ruta del Arcipreste, que discurriría por tres provincias (Madrid, Guadalajara y Segovia) aunque en la nuestra tendría sus más claras referencias e hitos. De una forma genérica, son las tierras de en torno al río Henares, en las provincias de Guadalajara y Madrid, las que servirían de asiento a esta Ruta de andar, ver y evocar. Además se extendería por la sierra central, desde Somosierra al Guadarrama, a caballo entre Segovia y Madrid, con bosques y pedregales por todas partes derramados. Y abarcaría, finalmente, la sotosierra segoviana, y su capital incluída, con el borde de la meseta castellana entre Valdevacas y Riofrío como escenario.

Un esquema para andar y ver

El inicio de la Ruta del Arcipreste en Alcalá de Henares está justificado por creer a este lugar, a esta que es hoy la gran ciudad del Henares, su lugar de nacimiento. Alcalá ofrece pocos vestigios del Arcipreste y su época, pero sí una Universidad espléndida, y un grupo de monumentales Colegios y Conventos que la hacen viva en su mejor época, los siglos XVI y XVII. En su Plaza mayor puede evocarse, a través de la vida y la bulla diaria, la figura andariega de Juan Ruiz.

Se caracteriza la poética arciprestal por su viveza y su movimiento. Es el propio Libro de Buen Amor el que camina. Así, de Alcalá se pasa por Guadalajara, donde algunos antiguos templos mudéjares del siglo XIV están claramente entroncados con la presencia del Arcipreste, que los conocería, los visitaría e incluso diría misa en algunos de ellos: Santiago, Santa María, las ruinas de San Gil…

De aquí se va ascendiendo, por las orillas del Henares, hacia Sopetrán e Hita. El enclave de Sopetrán, con su monasterio de monjes benedictinos, cinco veces fundado y cinco veces abandonado, evoca con fuerza al Arcipreste, porque él siempre tuvo especial cariño, y buscó como puertos seguros, los abadiatos de San Benito. Además de ser un cruce de caminos, geográficos e históricos, en el que las luchas y los amores de moros y cristianos tuvieron su lugar.

En Hita, en la altura del pelado cerro, tras la traviesa del cuestarrón y la puerta de la muralla, en llegando a la Plaza Mayor, parecen resonar los versos del Arcipreste. Todo en Hita es verso y es Arcipreste. Los ladrillos de las iglesias (San Pedro, San Juan, Santa María…) las piedras de la muralla, la sombra rotunda del castillo, el frescor de los bodegos, las callejuelas que bajan y dan vista a la campiña larga y luminosa… Este es el eje de la Ruta, el lugar donde el Arcipreste tiene su monumento cordial, la atalaya que busca todo viajero que lleva el Libro de Buen Amor en la mano.

De aquí, se busca la sierra. Por Espinosa se sube a Cogolludo, y de aquí a Tamajón, para acercarse hasta las ruinas mínimas de lo que fue el lugar de El Vado, donde Juan Ruiz cantara a Santa María. La sierra está encima, pero la dejamos momentáneamente para buscar el valle del Jarama. Río abajo llegaremos a Uceda, también atalaya de este río preserrano, y a Torrelaguna, donde los sones del gran cardenal, de ese Cisneros que posiblemente tuviera en su sangre gotas arciprestales, y no de galanura, sino las pocas que llevara de severidad y razonamiento.

Al fin, la Ruta llega a la Sierra pura. Se va a Buitrago, sede mendocina y hoy amurallado enclave que en la Edad Media veía el paso de peregrinos y atendía en su mercado las voces más variadas. Por el costado sur de la Somosierra, entre prados y robledales, se va a Lozoya y a Rascafría. Y a poco de visitar El Paular, se toma el puerto de Malangosto, por donde el Arcipreste, en lucha y amores siempre con las serranas que guardan puertos, alturas y rebaños, cruza a la tierra de Segovia. Hoy el paso se hace por el puerto de Navafría, que no es malo, pero al menos se puede ir en coche. El de Malangosto es todavía para montañeros y andarines.

La tierra de Segovia es bien conocida y querida por el Arcipreste. Tiene lugares en ella donde dice querer quedarse para siempre. Sería uno de ellos Valdevacas. Sería otro Sotosalbos, al pie del puerto, donde diría misa en la hermosa iglesia románica de la villa, y donde acudiría más de una vez al monasterio, hoy pura ruina, de Santa María de la Sierra, también de benedictinos. Desde estos lugares, se dirige Juan Ruiz en alguna ocasión a la ciudad, a Segovia pura, donde se pasea por el mercado, y va de fiesta. Pero le asusta la bullanga, se atemoriza de ver exceso de gentío. Él es de hablar sentencioso y listo, pero a unos pocos, a un redondel de caras. Segovia tiene, como capital de esta tierra luminosa y fría, una lugar preeminente en la Ruta y andar del Arcipreste.

Que baja luego hacia el oeste, y se llega a Ferreros (hoy Otero de Herreros) y a Riofrío (también lugar, y pequeño, al pie de la sierra) antes de meterse otra vez en los bosques de Valsaín, y de perderse, como solía hacerlo cuando trataba de cruzar la línea de la altura, por las cuestas del puerto de la Fuenfría. Paralelo a Navacerrada, este puerto es hoy poco transitado. Desde la tierra de Segovia pasa a Madrid y arriba a Cercedilla.

En estos prados y fresnedas, hoy ocupados en exceso por pueblos extendidos, urbanizaciones sin fin, autopistas y enlaces carreteriles, el Arcipreste de Hita llega a la tierra de Madrid. Y por ella se pasea. Cerca del puerto de los Leones, en la altura pedregosa del Guadarrama, están las Peñas del Arcipreste, un hermoso lugar de rocas enhiestas y espectaculares que evocan la presencia del juglar por estas sierras. De allí se baja ya a las orillas del río, todavía cristalino y sonoro, y se llega a Manzanares, el lugar donde la presencia de un hermoso castillo del siglo XV, y el eco de los versos del marqués de Santillana, que en tantas cosas entroncan con las estrofas de Juan Ruiz, parecen crear un mágico entorno en el que la Edad Media castellana se conjuga y adensa. En este castillo, modélico espacio donde la cultura y la historia tienen hoy su asiento, podemos poner fin a esta Ruta del Arcipreste, que discurriría por tierras de Madrid, Guadalajara y Segovia, y que vuelvo a proponer como espacio cultural y evocador para viajeros.

Una forma de añadir valor a esta tierra, que solo tiene dos, fundamentalmente: su cuerpo serrano, su patrimonio artístico, su cara bonita. Y el agua que brota de debajo de cada piedra. Si esta última se la siguen llevando sin apenas darnos nada a cambio, vamos nosotros a poner puesto en la Feria, y decirle a todos lo que somos, lo que tenemos, lo que estamos deseando ofrecer. Además de esa “Ruta Natural” del eslogan de hoy, este manantial inacabable de posibilidades que podría tomar cuerpo en la Ruta del Arcipreste, aquí una vez más planteada y ofrecida (tal como se diseñó en el Congreso Internacional para la creación de la misma, en 1997) por si alguna autoridad llegase a aceptar esta idea que llueve de otra nube distinta de aquella en la que su propio caletre y el de sus asesores viven.