Propuestsas de Turismo en Guadalajara

sábado, 7 abril 2001 0 Por Herrera Casado

 

A la semana que viene, que es ya la Santa, va a abrir sus puertas una nueva edición de la Feria del Turismo Rural, el Ocio y la Jardinería: la TUROJAR de Pastrana, que lo hará ya en su cuarta edición. Es esta una Feria que considero especialmente valiosa porque da a conocer muchas de las cosas que en el ámbito de la realidad viva de la provincia se están moviendo: el turismo en áreas rurales y mínimas, la capacidad de nuestra tierra por recibir la visita de miles, de cientos de miles de personas, y el ofrecimiento de espacios y motivos para el ocio en su contexto geográfico y social.

En Turojar se abren, una vez al año, las puertas de la provincia, y me consta que son miles los visitantes que, especialmente desde las grandes poblaciones de la Cuenca (o Corredor como ahora se le llama) del Henares, vienen por la vieja Paterniana a mirar qué novedades se han izado en Guadalajara, para usarlas.

Las novedades, a la vista está, son una oferta variada y renovada, cada vez mejor y acogedora, de Casas Rurales, de pequeños hotelitos de 4, de 6 habitaciones, construidos en entornos paisajísticos perfectos, sobre edificios antiguos y tradicionales. Cosas y casas como la del palacio de Imón, el Hotel Valdeoma en Carabias, el Molino de Alcuneza, la Casa del Obispo en Budia, el Nido de Valverde en el pueblecillo serrano del Ocejón, La Pizarra Negra en Campillejo, y tantas y tantas otras que están poniendo. Las novedades son preparar con fundamentos de rigor y seriedad los espacios naturales protegidos, como el Alto Tajo fundamentalmente, por fin declarado parque y regido por una Junta que tiene la garantía de su presidente y sus miembros. Guadalajara entera se ofrece como un espectáculo, como un lugar deseable al que viajar y mirar, comer sustancia de la tierra, oir silencios y purezas, mirar piedras bien trabadas con un fondo certero de historias y costumbres….

Propuestas de viaje

Hace poco un alto cargo de la política nacional me decía en Madrid que a Guadalajara venía siempre que podía, de incógnito absoluto, en su “todoterreno” a explorar caminos, pequeños pueblos, a anotar lo que pone en sus fuentes, en sus frontones, a hacer fotografías de ermitas, de castilletes, de arboledas. Eso lo hacen altos cargos y panaderos, profesores de Universidad y ferroviarios. Eso lo están haciendo ya miles y miles de personas. ¿De donde sacan la información? Es muy fácil: de lo que se dice en la radio y en la televisión, de lo que comentan una semana aquí y otra allí los diarios nacionales y las revistas de viajes y de turismo rural. De lo que leen en guías turísticas que las hay ya para todos los gustos. Y del boca a boca en oficinas, tiendas y colas de autobús. Guadalajara tiene una ventaja. Que de Madrid comunidad salen la mitad de sus seis millones de habitantes, en cuanto amanece el sábado con sol, en todas direcciones, pero cada vez más hacia Guadalajara, a la que muchos califican, en conversaciones de café, como la provincia más bonita de los alrededores de Madrid. Viendo  lo que hay, y con todos los respetos hacia la Serranía de Cuenca, y el Gredos abulense, no es de extrañar que digan eso. Porque en Guadalajara lo que nadie nos regateará es variedad de ofertas.

En esta semana de espera ante Turojar, me parece útil decirle a mis lectores al menos tres destinos que pueden usar ya, en cuanto aclare el cielo. El primero, sin dudarlo, la propia Pastrana. Desde Guadalajara por Tendilla son tres cuartos de hora de viaje. En Pastrana hay una cosa sobre todas para hacer: callejear, andarse las costanillas, pararse en las plazuelas, mirar desde las bardas hacia el valle. Entrar en la Colegiata y ver los tapices otra vez. Bajar hasta los frailes del Carmelo y visitar la gran iglesia barroca, mirar sus recuerdos teresianos, subir al Albaicín y sorprenderse, como yo lo hice hace poco, con la Plaza de Toros más antigua de la provincia, de fábrica y pedrotes, como un corral antiguo y mendocino. En Pastrana se puede comer suculentos platos de alcarreña raigambre, y en el Convento de San Francisco se puede, se debe, tras admirar la plaza del Deán por donde se arriba, visitar la Turojar de este milenio, cuajada de ofertas útiles y prometedoras.

Otro viaje que se debe hacer, ahora en la primavera que pone verdes todas las ramas: al Concejo de Campillo, al que se llega por Humanes y Tamajón. Desde allí, pasado la ermita de los Enebrales, siempre abierta, desplegarse por la oscura carretera que nos lleva enseguida al corazón de la arquitectura negra: El Espinar, Campillejo, Campillo de Ranas, Majaelrayo… lugares de evocador ruralismo, de esencia medieval, de fuerza de líneas, con sus ejemplares (todos son de lo mismo) de la Arquitectura Negra a los que tarde o temprano llegará el reconocimiento de figurar en el Patrimonio más firme y defendible de la Humanidad. Mirar edificios, admirar prados, pellizcarse para saber que se está vivo ante los espectaculares perfiles de la sierra de En medio, con su Ocejón pino y nevado aún en lo más alto.

Y un tercer motivo de salida, a Trillo, que cada vez está más cuidado, con sus cercanas Tetas de Viana, a las que se puede llegar andando (para andarines es la oferta) o con automóvil yendo primero por Azañón  hasta el cruce de La solana, y de allí coger la carretera que baja serpnteando junto al arroyo de La Puerta. Subir primero a Viana de Mondéjar, donde está la iglesia románica más sorprendente de la zona, los restos de su castillo y muralla, y la posibilidad de subir, o acercarse, a las Tetas  mencionadas, las medievales “Peñas Alcalatenas” que fueron controladas de cuantos tuvieron poder y mando en la zona. Bajar luego hacia La Puerta (otra iglesia románica de la que debe verse la portada interior, pidiéndole la llave al alcalde, que amablemente la presta) y asombrarse del paisaje de roquedos majestuosos sobre el mismo pueblo. Y al final desviarse por la cuestecilla que sube hasta Cereceda, hoy hecho un mínimo y coqueto punto de residencia de fin de semana, en cuya plaza mayor destaca el nuevo Ayuntamiento, las casas pintadas de múltiples colores, y la iglesia también románica de sorpresas medievales. Bajando el río se llega por Mantiel hasta Chillarón, donde se puede mirar, en su iglesia, un retablo barroco que se quedó sin pintar, pero que así y todo reconforta la vista y asombra: una nueva sorpresa en la Alcarria escondida.

En fin, que de tres propuestas cualquier puede escoger la que más le caiga a mano, la que aún no haya hecho. Pero lo que está claro es que hay que salir, mirar esta provincia que es (lo dicen los de fuera sobre todo) sorprendente y hermosa. Turojar en Pastrana dará desde el Jueves al Domingo Santo la medida justa de lo que esta provincia es capaz de ofrecer, en el ámbito del Turismo rural, y eso hará que sigamos creciendo, por un camino que ya está anunciado desde hace tiempo: el del ocio y el turismo. Caminos abiertos para todos, eso es Guadalajara ahora.