Milagros y Leyendas de la Virgen

viernes, 16 marzo 2001 0 Por Herrera Casado

 

Aunque es a Andalucía a la que ponen literariamente el título de “Tierra de María Santísima”, a la Alcarria no le faltan razones para aspirar a un segundo puesto en esta tabla de amores marianos. Porque raro es el pueblo de nuestra ancha geografía que no tiene una, -a veces dos- advocaciones a la Virgen, añadidas de su correspondiente leyenda, de su ajustada corte de milagros, romerías, dichos y ermitas. La Alcarria, y sus vecinas comarcas de la Campiña, la Sierra y el Señorío que hoy conforman nuestra provincia, tienen un rimero prieto de leyendas y recuerdos que hacen de María Virgen una referencia obligada de todas sus gentes. Uniéndolas en la distancia con su pueblo, con su fuente, con su pradera y su río. Un elemento religioso que trasciende ese ámbito para entrar en el más amplio y firme de lo etnológico, de lo puramente humano.

Un libro de leyendas

Viene lo anterior a propósito de la aparición de un nuevo libro que tiene por temática sustancial la recopilación de Leyendas sobre la Virgen en Guadalajara. Así se titula la obra que firma don Jesús Simón Pardo, sacerdote ya avezado en esto de las recopilaciones y análisis marianos, pues hace pocos años sacó sendas obras en torno a la historia de las advocaciones de la Virgen en las comarcas de la Alcarria y de la Campiña. Ahora, en un libro más reducido, pero lleno de encanto y curiosidad, se apiñan en sus páginas una veintena de leyendas que poblarán la imaginación del lector durante largos ratos.

Son concretamente nueve las referidas a la Alcarria (Guadalajara en su Virgen de la Antigua; Durón con la de la Esperanza; Hontoba en los Llanos; Mirabueno y su patrona; Córcoles en la secular devoción a la Virgen de Monsalud; Brihuega y la Peña Bermeja; Tendilla más Peñalver son su tradicional Señora de la Salceda; Hita y Torre del Burgo en torno al milagroso monasterio y santuario de Sopetrán, y Pastrana/Zorita compartiendo la leyenda de la Virgen del Soterraño.

En la Campiña el autor de este libro nos obsequia con las leyendas cuajadas de intriga de lo que ocurrió en Yunquera de Henares con su Virgen de la Granja; en Humanes con la de Peñahora, y en Uceda con la de la Varga.

En el Señorío de Molina nos lleva, a caballo sobre las sierras y los pinares de la zona, hasta Anchuela del Pedregal con su memoria de la Virgen del Gavilán; hasta Ventosa con la de la Virgen de la Hoz, patrona del Señorío; hasta Cobeta con la apasionada leyenda de la Virgen y ermita de Montesinos, acabando en Peralejos narrando esa impresionante anécdota del viejo guerrero y eremita que guardó durante siglos la ermita de Nuestra Señora de Ribagorda.

Finalmente, las sierras de Guadalajara se ven representadas en esta obra por lo acontecido en este tenor por los pagos de Barbatona con la Virgen de la Salud; de Tamajón con la de los Enebrales, y de Aguilar de Anguita con la del Robusto. Son prácticamente la veintena de lugares, de leyendas y de advocaciones marianas que ofrecen no sólo un cuadro de entretenimiento y curiosidad, sino toda una acrisolada manifestación de historia y tradición de nuestra tierra, ese elemento que a todos nos encanta porque lo sabemos anclado en la raíz de nuestra vida.

Moros y cristianos

Entre las múltiples leyendas que aparecen en esta reciente obra de don Jesús Simón, a mí personalmente me han interesado siempre las que mezclan la participación de los elementos musulmanes en ellas. Así ocurre con la de Montesinos en los altos bosques del señorío molinés. El capitán Montesinos es un paladín del poder musulmán en esas tierras, allá por el siglo nueve o diez de nuestra era. Y es convertido al cristianismo por la inocencia de una pastorcilla y el poder sobrenatural de la Virgen, que la devuelve a esta un brazo perdido como expresión del poder       sobrenatural de que disfruta la Madre de Dios.

También en la leyenda de la Virgen de la Varga de Uceda hay elementos islámicos de por medio: un hijo del pueblo, llamado Diego de Illescas, fue hecho prisionero en la guerra de Granada y trasladado a Orán, donde tras invocar repetidamente a la Virgen de la Varga, esta cumplió el milagro de liberarle y ponerle delante del templo de su pueblo. En agradecimiento, Diego donó unas grandes cadenas que le habían servido de prisión, a la Virgen, y en la portada principal del templo se ve hoy un estupendo relieve tallado con esta historia.

Pero donde con más nitidez se aprecian estos elementos de conjunción de razas y religiones, es en dos de nuestros santuarios emblemáticos alcarreños: en la Peña de Brihuega, y en Sopetrán. En ambos lugares, la Virgen se aparece a sendos árabes, considerándolos como idóneos receptores de su mensaje: y ambos receptores con hermanos, príncipes, hijos del Rey musulmán de la taifa de Toledo. En Brihuega es la princesa Elima, a la que se aparece en medio de un resplandor, la Virgen, que se aloja en un hueco de la rojiza peña sobre la que se alza el castillo gobernado por los árabes. Y en Sopetrán es al hijo del rey, hermano de Elima, y llamado como el jerarca Alí-Maimón. Convertido al cristianismo por la Virgen que se aparece sobre una higuera, en el entorno de una fuente milagrosa, se conjunta con su hermana en el hecho de que estos dos ejemplos de personajes son puestos como espejo de la población árabe que quedó en tierra de Castilla tras el cambio de régimen político: los árabes, mudéjares, moriscos o como quiera llamárselos, son así objeto preferido de la Virgen y elementos transferidos con toda naturalidad de un entorno “infiel” a otro sacro y cristiano.

Los pastores (en La Granja, en la Hoz, en Mirabueno), los artistas (en Durón) y los guerreros (en Tendilla, Peñalver y Guadalajara) son también los seres en los que se refleja la luz mariana, y en ellos se aparece su grandeza bajada del Cielo o surgida de las entrañas de la tierra. Veinte leyendas como veinte cuentos en los que puede no sólo entretenerse el curioso y buscador de esencias, sino el analista y estudioso que quiera de forma unánime considerar formas y ritos, imágenes y procedimientos que pintan una razón permanente explicativa de nuestra forma de ser: las apariciones de la Virgen María a las gentes de Guadalajara.

Un libro, una oferta, que tiene valor para todos. Se considere desde un aspecto meramente catequético, o como una antropológica visión del miedo y la confianza de los humanos hacia los sobrenatural, la obra de don Jesús Simón Pardo es en cualquier caso un estupendo aporte a la cultura escrita de Guadalajara, y un libro recomendable para todos. Se lee, además, en un par de días, sin mayor problema, y siempre con la avidez de lo que intriga.