Pozos de Palazuelos

viernes, 17 diciembre 1999 0 Por Herrera Casado

 

Me recomendaba esta excursión un buen amigo que vive en Madrid y añora cada día la altura silenciosa de Palazuelos. Él se dedicó, este verano que ha pasado, a recorrerse la sierra de la Muela, un alto mesetón que media entre el valle del Vadillo, frente a Palazuelos, y el del Salado, por Huérmeces. Y se encontró con cosas que no puedo por menos de referir aquí, en público, porque todos sepan de un lugar encantador al que dirigir los pasos cualquier fin de semana, en la más pura singularidad del silencio serrano, y por dar al aire las serenas y ponderadas razones que en pro de unos elementos mínimos, como son los pozos serranos, da este amigo. Él es Pedro Miguel Ortega Martínez, uno de los alentadores de la empresa Nazaret Rural que está construyendo un Residencia de este tipo (rural, se entiende) en Palazuelos, y que conoce como nadie el entorno de aquel pueblo maravilloso.

Andando por las sierra de la Muela

La excusión parte del mismo Palazuelos, trepando despacio pero sin problemas por un caminejo que desde la parte alta de la villa se dirige hacia la altura, en dirección de poniente. Como se ve en el mapa que acompaña a estas líneas, sencillo pero esclarecedor, la sierra de la Muela es un alto páramo levemente ondulado, que ronda los 1.150 metros en sus cotas más altas, y que sirve de separación a las breves cuencas del arroyo Vadillo al Norte (el que sirve de asiento a Palazuelos, Ures, Pozancos y Carabias), el río Salado al Poniente (el que viene desde El Atance a parar en Huérmeces, y el más ancho del río Henares, por el sur, que después de pasar por Sigüenza acaricia el caserío de Moratilla de Henares y se dirige hacia Cutamilla.

Si se sigue el camino, sin parar, desde Palazuelos a Huérmeces o a Viana se llega en unas tres horas, siempre por terreno amable, por camino con rodadas que pasa entre bosquecillos de roble y encinar, o por praderas de tomillo y salvia.

A poco de subir se encuentra el caminante con el elemento primero que da razón a la excursión: un pozo muy desbaratado pero que aún funciona. En medio de una pradera, se alza un casetón medio derruido, con una maquinaria de noria con cangilones en su interior, que pueden ser movidos, a mano, mediante el duro rodaje de una manivela. Fuera de la caseta que cubre al pozo y la noria se extiende por la pradera una larguísima cinta de cemento que alza un abrevadero estrecho, precisamente el que se carga de agua cuando se acciona la noria. La utilidad de este elemento campestre está bien clara: construida por los pastores y gentes del campo la utilidad que se constata es la de dar de beber al ganado cuando en las épocas de calor circula por aquel alto páramo.

Vemos un par de fotografías de los pozos que en esta altura se encuentra, hasta un total de cuatro, y que Pedro Miguel Ortega nos ha brindado para esta ocasión.

De esos cuatro pozos existentes, todos en lo alto de la sierra de la Muela, dos están muy estropeados, casi destruidos, y no de forma casual o natural, sino por salvajes que con toda impunidad han dedicado un día de asueto (si es que no son todos los de su vida) y bastantes energías en destrozar a modo las casetas y las maquinarias. Sin más objeto que el de destruir, el de fastidiar, en la impunidad más absoluta, que es a veces lo que más «mola». Los otros dos pozos, los que hacen el número 2 y 3 en el camino hacia Huérmeces desde Palazuelos, están perfectamente conservados, o por lo menos recientemente arreglados. Ya veremos cuanto duran…

En ellos, vemos que el pozo y maquinaria de la noria están resguardados en una caseta entera, con puerta metálica cerrada, y en uno de ellos la manivela para mover los cangilones está también dentro de la caseta, con lo que solo la pueden activar quienes tengan con llave acceso a la misma. En la tercera de estas estructuras, la manivela está fuera, al alcance de quien llegue con sed, y por un caño el agua cae a un recipiente de piedra tallada, por el que a continuación sigue corriendo por el abrevadero de obra.

Si el objetivo de estos pozos que forman, como la ha llamado Pedro Miguel Ortega, la «Ruta de los Pozos de Palazuelos», es la de proporcionar bebida al ganado que transita por la sierra de la Muela en los días del verano en que pastan libremente por aquellas alturas, sirve también sin duda, con un uso reglado y civilizado, para todos los excursionistas y caminantes que pasen por ese espacio de nuestra sierra seguntina. Un camino delicioso que debería ser más estimulado a recorrer desde las instancias que dirigen y promocionan el turismo en la zona.

Una tarea a emprender

Del ofrecimiento y excusión que nos hace y cuenta Pedro Miguel Ortega, y de la evidencia de que existen aspectos tan simples y tan entrañables como estos pozos por las sierras frías de nuestra seguntina comarca, se deriva alguna reflexión que no quiero dejar de hacer.

Y es la de que el turismo (ya parece que todos van aceptando que es el único futuro que le cabe a nuestra desértica, pobre y envejecida provincia) no sólo se construye editando folletos para repartir en la FITUR, ni haciendo videos que no se proyectan, o poniendo anuncios en los periódicos, Simposios Internacionales que duran hasta la hora de comer, o montando Casas Rurales que luego no se promocionan. Se hace preocupándose por arreglar estos elementos tan sencillos como son unos pozos en medio del campo, cuidando que todo lo natural, lo ancestral, lo auténtico, se mantenga y funcione. Porque esto es lo que más aprecia el turista que lo es de verdad, el caminante que emplea su tiempo libre en ver España, en oler sus aires, en escuchar sus aguas, en romper a su paso el aire helado de una mañana en la altura.

Por si a alguien le sirve de entretenimiento, aquí va esta oferta de excursión sin monumentos, pero llena de caminos y forestas, con cuatro sorpresas (dos pozos rotos y dos enteros) en el camino que por el monte va de Palazuelos a Huérmeces. A lo mejor a alguien también le interesa saber que en una pedanía de Sigüenza hay monumentos tiernos que restaurar.