Las salinas de Imón

viernes, 16 julio 1999 0 Por Herrera Casado

 

En el extremo noroccidental de la provincia de Guadalajara, se encuentra un conjunto de lugares en los que desde tiempo inmemorial se recoge sal. El conjunto de salinas de Atienza está formado por las salinas de Imón, La Olmeda, Bujalcayado, Santamera, Rienda, Tordelrábano, Carabias, Alcuneza, Paredes, Riba de Satiuste, Vadealmendras y El Atance. La mayor parte de estas explotaciones han ido perdiendo con el paso del tiempo su interés económico, por lo que la mayoría de ellas están cerradas y/o abandonadas. Hoy vamos a acercarnos, una vez más, hasta las salinas de Imón, entre otras cosas porque en el edificio central de las mismas se ha instalado un interesante establecimiento hostelero, mezcla de Turismo Rural y centro de exposición y restauración artística. Estas salinas de Imón se encuentran en la extensa llanura al pie de las montañas de las sierras de Paredes y Somosierra. A tan sólo 150 metros del pueblo que le da su nombre, a 15 Km. de Sigüenza, y a 95 de Guadalajara capital, siempre por buenas carreteras, cualquier fin de semana de este verano puede ser un buen momento para ir a contemplarlas.

La producción de sal en Imón

Llega el agua desde el arroyo Salado, siempre de escaso caudal, por haber nacido pocos kilómetros más arriba, en las suaves lomas de la Sierra Ministra, en las altas y frías tierras entre Soria y Guadalajara. De los pozos que se forman en el entorno, se extrae el agua mediante norias de madera movidas por caballería (las llaman norias de tiro o de sangre). Dicha agua, cargada de sal, se vierte en una artesa de madera y es conducida bajo el piso de la noria hacia el exterior por unos canales también de madera. Durante el invierno, el agua salada se almacena en grandes estanques (recocederos) de unos dos metros de profundidad, en los cuales, por evaporación lenta, va ganando concentración. Si la salinidad inicial es baja, pasa a continuación a estanques menos hondos (calentadores), para hacer más rápida la concentración. Tanto los recocederos como los calentadores tienen un suelo empedrado con piedra caliza y paredes de lo mismo, reforzadas sus paredes con mortero de cal revestida por una tapia de arcilla sostenida con tablones de madera.

En última instancia, se lleva el agua a las balsas de cristalización, lo que se conoce como regar las albercas, previamente limpiadas a mediados de mayo. Estas balsas, numerosas, amplias y extendidas por el terreno, son las que dan el carácter más auténtico al conjunto de las antiguas salinas de Imón. Son de muy escasa profundidad y de unos 6 a 8 metros de lado, empedradas y con paredes también de piedra o tablones colocados de canto, y en ellas hay practicadas unas aberturas para dar paso al agua de una alberca a otra. Una vez por semana se remueve la sal depositada para impedir que se agarre al suelo. Dos días después de esta operación, se recoge antes de que el agua se evapore, para evitar que se endurezca en exceso. La operación que se realiza cada 6 u 8 días y se la denomina arrodillar, lo que consiste en empujar la sal hasta la balsa y amontonarla mediante una pieza a la que llaman rodillo, que es una tabla corta con largo mango. En grandes serones o volquetes metálicos sobre estrechas vías, la sal recogida se lleva a los almacenes, donde se acumula. El agua sobrante es recogida a través de unas acequias llamadas desagües que confluyen en dos canalizaciones mayores llamadas regueras madres y que a su vez van a desembocar al río Salado.

Las maniobras de extracción de sal se extienden entre mediados de Junio y finales de Septiembre. Al terminar la campaña en otoño se saca también la sal que se quedó en los recocederos y calentadores.

Un hermoso y bien conjuntado grupo de edificios constituyen las salinas actuales de Imón. Son concretamente un conjunto de almacenes situados en la zona central y una serie de pequeños edificios de norias, recocederos y albercas. Todo el complejo arquitectónico es de finales del siglo XVIII y ha ido siendo reformado y adaptado a lo largo del pasado. Todavía quedan en pie cinco norias aunque sólo tres de ellas (Mayor, Rincón, y Masajos) están en funcionamiento. En la llamada noria de En medio se conserva el primitivo artilugio de arcabuces de barro cocido, con engranaje de madera y suelo tratado para el trabajo de animal. Todos los edificios de norias son de planta octogonal, con estructura de madera que se enlaza con el vértice de la cubierta. Los muros son de sillería y mampostería ordinaria de piedra caliza cogida con mortero de cal.

Primitivamente tuvieron las Salinas de Imón tres almacenes de los sólo dos permanecen pie. San Pedro, construido en el siglo pasado, está en ruinas. Los dos restantes, San José y San Antonio, son dos auténticas obras de arquitectura popular. Presentan una interesante solución estructural en la que destacan sus pórticos, y una entreplanta construida sobre viguería de madera. El almacén de San Antonio conserva el pórtico que protege la entrada principal. Asimismo se mantiene en pie la chimenea del generador que existía en el almacén. Dada la diferente proporción de su planta, el de San Antonio es de menor anchura, planta más rectangular (48 x 27 metros), y el de San José es de planta más cuadrada (40 x 35m.). Sus crujías son diferentes así como el número de pies derechos por cada uno de ellas.

Hasta hace pocos años se conservaba, junto a la fachada posterior del edificio de San José, la torre interior con parte de la maquinaria que ayudaba a subir las vagonetas por la rampa para depositar la sal en los almacenes. Los materiales empleados en las construcciones son de sillería y mampostería en los muros, de madera en la estructura interior y las cubiertas, que se mantienen en muy buenas condiciones gracias al ambiente salino. Con teja curva árabe cerámica se cubre el conjunto.

Otro aspecto muy característico por la calidad de su construcción es el empedrado de las albercas, así como los muros y muretes de mampostería de los recocederos. También llaman la atención del visitante los enlaces entre las piscinas cruzando los caminos, las acequias y los desagües.

Conservación y Rehabilitación

 Un grupo de alumnos de la Escuela de Arquitectos Técnicos que ha realizado un magnífico estudio reciente sobre estas salinas de Imón, proponen una continuidad en el uso de las mismas, siempre con el mantenimiento de su función primordial con las técnicas más tradicionales posibles. Su propuesta es la de volver a recuperar el funcionamiento de las Salinas tal y como fue en su origen, y así poder disfrutar del testimonio vivo de unas técnicas, las de obtención de la sal, que permanecen inalterables desde la época romana, y conseguir una reproducción exacta de los mecanismos y tecnologías paleoindustriales que existían hace dos siglos.

Lo primero de todo es la rehabilitación de las edificaciones. Y esto es lo que se acaba de hacer. Las norias de tradición mudéjar deberían ser restauradas y reutilizadas, así como volver a canalizar con los elementos antiguos, esto es, con troncos de madera ahuecados, retirando las actuales tuberías de fibrocemento. Conseguir, en cualquier caso, devolver a Imón el esplendor que tuvo en tiempos anteriores. La reciente inauguración de un centro de hospedaje y la posibilidad de la visita a las salinas ya es un adelanto importante en este camino, que se integra en ese más amplio concepto de recuperación de edificios, técnicas y modos antiguos que hoy pueden servir no solamente de admiración y curiosidad, sino de ayuda a muchas actividades todavía plenamente vigentes.

Un lugar, en suma, que está pidiendo tu visita y tu admiración. Las Salinas de Imón y su recién inaugurada Casa Rural son ya un elemento más que justifican una visita a ese espacio tan atractivo y cuajado de recuerdos históricos y patrimoniales como es la comarca existente entre Sigüenza y Atienza.