Mondéjar, cuna del Renacimiento

viernes, 4 junio 1999 0 Por Herrera Casado

 

Entre los pueblos de la Baja Alcarria que mantienen un crecimiento sostenido, una presencia constante en la modernidad de nuestra tierra, y un peso propio y notable en el contexto histórico y monumental de la comarca alcarreña, hay que nombrar sin duda a Mondéjar, a quien más de una vez, y ahora con más motivo, he nombrado cuna del Renacimiento.

Un nuevo libro sobre Mondéjar

Hoy viernes 4 de junio, a las 9 de la tarde, y en el Ayuntamiento de la villa de Mondéjar, se va a presentar un nuevo y esperado libro que ofrece la historia de la localidad, el correlato biográfico y anecdótico de sus señores, los Mendoza mondejanos, y una completa referencia a lo que es el patrimonio histórico-artístico de la villa, uno de los más interesantes y peculiares de la Alcarria. Sin olvidar las referencias obligadas, aunque sean mínimas, a las fiestas y las tradiciones, e incluso un recuerdo, en plan destello instantáneo, del más ilustre mondejano de todos los tiempos, el caballero don Antonio de Mendoza, que alcanzó a ser allá por la primera mitad del siglo XVI, el primer virrey español en América.

El libro, aunque abulta poco, tiene su enjundia. No lo voy a ponderar, porque soy el autor, y como seguro que merece más palos que alabanzas, dejo esta tarea a otros, que lo harán con más objetividad de la que a mí podría pedirse. El nuevo libro sobre Mondéjar tiene (y esto no es mérito mío) una buena carga de ilustraciones, que le hacen al menos entretenido, de fuerte carga visual, saludable para deprimidos, porque levanta el ánimo de cualquiera que no sepa bien qué es la Alcarria, y en qué consiste Mondéjar. Porque por las páginas y las pastas de este volumen se pasea la constancia de que Mondéjar consiste en color y en alegría, en mucha historia, en muchos monumentos, en una colección de judíos que merece la pena hacer un viaje para verlos. En fin: que no defrauda, al menos al tacto y a la vista.

Mondéjar, clave de la historia alcarreña

Hay varios pueblos en la Alcarria que pueden erigirse en claves de la historia de esta comarca. Aparte de Guadalajara ciudad, a quien nadie puede discutir ese mérito, por haber sido la vigilante del valle desde la época de los romanos, ahí están Tendilla, en su «pasajero» valle gobernado por los Mendozas que con su título de «Condes de Tendilla» hicieron la Europa y las salas de la Corte con evidente eficacia. Ahí está Hita, con su alto copete sobre los viñedos y los cañamares de la Alcarria, gobernada también por los Mendoza más primigenios, los que le pusieron muralla, castillo y blasones. Ahí está Brihuega, con sus arzobispos toledanos dando órdenes desde su castillo de la «Peña Bermeja». O Pastrana, con su densa letanía de señores y señoras creando vivas polémicas y crecimiento entre sus muros (también desde el mendocino palacio ducal de la Plaza de la Hora).

Pero aparte de otros enclaves, como Zorita de los Canes, Cifuentes, ó Illana, que más en lo antiguo tuvieron su importancia, es Mondéjar la que en la Edad Moderna se alza con una capitanía de desarrollo en la Baja Alcarria que no ha perdido hasta el día de hoy. Sus marqueses titulares, desde don Iñigo López de Mendoza, a quien apodaron «el gran Tendilla» y a quien nadie regatea su título de verdadero introductor del Renacimiento en España, hasta su hijo, Luís Hurtado de Mendoza, el gran capitán del nuevo reino de Granada, alcaide de la Alhambra, y verdadero señor militar y caballeresco de la meridional Hispania. Detrás de ellos, una ristra impar de personalidades, todas ellas dejando su impronta en este lugar de la Alcarria más firme.

Un patrimonio brillante, cuajado en oros

El patrimonio monumental de Mondéjar está cuajado en oros, porque parece que cobra todo su volumen, y su mejor perspectiva, a la caída de la tarde, cuando el sol en derrota pone el más alto brillo a las piedras de sus edificios, al templo mayor de Santa María Magdalena, y a las ruinas galantes del ex-convento franciscano de San Antonio. Entonces relumbran, cogen volumen, parece que cantan.

La iglesia parroquial es el mayor y el mejor de los edificios. El más vivo también. Porque si su silueta de piedras se mantiene en prodigioso equilibrio y valiente contundencia, en el interior resuena la maravilla de su retablo recuperado: mejor dicho, de su retablo hecho y derecho en nuestros días, después de haber perdido, en voluntaria acción violenta, el antiquísimo hecho por pintores y escultores granadinos en el siglo XVI. La magia de los cinceles del horchano Martínez, y el vibrante color de los pinceles del yelamero Pedrós, deja boquiabierto a quien lo contempla por vez primera. Y bajo las altas arquerías cruciformes de sus bóvedas, acompañadas del rumor de tantos grutescos, tantas aladas cabecillas de ángeles, tantas quimeras talladas en la piedra, el viajero/espectador se encuentra atónito y maravillado.

Sigue después, quizás en orden de importancia hoy, aunque no cede el primer puesto en el registro de los méritos netamente artísticos, el que fuera declarado ya en 1921 Monumento Nacional, el Convento de San Antonio, quizás el primer edificio levantado en Castilla con el estilo renacentista puro. Lástima que este edificio no haya alcanzado todavía la prestancia (sus ruinas, lógicamente) y su entorno la limpieza que merece. Porque las galas del arquitecto tracista, Lorenzo Vázquez de Segovia, educado y formado en Italia, que como digo parecen hacerse más ricas y prominentes al caer la tarde, están como escondidas entre escombros y altas hierbas. Hay que arreglar eso como sea.

Y al fin los judíos. Para los mondejanos/as el Cristo del Calvario es lo más grande. Y su ermita, también llamada de San Sebastián, el altozano más agradable bajo la sombra de sus pinos, desde donde puede admirarse el pueblo entero en lejanía. Pero lo que el viajero encuentra en su cripta (que lo es a medias, porque no está enterrada en el suelo, sino como acorazada de piedras y adobes) es la colección de figuras (un centenar aproximadamente) que nos deslumbran con su veteranía y su ingenuidad. Desde hace más de cuatro siglos, estos grandes muñecotes de cartón piedra cuentan con gestos asombrados la historia de Jesús, su Pasión, muerte y Resurrección. Son… los judíos, todo un espectáculo visual y un mensaje espiritual.

Un personaje único: el virrey Mendoza

Desde hace unos pocos años, sabemos a ciencia cierta que Antonio de Mendoza, el gran político de la corte del Emperador Carlos I, había nacido en Mondéjar, en el palacio que sus padres tenían tras la iglesia. Su biografía, que es toda una novela de aventuras, está escrita por ingleses, americanos y algún historiador que se ha entretenido en plasmar la impresionante sucesión de hechos que conforman su vida. Siempre le tuvo un cariño especial a su villa natal, el gran Virrey, y cuando ya enfermo, allá en México, y finalmente en Lima, en el Perú, a punto de morir, tendría frases de recuerdo hacia su Mondéjar natal y querido. ¡Qué menos que ahora se le recompense con un mínimo, un instantáneo recuerdo por parte de todos los mondejanos! En fin, y que todo sea para bien, pero en las páginas del libro que hoy presentaremos en Mondéjar van a quedar reflejadas, ya para siempre, estas anécdotas, estas historias y estos monumentos que aquí, a vuelapluma, hemos recordado.