Ruinas y restauraciones en el monasterio de Monsalud

viernes, 14 agosto 1998 0 Por Herrera Casado

 

Cuajada está la Alcarria de edificios, rincones y veredas por las que el viajero aprende a ver el mundo con sus ojos de hoy, oyendo el pálpito de los ayeres. En un vallejo humilde y silencioso de la Baja Alcarria, cerca ya del gran valle del Guadiela, surge la sonoridad monacal de Monsalud. Un lugar al que la gente fue buscando la memoria de la gran abadía cisterciense, en la que hace siglos cientos de peregrinos alcanzaban después de largas caminatas para implorar el favor de la Virgen a través de su milagroso aceite, y que hoy ya va mostrando la tarea, larga y fructífera, de una restauración que florece. Que nos devuelve de Monsalud el perfil señero y grandioso de los tiempos medievales.

La Historia de Monsalud

La historia es la que hace importantes a sitios mínimos. Monsalud es importante por su historia y por su monumentalidad. En el término municipal de Córcoles, hoy pedanía de Sacedón, y desde una desviación bien señalizada sobre la gran variante que se ha construido de Sacedón a Alcocer, podemos alcanzar las formidables ruinas del monasterio cisterciense de Monsalud, que aún sorprenden al viajero con su grandiosidad y el poder de evocación de épocas pasadas, en las que este cenobio fue centro de peregrinaciones y de encuentros religiosos. Hoy solo quedan las ruinas de lo que fue uno de los más importantes monasterios bernardos de Castilla. Pero unas ruinas que, afortunadamente, van siendo consolidadas y restauradas paulatinamente.

Monsalud fue fundado hacia la mitad del siglo XII, por el rey castellano, y confirmado y aumentado en posesiones cuando en 1167 Juan de Treves, arcediano de Huete, le regaló no solo la aldea de Córcoles, sino importantes heredamientos y beneficios. Alfonso VIII protegió a este monasterio, y en él estuvo, tras la derrota de Alarcos, refugiada la plana mayor de la Orden de Calatrava, reorganizándose para participar en la batalla de las Navas. En el claustro se ven los antiguos enterramientos de dos maestres de la Orden, don Nuño Pérez de Quiñones y don Sancho de Fontova.

Los sucesivos reyes de Castilla fueron concediendo privilegios, dádivas y exenciones a los cada vez más numerosos monjes de Monsalud, que en los fines de la Edad Media llegaron a ser más de un centenar bajo el mismo techo. Su primer abad fue Fortún Donato, discípulo directo de San Bernardo, y luego siguieron otros, también de nacionalidad francesa. Hasta el siglo XV, la mayoría de los abades cistercienses de Monsalud fueron franceses o centroeuropeos. Por este camino, común a otros monasterios bernardos en Castilla y Cataluña, adentróse en España una interesante corriente cultural.

Los siglos del Renacimiento vieron relajarse un tanto las costumbres monacales, dejando en abandono y pobreza a este enclave. Pero en 1539, con la colocación  ‑tras varias alteraciones y violencias‑  de fray Rafael Guerra como abad reformado de Monsalud, este monasterio recobró nueva vida, levantándose nuevas edificaciones (el claustro, la hospedería, etc., son obra del siglo XVI) y llenándose otra vez de riquezas y obras de arte. Tras la Desamortización de 1835, los monjes hubieron de marcharse, sus joyas y obras de arte destruidas o desperdigadas, y el edificio desvalijado y utilizado para cantera de construcciones en Córcoles. Las ruinas que hasta nosotros han llegado muestran con suficiencia la huella de estilos artísticos de pasadas épocas.

Lo que hoy queda de Monsalud

Tiene Monsalud un interés especial para quienes disfrutan viendo y viviendo los restos de la civilización medieval, las huellas vivas de la historia. Muchos son los elementos de interés en Monsalud, pero hay fundamentalmente dos que llenan de luz los ojos de quien los mira. Son su iglesia cisterciense, su claustro renacentista con la sala capitular adosada. Y en torno de ellos las diversas construcciones que le conceden consistencia.

La construcción del templo monasterial de Monsalud se remonta a los comienzos del siglo XIII. Posee tres naves altísimas, cada una de las cuales se corona, pasado el crucero, con su respectivo ábside semicircular, que en el caso de la capilla mayor está horadado por varias ventanas esbeltísimas del mismo estilo.

El otro enclave de interés en Monsalud lo constituye el claustro, que aun con ser obra de la segunda mitad del siglo XVI, y por tanto muy afecta de formas clásicas, sobre todo en sus arcadas externas, posee todavía una estructura de decadente gótico en sus techumbres, creando un ambiente muy evocador. 

Todavía llena de admiración al visitante la que fue Sala Capitular de los monjes de Monsalud. Es de muy similar estructura a las dependencias capitulares de otros monasterios de la misma orden. Dos pilares cilíndricos centrales, rematados en grandes capiteles foliados con cimacios moldurados, sostienen los arcos que dan lugar a su bóveda nervada y fuertemente apuntada. En la pared del fondo, tres ventanales profundamente abocinados. Todo demuestra ser esta Sala Capitular un elemento construido en el siglo XIII, cuando ya la iglesia estaba concluida.

Un libro revelador de lo que fue y lo que es Monsalud

Un experto sobre Monsalud es -nadie lo duda- don Andrés Pérez Arribas. Este culto sacerdote, párroco de Alcocer durante muchos años, estudió a fondo la historia y el arte de Monsalud en un libro que apareció hace 20 años, y que totalmente agotado, acaba de ser publicado de nuevo, dentro de la colección «Tierra de Guadalajara». En él se reproduce el texto antiguo, que sigue siendo fundamental para conocer las vicisitudes históricas de la Abadía, y se añade una nueva visión de su riqueza patrimonial con la descripción actualizada del conjunto monasterial, que va por muy buen camino en su restauración total y definitiva. Decenas de fotografías en color de sus elementos, de sus naves, su claustro, su sala capitular, la bodega, las portadas, los enterramientos, los ábsides… culminan el gozo de esta visión que nos entrega vivo, coloreado, inimaginable, un monumento impresionante que hace de la Alcarria un territorio más rico en historia de lo que muchos piensan.

Al mismo tiempo, esta obra sirve de guía al viajero que quiera acercarse a Monsalud, y de evidencia de una tarea bien conducida por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en orden a la restauración paulatina, metódica y seria de un espléndido elemento patrimonial de nuestra tierra.