Actos en honor de Iñigo López de Mendoza

viernes, 29 mayo 1998 0 Por Herrera Casado

 

Guadalajara recuerda al Marqués de Santillana

En la tarde de ayer jueves 28 de mayo, la ciudad de Guadalajara se dio entera a la memoria del marqués de Santillana. Se abrieron, con un acto solemne, institucional, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de nuestra ciudad, la serie de actos oficiales que van a dedicarse a recordar una figura de nuestra historia, una luz clara de nuestra literatura, que nació exactamente ahora hace seis siglos. El Ayuntamiento de la capital, por iniciativa personal de su alcalde, don José María Bris, y con la organización meticulosa y perfecta del Patronato Municipal de Cultura, va a proponer a nuestros conciudadanos que recuerden, en sus diversas facetas, la figura de quien fuera un vecino excepcional de la Guadalajara de la Edad Media: Iñigo López de Mendoza, mayorazgo de una de las casas más poderosas de la época de los Trastamaras de Castilla, que aunó en su persona señoríos territoriales (desde Santillana en Cantabria, hasta Hita y Buitrago en nuestros contornos); jugó cada día los equilibrios difíciles de la política, entonces en el filo continuo de la paz y la guerra, del triunfo o la guillotina; apoyó decidida, personalmente, las nuevas formas de escribir, de expresarse, incluso de pensar en torno al mundo, con un Humanismo naciente; y dio color a las formas de sus palacios, de sus pinturas, de sus libros y sus retablos.

El marqués de Santillana, todo un paradigma del Medievo castellano, es en Guadalajara donde cristaliza y ordena su intensa vida. Aunque nació en la tierra palentina, en Carrión de los Condes, fue en Guadalajara donde quiso reunirse con sus amigos, con su familia, con sus lujosas fiestas, y aquí poner el sello de su grandeza, de su magnanimidad y buen talante.

No hace muchas semanas, dedicaba en estas páginas un recuerdo detallado a la vida y la obra de Iñigo López de Mendoza. No está de más recordarle otra vez, en sus puntos fundamentales de una secuencia biográfica que, en el libro que ayer se presentó en el Ayuntamiento arriacense, analizo con pormenor y en clave estructuralista, como si de un edificio por piezas se tratase.

El marqués de Santillana

Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, nació en Carrión de los Condes el 19 de agosto de 1398, y murió en su palacio de la parroquia de Santiago, en Guadalajara, en 1458. Poeta, político, humanista del siglo xv, prácticamente toda su vida la pasó en  Guadalajara, en su viejo palacio, donde formó la gran biblioteca de los Mendoza, y escribió sus famosas Serranillas. Enterrado en el mausoleo de los Mendoza del también arriacense Monasterio de San Francisco, es sin duda una de las mayores glorias literarias de la tierra alcarreña.

La figura del marqués de Santillana está ligada en Guadalajara a muy diversos puntos de referencia humana y cultural. Su nombre parpadea delante de la fachada del palacio del Infantado, porque si no fue allí donde nació y vivió, ya que ese palacio lo construyó su hijo de igual nombre 30 años después de morir nuestro personaje, sí que en ese mismo solar estuvieron sus «casas mayores», en las que vivió con su familia, fue retratado por Jorge el Inglés, y murió en la mañana del domingo 25 de marzo de 1458.

Su figura gentil de guerrero inteligente se pasea por las tierras de la campiña del Henares, desde Alcalá hasta Yunquera, y aún sube hasta Cogolludo, de donde fue señor, como de Espinosa, tras la muerte de su hermanastra Aldonza. Su piedad cristiana encuentra ecos todavía en el silencio del monasterio de Sopetrán, al que donó cuadros, estatuas y ayudó siempre a levantar su gran casa de oración benedictina. Su plenitud de estratega y gran señor se fragua ante Hita, cuya fortaleza y fuertes murallas mandó rehacer y poner en uso de potencia y hermosura. También en Torija se ofrece la silueta del marqués, pues no en balde atacó el castillo ocupado por las tropas navarras, y en valiente y decidida acción militar terminó de conquistar, y hacer suyo, en 1451. Aún Palazuelos, junto a Sigüenza, tiene de Iñigo López cumplida memoria de sus afanes constructivos, pues en la primera mitad del siglo XV decidió construir el castillo y elevar esas murallas que englobaban al caserío todo, quedando hoy como testigo mudo de su paso por el mundo, de su afán de poder y gloria. El mismo retablo que pintó Jorge Inglés para afirmar la devoción que el marqués de Santillana, y su esposa doña Catalina de Figueroa, tenían por la Virgen de los Ángeles, durante años ha estado en el palacio del Infantado y finalmente se ha vuelto a la casa de los duques del Infantado. Y todos sus libros, su impresionante biblioteca cuajada de traducciones latinas, de manuscritos iluminados, de piezas traídas desde Italia por sus agentes, permanecen en la Biblioteca Nacional de Madrid, celosamente cuidados por sus responsables, que hace años hicieron una Exposición monográfica con sus fondos.

Avatares de una vida

Desde muy joven intervino el marqués de Santillana en la compleja política de su tiempo, primero con don Fernando de Antequera, y más tarde con su hijo, el Infante Enrique.

Mantuvo a lo largo de su vida la fidelidad al rey Juan II, aunque se enemistó con Álvaro de Luna a partir de 1431. En la batalla de Olmedo (1445) participó en las filas del ejército real, tras lo cual el rey le concedió el marquesado de Santillana, espacio de la cordillera cántabra en la que había heredado importantes territorios de su madre. Su última gran aparición se produce en la campaña de Granada de 1455, ya bajo el reinado de Enrique IV. Durante largos lustros había sido eficiente capitán de los ejércitos castellanos frente al reino nazarita. Después se retiró a su palacio de Guadalajara para pasar en paz los últimos años de su vida.

En su vertiente literaria, el marqués de Santillana brilla como introductor de los modos petrarquescos, italianos y ya renacentistas de hacer poesía. Bajo esos modos escribió sus cuarenta y dos sonetos «al itálico modo», primeros de la lírica española. Al tono moralizante y más simple de expresión corresponden su Doctrinal de privados (feroz ataque contra Álvaro de Luna), los Proverbios de gloriosa doctrina y el Diálogo de Bías contra Fortuna, quizá el que reúne más afortunados momentos en la glosa de tópicos senequistas y en su presentación de un tema —las mudanzas de fortuna— tan de su época. Son muy numerosas sus poesías de tema amoroso al modo cancioneril, especialmente jugosas las serranillas y el Villancico a sus tres hijas.

Casi en las puertas del caluroso verano, y justo en este día en el que resuenan aún las palabras de la ciudad en su homenaje, hemos recordado cumplidamente al marqués de Santillana. La próxima semana serán otras voces (literarias, musicales, poéticas) las que recordarán en un bloque de actos emocionados, la imagen y la obra de este gran alcarreño, del que todos nos encontramos orgullosos de ser paisanos.