Se acercan las botargas a Guadalajara

viernes, 30 enero 1998 0 Por Herrera Casado

 

En estos días que tenemos, como un festival multicolor de ofertas y bondades, la Fitur abierta en Madrid, y la cara alegre de Guadalajara ofrecida a los cuatro vientos, no es tarea perdida evocar una de las esquinas en las que se fundamenta el turismo de nuestra tierra. Y hacerlo precisamente en los días (estos últimos de enero) en los que el viejo rito, la costumbre que nadie sabe de donde surge, ni por qué, cobra fuerza y adquiere protagonismo por las empinadas callejas de nuestros pueblos serranos.

Me estoy refiriendo, de una parte, al Costumbrismo, a los rituales festivos más antiguos y propios. De otra, a las botargas serranas, que son la punta de ese muestrario de festividades típicas, de asombrosas manifestaciones del primitivo genio de nuestra tierra alcarreña, campiñera y serrana.

En la FITUR están exponiendo su imagen todos los pueblos, villas y ciudades que (con una más que merecida capacidad y una orientación perfecta y adecuada) saben que su porvenir anda por el Turismo bien llevado. Y así ciudades como Sigüenza y Molina, o villas como Pastrana, Cifuentes y Torija, o comarcas como el Alto Tajo, la sierra Norte, etc., están diciendo a los miles de visitantes de Fitur por qué merece un viaje nuestra tierra.

Pues bien: Guadalajara entera se merece un viaje por todo eso que allí se dice, y porque la pureza de sus costumbres aún tiene fuerza para servir de reclamo propio, con personalidad. Y si no, que se lo pregunten a los vecinos de lugares como Beleña, Arbancón, Retiendas y Peñalver, en los que muy pronto van a salir las botargas a recorrer sus calles. Las botargas son uno de los más ricos patrimonios culturales de nuestra provincia. Porque en ninguna otra parte se ve, ni se vive, ni se escucha con la pureza y la fuerza que en nuestros pueblos serranos y alcarreños. En torno a la fiesta de las Candelas, de San Blas, de Santa Águeda. En algunos sitios ya han salido por San Sebastián, o por la Virgen de la Paz, y en otros aparecerán más tarde, pero siempre al sol tibio del invierno que parece querer retirarse, surgen las fiestas de botargas. Afortunadamente, vivas en muchos sitios (Aleas, Montarrón, Beleña, Retiendas y Arbancón), permanentes en todos (Mazuecos, Peñalver, Robledillo, Valdenuño) con la alegría de una fiesta de origen y evolución misteriosa, pero propia y querida surge en todas partes.

En Guadalajara surgió el pasado año la botarga de la ciudad, recuperada por el Grupo “Los Mascarones” y apoyada por el Ayuntamiento capitalino. Con la seguridad que da el estudio pormenorizado de cómo fue aquel danzar, como fueron aquellos trajes y aquellos sonidos, aquellas subidas y carreras por la calle Mayor. Todo un lujo de color y formas que los arriacenses recuperamos.

Pero en la provincia se suceden las escenas, los ritos y los sonidos de cencerros. Las máscaras saltan a la calle. Es la botarga.