Un Congreso inminente: La ruta del Arcipreste de Hita

viernes, 6 junio 1997 1 Por Herrera Casado

 

Dentro de unos días (concretamente del 12 al 14 de junio próximos), Guadalajara va a ser sede y anfitriona de un importante acontecimiento cultural y científico: el I Congreso Internacional de la Ruta del Arcipreste de Hita.

Tiene un objetivo muy concreto este Congreso. Que no es el de estudiar (y nunca faltan razones para hacerlo de nuevo) la vida y la obra de Juan Ruiz. Sino el de analizar, proponer y establecer, si es posible, un camino al que con justicia pueda llamarse «el Camino del Arcipreste». Una ruta por la que pueda circularse encontrando referencias ciertas del Libro de Buen Amor, de don Carnal, de doña Endrina, de don Amor, de Trotaconventos, y de tantas figuras como animan, y dan vida, a ese libro inmortal de la literatura medieval castellana.

Cual sea la Ruta del Arcipreste

La Ruta del Arcipreste tiene diversos puntos claves de referencia. De una forma genérica, son las tierras de en torno al río Henares, en las provincias de Guadalajara y Madrid. Es la sierra central, desde Somosierra al Guadarrama, a caballo entre Segovia y Madrid, bosques y pedregales por todas partes derramados. Y es, finalmente, la sotosierra segoviana, y su capital incluida, con el borde de la meseta castellana entre Valdevacas y Riofrío como escenario.

Si hubiera que proponer una Ruta del Arcipreste (a expensas de lo que este Congreso vaya a decidir, tras el análisis de todas las propuestas) sería aproximadamente esta:

El inicio en Alcalá de Henares está justificado por creer a este lugar, a esta que es hoy la gran ciudad del Henares, su lugar de nacimiento. Alcalá ofrece pocos vestigios del Arcipreste y su época, pero sí una Universidad espléndida, y un grupo de monumentales Colegios y Conventos que la hacen viva en su mejor época, los siglos XVI y XVII. En su Plaza mayor puede evocarse, a través de la vida y la bulla diaria, la figura andariega de Juan Ruiz.

Se caracteriza la poética arciprestal por su viveza y su movimiento. Es el propio Libro de Buen Amor el que camina. Así, de Alcalá se pasa por Guadalajara, donde algunos antiguos templos mudéjares del siglo XIV están claramente entroncados con la presencia del Arcipreste, que los conocería, los visitaría e incluso diría misa en algunos de ellos: Santiago, Santa María, las ruinas de San Gil…

De aquí se va ascendiendo, por las orillas del Henares, hacia Sopetrán e Hita. El enclave de Sopetrán, con su monasterio de monjes benedictinos, ahora en renacimiento y restauración, evoca con fuerza al Arcipreste, porque él siempre tuvo especial cariño, y buscó como puertos seguros, los abadiatos de San Benito. Además de ser un cruce de caminos, geográficos e históricos, en el que las luchas y los amores de moros y cristianos tuvieron su lugar.

En Hita, en la altura del pelado cerro, tras la traviesa del cuestarrón y la puerta de la muralla, en llegando a la Plaza Mayor, parecen resonar los versos del Arcipreste. Todo en Hita es verso y es Arcipreste. Los ladrillos de las iglesias (San Pedro, San Juan, Santa María…) las piedras de la muralla, la sombra rotunda del castillo, el frescor de los bodegos, las callejuelas que bajan y dan vista a la campiña larga y luminosa… Este es el eje de la Ruta, el lugar donde el Arcipreste tiene su monumento cordial, la atalaya que busca todo viajero que lleva el Libro de Buen Amor en la mano.

De aquí, se busca la sierra. Por Espinosa se sube a Cogolludo, y de aquí a Tamajón, para acercarse hasta las ruinas mínimas de lo que fue el lugar de El Vado, donde Juan Ruiz cantara a Santa María. La sierra está encima, pero la dejamos momentáneamente para buscar el valle del Jarama. Río abajo llegaremos a Uceda, también atalaya de este río preserrano, y a Torrelaguna, donde los sones del gran cardenal, de ese Cisneros que posiblemente tuviera en su sangre gotas arciprestales, y no de galanura, sino las pocas que llevara de severidad y razonamiento.

Al fin, la Ruta llega a la Sierra pura. Se va a Buitrago, sede mendocina y hoy amurallado enclave que en la Edad Media veía el paso de peregrinos y atendía en su mercado las voces más variadas. Por el costado sur de la Somosierra, entre prados y robledales, se va a Lozoya y a Rascafría. Y a poco de visitar El Paular, se toma el puerto de Malangosto, por donde el Arcipreste, en lucha y amores siempre con las serranas que guardan puertos, alturas y rebaños, cruza a la tierra de Segovia. Hoy el paso se hace por el puerto de Navafría, que no es malo, pero al menos se puede ir en coche. El de Malangosto es todavía para montañeros y andarines.

En Segovia

La tierra de Segovia es bien conocida y querida por el Arcipreste. Tiene lugares en ella donde dice querer quedarse para siempre. Sería uno de ellos Valdevacas. Sería otro Sotosalbos, al pie del puerto, donde diría misa en la hermosa iglesia románica de la villa, y donde acudiría más de una vez al monasterio, hoy pura ruina, de Santa María de la Sierra, también de benedictinos. Desde estos lugares, se dirige Juan Ruiz en alguna ocasión a la ciudad, a Segovia pura, donde se pasea por el mercado, y va de fiesta. Pero le asusta la bullanga, se atemoriza de ver exceso de gentío. Él es de hablar sentencioso y listo, pero a unos pocos, a un redondel de caras. Segovia tiene, como capital de esta tierra luminosa y fría, un lugar preeminente en la Ruta y andar del Arcipreste.

Que baja luego hacia el oeste, y se llega a Ferreros (hoy Otero de Herreros) y a Riofrío (también lugar, y pequeño, al pie de la sierra) antes de meterse otra vez en los bosques de Valsaín, y de perderse, como solía hacerlo cuando trataba de cruzar la línea de la altura, por las cuestas del puerto de la Fuenfría. Paralelo a Navacerrada, este puerto es hoy poco transitado. Desde la tierra de Segovia pasa a Madrid y arriba a Cercedilla.

En estos prados y fresnedas, hoy ocupados en exceso por pueblos extendidos, urbanizaciones sin fin, autopistas y enlaces carreteriles, el Arcipreste de Hita llega a la tierra de Madrid. Y por ella se pasea. Cerca del puerto de los Leones, en la altura pedregosa del Guadarrama, están las Peñas del Arcipreste, un hermoso lugar de rocas enhiestas y espectaculares que evocan la presencia del juglar por estas sierras. De allí se baja ya a las orillas del río, todavía cristalino y sonoro, y se llega a Manzanares, el lugar donde la presencia de un hermoso castillo del siglo XV, y el eco de los versos del marqués de Santillana, que en tantas cosas entroncan con las estrofas de Juan Ruiz, parecen crear un mágico entorno en el que la Edad Media castellana se conjuga y adensa. En este castillo, modélico espacio donde la cultura y la historia tienen hoy su asiento, podemos poner fin a la Ruta del Arcipreste, que por tierras de Madrid, Segovia y Guadalajara tiene lugar y ahora se propone como espacio cultural y evocador para viajeros.

Esta será, en esencia, y explicada con mayor detenimiento en la ponencia que personalmente presentaré en el referido Congreso Internacional, la Ruta del Arcipreste que quiere renovarse, ofrecida y abierta, para dar vía segura a ese «turismo cultural» que cada vez con más fuerza irrumpe entre nosotros, y del que Guadalajara es sin duda una avanzadilla y monumental cesta de sorpresas.