Caminando con Juan Ruiz por las tierras de Guadalajara

viernes, 16 mayo 1997 0 Por Herrera Casado

 

En las próximas semanas se va a hablar mucho de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita. De ese que dice una lápida (falsa pero llena de entusiasmo) puesta en la fachada de la iglesia del monasterio de San Francisco de Guadalajara, que vivió en ese lugar, y allí murió y está enterrado. Juan Ruiz (o quien fuera quien escribió ese supremo y exquisito Libro de Buen Amor que sobrevivió los seis siglos que hace que se lee y se escucha) anduvo por esta tierra mediado el siglo XIV, diciendo misa los domingos, echando sermones a veces, y cantando y divirtiéndose siempre que podía. Siempre he presumido de haberle conocido. Hasta, incluso, en cierta ocasión le hice una entrevista: se mostró educado al principio, y luego tiró al monte y dijo barbaridades. Ya ni me acuerdo qué cara tenía, pero sí que era rubicundo, gordete, y desde luego lleno de recursos lingüísticos, con mucho desparpajo y amplio arsenal vocabulario, cosa que hoy no abunda, desde luego.

Anduvo por esta tierra Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, canónigo de Toledo, cura de aldea quizás, pero letrado y enamoradizo. Un hombre entero, sabio a más de inteligente, bueno a más de pecador. Vamos a seguir los pasos de este tipo. Lo vamos a hacer en los tres días que ha de durar el Primer Congreso Internacional sobre la Ruta del Arcipreste de Hita, que se piensa celebrar en nuestra ciudad, del 12 al 14 de junio próximos. Con el patrocinio de la Diputación Provincial de Guadalajara, apoyada por la de Segovia y la Asamblea de Madrid, pues en esas tierras puso también su pie a través de su palabra el Arcipreste, se tendrán tres jornadas de ponencias, comunicaciones mesas redondas en torno a la figura y sobre todo a la andadura del Arcipreste.

Cual fue su camino

Quizás sea pretencioso querer decir aquí, en cuatro líneas, cual fue el camino del Arcipreste. Para eso se va a celebrar el Congreso, para dilucidar, tras las opiniones y los estudios de unos y otros (vendrán profesores de diversas universidades, españolas y americanas) por donde anduvo este personaje a caballo entre la historia y la leyenda, el documento de archivo y el apunte filológico.

En su Libro de Buen Amor, Juan Ruiz va destacando lugares y espacios. Habla mucho de Toledo, dice que allí pasó por la puerta de Bisagra con más terror que honor, y cuenta que la tenebrosa ciudad albergó muchas malas horas de su vida. El resto de la geografía arciprestal es algo más alegre. Alcalá de Henares (sí Alcalá, en la ribera de Henares, dice) fue posiblemente su cuna, el lugar donde naciera. Guadalajara es la ciudad que admira, un lugar poderoso y alto. Mohernando es un simple villorrio donde, sin embargo, está la felicidad que busca. En Hita discurre buena parte de su vida. De allí es don Melón, buen amigo suyo, que comparte orgías con doña Endrina, la aragonesa. Más arriba ya no sube. Quizás no se atreva a mirar el alto castillar de Jadraque, y le tenga temor a las torres catedralicias (mezcladas con las castilleras) de Sigüenza.

El Arcipreste lanza su andar hacia la sierra. Cruza desde Hita el Henares y se va hacia Beleña, donde goza con las figuras sencillas que en la portada de su iglesia cuentan el devenir del tiempo en forma de meses cuajados de símbolos. Pasa el Sorbe y sube hasta Santa María del Vado, donde reza a la Virgen. Y sigue luego por los verdes y fríos valles serranos (Buitrago, Lozoya, Rascafría, aquel Paular donde antes de monjes hubo caballeros cazadores que le invitaban) para finalmente lanzarse al paso de la sierra blanca y azul, la que emocionaba a Machado e inspiraba a Velázquez sus mejores lejanías.

En la sierra el Arcipreste cruza los puertos, posiblemente los conociera todos, porque cuenta sus días de luz y sus borrascas en la Fuenfría, en Malagosto, en Somosierra, en Navacerrada, en Tablada… en cualquier caso, es su entorno, agrio y feliz, lejano y duro. Baja luego a Segovia, y en Valdevacas se entusiasma; en Sotosalbos, junto a su románica y bellísima iglesia pasa largos meses; y en Segovia finalmente le tiemblan las carnes porque la fiesta es demasiada, casi le puede. Por tierras segovianas el Arcipreste sigue llenándose de luz los ojos: va a Otero de Ferreros, a Navas de Riofrío, y vuelve a pasar la montaña por Tablada… y en tierras de Madrid también camina.

Por Manzanares el Real, tierras de los Mendoza durante siglos, encuentra motivos para seguir dictando su moral alegre y perfectible. En los pedrotes mondos de la Pedriza hay todavía un alto roquedal que lleva su nombre. La sierra (segoviana, madrileña, guadalajareña) está impregnada del sabor del Arcipreste. Y eso, que está ahí y unos por otros a diario se olvida, va a rescatarse ahora para que los viajeros de cada día (de cada fin de semana, mejor dicho) sepan por dónde van, sepan qué pasos siguen, y vivan un aire más brillante, un camino más firme.

Una iniciativa que hay que apoyar

La iniciativa de este Congreso Internacional ha surgido de la Asociación Castellano-Manchega de Escritores de Turismo, un grupo de periodistas, novelistas, poetas y escritores que, enraizados con la tierra de Castilla y de La Mancha buscan cada día los elementos que dan sustancia, temblor cierto y cuerpo alto a su tierra. Sus estudios y su esfuerzo van a concretarse en esos tres días de Congreso en Guadalajara (con un viaje final por la ruta tri-provincial) para ofrecer granada una ruta concreta: un trazo firme sobre el mapa por el que luego (políticos y hosteleros, tour-operators y simples turistas) pueda caminarse con cierta seguridad y entereza.

Las ayudas a esta iniciativa seguro que van a llegar: ya han llegado, de las instituciones dichas, y están ofreciéndose estos días para que sea todo un éxito. Porque ese trabajo, absolutamente desinteresado, de unos cuantos, redundará en beneficio de todos. Del turismo en nuestra región, sobre todo. En Guadalajara, y en Segovia, y en Madrid (¡abajo las fronteras ridículas de las autonomías!) y en esta Castilla pura y brillante que tiene en el Guadarrama y la Somosierra un altar de cierzos nobles. Por Toledo, donde el Arcipreste las pasó negras, quizás ignoren esta movida. Allí son muy aficionados a mirarse la hebilla del cinturón, y por eso a veces dan con la frente en el dintel de las puertas.

El Arcipreste va a salir otra vez a la calle. Estaremos atentos a acompañarle. Si hace ahora 25 años (fue del 21 al 24 de junio de 1972) que se celebró el Primer Congreso sobre el Arcipreste, este que viene ahora a estudiar su Ruta y seguir físicamente sus pasos, tendrá de nuevo la virtud de reunir a quienes saben de él, a quienes estudian libros, versos y paisajes. A quienes, en definitiva, apuestan por la pasión que el amor y la alegría dejó bañados de luz los horizontes de nuestra tierra.