El Viaje a la Alcarria de Cela

martes, 16 julio 1996 0 Por Herrera Casado

El verdadero retrato de Cela, escrito por García Marquina

 

Se ha cumplido este verano el cincuenta aniversario del paso, -uno detrás de otro- a pie o en carro, de Camilo José Cela por la Alcarria. Cincuenta años después, el viaje que Camilo José Cela emprendió por tierras de la Alcarria de Guadalajara se ha transformado en una especie de epopeya que ha merecido solemne conmemoración, con descubrimiento de placas, bandas de música y discursos de académicos en los Remedios de Guadalajara. La gloria de Camilo José Cela, adquirida después de aquel viaje, y gracias a méritos propios que consisten en largas horas de estudio y de escritura, parece ahora extenderse por todo aquello que rodea su figura monumental. Cela es ya otro monumento de la Alcarria, y como a tal hay que darle culto, hablando de él cuando genera aniversarios. 

Cómo empezó el viaje

El jueves día 6 de junio se cumplió el medio siglo de la salida de Madrid rumbo a la Alcarria de un joven escritor, larguirucho y flaco, que se montó en un tren madrugador que salió de Atocha y se plantó un par de horas después en la calle mayor de Guadalajara. Después de comprarse el periódico, unos bizcochos borrachos y un cabezal de mula, fue recibido por el Gobernador Civil señor Casas y se lanzó, bajo el calor incipiente de la primavera tardía, a recorrer los caminos, entonces polvorientos, de la Alcarria. 

Detalles insospechados

Siempre generó este viaje muchas disquisiciones. Que si fue sólo o acompañado. Que si lo hizo de una vez o en varios viajes. Que si fue en junio o en septiembre… la verdad es que hoy no queda la más mínima duda de esta cuestión conceptual. Un libro maravilloso, complemento ideal del «Viaje» celiano, aparecido hace un par de años, y escrito por el principal estudioso de Cela y de su obra, Francisco García Marquina, aclara todas estas dudas. En su «Guía del Viaje a la Alcarria» Marquina nos refiere cómo fue un jueves 6 de junio (de 1946) que Cela salió muy temprano de su casa de la calle Alcalá y llegó hasta Guadalajara. Y luego, a lo largo de casi 300 páginas, amalgamado con fotografías auténticas, obtenidas tras complicadas investigaciones, va presentando a los personajes que dieron vida al relato de Cela, todos los avatares del camino, y muchas cosas que, o porque no se acordó al escribirlo, o porque se las guardó para más tarde, le ha ido contando el Premio Nobel al biógrafo/amigo/vecino. 

Hay un área especial en este libro de García Marquina, que desvela secretos a raudales, y pone información rigurosa sobre la mesa. En esta ocasión de medio centenario es especialmente de agradecer: son las páginas 13 a 40 en las que surge el llamado «Preámbulo para estudiosos». Allí nos cuenta Marquina cómo escribió don Camilo, sobre un cuaderno de pastas de hule, sus notas rápidas. Escuetamente nombres, fechas, fogonazos de visión. Fotos instantáneas que luego se dorarían a la lumbre de su despacho y de su pensar. También sabemos del mapa-guía Michelin que, como los italianos de Francisci, llevaba el escritor como guía la más segura. Y de todas las anécdotas surgidas en el transcurso del viaje y aún después. 

Los amigos alcarreños

Camilo José Cela preparó el Viaje a Guadalajara y su escritura a instancias y con el ánimo de algunos intelectuales de esta tierra que, amigos suyos por entonces, le dijeron que aquí había «materia» para su bien cortada pluma. Fueron estos mentores José María Alonso Gamo, el gran poeta de Torija; Benjamín Arbeteta; y Alfredo Domínguez, músico, hijo de don Severino, el médico de Budia. Gracias a ellos este periplo, ya histórico, pudo alcanzar su parto. Un parto que no fue solitario. Pues García Marquina documenta a la perfección el Viaje celiano. Aunque lo hizo de un solo tirón, entre el 6 y el 15 de junio de 1946, en dos partes del mismo se acompañó de Karl Wlasak y Conchita Stichaner, los fotógrafos que contratados por el periódico «El Español» tenían como misión retratar a Cela en su empresa andariega, y adornar con fotos la publicación en fascículos de esta obra en dicho semanario. Salió a malas Camilo con los editores de la publicación, y al final fue «Revista de Occidente» la editorial que se llevó el gato al agua, publicando esta obra por primera vez, en forma de libro, en mayo de 1948. 

Durón en el Viaje a la Alcarria

En el seno de este que es ya viaje universal (hasta lo quieren hacer -y yo aplaudo- ruta turística) Camilo José Cela, premio Nobel de Literatura hoy, pasó por Durón. Decía de este pueblo cosas realmente amables. Se ve que le gustó: «Durón es un pueblo donde la gente es abierta y simpática y trata bien al que va de camino; al viajero se le muestra curiosa e incluso amable». Había estado primero en Budia, donde le metieron a la cárcel una noche. Y luego en El Olivar. Por entre trochas y olivares bajó hasta Durón. Allí, todos a coro, le contaron historias y le hicieron recomendaciones. Se ve que en aquella ocasión llevaba la voz cantante Carmen Gabarda, aunque tampoco estuvieron callados Félix Alba y la señora Emilia. Después de su encuentro con los guardias civiles (Pérez y Torremocha, arquetipos donde los haya) se echó el viajero a dormir junto a un espino, en la orilla del Tajo. ¡Ah, feliz tiempo aquel, sin humos, sin prisas, con Camilo José Cela andando solitario y humoroso por los campos de la Alcarria! ¡Cincuenta años han pasado, nada menos! Qué gusto da volver a leer esas páginas magistrales. El «Viaje» de Cela, y la «Guía» de ese Viaje, de García Marquina, son dos elementos sin los que es impensable pasar este verano del 96.