El merecido homenaje a la memoria de Sinforiano García Sanz

viernes, 23 febrero 1996 0 Por Herrera Casado

El investigador y etnólogo Sinforiano García Sanz, con Antonio Herrera Casado, en junio de 1972

 

Este ha sido el primer año que la botarga de Guadalajara, las botargas de las Sierras y Campiñas de Guadalajara, han salido sin que Sinforiano García Sanz estuviera escuchando, aunque fuera de lejos, sus cencerros traviesos. Porque ese folclore de nuestra tierra, tan entrañable y variopinto, fue estudiado por él mejor que por nadie. Incluso el estudioso de honor de este ancestralismo guadalajareño, el también recientemente fallecido Julio Caro Baroja, vino a nuestra tierra a cazar botargas por llamado de Sinforiano García Sanz.  El caso es que ahora hace un año que murió este compatriota campiñero, y la Casa de Guadalajara, que está siempre con el ojo vivo mirando cuanto de interés y valor sucede por estos lares, ha organizado un ciclo de Homenaje a este personaje irrepetible. Y lo ha hecho mediante tres mesas redondas, la última de las cuales ha de celebrarse hoy mismo, a las 8 de la tarde, en los locales de la Casa de Guadalajara en Madrid, en la Plaza de Santa Ana nº 15, a los que pretendo acercarme nada más cumplir con otro compromiso que poco antes tengo en Madrid esta misma tarde. 

El amor a la vida, a la tierra y a los libros, son los tres perfiles que numerosos autores y estudiosos van a ponerle a la memoria de Sinforiano García Sanz. En los tres fue maestro, generoso paladín, entusiasta defensor de cuanto suponía autenticidad y cultura. En el local de la plaza de Santa Ana tenía aún otro merecimiento, el de haber sido fundador de la Casa de Guadalajara, con uno de los primeros carnets extendidos. Y su dedicación a la misma, como bibliotecario, miembro de la Junta Directiva, vocal permanente, acompañante y animador continuo, justifica de sobra este homenaje póstumo. 

Sinforiano García como persona

Parece que aún resuenan mis pasos en las escalerillas del portal del número 15 de la calle de Fuencarral, en Madrid. En 1973 me acerqué por allí a conocer a un autor que para mí, entonces empezando a conocer honduras y raíces de Guadalajara, era todo un nombre consagrado: Sinforiano García Sanz tenía multitud de artículos publicados en las revistas más prestigiosas de Etnografía en España, había acudido a congresos internacionales, y su voz como folclorista era tenida en cuenta en todos los foros. El santuario donde me recibió era de novela: un piso todo cubierto en sus paredes de libros y más libros, de grabados antiguos, de elementos del folclore alcarreño. En su mesa de despacho se amontonaban las notas, las fichas, los estudios sobre bailes, trajes, costumbres y detalles de la vida popular de Guadalajara. Para un primerizo como yo, su amabilidad y bondad resultó alentadora. Daban ganas de salir inmediatamente a recorrer la provincia, a seguir sus pasos, a continuar buscando costumbres antiguas, modos de entender la vida, y apuntarlos, reflejarlos en fichas, incluso analizarlos y publicar donde a uno le dejaran, las conclusiones… 

De entonces guardo una fotografía con él, rodeados de libros, destilando en su figura la buena hombría que le salía del corazón. Había nacido Sinforiano García Sanz en 1911, en Robledillo de Mohernando, muy cerca de Humanes. Chico de pueblo, allí se educó, marchando a los madriles como tantos otros hicieron antes de la Guerra. Le tocó servir en el Ejército por Cataluña, y a su vuelta intentó entrar en el oficio de la sastrería. Imposible ya, porque le tiraba el mundo del libro, tanto el de su comercio como el de su investigación. Creó un establecimiento de venta de libros antiguos y de ocasión, y se dedicó a viajar, a estudiar el folclore de Guadalajara y de Castilla, a coleccionar belenes, a recoger canciones y a enseñar a cuanto a él se le acercaban todo lo que sabía de nuestra tierra. 

Sinforiano García como investigador

No es este lugar para hacer un exhaustivo análisis de lo que Sinforiano García publicó sobre nuestra provincia. Hay un tema fundamental, que él podemos decir que “descubrió” y analizó con detalle, dejando un escuela de estudiosos que hoy todavía vive y palpita. Se trata de las botargas de Guadalajara. El fue su primer analista, recogiendo cuanto de ellas sabía en una publicación clásica, titulada “Botargas y enmascarados alcarreños” que en 1953 le publicó la Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (RDTP) y que sirvió para que el mundo de la cultura español se interesara por aquellas costumbres tan impresionantes. Así fue que enseguida Caro Baroja se interesó por ellas, y la directora del Museo del Pueblo Español, doña Nieves de Hoyos, hiciera algunos viajes por nuestra tierra. La verdad es que no todo cuanto García Sanz tenía recogido se publicó en aquella ocasión. La salida al mercado de esa Revista magnífica cual eran los “Cuadernos de Etnología de Guadalajara”, en su número 1 volvió a publicar, añadido de los datos que aún faltaban, la obra de Sinforiano García sobre las botargas. Era el año 1987. De clasicismo quedó cubierta su aportación al tema. 

Pero nuestro autor tocó otros muchos, diversos temas relacionados con el costumbrismo de la Alcarria. Así, por recordar sólo los más importantes, en 1945 publicó un estudio sobre la fiesta de “Las Ramas” de su pueblo, Robledillo, aparecido con todos los honores el primer volumen de la ya referida Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (RDTP). Poco después publicó en ella el trabajo sobre “Los Aguinaldos de Santa Águeda” den Ruguilla, y en 1948 también en la RDTP apareció su investigación sobre “La Quema del Judas en la provincia de Guadalajara”. En 1951 apareció en las mismas páginas otro importante trabajo de Sinforiano García, las “Notas sobre el traje popular de la provincia de Guadalajara”. Sus viajes acompañando a las chicas de las Cátedras Ambulantes de la Sección Femenina por los pueblos de nuestra tierra, le dieron oportunidad de conocer a fondo esta temática. Multitud de pequeños trabajos, de notas, de apuntes sobre costumbres populares fue publicando García Sanz en los periódicos de Guadalajara: concretamente en Nueva Alcarria, y en Flores y Abejas, aparecieron numerosos ejemplos. Poco después, a partir de 1987, en los Cuadernos de Etnografía de Guadalajara, salieron a luz algunas nuevas aportaciones. Así, los “Datos sobre la desaparecida Soldadesca de Codes”, también en 1987, o su último gran trabajo, en 1993, “Sobre el Cancionero de Guadalajara y su Geografía Popular”, que sería el último testimonio escrito antes de morir, en 1995. 

Sinforiano García Sanz en el recuerdo

La iniciativa de la Casa de Guadalajara en Madrid ha sido más que acertada: imprescindible se hacía recordar la figura de este hombre bueno y excepcional. A Sinforiano (Todos le llamábamos “Sinfo” sin necesidad de más concreciones) García Sanz le llueven ahora lágrimas de sus amigos. Revestido de su capa castellana, con la pipa en la boca, aunque no fumara, y la ironía fina en sus labios, no dejaba de observar, de apuntar y meditar sobre cuanto veía. Gentes como él hacen falta, a docenas, en Guadalajara. Gentes que hagan cosas, que estudien, que protejan, sin pedir nada a cambio. Rafael Pedrós, ese excepcional artista que en Yélamos ha puesto su casa alcarreña, le ha dedicado unas “Aleluyas al estilo castellano” que son toda una jolgoriosa romería por la vida de nuestro autor. Estará tan feliz, viendo que sus paisanos aún se acuerdan de él. Yo creo que debiéramos hacer algo más. Dedicarle un “rincón” en su pueblo natal ya lo tiene concedido. Una calle en la capital sería lo justo, y un Museo de Artes y Tradiciones Populares con su nombre, imprescindible. Incluso crear a su memoria algún premio para quienes sigan sus pasos, en la investigación y la salvaguarda de las esencias costumbristas y autóctonas de nuestra tierra. Escuela dejó, no cabe duda.  Su recuerdo, vivo aún, debería ser ejemplo para futuras generaciones.