Los caminos del románico por Guadalajara

viernes, 19 enero 1996 0 Por Herrera Casado

 

El Románico de Guadalajara es un tema inacabable. Es como un diamante bien tallado que tiene cien caras, más caras aún, todas brillantes, concisas, inolvidables. Es una mina auténtica que está todavía por explotar. De cara a un turismo interior, a un peregrinaje cultural en busca de latidos medievales, de certezas añejas.

Viene esta disquisición a cuento de que el próximo martes día 23, y en el Aula de Historia de la Casa de Castilla-La Mancha en Madrid (Calle La Paz, 4, a las 8 de la tarde) daré una conferencia así titulada, «El Románico de Guadalajara», ilustrada con diapositivas, y oferente de imágenes y rutas, de iconografías y siluetas, con las que alentar a nuestros vecinos de región a que vengan y corran estos caminos sonoros y mágicos.

Pero viene a cuento, también, de algunas otras buenas noticias que en torno al Románico de Guadalajara se van a producir en breve. Mi buen amigo, el joven escritor Juan Laborda Barceló, con otros compañeros, están planificando una investigación en torno a las huellas palpables de la Repoblación castellana en nuestra tierra a través de la silueta cierta de los templos románicos. Es realmente una apasionante propuesta, para la que no sólo vaticino un éxito seguro, sino a la que me atrevo a sugerir alguna vía de apoyo: las formas las hacen los hombres. Las formas del Románico de Guadalajara, que son varias, ¿qué hombres las hacen? ¿De dónde vienen? Las hay con certeza castellanas, (burgalesas y segovianas) en la serranía de Pela. Las hay ultrapirenaicas, languedocianas, poitevinas, rosellonenses (Buenafuente en Molina, Santa Clara…) e incluso estamos hablando de un camino hacia atrás, de una influencia en feed-back con respecto al territorio más meridional, el toledano concretamente: un románico mudéjar se encuentra en Guadalajara construido por gentes venidas del entorno de la capital y reino de Toledo. En cualquier caso, una apasionante aventura que supondrá, a mi amigo Laborda y sus compañeros, un encuentro fructífero con la historia y el arte de Guadalajara.

Pero aún hay más. Uno de los monumentos más representativos de la historia medieval alcarreña, el monasterio cisterciense de Ovila, verá de nuevo un resurgir parcial, en las tierras norteamericanas donde se lo llevaron, despiezado, por los años de la República. Concretamente fue (ya lo saben todos mis lectores) el magnate de la prensa yanki, William Randolph Hearst (hace escasas fechas repetían en Televisión ese «Ciudadano Kane» orsonwelliano que tan perfectamente le retrataba) quien compró Ovila y se la llevó a California para meterla con calzador en aquella onírica construcción de las colinas de San Simeón. La portada del templo, renacentista, quedó en el Young Museum del Golden Gate Park. Pero el resto de las construcciones con primor bernardo se quedaron, numeradas y dispersas, por los jardines de la Puerta Dorada, mirando el brumoso celaje de la bahía. Es ahora una comunidad de monjes trapenses, que en estos días visitan Trillo, la que quiere reconstruir lo que queda de Ovila (la Sala Capitular románica, parte del claustro, etc.) en su nuevo monasterio californiano. Ojalá tengan ánimo, y dinero, para concluir su empeño. Y el románico de en torno al Tajo, el estilo más puro del Medievo alcarreño, reviva y respire de nuevo… aunque sea tan lejos.

Cuatro rutas posibles en el Románico

Para conocer esta faceta, tan polimorfa y encantadora, de nuestro patrimonio, se hace preciso andar, mirar por los cuatro costados de la geografía guadalajareña. En ella, en todo el territorio histórico, deben ser consideradas cuatro zonas muy concretas y bien diferenciadas en las que aparecen edificios de características específicas. Apartándonos de la habitual clasificación ‑iniciada por Layna Serrano‑ realizada a base de consideraciones exclusivamente geográficas, y más concretamente guiada por las cuencas de los ríos que cruzan el territorio provincial, mi propuesta fue, no hace mucho, (y en un libro sobre este mismo tema del Románico que ha tenido bastante fortuna, al menos fuera de nuestras fronteras), una nueva clasificación, en un sentido que podríamos decir mixto (histórico-geográfico) y que divide el territorio provincial en espacios definidos por características en las que prima tanto la cuestión topográfica como la homogeneidad histórica. Así propuse la existencia de cuatro espacios, a cada uno de los cuales correspondería un bloque de edificios de características comunes y, en cualquier caso, insertos en una estructura histórico-geográfica uniforme.

De este modo puede dividirse el complejo bloque del estilo románico en Guadalajara:

a) el románico de Sierra Pela, que se localiza al norte‑noroeste de la provincia, y que abarca una franja que lleva desde Villacadima hasta Atienza, incluyendo edificios como los de Albendiego, Campisábalos, San Bartolomé, la Trinidad, el Val, Romanillos, Bochones, y varios otros, y que tiene unas características constructivas y sobre todo ornamentales muy emparentadas con el románico de Soria y heredadas del foco de Santo Domingo de Silos.

No cabe duda que la cabecera socio-económica de esta zona estuvo en la villa de Atienza, aunque por ser lugar caminero recibió influencias de otros lugares norteños, y sirvió como tránsito hacia zonas más meridionales de estas novedades estilísticas.

b) el románico de Sigüenza, que nace en la ciudad episcopal de Sigüenza, promovido y dirigido por sus obispos y los individuos de su cabildo catedralicio, y que a continuación, y a lo largo de los dos siglos siguientes, se extiende por todo el área de influencia de este obispado, hacia el sur, abarcando las serranías del Ducado, el valle alto del Henares, y una parte de la Alcarria. Es de anotar el hecho de que los cinco primeros obispos de Sigüenza fueran de origen aquitano, y que por lo tanto durante la segunda mitad del siglo XII y primera del XIII, los maestros constructores venidos de Francia a petición de estos jerarcas religiosos, fueran quienes dictaran sus normas constructivas y apoyaran la actividad de grupos de tallistas venidos también del sur de la actual Francia. La influencia de este foco es muy grande, y se extiende por todo el entorno inmediato a Sigüenza (Carabias, Pozancos, Pinilla, Beleña, Abánades, Cifuentes), llegando incluso a lugares muy alejados, ya plenamente alcarreños.

c) el románico de la Alcarria, que abarca los territorios del sur y oeste de la actual provincia. Estuvieron enmarcados desde finales del siglo XII en los obispados de Toledo y Cuenca, por lo que recibieron de estas ciudades y sus cortes eclesiásticas una indudable influencia. Dado que el románico es un estilo arquitectónico y artístico que, metafóricamente hablando, viaja de norte a sur, la influencia de lo seguntino, de su gran catedral, y de las temáticas espaciales y ornamentales de territorios aún más septentrionales a través de ella, cuaja nítidamente en los templos del territorio alcarreño.

d) el románico de Molina, circunscrito al territorio histórico del Señorío de Molina, y que tras su reconquista en 1124 por Alfonso I el Batallador de Aragón, hasta siglo y medio adelante, posee una real independencia política de los poderosos reinos con quienes tiene frontera. Tiene por su núcleo central al monasterio cisterciense de la Buenafuente del Sistal, lugar que junto con Huerta fue panteón de los señores del territorio, así como otros templos de la propia capital del Señorío, especialmente el hoy conocido como convento de Santa Clara, que en su origen fue iglesia parroquial de Santa María de Pero Gómez. El hecho de que el primer señor molinés, el conde don Manrique de Lara, estuviera casado con Ermesenda de Narbona, y que de esa ciudad del Rosellón vinieran a Molina juristas, militares y clérigos a dirigir la repoblación del territorio, puede explicar el sello propio que tienen los edificios románicos, hoy tan escasos, que se encuentran por Molina y su territorio. La iglesia del monasterio de Buenafuente, Santa Clara de Molina, Rueda de la Sierra, Tartanedo, Teroleja y algunos otros, prueban la influencia que el románico franco ejerció en este territorio.

En cualquier caso, un tema que da para mucho, para largos paseos y hondos pensares. Un tema de los que a tí sé que te gustan.