Mensajes desde Guadalajara

viernes, 10 noviembre 1995 0 Por Herrera Casado

El Pico Ocejón, la estampa de la Naturaleza en Guadalajara

Las cuatro pasadas semanas del mes de octubre hemos dedicado nuestros andarines esfuerzos a visitar, admirar y comprender cuatro señeros monasterios que tienen mucho que ver con la historia de Guadalajara: Batalha en Portugal, Buenafuente en el Alto Tajo, Lupiana cerca de la capital y los carmelitas de Budia en plena Alcarria. Metidos ya de lleno en el otoño, la época ideal para hacer por la tierra de Guadalajara excursiones a pie, no me cabe otro remedio que alentar a mis lectores a que vayan, a que suban, a que sigan todas las trochas posibles de la sierra del Ocejón.

Ahora mejor que nunca, llevados de la mano de un estupendo carpetín que ha editado la Mancomunidad de Servicios del Ocejón, y que con textos de Marcelino Ayuso, fotografías de Santiago Bernal y Alfonso Romo, y mapas de Pepe Fernández-Montes, podremos llegarnos hasta los ya amarillos bosques de melojo en Gascueña o de hayas en Cantalojas, mientras a las chorreras de Despeñalagua en Valverde no les faltará agua y a las pendientes laderas del Ocejón le irán naciendo, como cada año, las nieves primeras tras los Santos.

La idea de esta carpeta conteniendo catorce hojitas en las que se cantan y se cuentan las excelencias de los pueblos y los paisajes serranos, no ha podido ser más acertada. La primera, tras la presentación, lleva un gran mapa de la comarca. Es todo ese rincón del noroeste de Guadalajara, los cauces altos de los ríos Jarama y Sorbe, con las montañas de las que nacen y que limitan nuestra provincia de las de Madrid, Segovia y Soria. En él se nos entregan carreteras actualizadas, signos que centran alojamientos, restaurantes, bellezas naturales, posibilidades deportivas, etc. Y una relación exhaustiva y actualizada también de todos ellos, con teléfonos, direcciones… Total, un reclamo que pone las cosas fáciles.

Después vienen las hojas particulares de los pueblos. Puebla de Valles, Tamajón, Campillo de Ranas, Majaelrayo y Valverde de los Arroyos centran, con tres hojas cada uno, el interés de esta promoción serrana. ¿Por cual de estos lugares debe empezar el viajero a entusiasmarse? Difícil es decirlo. El orden en que los hemos puesto es el meramente geográfico llegando desde Guadalajara. Pasado Humanes, y con una carretera CM-1004 (según la nueva denominación autonómica) pavimentada y acondicionada a las mil maravillas, es sencillísimo llegar a Puebla de Valles. Allí el viajero se entretendrá, al «machadiano estilo», en recorrer sus calles y admirar desde las afueras los bellos paisajes de arcillas erosionadas y sierras en permanente alzado. Por su término discurre el Jarama entre peñas y arboledas. Merece la pena bajar hasta sus orillas y escuchar, ¡oh milagro! las aguas limpias que bajan desde las cumbres.

Tamajón luego, en la planicie que se recoge ante el señor Ocejón. Este folleto nos propone primero admirar el pueblo, su iglesia de tradición románica, su antiguo palacio mendocino hoy convertido en Ayuntamiento, las ruinas de su fábrica de cristal y de su convento de franciscanos… pero también nos dice de ir hasta la «Ciudad Encantada», poco antes de llegar a la ermita de los Enebrales, y siempre por tierras que superan los mil metros de altitud admirar formas sorprendentes de la naturaleza, vegetación incesante, murmullo de animales en libertad y gozo. Todavía en torno a Tamajón nos ofrece esta carpeta la posibilidad de recorrer el «Camino olvidado» entre Tamajón y el monasterio de Bonaval, un paradisíaco rincón en término de Retiendas donde, al término de un estrecho valle, se encuentran las románticas ruinas medievales de un monasterio cisterciense abandonado.

¿Hay quién dé más? Pues sí. En la sierra del Ocejón cabe llegarse hasta Majaelrayo pasando antes por los pueblos negros. En ellos pararse a mirar sus cuatro casazas 

construidas, al aire de los viejos siglos y las humildes formas de vida, con piedras oscuras de gneis y negras pizarras. Asombra comprobar la solidez de estos edificios, su funcionalidad primitiva, lo acogedor del entorno de unos pueblos tan mínimos y tan bellos (Campillo de Ranas, Campillejo, El Espinar, Robleluengo… hasta la posibilidad de hacer itinerarios en bicicleta se nos ofrecen amigables: desde Campillo de Ranas se baja al arroyo del Soto y por Campillejo se vuelve al lugar de partida. Siempre con el viejo Ocejón por centinela, las praderas y los melojares recónditos son contrapunto al cielo abierto y luminoso de esta sierra.

Ocejón que preside totalmente la vida de Majaelrayo, el último lugar al que se llega por esta vertiente norteña. Si se va a primeros de septiembre, puede admirarse en todo su mágico ambiente la Fiesta del Santo Niño. Los hombres de la Cofradía se visten blusas blancas, faldones multicolores y se tocan con gorros cubiertos de flores. Danzan con la parsimonia de las gentes celtibéricas, como en homenaje al sol, a las fuerzas de la tierra, a los antepasados. Pero desde aquí se pueden hacer muchas otras cosas: subir al Ocejón, por ejemplo. Un día perfecto es el domingo anterior a la 

Navidad. Entonces el Club Alcarreño de Montaña y montañeros de toda la región centro se ponen de acuerdo para llegar a la cumbre (2.048 m.) y allí poner un Belén entre las rocas, oír misa y cantar villancicos. La Peña Bernarda y el Collado Perdices son jalones de la subida que se pueden poner por meta los menos ágiles.

Finalmente, yendo a su vez desde Tamajón, y pasando por los felices enclaves de Almiruete y Palancares, entre robledales y húmedos valles encajonados, se llega a Valverde de los Arroyos, que para muchos es el más bello pueblo de la provincia. No le faltan méritos, es la verdad. Por muchos motivos. Por el paisaje, que abriga como en alto circo de azuladas montañas al valle por el que baja naciendo el Sorbe. Entre pequeños grupos de frutales, corralizas del ganado y helechos salvajes, baja el agua de la cumbre, que a dos kilómetros arriba del pueblo da la grandiosa cascada de las «chorreras de Despeñalagua». Subir al Ocejón por este sitio es más fácil, pero también cansado. Merecerá intentarlo.

Valverde tiene, además, otros alicientes. Su arquitectura popular, su urbanismo único, con plazuelas mínimas y caserones antiguos en los que la pizarra es señora de los perfiles y la madera sustenta con fuerza los espacios domésticos. En junio generalmente, en el domingo posterior a la octava del Corpus, tienen lugar en Valverde las danzas más espectaculares de la sierra central. Ocho hombres revestidos de blusas blancas, sayas ampulosas y altos sombreros de flores danzan ante el Santísimo, tocan instrumentos primitivos y entrechocan sus palos con maestría y sosiego, como en rito guerrero y homenaje a los ancestros.

La verdad es que todo en la Sierra del Ocejón tiene su encanto. Cada pueblo el suyo particular. Cada camino, una atracción única. Un viaje hasta estas oscuras sierras no va a resultar en vano. Porque animará a hacer otros. Porque ir un día a Tamajón supone repetir otro a Campillo de Ranas, seguir con Majaelrayo, preparar para el verano la visita a Valverde, y animarse en la Navidad a escalar el Ocejón. La Mancomunidad de Servicios del Ocejón ha hecho pero que muy bien editar esta carpeta con las hojas pregoneras de sus pueblos mejores. Hará todavía mejor si las reparte por aquí y allá, entre gentes civilizadas que acudan en cantidad, pero en sosiego y paz, hasta sus cuadrangulares límites y sus infinitas alturas. Harás tú también muy bien, lector amigo, si me haces caso y, ya este mismo domingo, te subes a la sierra del Ocejón a ver tantas maravillas.