Guadalajara se escribe con P de Panteón: el de la duquesa de Sevillano

viernes, 19 mayo 1995 0 Por Herrera Casado

Enterramiento de doña Maria Diega Desmaissieres, duquesa de Sevillano, en la cripta de su Panteon de Guadalajara

El actual Ayuntamiento de Guadalajara, en el que todavía actúa como concejal del área de Educación y Cultura con los capítulos anejos a la lo ­promoción del Turismo nuestro buen amigo y compañero de página José Serrano Belinchón, con el entusiasmo que a la idea ha brindado el actual alcalde José María Bris, se ha lanzado a la última batalla en favor de conseguir para nuestra ciudad la importancia turística que merece, por razón no sólo de su belleza, de su hospitalidad y buen acondicionamiento para ello, sino sobre todo teniendo en cuenta el área ‑tan cercana y tan poblada‑ que la metrópoli madrileña supone y que cada día está más deseosa, en sus habitantes y en sus instituciones, por salir de viaje y conocer nuevas fronteras. Es un batalla que va a ganar, seguro. Por el empeño que está poniendo en ello, y porque su planteamiento ha sido idóneo.

Los escritores de Turismo en Guadalajara

El pasado día 6 acudieron a Guadalajara todos los escritores de Turismo de la Región castellano-manchega, invitados por el Ayuntamiento de nuestra ciudad, y llevados por sus autoridades (Bris y Tomey les recibieron en el Salón de Plenos del Ayuntamiento) y por el gremio de hostelería de la provincia (degustaron una inolvidable comida típicamente alcarreña en los salones del Club de Campo del Casino Principal) recorrieron las calles y los monumentos de esta Guadalajara que cambia y mejora día a día. En esta ocasión, el motivo era la presentación del nuevo programa de captación turística que, en combinación con RENFE, el Ayuntamiento emprende, dando a los viajeros que por medio de la compañía nacional de transporte ferroviario se trasladen a nuestra ciudad, la oportunidad de visitar sus mejores monumentos, explicados al detalle por guías perfectamente preparados, y entregándoles la posibilidad de comer, y aún de alojarse, con tarifas, superespeciales, en torno al 50% de las habituales. Así, desde luego, no hay quien se resista. Algunos carteles con bellas fotografías del palacio del Infantado y el Panteón de la duquesa de Sevillano hacen todavía más sonoro este reclamo.

El Panteón de la Duquesa de Sevillano

Precisamente fue a este lugar donde, tras la comida, el Ayuntamiento llevó a los más destacados periodistas y escritores de temas turísticos de nuestra región, para que «in situ» admiraran tan espléndida obra de arquitectura, tal cúmulo de sorpresas todavía poco conocidas que en materia de arte y decoración encierra este lugar. Fue, como es lógico, todo un descubrimiento para algunos.

La expectación, que el conjunto de edificios, presididos por el Panteón mayor, levanta a quien se dirige hacia el extremo sur oriental de la ciudad, junto al parque de San Roque, es creciente según se acerca. Allí se encuentra un conglomerado de edificios y detalles arquitectónicos que justifican una visita detenida. La historia del tema, resumidamente, es que a finales del siglo XIX, doña María Diega Desmaissiéres y Sevillano, mujer riquísima y muy heredada en tierras de Guadalajara, donde su familia (los Condes de la Vega del Pozo) residía desde algunas generaciones anteriores, decidió emplear gran parte de su caudal en levantar una Fundación que acogiera, en plan benéfico, a los ancianos y desasistidos sociales alcarreños, al mismo tiempo que construía su propio enterramiento con una grandiosidad inigualable. Me contaba a la sazón el escritor José López Martínez la historia de amor, terrible y desesperada, momo suelen ser las historias de amor verdadero, sucedida entre doña María Diega y el escritor Eugenio Noel, el de la «España nervio a nervio» y otras geniales aportaciones desde su bohemia impenitente. Acabó mal, porque Noel no quiso saber nada de la duquesa, y ésta murió pronto, sin testar y dejando que el fisco español y sobre todo el francés se comieran casi toda su inmensa fortuna.

Pero a lo que vamos: una vez ante este conjunto de edificios, nos sorprende la Fundación, que se constituye por un conjunto de edificios y espacios que articulan una interesantísima colección de muestras del arte del eclecticismo de finales del siglo M. Fue trazado y construido por el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, entonces reputado entre los mejores del país, a partir de 1887. Comprende el conjunto una serie de espacios en los que aparecen patios, huertos, terrenos de secano, jardines y paseos, entre los que surgen los diversos edificios, como el central o asilo propiamente dicho, la iglesia, el panteón, otros edificios menores para depósito de aperos, de agua, de grano, alojamiento de servidumbre, jardineros, etc., y rodeado todo ello por una valla o cerca espléndida, que en su parte noble muestra, dando al parque de San Roque, una portada con elementos simbólicos, y una gran reja artística de hierro forjado. Pero es muy significativa la auténtica unidad de todo el conjunto, que revela una idea directora, no sólo en su concepto arquitectónico y urbanístico, sino en el significante y simbólico.

De toda la Fundación, lo que debe el viajero admirar sobre todo lo demás es el panteón de la Duquesa de Sevillano, gran edificio de planta de cruz griega, ornamentado al exterior en estilo románico lombardo, con profusión en el empleo de todos los recursos ornamentales y constructivos de este arte. Se cubre de gran cúpula hemisférica con teja cerámica, y se remata en enorme corona ducal. Su recinto interior, al que a se accede por magna escalinata, es de una riqueza ostentosa en la profusión de mármoles y piedras nobles de todas clases, con variedad infinita de recursos decorativos, en capiteles, muros, frisos, etc. Cubre la cúpula una composición magnífica de mosaico al estilo bizantino; o sobre el altar mayor, un Calvario pintado sobre e tabla, de Alejandro Ferrán. En la cripta, el enterramiento de la fundadora, obra modernista de gran efecto, en mármol y bronce, del escultor Ángel García Díaz.

En el edificio central, destaca su gran fachada de piedra caliza blanca, de grandiosidad renacentista pero con detalles estilísticos románicos, en esa mezcla de estilos tan característica del eclecticismo finisecular, y en su interior merece verse el patio central, que utiliza la planta cuadrada, rodeado en sus cuatro costados por arquerías semicirculares en dos pisos, sustentadas por pilares y capiteles, en un revival románico espléndido.

Todo el edificio abunda en detalles ornamentales de interés, conseguidos con la mezcla decorativa del ladrillo, la piedra blanca y la cerámica. Debe admirarse, en fin, la iglesia dedicada a Santa María Micaela, tía de la duquesa constructora, y fundadora de las Religiosas Adoratrices. Es de estilo románico al exterior, aunque en el interior sorprende la magnificencia de su abundante decoración mudéjar, con reproducción de modelos de frisos y mocárabes del palacio del Infantado, iglesia de San Gil y otros edificios arriacenses. Presenta también extraordinario artesonado de estilo mudéjar. Es de una sola nave y de tres ábsides semicirculares que abocan al presbiterio. Todo ello sorprende, y si, además, nos lo enseña con su voz dulce y su amor sin límites por lo que hace, la hermana Mariana, como ocurrió en la ocasión que aquí comento, la visita se hará inolvidable y, a buen seguro, servirá para iniciar una serie de revisitas en próximos viajes a Guadalajara. Para los escritores de turismo castellano‑manchegos, este ofrecimiento por parte del Ayuntamiento de Guadalajara, de su alcalde Bris, de su concejal Serrano, y de la ciudad entera, ha sido motivo para un día inolvidable y, por supuesto, el inicio de una campaña de divulgación que dará en un futuro próximo muy sazonados frutos.